Su voz grave lo hizo volver del ensimismamiento sobre la última expedición, la cual había sido justo unas horas antes. En esos momentos, ambos se disponían a tener una pequeña cena, tal como siempre hacían al regreso de cada una de esas arduas misiones.
—Aquí está tu té —anunció alargando la mano con el recipiente en ella.
—Nada mal... —comentó suavemente después de aspirar el olor que desprendía la bebida.
Erwin se acomodó en la silla que había junto al escritorio, mientras el capitán permanecía sentado con una pierna cruzada observando en quietud la sonrisa gentil que le dedicaba. Una vez que había colocado la taza de té aún humeante sobre el mueble frente a él, tomó la mano de Levi y procedió a entrelazar sus dedos.
—¿No eres demasiado viejo para jugar a tomarme de la mano? —murmuró fingiendo fastidio, mas decidió no soltarse.
—¿Entonces, quieres que tome alguna otra cosa? —inquirió elevando una de sus espesas cejas.
—Deja tus bromas tontas para después —replicó chasqueando la lengua—. Esta vez la expedición ha sido más agotadora para todos los reclutas. Seguramente tú también debes estar cansado, así que corta tu mierda, date una ducha y ve a dormir.
—Aún tengo papeleo que hacer, Levi —su semblante serio volvió—. Es necesario informar nuestro avance a los altos mandos, pues, en e... —Levi jaló bruscamente el cuello de su pulcra camisa blanca interrumpiendo su palabrería.
—Escúchame bien, Smith, no me vas a dejar ahí esperándote hasta terminar todos esos papeles. Vas a la cama o tendré que romperte ambas piernas y llevarte yo mismo —amenazó con tono severo.
—Bien, lo haré —soltó una leve risa.
Erwin se aproximó lentamente hasta el rostro de su acompañante y atrapó sus finos labios. El capitán bajó del escritorio, se colocó sobre el regazo de Erwin y posó sus brazos alrededor de su cuello.
—Asegúrate de no morir pronto, no quiero cargar ese trasero tuyo a una repugnante tumba —murmuró ladeando la mirada al tiempo que culminaban el beso.
—Mi vida le pertenece a la humanidad, Levi —una pizca de pesar impregnaba su voz—. Mi muerte será apenas el mínimo pago a mi deuda con todos los soldados caídos.
—Eres un imbécil sin remedio —bufó ocultando una sonrisa.
El capitán llevó sus manos hasta el collar que colgaba en cuello del comandante. Sus dedos acariciaron la "joya" que tenía al centro el colgante. En ese instante, estuvo seguro que, si algo le sucedía al hombre que tenía ahora frente a sus ojos, mantendría su promesa de pelear hasta el final, pero no lo haría por la humanidad. No, nada de eso. Él no le debía nada al mundo, por el contrario, seguiría luchando para lograr el mundo que su comandante deseaba; por el cual había entregado todo. Lo seguiría hasta el fin.
—Erwin... —pronunció en un murmullo luego de besar la corbata de bolo—, antes de dormir hazme el amor.
