INTRODUCTION TO THE PLACE I CALL HOME:

BPOV:

Me desperté sudorosa al quedarme dormida con el sol apuntándome en la cara. Fuera no había una sola nube que diera un descanso a los pobres habitantes de Phoenix. El verano prometía ser verdaderamente largo sin mis "amigas". Me encontraba en la casa de mi padre luego de que terminara el semestre. Hacía mas de una semana que el instituto le había dado fin a las clases, y lo único que hacía en mi casa era sentarme y mirar al techo. Suspiré. Había pensado en llamar a Lauren en el verano. Va conmigo al instituto, y Junto con Jessica Stanley, Catherine Kelly y Meredith Arons somos el grupo más popular del colegio. Pero Lauren se había ido con su familia a Viena. Jess se había ido con su nuevo novio, Michael, creo, a conocer todo centro América, Cathy viajó hacia Sudamérica, donde se encontraría con Meredith al final de la quincena.

No es que yo las culpase. Si se es rico como cualquiera de ellas no habría porqué del cual aferrarse como para quedarse en el cálido y sofocante Arizona. Hundí la cabeza en el almohadón del sofá, intentando limpiar las gotas de sudor que se habían acumulado en mi frente.

¿Bells? – preguntó Emmett. Mi estúpido hermano ya estaba en casa, genial. No estaba de humor como para soportarlo en estos momentos.

¿Qué quieres Emmett? – le pregunté con la almohada aún en la cara.

Kyle era un año y un par de meses mayor que yo, pero la diferencia entre altura y cuerpos hacia casi imposible que pensaran en mí como la hermana pequeña por solo un año. Emmett era grande como un oso, no gordo, si no puro músculo. Mientras que yo, una cabeza abajo era más bien menuda.

Papá quiere hablar contigo – dijo, y se le escapó una risita. A¿santo de qué se reía ahora?

Bajé las escaleras de dos en dos tratando de no caerme. Aún no estaba del todo despierta y mis reflejos se habían quedado en el sofá. Tampoco ayudaba mi falta de coordinación innata.

En cuanto llegué a la sala mi padre, Charlie, estaba sentado en la mesa y mi hermano a su lado. Su expresión me dejó saber que no estaba seguro de cómo empezar. También su ceño fruncido. Mi hermano me señaló la silla bacía a su lado pero referí quedarme de pie.

Bueno, - comenzó papá. – ¿tienes algo planeado para este verano? – preguntó titubeando. Eso me irritó. Charlie sabía perfectamente que mis "amigas" no estaban, cancelando así, cualquier intento de "planes de verano". Pero también su titubeo dejaba claro que lo que se venía no sería de mi agrado.

No. Tú sabes el porqué. – le respondí con acritud. Mi hermano soltó una ristada y yo lo fulminé con la mirada. De verdad odiaba cuando se comportaba de ese modo. - ¿y tú si Emmett?

Las risas cesaron.

Isabella. – me regañó mi padre. – Lo que les quería decir a ambos, es que los he inscripto a un campamento de verano. Y antes de que protestes Bella, la respuesta es: sí, irás y es lo último que diré. Es una buena oportunidad para que conozcas muchachas de tu edad que no sean como... como las que ya conoces. – terminó la frase tomando una gran bocanada de aire. Sabía que no le gustaban mis amigas pero ¿llegar a este extremo? No. Él sabía que naturaleza más Bella, igual a desastre. Por un instante me imaginé rodando montaña abajo. La siguiente escena que apareció en mi mente fue mi imagen morada por los moratones y rasguñada por los desfiladeros de tierra y piedras. No era una manera de comenzar bien el verano.

Papá yo,,,- comencé. Pero los gritos de triunfo y risotadas de Emmett al ver mi rostro turbado, llenaron la habitación haciendo imposible por unos minutos la comunicación. Charlie se aprovechó de mi estado in-comunicativo momentáneo y soltando un: "empaquen sus cosas chicos se irán mañana" escapó de la sala hacia el estacionamiento, donde arrancó el auto y desapareció en cuestión de segundos.

Mi hermano no dejaba de reír y las lágrimas caían libremente por su rostro. Yo sin embargo estaba que echaba humo. Le grité que se callara de una buena vez, y pateando una silla con fuerza llegué a mi habitación con el tiempo suficiente como para escuchar el nuevo ataque de risa a mi hermano. Le hubiera frenado a la fuerza, de haber podido pero el simple hecho de que el 80% de su cuerpo fueran músculos, hacía que fuera mayor la posibilidad quebrarme la mano en el intento.

El folleto de mi próxima estadía pagada en el infierno yacía en mi escritorio. Lo tomé en mis manos viendo las distintas imágenes de campistas en las diferentes estaciones del campamento. Volví a echarle una mirada y el color dejó mi rostro al ver el resto de las imágenes.

No podía creerlo. ¡Un campamento de verano! la primera palabra ya era horrible de por sí, pero las dos unificadas eran capaces de sembrar el pánico en mi interior. No era buena al aire libre. Mi coordinación en el internado era muy escasa. Pero en una superficie irregular, donde las raíces sobresalían con el deseo de romper tus tobillos y el barro amenazaba con ensuciarte tu conjunto de ropa más bonito no hacía prácticamente más fácil la tarea. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que además de hacer excursiones, en el campamento había programado una serie de juegos y actividades para mantener ocupados a los campistas durante su estancia. Gemí. Tres golpes en la puerta me hicieron reaccionar, soltando el folleto como si de un carbón en llamas se tratase.

Vete. – le grité a Emmett. Mientras recostaba mi cuerpo en la cama y tapaba mi cara con la almohada.

Papá no estaba y él era el único en casa además de nuestro perro. Claramente prefería la compañía del perro.

Pero como era de esperarse no me hizo casó y entró en mi cuarto. El estar tendida sobre mi cama, con la cabeza aún en mi almohada, no me daba muchas opciones. Pero decidí no darme por vencida. Acto seguido, levante la mano hacia la estantería sobre mi cabeza, y alzándome sobre mis codos, comencé a arrojarle todo lo que estaba a mi alcance: el reloj, un cuadro, tres libros de geometría, uno de literatura, y mi libro favorito: Crepúsculo.

Cuando se me acabaron mis municiones, dio un suspiro triunfal sentándose en el borde de mi cama como si lo que sucedió hace 5 minutos, no hubiera pasado. Típico de Emmett, pensé. Me dejé caer contra la cabecera de la cama soltando un sonoro gimoteo de rendición. El oso sonrió, pero no se rió ante ese gesto claramente exagerado por mi parte.

Vamos Bells, tu amabas los campamentos, ¿Qué sucedió con mi hermanita pequeña, que corría montaña abajo, no importándole tropezar y arruinar sus bermudas blancas casi marrones, después de caerse repetidas veces en el ascenso? – preguntó medio en broma.

Las personas maduran Emmett. – le respondí luego fingí mirarlo como si fuera mucho mayor que él y usando un tono maternal, como el de alguien que le explica a un niño pequeño algo que sabe que no comprenderá le dije:

Algún día lo entenderás. Pero cuando llegue tu momento. – le dije con tono semi serio y casi con burla. No pude evitarlo y se me escapó una sonrisa al verlo "ofendido", fingiendo poner su mano en el corazón.

Ouch, Bella, eso duele. Ya sabes que los hombres maduramos mas tarde...

Fingí un suspiro y le sonreí. Él me dio un suave empujoncito en el hombro y sonrió también.

No será tan malo. Vas a ver como te diviertes. – me dijo sonriendo. Ese otro gesto me hizo pensar en el otro 20% de Emmett. No sería inteligencia, eso podríamos dejárselo a un...Hmmm, ¿2%? Pero de seguro algo mas sería.

¿es que ahora trabajas para Charlie? – le pregunté alzando ambas cejas. Él soltó una carcajada y alzó las manos como si fuera culpable por algún crimen y hubiera sido descubierto.

Hey, ¡me pagó! – contestó haciéndome reír.

Bostezó falsamente, y mirando el reloj que todavía estaba en el piso, luego de la batalla, me besó en la frente y salió de mi habitación. Esa conversación me dejó en un cierto estado de shock, ¿es que Emmett no era como yo creía? Tal vez sí tal vez no. Lo importante es que platicar con el me hizo sentir menos pánico que antes. Quizás no sería tan malo. O quizás solo quizás, el auto no arranque mañana por la noche... Sonreí ante la idea.

Me cambié pensando en como chantajearía el auto. No tenía conocimientos mecánicos ni mucho menos, y estaba segura de que mi hermano no me ayudaría. A él, a diferencia mía, le encantaban los campamentos. . Me dejé resbalar en la cama en cuanto salí del baño.

No podía entender qué parentesco teníamos, ya que no éramos prácticamente parecidos. Mentalmente, claro. Básicamente teníamos los mismos rasgos con los cuales se notaría que somos hermanos. Ambos teníamos el pelo de la mismo color caoba intenso, color heredado de nuestro padre Teníamos los mismos ojos color chocolate, y la misma nariz perfecta y simétrica. En el rostro de Emmett lo hacía ver más aniñado agregándole un toque picardía, lo que desentonaba con la musculatura de su cuerpo y le asemejaba a el oso de peluche que en realidad era. En mí rostro hacía que se vea algo más equilibrado, en conjunto con mis ojos, hacían que mi cara fuese casi bonita. Mi piel estaba algo bronceada pero no llegaba a parecerme a el típico prototipo de una chica de aquí. Mi color desaparecería enn unos meses, si es que el sol de Arizona se ocultara un poco. Mi piel también era un rasgo propio de mi madre.

Suspiré. Mi madre era una mujer muy hermosa, de tez bronceada y ojos parecidos al color del té. Su cabello era castaño y según la recuerdo. Tenía algunas pecas, contrastada con el color de su piel, que le daban un aire alegre y jovial, pero en su cara lo más hermoso que tenía, era su sonrisa. Mi madre era la clase de mujeres que pocas veces se encuentra. Ella tenía la virtud de siempre sonreír. Le encantaba probar cosas nuevas, y siempre la veías con un delantal de cocina, un pincel en la mano o cualquier otro instrumento que le ayudara a realizar sus nuevos "hobbies" Las tardes en las que llegábamos con mi hermano mi madre ya estaba descansando, pero siempre estaba cuando la necesitáramos. Aún cuando estaba cansada luego de una tarde exhaustiva en el trabajo, se la veía en cierta forma feliz. Siempre manteniendo un brillo en ojos que expresivos, mostraban amor y dedicación al mirarla. Su muerte, movió mucho en la familia, y cualquiera podría haber visto lo que el futuro guardaba desde aquella instancia. Cambios.

El día de su velorio cuando pude verla entre mis lágrimas, que corrían gruesas y libremente por mi cara segándome, se la veía llena de paz y con una pequeña sonrisa en su pálido rostro.

No me había dado cuenta pero la tristeza me había llenado y lágrimas bajaban por mis ojos ya cerrados por causa de sueño. Nunca podía evitar llorar ante su recuerdo. Pero, como dijo me padre el día de su muerte, hay recuerdos que no se deben olvidar, por más más angustia que causen.

Muy pronto mis lágrimas se secaron en mis mejillas y caí en un profundo sueño.


Bells...Bellsy... ¡Bella! – me gritó Emmett haciendo que saltara de la cama dándome un fuerte golpe con el piso. Él inmediatamente comenzó a desternillarse de la risa mientras yo me levantaba frotándome mi parte posterior.

Eres un idiota Em. ¿Qué quieres? – le contesté verdaderamente irritada.

Papá dice que tienes que empacar antes de que se nos haga tarde. Y para eso tienes unos... – miró su reloj e hizo cuentas con los dedos. – unos ... 20 minutos.

¡¿Qué? No puedo hacerlo todo en 20 minutos. – le chillé.

No si sigues gritándome. – sonrió con burla y dicho esto, mi brillante hermano salió de mi habitación.

Empacar se me hizo difícil ya que no sabía que debía de usar en este tipo de casos. Hace mucho que no me anotaba en cosas como acampar, o la naturaleza, o cosas que estuvieran relacionadas con esa palabra.

Decidí poner cosas cómodas. Unos vaqueros desgastados, y algunos pantalones cómodos pero bonitos. Unas camisas escocesas, que compré hace mucho tiempo pero que nunca había usado y que aún conservaban la etiqueta. Unas remeras no tan elegantes y me permití también llevarme algunas prendas no tan de montaña, ya que ignoraba completamente lo que íbamos a hacer. Puse unos tops que tenía guardados, y algunas faldas cortas que combinaban perfectamente con algunas blusas muy bonitas, cortesía de Jessica y Lauren.

En cuanto terminé de guardar las últimas cosas me apresuré a cambiarme con, según lo que había dicho Emmett, era el "uniforme del campamento, el cual solo tendríamos que usar hoy y algunos días más luego de la presentación inicial. Éste estaba conformado con un jersey de color negro con el escudo del campamento prolijamente bordado sobre el lado izquierdo y un short blanco bastante básico. Se notaba que el uniforme era también al estilo campamento. Por último, me calcé unas zapatillas negras terminando con la combinación del conjunto.

Luego de recogerme el pelo en una coleta, y de ponerme una fina capa de maquillaje, tomé el bolso y con un gran suspiro bajé las escaleras. Desayuné algo rápido y salí fuera de la casa. Al dirigirme hacia el estacionamiento me encontré con Charlie, mi hermano, Billy y Jacob, hijo de éste hablando muy animadamente sobre el campamento, apoyados contra la camioneta de papá.

Billy y Jacob vivían una reservación india en Washington, y pocas veces los veíamos por Arizona. El primero era amigo de Charlie, de toda la vida, y Jacob su hijo.

Jacob era un año y algunos meses menor que yo, pero su musculatura podría rivalizar a Emmett casi 3 años mayor que Jacob. Me pregunto qué les darán de comer a este muchacho… Rachel la madre de Jacob y esposa de Billy al parecer no se encontraba por aquí y me pregunté si se habría quedado en la reservación.

Mi hermano llevaba puesto el mismo jersey, unas 4 tallas más grande que el mío y unos shorts más grandes pero blancos. Todos giraron a verme salir de la casa con un bolso que doblaba mi tamaño por poco. Asentí en la dirección de Billy y Jacob y en cuanto a mi familia ni siquiera los saludé. Sólo metí de un empujón el bolso en el baúl de la camioneta y tomé mi lugar en el asiento trasero de ésta. Podía escuchar algunas oraciones sueltas en su conversación, pero luego de un tiempo, me desconecté del mundo, recostándome sobre los asientos recubiertos en cuero sintético de la vieja camioneta Chevy. Claramente esto era una rendición por mi parte. Suspiré. Pensando en que me estaba olvidando algo muy importante: el botiquín de primeros auxilios.