Disclaimer: Mononoke y sus personajes son propiedad de Konaka, Takahashi, Yokote e Ishikawa

Hola, gracias por entrar n.n

En realidad vi primero Ayakashi: japanesse classic horror y luego esta serie, por lo que me centraré en la figura del boticario. Además, la categoría que aparece sólo es esta. No sé si me gustó mucho la historia, no soy muy afecta al género, pero sin dudas me pareció un animé fuera de lo normal y eso siempre resulta interesante. Estas sencillísimas líneas, por lo demás, apenas esbozan lo que representa el personaje.

Disculpen por los posibles fallos que puedan encontrar y gracias por leer n.n


Boticario de oficio, errante por convicción


Por fin había logrado eliminar a ese espíritu de otro tiempo. Resentidos, insatisfechos, esta clase de entidades suele convertirse en un verdadero incordio para los ingenuos descendientes de la familia o para los incautos moradores del sitio donde se manifiestan. No era que fuese incapaz de entender los sentimientos o las motivaciones que los fraguaban, pero su ominoso acecho y su fatídico accionar requerían de un límite, y él tenía el poder para imponérselos.

Boticario era su oficio. La dama a la que en ese momento había salvado del desastre, aunque comprendiese el cese del peligro, se había convertido en un saco de nervios.

-Prepare un té con estas hierbas –le aconsejó, extendiéndole un pequeño paquete de papel-. Bébalo antes de dormir durante algunos días.

-No termino de entender a qué se dedica usted en realidad –repuso ella, aceptando la recomendación y el envoltorio con una ligera zalema.

-Me dedico a todo lo que puedo hacer –fue la ambigua respuesta del joven. Luego tomó su módico equipaje, saludó y se marchó.

En el pueblo siguiente, la escena se repitió. El inefable radar que poseía para detectar aquellas atormentadas presencias nunca fallaba, pero tampoco le ofrecía momentos de reposo cuando la situación acuciaba. Pronto tuvo que desenvainar una vez más su espada, la duplicación de sí mismo, para cercenar la existencia de otro espíritu vengador.

Esta vez había salvado a una jovencita que, desde su llegada, no hacía más que mirarlo con devota admiración. Ni bien tomó su equipaje para irse, lo retuvo sujetándolo de las muñecas.

-Quédate esta noche, ¡te lo ruego! Aunque el peligro haya pasado, me gusta que estés aquí –dijo con voz susurrante, anhelosa y ruborizada.

-Debo marcharme –repuso él.

-¿Por qué?

-Porque mi vida está en los caminos.

Errante por convicción. Nunca se quedaba mucho tiempo en un sitio, excepto para descansar. Y no sólo a causa del mononoke de turno, sino porque le había tomado el gusto a esa vida de viajero constante, la vida de aquel que busca por las sendas del mundo el significado de lo que hace. Si no fuera por su singular oficio, de todas maneras viviría vagando de un lado a otro sólo para descubrir caras nuevas, lugares ajenos y voces cambiantes.

Nada como las posibilidades que encierra la aventura. Ni siquiera por unos ojos hechiceros como los de la joven se sentiría tentado a permanecer más que para una breve caricia.

La clase de amor que él conocía trascendía esas conexiones. Para él, abarcaba una totalidad por la que había que luchar, proteger y equilibrar. Por eso no podía quedarse en un lugar, por eso prefería dedicarse a limpiar de rencores ese mundo siempre creciente y cambiante, ese mundo lleno de los espantos que sus propios moradores creaban. El rencor es un sentimiento universal y requería siempre de alguien que le pusiera un punto final.