Serie de Two-shots que narran las diez cosas que más odian Hermione y Draco del uno del otro.
¡Espero que os encante!
Disclaimer: El mundo y los personajes de Harry Potter pertenecen a la maravillosa J.K Rowling.
Capítulo 1: Lo que odio de ti, bruja.
Odiaba que apenas haya cambiado desde que dejamos Hogwarts, tan insufriblemente sabelotodo y perfecta. Apenas siento las últimas trazas de café bajando por su garganta y con los ojos aún cansados por el sueño y ella está ahí, inclinada sobre tu escritorio, con la pluma en la mano dispuesta a salvar el mundo.
Otra vez.
Consultó el reloj de bolsillo que llevo escondido en el bolsillo de mi traje negro y veo como marcan perfectamente las 08:00 de la mañana. El ruido de miles de personas hacen eco al caminar por los pasillos del Ministerio, dispuestos a cumplir sus obligaciones. Charlaban animadamente, algunos se dan los "buenos días", otros gruñen de mal humor al ser lunes y un pequeño grupo siguen en el mundo de Morfeo cuando ves a tu amigo Blaise apenas despegar las pestañas arrastrándose a su despacho sin ni siquiera reparar en él.
Entró en el despacho de la bruja sin llamar a la puerta y se acercó a su escritorio evitando las sillas que había delante, no era su intención sentarse y pasar más tiempo del debido.
- Granger, vengo a recordarte- como si eso hiciera falta- que Kingsley nos espera después del almuerzo para entregarle los informes del último trimestre sobre nuestros Departamentos. Ya sabes que hubo un problema de papeleo con…
- Buenos días a ti también, Malfoy- Le cortó sin mirarlo mientras escribía atropelladamente sobre su pergamino- Lo tengo preparado desde la semana pasada, no te preocupes.
- Por supuesto- Respondió con un tono que incitaba burla. Sin embargo reparó en que sus ojos parecían tristes y apagados, aún sin mirarlo lucía cansada y aunque esa maraña de rizos ocultaba parte de su rostro podía apreciar su abatimiento- ¿Has pasado mal fin de semana?
No era extraño que le preguntara eso, en el último año trabajando juntos habían conseguido crear verdaderas conversaciones civilizadas que rozaban lo cordial en algunos momentos. El slytherin dio un paso hacia ella y apoyó sus manos en el escritorio inclinándose un poco para apreciar su castaña coronilla. Hermione elevó su mirada chocando con esos ojos gris oscuro tan peligrosos e inquietantes. No era costumbre que la chica gryffindor apartara la mirada de él, pero debía reconocer que esos ojos penetraban el alma y hurgaban en ella hasta conseguir lo que querían.
- Todo bien, sólo agobiada por los informes de esta última semana que como sabes ha sido una locura- Respondió levantándose de su silla y sin apartar su mirada chocolateada del rubio.
Draco asintió. Odiaba cuando Hermione le mentía descaradamente a la cara. Alzó una ceja cuando ella le dio la espalada para buscar algo en la estantería que estaba tras ellos.
- Debo suponer entonces, que hay problemas en el maravilloso mundo de amor con la parejita más heroica de la Guerra- Dijo sonriendo al ver como ella tensaba la espalda- Porque conozco técnicas de relajación para liberar tensiones que harían, para empezar, que siempre llegaras tarde al trabajo.
- ¡Cállate, Malfoy!- Dijo la castaña encarándolo- ¿Quién te crees que eres para hablar de mi relación con Ron?
- Pues quizás alguien que sabe más de tu relación que el propio Weasley- Contestó cruzándose de brazos altivo- ¿O me dirás que esas ojeras son fruto de felicidad y de noches de insomnio por tenerte amarrada a la cama?
Hermione le lanzó uno de sus pesados volúmenes a la cabeza con un grito de furia. La serpiente lo esquivó con facilidad sonriendo aún más perversamente al haber dado en el clavo con ella. Ella apretó los dientes y sintió como las lágrimas quemaban en sus ojos y un nudo muy apretado le oprimía su garganta. En esos mismo instantes Ronald debía estar haciendo las maletas para volver a la Madriguera y dejar el apartamento en el que habían vivido los últimos dos años. Dos años de fatídicas discusiones, una montaña rusa emocional donde la adrenalina del principio había dejado cenizas amargas en su boca.
- Sal de mi despacho, serpiente, ya has hablado demasiado con esa lengua viperina tuya. - Volvió a darle la espalda buscando un libro de Leyes Mágicas que necesitaba,
Contó diez segundos en su cabeza tratando de tragar en lo nudo de su garganta y controlando la respiración para no echarse a llorar en ese instante. Hasta que notó como alguien se situaba detrás de ella y miró por encima como un brazo colocaba en uno de los estantes el libro tan pesado que antes le había lanzado. No se atrevió a darse la vuelta, estaba expectante por lo que se propusiera el rubio tras ella hasta que sintió como su barbilla se apoyaba en su coronilla y dos fuertes brazos rodeaban su cintura mientras la capa oscura de él la ocultaba casi por completo.
Se le cortó la respiración y miró para abajo al ver como esas manos, grandes, blanquecinas y fuertes se entrelazaban entre ellas formando un agarre del que no tenía escapatoria. A su espalda notaba el pecho de Malfoy con su camisa blanca de seda fina y su característico aroma a menta y espuma de afeitar de su cuello. Se sintió aturdida y mareada y por primera vez en mucho tiempo… cálida.
Esa sensación hizo que se llevara las manos a los ojos y comenzara a llorar silenciosamente. Malfoy siguió apresándola desde su espalda y sus ojos brillaron con furia. Odiaba que esa vergüenza de mago pelirrojo la hiciera llorar.
- Sabía yo que Weasley era muy malo en la cama.
Hermione rió un poco entre dientes y le dio un golpe en el brazo pero no se movió de su agarre.
Se maldecía por tener que cruzar el mundo muggle bajo el resguardo de un paraguas ya que no podía utilizar la magia para no mojarse ante la mirada de la estúpida gente no mágica. Estaba furioso por mojarse sus zapatos de Armani ya que el camino que llevaba a casa de Hermione estaba atravesado por un parque, enorme y verde, lejos del centro de Londres y aún más lejos del Callejón Diagon que es dónde tenían que haberse reunido.
Odiaba tener que hacerle favores a esa pequeña y moqueante bruja cuya última semana no había asistido a trabajar por haber caído enferma. La muy cabezona había abandonado su salud sustituyéndola por pilas y pilas de enorme trabajo, descuidando su alimentación y sueño.
Todo el mundo conocía en el Ministerio la ruptura entre Weasley y ella y el Profeta los había convertido en portada consiguiendo ser la revista de ventas número uno del país.
Suspiró al llegar al porche color blanco con enredaderas a ambos lados de la puerta. Ciertamente parecía la casa de una bruja de cuento sino fuera porque todo estaba tremendamente limpio y cuidado.
Habría preferido utilizar la Red Flu y aparecerse en su salón, pero Hermione había bloqueado la chimenea para evitar visitas indeseadas. Todo aquel que cruzara el umbral de su casa debía ser bajo el consentimiento de la leona.
Tocó al timbre dos veces y esperó. Escuchó como unos pasos rápidos bajaban lo que debían ser unas escaleras y la puerta se abrió.
Draco nunca había odiado tanto a Hermione como en ese momento. No pudo evitar abrir los ojos un poco más de lo normal y le recorrió con la mirada lentamente.
Llevaba el pelo recogido en un moño mal hecho pero que a la vez le daba un aspecto desenfadado y juvenil. Un jersey blanco extra grande, tan grande que colgaba por uno de sus hombros dejando ese pedazo de piel rosado expuesto. Los pantalones a cuadros azules y grises eran claramente la antítesis del erotismo pero de alguna manera se ajustaban a sus caderas y su trasero. Por último llevaba unos calcetines cada uno de un color, verde y amarillo. No podía estar más ridícula.
Por eso la odio con todo su corazón de serpiente cuando la encontró francamente irresistible.
Tenía la nariz ligeramente enrojecida pero las ojeras ya no marcaban sus ojos. De hecho, sus ojos parecían contentos de verle.
- Gracias por venir, Malfoy- Dijo dejándole pasar- ¿Quieres un café, té?
- Un café sólo estaría bien, gracias- Dijo rozando su imponente y oscura figura al pasar a su pequeña sala de estar- Veo que te encuentras mejor.
- Estoy mejor, el lunes me volveré a incorporar ya estoy cansada de estar tirada en la cama sin nada que hacer. He oído que Kingsley ha puesto en marcha el programa que comentamos en la reunión el semestre pasado y…
Draco dejó de prestarle atención poniendo los ojos en blanco por su charla. Paseó por aquella salita, modesta pero cálida y bonita. Femenina sobre todo.
Un gran ventanal ocupaba la pared central dejando ver el jardín trasero y llenando de luz el hogar. Las cortinas de color crema con flores doradas de forma muy sutil estampadas en ellas. Un sofá blanco con cojines rojos y dorados (como no) lo adornaban y dos sillones del mismo tono se encontraban a ambos lados de este. Una pequeña mesita de cristal ocupaba el centro de la habitación y había varios libros en ella. La chimenea, a uno de los lados crepitaba con el fuego dándole calidez y juraría que Hermione se pasaba las horas ahí sentada frente al calor de las llamas con alguna nueva novela que devorar. La otra pared era ocupada por una enorme estantería de manera repleta de libros y fotografías.
Draco se acercó a ellas y para su regocijo no había rastro de la comadreja en ninguna de ellas.
Dejó su capa sobre uno de los sillones y se sentó en el amplio sofá que encontró agradablemente cómodo.
Hermione volvió de la cocina con su monólogo sobre el Ministerio portando una bandeja con dos humeantes tazas y un plato de pastas. La posó sobre la mesita y se sentó a su lado. Draco se tensó pues un olor muy dulce emanaba de ella perturbándole los sentidos.
Mierda. Odiaba su maldito aroma.
- … Así que si te parece bien el lunes podemos darle nuestro visto bueno y empezar en seguida con la investigación- Dijo Hermione ofreciéndole su café y cogiendo su taza de chocolate con una nube blanca flotando encima.
- ¿Es que no puedes dejar de pensar en el trabajo ni una sola vez, Granger? - Suspiró Draco con pesadez- Por poco te tengo que cargar en brazos cuando casi te encuentro desmayada en tu despacho. Más vale que hayas aprovechado la semana para no hacer absolutamente nada.
- Ya te digo que estoy mucho mejor- Respondió un tanto ruborizada ante la penetrante mirada del rubio- Y si, he descansado. Borrón y cuenta nueva.
- Bien, he traído tus informes tal y como me habías pedido. Pero no estoy aquí por trabajo, esa parte ya la he cumplido- Dio un largo sorbo al café sin apartar la mirada de la castaña- ¿Cómo llevas tu luto sentimental?
Hermione profirió una mueca y le apartó la mirada molesta.
- Dímelo tú, mi vida sentimental está en portada desde hace semanas.
- Prefiero que me cuentes cómo estás tú en primera persona- Murmuró el mago acomodándose entre los cojines- ¿Habéis vuelto a hablar?
- No.
- ¿Y Potter?
- Harry sabe hace mucho tiempo que las cosas no iban bien. Ginny también me apoya. - Contestó Hermione dando vueltas con la cuchara a su chocolate- Ron es…
- ¿Simple, idiota, tiene el encefalograma plano?- Preguntó Draco con voz cansina.
- Somos muy diferentes, Malfoy, no hace falta que lo insultes. Aún guardo la esperanza de que podamos conservar la amistad en un tiempo.
- Enternecedor- Dijo Malfoy de mala gana dejando el café sobre la mesita con poca delicadeza. Hermione lo miró sorprendida.
- ¿Cual es tu problema? Si tú y yo que siempre nos hemos odiado hemos conseguido dejar atrás todo eso… ¿qué problema hay en que no quiera perder a uno de mis mejores amigos?
Draco se giró en el sofá apoyando un brazo en el respaldo de este y la miró con una expresión fría. Dejó su taza de café sobre la mesita y sin pedirle permiso hizo lo mismo con la taza de chocolate de ella. Volvió a incorporarse y lentamente una sonrisa que no auguraba nada nuevo apareció en su rostro.
- Granger, no te equivoques. Sigo odiándote con toda mi alma- Dijo lentamente analizando el rostro de la bruja que cambió a una mirada de dolor- Odio que la supuesta bruja más brillante de nuestra generación se haya conformado con ese intento troglodita de ser humano- Alzó la mano cuando iba a cortarle al ver fruncir su ceño- Odio que sepas que confías en mi y te dejes rodear por mis brazos pero aún no te hayas atrevido a ser valiente, con todo tu orgullo Gryffindor, para atreverte a pensar si puede pasar algo entre nosotros.
- Draco… - Murmuró aturullada echándose hacia atrás ante la lenta y poco sutil cercanía del rubio.
- Odio tu maldita ingenuidad al no darte cuenta de lo que tenías delante y has preferido pasarlo por alto durante tanto tiempo- Cortó toda distancia con ella y pasó una mano por su pelo soltando su pasado haciendo que sus rizos cayeran por sus hombros con infinita gracia femenina- Pero lo que más odio de ti es no haberte besado como deseo hacerlo desde hace mucho tiempo.
- Draco, estoy enferma… - Dijo con un hilillo de voz cuando el mago rozaba sus labios contra los de ella.
- ¡Al diablo con eso!
Apresó sus labios con desesperación encontrándolos muy cálidos y húmedos en su encuentro. Deslizó sus manos por su espalda y cintura para pegarse a ella. ¡Por Merlín que necesitaba sentirla! Sintió su sorpresa y un repentino temblor de sus manos cuando estas lo agarraron por el cuello de la camisa apremiando su cercanía.
- Abre la boca, Hermione. - Siseó entre sus dientes- Quiero probarte.
Ella, obediente, entreabrió sus labios para él y sintió como su lengua la invadió por completo. Gimió de placer cuando sus manos acariciaron la base de su espalda y Draco pensó que era como rozar el terciopelo. Comenzó a recostarla sobre el sofá y el se tumbó sobre ella con cuidado de no aplastarla. Sintió su apremio cuando sus pequeñas manos buscaron sacarle el bajo de la camisa por su espalda pero el slytherin fue más rápido y le sujetó las manos pasándoselas por encima de su cabeza. Ella lo miró desconcertada al notar como una ráfaga de viento corría entre sus bocas cuando Malfoy la abandonó hasta volver a incorporarse.
-No pienso convertirme en tu premio de consolación, Hermione- Se ajustó la camisa y se pasó la mano por el pelo para peinarse otra vez- Te pediré una cita mañana por la noche y haremos las cosas a mi manera.
Sin más preámbulos recogió su túnica y sacó de ella un archivo de documentos cerrados con un sello de cera roja que depositó sobre la mesita. Sonrió pérfidamente a la muchacha que yacía en el sofá, despeinada y con los labios aún rosados por su encuentro.
- Buenas tardes, Granger. Mañana te recogeré a las ocho en punto de la tarde- Giró para salir del salón y se detuvo un segundo mirándola por encima del hombro- No me guardes rencor, sabes que cuanto te haga el amor olvidarás todo el odio que sientes sobre mí en estos instantes.
Sin más, desapareció con el sonido de la puerta.
Continuará…
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