Los personajes que aparecen en esta historia pertenecen a Stephanie Meyer.
Esto es un pequeño regalo para todas las que habéis amado Entre mis recuerdos, no va a haber dolor ni nada por el estilo sino que sacaré a pasear mi lado más romántico para ofreceros un poquito más de esa historia. Apenas durará un par de capítulos y espero que los disfrutéis.
Capítulo 1. Pasado.
El tiempo pasa incluso aunque parezca imposible, incluso a pesar de que cada movimiento de la manecilla..., sonreí, era increíble cómo podía leer esas palabras, que una vez me habían atormentado, sin sentir el dolor agudo al que estaba acostumbrada. Carecían de sentido pero eran el reflejo del daño que había sufrido y también las que me ataban a mi decisión por el momento.
A pesar de todo, cada roce de su piel, cada mirada furtiva, cada susurro y cada beso poco a poco iban derribando los últimos escombros de mis barreras haciendo que fuera cediendo ante él.
Le amaba con toda la fuerza de mi corazón pero le estaba haciendo sufrir, había rechazado las cien proposiciones de matrimonio que me había hecho. Primero por orgullo y después por cada lágrima derramada por no tenerle.
Emmett disfrutaba con la contrariedad del rostro de Edward tras cada una de mis negativas, incluso había observado como Rose sonreía ante mi actitud pero después de dos años el juego había dejado de tener sentido.
Miré hacía el escritorio en el que estaba sentada y observé la foto de Seth, mi hermano. Aún recordaba el momento en el que me había tenido que enfrentar a su furia.
Un mes había pasado desde mi despertar pero mi autodominio era lo que más impresionaba a los Cullen, Jasper parecía molesto conmigo, había puesto sus convicciones del revés y eso le tenía descolocado. Ni una sola vez había sentido el deseo de matar a un humano y yo creía firmemente en mis capacidades.
Noté el olor penetrante antes de entrar en casa y Edward me agarró con fuerza pero yo me solté, sabía que tenía que entrar y enfrentarme a la persona que estaba allí, llevaba tiempo esperándole y estaba dispuesta a asumir mis culpas y a rogar su perdón.
Abrí la puerta y entré a la sala de estilo rústico de la casona en la que vivíamos, para encontrarme a Seth con el gesto más serio que recordaba, detrás de él, distribuidos por los sofás y las sillas estaban los Cullen. Emmett se levantó y se colocó a mi lado mientras que Jasper avanzó hacía mí.
— Seth —le llamé tras soportar su mutismo durante unos eternos minutos.
— No puedo —murmuró al fin y percibí como todo carecía de sentido si él no me perdonaba. Era mi hermano, una de las personas más importantes de mi vida y le necesitaba con todas las fuerzas de mi alma.
— Lo siento, sé que ahora somos
— No sabes lo enfadado que estoy contigo —dijo en el mismo tono, me replegué contra mi misma como la chica tímida que era.
— Sigo siendo yo —susurré sin fuerza deseando llorar y dispuesta a suplicarle que me perdonara.
— No me preocupa lo que eres —señaló alzando la voz y Edward rugió a mi espalda pero Seth le ignoró y dio un paso hacia mí—. Me duele lo que quisiste hacer, me hiere pensar que preferiste morir a pesar de todo y me lastima que no me lo contaras. Me echaste a un lado sin contemplaciones como si no fuese importante en tu vida.
— Perdóname —le supliqué.
— No te das cuenta de que sí Edward no te hubiese seguido al aeropuerto y después a París hoy aún te lloraría frente a una tumba —asentí con un nudo en la garganta y la quemazón de las lágrimas que nunca más derramaría en el alma—, estabas dispuesta a abandonarme.
Tuve que hacer un esfuerzo para no sollozar y enseguida percibí el don de Jasper sobre mí.
— No lo hagas —le pedí sin pronunciar palabra y él accedió a mi solicitud.
— No quiero disculparte, Bella. No creo que te lo merezcas, me alegra que estés bien —recogió la bolsa de deporte que llevaba, pasó a mi lado sin dirigirme una última mirada y se dispuso a salir de aquella casa sin mirar atrás.
— Estaba perdida, confusa, cansada, herida, agotada. No quería verte sufrir ante mi inminente muerte, no lo hice porque no me importes sino porque no podía soportar que salieses lastimado por mi cabezonería —Seth se detuvo pero no se volvió a mirarme—. Pensé que era lo mejor para todos, me sentía tan insignificante frente a todos vosotros que no deseaba seguir siendo una carga para nadie. Eres mi hermano, durante años has sido mi apoyo incondicional y no puedo pedirte que lo entiendas o lo aceptes sólo que no me abandones.
El silencio envolvió la sala mientras mis palabras resonaban entre las paredes del lugar, tenía mi corazón entre las manos, esperando a que él se comportase como cualquier persona lo haría. Estaba segura de que se marcharía y jamás volvería a verle, no podía culparle y entendía sus motivos.
— Ya no me necesitas —esta vez el rugido fue aún más audible y miré a Edward reprochándole su actitud. Mi hermano podía argumentar lo que quisiera aunque eso me hiciese daño.
— En eso te equivocas —aseguré acercándome a él— No me dejes, por favor.
Seth se volvió hacía mí y por primera vez me miró detenidamente, observando los cambios que había sufrido mi cuerpo, alargó su mano y tomó la mía sin estremecerse ante mi frío contacto.
— No puedo negarte nada —señaló al fin después de unos minutos de silencio, su rostro se relajó considerablemente y me obsequió con una de sus sonrisas.
— Lo siento —repetí dispuesta a decirlo mil veces si con eso conseguía que él se sintiese mejor.
— Voy a tardar una vida en comprenderte, Bella —para sorpresa de los Cullen, Seth tiró de mi mano y me envolvió en un cálido abrazo que me hizo comprender que le había recuperado.
Llamaron a la habitación sacándome de mi recuerdo, había estado tan concentrada en él que no me había percatado de que alguien se aproximaba. Me levanté y abrí la puerta, aún se me hacía extraño no tropezarme con mis propios pies, no tener las piernas llenas de moratones y algún que otro corte en los brazos.
Esme me miraba con gesto más serio de lo normal y me apresuré a dejarla pasar sin comprender por qué estaba así.
— Quería buscar el momento en el que no hubiese nadie más en casa —argumentó sentándose en la amplia cama que compartía con Edward.
— ¿Qué ocurre? —pregunté con preocupación posicionándome junto a ella.
— Entiendo que aún no estés preparada y Edward ha sido muy insistente pero sé que os amáis y —se detuvo y yo cogí su mano entre las mías
— No deseaba ceder tan rápido, por miedo —murmuré por primera vez en aquellos dos años, mi mente era más veloz de lo que esperaba y había sopesado todas las posibilidades por las cuales Edward podría abandonarme de nuevo.
— Cariño, él no lo volverá a hacer —aseguró Esme con una sonrisa tranquilizadora— pero sé que cada día lucha con sus propias convicciones para estar junto a ti. Quiere hacer las cosas como es debido.
Aseguró y entendí su razonamiento, ante mi negativa a que nos casásemos Edward había dejado de lado sus propias ideas y tradicionalismos, había cedido ante el amor que me tenía y había accedido a estar juntos a pesar de no haber un anillo de por medio.
— Poco a poco he ido aceptándolo, no podría soportar que él volviese a alejarse de mí —agregué más para mí misma que para ella.
— No cometerá ese error de nuevo —contestó y escuchamos como la puerta de la calle se abría. Esme asintió ante mis palabras y salió de mi recámara tras regalarme uno de sus abrazos.
El tiempo en Francia tocaba a su fin, era extraño dejar la gran casona que me había visto renacer, por suerte sabía que dentro de unos años volveríamos y recordaría cada instante vivido entre aquellas paredes.
Suspiré mientras recogía las últimas pertenencias que Alice había insistido en regalarme, mi guardarropa nunca había contenido tantas prendas pero nada de lo que pudiera decirle la había hecho desistir en su propósito. Había disfrutado de la moda de París, había hecho sus primeros desfiles con ropa de su creación y había cautivado a aquel selecto grupo que eran los diseñadores.
Aún así su cara de felicidad cuando tuvo la primera visión de mi futuro una vez convertida, no se podía comparar con ninguna otra. Por primera vez, Edward había acertado en una de sus decisiones.
— Estás preciosa —afirmó mientras Alice me hacía volverme hacia el espejo de aquella desconocida habitación.
Apenas acababa de abrir los ojos, estaba acostumbrándome a todos los cambios de mi cuerpo pero sobre todo, estaba asumiendo la verdad que había ignorado durante tanto tiempo. Edward me amaba, había luchado contra todo por estar conmigo y lo habíamos conseguido.
Sumida en mis propios pensamientos apenas sentí la larga sesión de belleza a la que me sometió mi nueva hermana, ni siquiera me percaté del paso del tiempo hasta que escuché un bufido proveniente de la habitación contigua, aquella en la que me esperaba Edward.
No parecía yo misma cuando observé aquella imagen frente a mí, Alice se asomaba con gracia desde mi hombro. Estaba tan contenta que en cualquier momento podría ponerse a saltar de felicidad.
Me había ataviado con un vestido rojo que resaltaba mi figura y me sentí guapa aunque ciertamente seguía prefiriendo mis vaqueros, eran mucho más cómodos. Siempre que Alice me vestía tenía la tremenda sensación de que arruinaría el traje de alguna manera.
A pesar de mi transformación mi mente seguía siendo la misma y me agradaba que así fuera.
Me giré para darle las gracias pero mi querida bailarina estaba absorta en una de sus visiones, observé su rostro con la angustia creciendo en mi interior mientras transcurrían los minutos. Cuando al fin volvió a la realidad mostraba la sonrisa más amplia que había visto jamás.
Edward resopló con indignación desde el otro lado y supe que lo que fuera que hubiese presenciado Alice él también lo había contemplado.
— Al fin puedo verte —dijo emocionada y recibí un abrazo que en otro tiempo me hubiese dejado sin aliento.
— Me alegro mucho, no vuelvas a dudar de tu don —le pedí intuyendo lo que había sufrido durante aquellos años, no quería verla triste nunca más.
— Pero —se detuvo sopesando sus palabras.
— ¿Acaso has visto algo malo? —pregunté sin comprender porque estaba feliz sí había algo que no estaba bien— ¿Vuelven los Vulturi?
— Le vas a hacer sufrir —tragué saliva sabiendo a lo que se refería.
Era imposible ocultar nada a mi amiga y ya toda la casa sabía lo que iba a pasar a partir de ese instante. Edward tendría que recuperar mi confianza si quería que nos casásemos.
Sacudí la cabeza apartando aquel pensamiento de mi memoria, me gustaba revivirlo de vez en cuando pero eran el reflejo de mi cabezonería.
Había perdido una parte de mis recuerdos humanos, sobre todo aquellos que me habían herido y me hacían sentir mal. Atesoraba con gran cuidado los que no deseaba olvidar, rememorándoles una y otra vez hasta que quedaron grabados a fuego en mi cabeza.
Recogí el único vestido que quedaba al fondo del armario, le había prohibido a Alice que lo tirase o regalase como hacía con el resto de las prendas. Pasé mi mano por la tela de seda plateada y cerré los ojos transportándome al lugar donde lo había usado una única vez.
Estaba tan nerviosa que temblaba, ya no era una neófita, mis ojos habían adquirido el mismo dorado que el de los Cullen y estábamos de vuelta en Forks, en un acto al que no podíamos faltar aunque parte de la familia hubiese mostrado su desacuerdo.
Rosalie había vuelto a ser la misma en el momento en que había planteado mi necesidad de acompañar a Jacob en un día tan especial, había soltado sus comentarios desaprobatorios en contra de los "chuchos" como ella los llamaba pero Emmett la había frenado.
Jasper tenía dudas de mi capacidad para estar entre humanos y licántropos, apenas nos relacionábamos con gente en aquel lugar apartado donde vivíamos pero era el momento de poner a prueba mis habilidades.
Edward no demostraba su descontento pero no era necesario, le conocía bien y aunque agradecía a la manada que me hubiesen salvado de Victoria no olvidaba que me habían usado de cebo para atraerla.
Pero Carlisle y Esme me habían apoyado junto con Emmett, mi hermano quería conocer todo lo referente a los licántropos y codearse con ellos. Alice no había expresado su opinión, salió de casa y volvió dos horas después con la ropa que íbamos a llevar al "evento del año", como ella lo nombró.
La playa de las Push al atardecer exhibía una belleza impresionante, Edward me sonrió infundiéndome el valor que necesitaba y avanzamos a través del pasillo improvisado para la novia hacia nuestros asientos, seguidos del resto de la familia. Sam se adelantó serio y me miró con un gesto indescifrable.
— Me alegra tenerte con nosotros —aseguró dejándome asombrada. Esperaba cierta resistencia por su parte pero Seth seguramente se había asegurado de desarmar cualquier argumento en mi contra.
— Gracias —murmuré mientras Emily se acercaba a mí y me elogiaba.
— Luego habrá tiempo para hablar —señaló Edward mientras miraba hacia el altar en el que un nervioso Jacob se retorcía las manos porque la novia se retrasaba.
Me debatí internamente entre acercarme a él o no, parecía necesitarme pero no quería que se sintiese empujado hacia mí. En cuanto sus ojos se posaron en los míos leí cierto alivio y fue él el que dejó su puesto para saludarnos.
Estrechó la mano de Edward y me sonrió angustiado.
— Estás guapísimo —afirmé mirando el traje blanco que le sentaba como un guante, tan sólo la corbata que era de un violeta oscuro, contrastaba con la vestimenta.
— Se retrasa —dijo resoplando sin parar de moverse.
— Ya no —aseguró Edward y tras un leve apretón de ánimo fuimos a sentarnos en nuestros sitios mientras un cuarteto de cuerda entonaba la marcha nupcial.
Seth me sonrió cuando él y Leah llegaron hacia el altar. La novia estaba radiante, se había dejado crecer el pelo y su mirada estaba llena de amor dirigido hacia Jacob. Eran perfectos el uno para el otro y habían perdido mucho tiempo hasta que se hallaron.
Escuché los votos nupciales y por primera vez encontré sentido a aquellas palabras, a pesar de que nosotros no estábamos casados aún, yo estaba dispuesta a querer a Edward durante todo la eternidad.
Los gritos de alegría de la manada llegaron de la mano del "puede besar a la novia" y las antorchas iluminaron el camino hacia el lugar donde cenarían, en medio del bosque habían instalado unas largas mesas llenas de una enorme cantidad de comida.
Tan sólo habían acudido a la boda los más allegados entre los que se encontraba mi padre, le había visto poco durante ese último año y percibí como su mirada se oscurecía al observarnos con detenimiento. Se inclinó hacia Sue y leí en sus labios su pregunta susurrada, no entendía por qué ninguno había envejecido ni un ápice. Por suerte, la madre de Seth apartó sus temores con su fría lógica.
La sonreí a modo de agradecimiento mientras Leah se acercaba a Edward y a mí. Ed desapareció en el segundo en el que me incliné para darle dos besos a Leah.
— Tengo tanto que agradecerte, sé lo que hiciste por Jacob y por mí —el rencor había desaparecido de sus pupilas, quizás nunca seríamos grandes amigas pero al menos sabía que sería una buena compañera para mi mejor amigo.
— No, sólo di un pequeño empujón pero de no haberlo hecho lo habríais conseguido de otro modo —le aseguré pero ella movió la cabeza con efusividad.
— Tú le diste la clave para atreverse a enfrentarme y de esa manera me recordaste que yo también merecía ser feliz —asentí abrumada por sus palabras, Emmett me guiñó un ojo desde una de las mesas—, viví mucho tiempo aferrada al pasado y ahora lo haces tú.
Seguramente Jacob o Seth le habían contado cual era mi postura con respecto al matrimonio, yo era la contradicción en persona pero aún no estaba preparada y no sabría cuando lo estaría.
— Leah yo
— ¡Hermanitas! —gritó Seth como siempre al rescate.
— Ya sólo nos queda emparejarte a ti —dije y mi hermano puso un falso gesto de temor en su rostro que nos hizo reír, Leah me guiñó un ojo, seguramente debe llevar más de una copa encima pensé ante un acto tan inusual en la que fuera una arisca muchacha.
— Podría presentarte a un par de amigas —aseguró Leah siguiendo mi broma y esta vez Seth empezó a empalidecer temiendo que nos pusiésemos en serio a hacerlo.
— Soy demasiado joven para esas cosas —susurró, había perdido la sonrisa y su rostro estaba perlado en sudor, íbamos a continuar metiéndonos con él cuando vinieron a salvarlo de nuestras garras.
— Sois crueles —señaló Edward acompañado de Jacob. Seth suspiró aliviado y nos echamos los cuatro a reír para su disgusto.
Daba gracias por tener a todas las personas que amaba junto a mí, había armonía en el ambiente, el resto de los Cullen disfrutaban de largas conversaciones con otros miembros de la tribu, incluso Rose parecía pasarlo bien junto a Emily y Alice.
No podía pedir nada más. La fiesta duró horas incluso hubo un rato para contar historias alrededor de la hoguera y por primera vez, desde hacia muchísimos años, la leyenda de los fríos cambió ligeramente y dio paso a una alianza mayor a la que había habido hasta el momento.
Doblé el vestido y lo metí en la maleta con la sensación de que era el momento de realizar un cambio en mi vida y en la de los Cullen.
