Disclaimer. Todos los personajes conocidos y lugares mencionados en este escrito pertenecen al genio de J.R.R Tolkien, todos los demás desconocidos son inventos de mi imaginación.

CAPITULO 1

Parecía que el camino era conocido al montaraz mas no por eso sintió su paso un poco lento, acostumbrado a sus viajes solitarios o en compañía de su mejor amigo Ascar, Legolas esperaba en la cima de una colina la llegada de Aragorn, quien ya le empezaba a mirar de una forma extraña desde su partida hacía pocos días de Rivendel.

Había pasado allí una semana, en tan placentero lugar, la dama Arwen y Lord Elrond habían aderezado su estancia allí, ya que siempre se mostraron amables y atentos con él, después de conocer el propósito de su visita.

- Maara Tulde, Legolas – saludó Lord Elrond acercándose con una sonrisa dibujada en su rostro.

A la vista de Legolas, aquel soberano había detenido el tiempo sobre él y no parecía que habían pasado miles de años desde aquel día en que le conoció por primera vez. El príncipe al escucharle se acercó un poco mas e hizo una profunda reverencia, aún en ropas de viaje y vestido con elegante sencillez hacían ver al soberano el hermoso trabajo que el tiempo había labrado en el príncipe. Tan vigoroso de espíritu, tan callado y tranquilo, con la mirada dulce y serena, llena de paz y alegría siempre que se encontraban en grata compañía, llena de fuerza y confianza cuando se le encontraba en el combate.

- Mi corazón se alegra profundamente con tu llegada. Y espero ansioso noticias de mi amigo Thranduil, digno soberano del Reino del bosque Negro, ¿cómo se encuentra el de salud?

- Goza de buena vida, señor, y como agradecimiento a todos los favores que la concedido su larga vida, desea compartir con sus mas fieles amigos una estupenda velada rodeado de exquisitos manjares y excelente música. Me ha enviado a mí, con la intención deponer en sus manos la invitación a dicho evento, esperando en contar con la presencia tanto de los gemelos, la dama Arwen y usted mismo, señor.

Y diciendo esto Legolas entregó al señor del lugar, un escrito redactado del puño y letra de su padre. Lord Elrond leyó complacido la carta, esbozando una o dos veces una sonrisa. Mientras el medio elfo leía el manuscrito, la dama Arwen tan bella y esplendorosa como siempre, entró al salón la cuál al reconocer después de unos instantes de duda, el recién llegado, se acercó a saludarle.

Recordaba con exactitud la ocasión en que conoció al joven príncipe, ese día, lucía tan triste y apesadumbrado, llevaba él un fino traje negro bordado con pequeñas estrellas de plata le cubrían el toros. Sus ojos mostraban aquella triste ocasión un ensombrecimiento que deseaba nunca mas ver en ojos de azul tan hermoso.

- ¡Legolas! Es un placer encontrarte por aquí, mi alma se alegra al encontrarte en circunstancias mas placenteras.

El príncipe no respondió, la última vez que recordaba haber visto a Arwen aún eran muy niños, la tristeza de retener en su mente a todos aquellos que le acompañaron en la despedida de su querida madre le hicieron reconocerla. Además en sus anteriores visitas, no le había encontrado pues ella frecuentemente pasaba la mayor parte del tiempo junto a su madre en Lothlorien.

Legolas saludo reverentemente a tan hermosa dama elfa, le tomo de las manos y le beso una de ellas.

- Arwen, me da alegría tu sola presencia, y las circunstancias que me traen hasta aquí son de las mejores provistas, mi padre les invita a una recepción con motivo de su cumpleaños número 6500.

Arwen lucía magníficamente bella, su cabello negro recogido obre su nuca dejaba caer pocos rizos sobre su espalda semidesnuda, coronada con una pequeña diadema de plata y diamantes, atraía con placer las miradas, sus ojos resplandecían a la luz de las candelas, y su sonrisa tan encantadoramente bella, revelaba profunda alegría y tranquilidad.

A Legolas le parecía mas alta, mas hermosa y el fino material con el que estaba fabricado su vestido revelaba el joven elfo que su compañera de infancia, había seguido en el transcurso de todos estos años el sabio camino de la naturaleza.

- Y... ¿en que día tendremos la dicha de saludar al soberano rey Thranduil? – preguntó Arwen sin soltar ni un momento las manos de su invitado.

- Dentro de un mes – respondió el monarca elfo . ¡Legolas! Me complacería mucho el poder ofrecerte el descanso tan reparador que necesitas, antes de regresar a tu reino, mi hija Arwen te mostrara las maravillas de Rivendel.

Ella sonrió y asintió inclinando la cabeza. El príncipe se sonrojó un poco, pues no esperaba semejante invitación, mas bien él esperaba con el favor del señor de aquel maravilloso lugar, pasar unos días gozando de aquel hermoso bosque le presentaba nuevas alegrías a sus sentidos.

- Será entonces para mi el placer, Lord Elrond, que yo mismo estaba por pedir su favor para recorrer tan hermosos parajes en compañía de tan encantadora dama.

- Espero que mi querida hija Arwen te lleve por senderos que te muestren lo que ofrece Rivendel a los visitantes, espero su presencia en dos horas mas para la cena de bienvenida.

- Sea, Legolas – dijo Arwen tomándolo por el brazo – te conduciré a tus habitaciones, padre mío, nos retiramos.

Y ambos salieron despidiéndose del rey, quien estando solo nuevamente, releyó la invitación que le enviaba el soberano del Bosque Negro.

La dama Arwen llevaba a Legolas del brazo como quien lleva a un amigo, se sentía feliz de contar con la presencia de tan distinguido elfo, que no se daba cuanta que a pesar del tiempo transcurrido entre su ultimo encuentro, debido a su juventud y buen animo, sus espíritus se comprendían a la perfección.

Además que el encanto de el joven príncipe que ejercía sobre la princesa era asombroso, le veía ataviado aún con las ropas de viaje, en color castaño y verde oscuro, pero su sola presencia emanaba pureza y tranquilidad, nunca vio ella ojos mas puros y encantadoramente azules en elfo de su compañía, y a pesar de que su corazón ya estaba ocupado por alguien mas, no por eso negaba que le hubiera sido muy fácil enamorarse de tan atractivo elfo.

Su cabello rubio y sedoso, causaba en Arwen la necesidad de tener que tocarle y sentirle, de percibir la frescura de un campo diferente a Rivendel, de otras tierras tranquilas y lejanas de las que el joven elfo provenía, frecuentemente recargaba su cabeza en el hombro de su compañero para tener la satisfacción de sentirlo en su mejilla.

Saliendo del salón, no pudieron darse cuenta, de que alguien mas había notado la llegada del príncipe desde el momento mismo que cruzo la guardia de Rivendel, aún desconocido para el recién llegado, le miraba con beneplácito y lleno de profunda alegría, habiendo escuchado solo parte de la conversación sabía que mas adelante tendría la oportunidad de saludar al nuevo visitante de tierras lejanas.

"Vaya que ha pasado el tiempo!" pensaba el medio elfo "6500 años, eso me hace pensar que yo.. Pero no, hay mas tiempo que vida.."

Haldir entró al salón, el gallardo capitán de guardias de Lorien llenaba a la perfección el modelo de guerrero consumado, su cabello largo y rubio brillaba con un brillo peculiar a la luz de las candelas, su rostro mostraba la sabiduría ganada a través de las innumerables batallas enfrentadas en cu vida, era de una arrogancia sublime, mirada recia y altiva, acostumbrada a mirar solo a los mas altos con respeto y a los demás con disciplina.

Hacía poco tiempo que Haldir se encontraba en Rivendel, alejado un tiempo de su reino de Lothlorien, la dama Galadriel le había enviado con la finalidad de escoltar el armamento enviado a los elfos de Rivendel para los futuros enfrentamientos que ambos reinos sentían aproximarse contra el señor Oscuro.

- Lord Elrond, le informo que el Dunadan ha llegado con un grupo de Montaraces y desea tener el gusto de saludarle.

A pesar de su exilio, Aragorn regresaba a Rivendel de cuando en cuando a tener noticias de su hogar y mas que todo a refrendar su amor con Arwen.

- ¿Por que no le informaste que me encontraba aquí?

- Me ha pedido el señor Aragorn que le guardará unos momentos, viendo que usted se encontraba ocupado con.. – comentó el Loriende - ... no quiso interrumpirle y marchó en busca de la dama Arwen.

- Bien esta, no debe preocuparme, mas me interesa escuchar las noticias que se digne a compartir conmigo. Le esperaré entonces en mis habitaciones.

Haldir saludó y se retiro del salón, no se iba a tomar la molestia de notificarle a Estel como algunos le llamaban, de la respuesta de Lord Elrond que debía ser obvia para el heredero de Isildur, deseaba en ese instante informarse mejor acerca de ese joven y bello elfo que había llegado a aquellas tierras.

Legolas paseaba cerca de las fuentes centrales de Rivendel, Arwen le acompañaba aún tomada del brazo y le mostraba con alegría los árboles mas frondosos y grandes que crecían en sus bosques, hablaba y de vez en cuando entonaba fragmentos de antiguas y dulces canciones de otras edades, con aquella voz tan bella que hacía sonreír a su auditorio.

- Veo que conservas el gusto por la música, mi querida Arwen. Una vez tan solo te había escuchado cantar y ha despertado en mi corazón tales recuerdos que no puedo menos que suspirar a la memoria de aquellos momentos.

Habían salido a los lindes del poblado, cerca de un vado que parecía mostrar a Rivendel, pacífico y alegre, lleno de luces y movimiento, de gente de buena voluntad. Cerca de ellos, el Bruinen corría tranquilo y apacible, sin nada que enturbiara sus aguas cristalinas. La luz de Anar caí tibia y serena, anunciando la llegada de la bella Isil.

Arwen había tomado asiento en una roca que le servía de compañera en las tardes que solía escapar de sus deberes como la hija del señor de aquel lugar, llegaba allí a pensar y meditar. Legolas se encontraba observando y palpando  el árbol cercano a él, tan desconocido en su natal reino.

La joven dama elfa miraba complacida al hermoso elfo frente a ella.

- Debes haber dejado muchas damas elfas suspirando por tu partida, diles por favor a tu regreso, que no hay nada que temer pues yo como una hermana celosa, cuido de ti como mi mas envidiable tesoro.

Legolas sonrió, sabía que ella había dicho eso para romper un poco el protocolo con el que empezaron su encuentro.

- A decir verdad, soy yo quien temo por mi, ya que creo ganar sobre mi persona no pocas miradas de envidia y celos al verme a tu lado, y sobre esto, me sorprende mucho el no ver a tus hermanos por aquí.

- Ellos han partido a sus viajes de costumbre.. y no tienes preocuparte por nadie, en mi corazón aun no ... – decía la dama arriesgando una mirada coqueta a su compañero – aun no ha llegado quien encienda la llama en él.. ¿qué me puedes contar sobre el tuyo?

El príncipe se ruborizo a su vez y contestó:

- ¡Ah! Tocas temas muy sensibles.

Arwen sonrió ligeramente.

- Si en la fiesta que ofrece mi padre te llegaras a enterar de...

Pasos casi imperceptibles a otros oídos que no fueran los de Legolas le hicieron interrumpirse y al momento se irguió ante una pronta llegada.

El joven príncipe elfo se encontró con los ojos de un mortal, un hombre enteramente desconocido a su persona, el cual, le miraba de manera arrogante y a la vez serena, no le había dirigido mas que un rápido vistazo, pero en el sintió como si le pudieran leer lo profundo del alma y tratasen de escribir en ella. Soportó la mirada con valor y esbozó su rostro una sonrisa, así le obligaba su condición de recién llegado.

- ¡Aiya! Señor elfo – exclamó saludando a Legolas con una reverencia para después continuar con dos pasos hacia la dama que se había puesto en pie – Arwen, hermosa Arwen – agregó imprimiendo un delicado beso en el dorso de la suave mano de la doncella elfa.

Los ojos de Arwen se iluminaron al ver la llegada de Aragorn, y Legolas escondió una sonrisa, pues había adivinado que la joven había caído en mentira al afirmar que nadie gobernaba aún su corazón.

- Ara.. Estel, ¡Has llegado al fin! ¿Por qué no me han avisado?

- Creo que estabas recibiendo al señor elfo aquí presente.

Legolas inclinó la cabeza en señal de asentimiento.

- ¡Oh! Disculpa mi error.. Pero espero que comprendan, amables y gentiles señores, el problema que debe de presentar una afortunada dama al encontrarse de manera tan repentina en presencia de dos galantes caballeros. He aquí a Legolas, hijo de Thranduil, del reino del Bosque Negro, quien fue mi compañero de infancia.

Aragorn devolvió el saludo, conocía bien el nombre de Thranduil y la vista de aquel príncipe elfo le regocijaba el corazón de forma extraña.

- Por Estel o Trancos le conocen, viene de las tierras lejanas de los Dúnedain del Norte. Ha vivido un largo tiempo entre nosotros y le tenemos en alta estima.

Legolas extendió el brazo en señal de saludo y el mortal le tomo con ambas manos, sintiendo en sus manos duras y secas la suave piel elfica del joven elfo. Aragorn sonrió.

- Es grato conocerle, Arwen ha tenido la amabilidad de hacerme conocer un poco de la gente del reino del Bosque Negro. Espero que su estancia aquí me permita conocer aun mas acerca de esos lugares que aún no he tenido oportunidad de conocer.

- Me sentiría honrado de contar con su visita algún día en casa de mi padre.

Y como para reafirmar la invitación, el príncipe colocó la otra mano encima de las de Aragorn, el cual al nuevo contacto volvió a sonreír.

Alguien mas se acercaba al lugar, el cual se encontraba oculto por unos cuantos arbustos a la vista de los curiosos que no conocieran bien el camino, era Haldir que venía en busca de Aragorn y tal vez de aquel hermoso joven recién llegado. Les encontró en tal posición de saludo que hizo que el Loriende sonrojarse un poco de celos.

- ¡Dunadan! Lord Elrond espera su presencia.