Madurez

Capítulo uno.


Traté de mantener la calma y subir todas las maletas que había traído al taxi que peleé con una señora gorda, tenía que ser buena chica, me decía, pero yo no estaba de humor para esperar una media hora más por otro vehículo. Para cuando subí y me senté a descansar, el chofer me preguntó dónde era que debía ir exactamente; quise decir a la casa de mi mejor amiga de la infancia, pero sabía que no me entendería, busqué en mi mente la dirección que no me aprendí a la perfección ya que pensaba que alguien estaría en el aeropuerto esperándome, balbuceé algo que me sonaba y con mala cara me dejó en un vecindario que había cambiado más de lo que hubiese querido.

Seguí el camino y me guié por el sonido, la casa que tuviese demasiada gente en su interior debía ser la indicada, por lo que arrastré mi pesado equipaje por la vereda hasta que gotas de sudor rodaron por mi frente, gruñí enfadada. Dejé mi equipaje a dos casas de la que seleccioné y fui a golpear la puerta en busca de ayuda, mis amigos parecían ser los peores dejándome sola después varias horas viajando en avión. Golpeé tres veces pero para mi suerte, el bullicio dentro era atroz y nadie dentro pudo escucharme. Bufé y decidí escabullirme por el patio trasero, con la esperanza de que alguien estuviese fumando o bebiendo cerveza al aire libre, pero nadie parecía hacer lo que la gente normal hacía, todas las puertas estaban cerradas.

Asomé mi cabeza por lo que parecía ser la ventana de la cocina y vi a la lejanía a Yolei con su sonrisa característica y su bebé de la mano, me sorprendí, había conocido a esa criatura cuando sólo tenía unos dos meses de edad. Golpeé el vidrio de la ventana e hice señas, pero sólo el bebé me vio y con su pequeña manito pegajosa me devolvió el saludo. Pateé el suelo, molesta, y volví a la vereda en donde dejé mi equipaje abandonado. Con mis últimas fuerzas llegué hasta la puerta principal con las maletas, las posicioné de modo que me pude sentar sobre ellas a modo de silla, y esperé a que alguien saliera a comprar algo.

Pasados unos quince minutos de maldecir mentalmente, sacarle brillo a mis botas caras con la mano y jugar con mi cabello, se estacionó un auto frente de mí. No pude evitar sonreír ante la idea de que esta visita de horror había llegado a su fin, podría entrar a la maldita casa, comer algo y descansar mi adolorido cuerpo; me levanté con pesar de mi madriguera de maletas y esperé a que el dueño del auto se bajara, y para mi sorpresa, vi al hermano menor de Matt.

—¡Hola! —dije contenta, él vio todas mis maletas esparcidas por todo el patio de su hermano y levantó una ceja.

—¿Qué sucedió? —expresó enseguida, y yo me molesté, primero se saludaba a una amiga que no veías hace años y luego preguntas por todo el desastre que monta en la casa de su consanguíneo. Traté de evitar descargarme con el pequeño rubio que estaba más apuesto que nunca y suspiré para ver mi equipaje.

—Nadie parece importarle que estoy aquí. Toco la puerta y nadie me contesta. —dije cruzada de brazos y él me sobó la espalda para tranquilizarme. Explicó que eso no puede pasar en ningún mundo paralelo puesto a que se les había avisado que yo vendría en cualquier momento de la tarde. —¡No me han abierto!

—Veremos. —siguió siendo el mediador, tocó la puerta y no hubo respuesta. Sonreí victoriosa pero Tk no me dejó tiempo para disfrutar la única cosa que me salía bien en el día: tener la razón. —Matt siempre deja una llave escondida debajo de un masetero, usualmente pasa esto con la banda. —explicó y eligió entre un montón de plantas distintas un masetero, lo levantó y sacó la preciada llave. —Todos lo saben.

—Debí olvidarlo. —me excusé, sabiendo que Sora jamás me había comentado eso por teléfono, cuando hablamos antes de que yo tomara el avión. El cerrojo cedió y el bullicio se hizo cada vez más fuerte, había gente caminando por todas partes.

—Vamos, te ayudo a cargar todo a tu habitación. —dijo tomando un montón de maletas entre sus manos y subió hasta el piso de arriba por las escaleras que estaban justo frente a la puerta principal; pero, claro, yo me distraje y no lo acompañé ni lo ayudé con mis cosas.

Caminé hasta la cocina para ver qué tanto me veía desde afuera, la conclusión fue que me veía bastante y que debía decirle lo distraída que era a Yolei, hasta la pequeña copia de su marido me había visto. Me felicité por mi investigación digna de Ken y me dispuse a salir de la cocina para saludar a la gente, pero una criaturita se interpuso en el umbral de la puerta.

—Hola. —dije con la esperanza de que la pequeña niña de cabello castaño se aburriera de mí y siguiera su camino por la casa, parecía realmente aburrida. —Anda a jugar con tu amiguita. —le ordené suavemente, refiriéndome a la pequeña de Ken, aunque esta última era bastante mayor que la que me tenía atrapada en la cocina. Ella, como si fuera un mimo, negó con su pequeña cabeza y me extendió su mano para que la acompañara a jugar con sus muñecas. —No, soy adulta, anda a jugar con tu amiguita.

—¡Aquí estás! —alguien le gritó a la pequeña, ella gritó excitada y salió corriendo por un pasillo, estaban jugando a atraparse al parecer. El adulto se irguió y me vio parada en la cocina. —¿Mimí? Con Ken te iríamos a buscar al aeropuerto en una hora.

—Fue hace dos que llegó, Davis. —expuse, calmada pero hecha una furia por dentro. Mi plan era que se retorciera de culpa y se disculpara hasta que el día se terminara, pero puso una mueca que supuse era la disculpa y volvió a mirar al pasillo en que desapareció la chica. —¿Tu hija?

—Claro que no, es demasiado bonita. —dijo él, riéndose, a él lo veía más seguido porque iba a verme a mi casa por alojamiento cada cierto tiempo. Le pareció extraña mi pregunta, pero qué sé yo, los pequeños tienen un crecimiento acelerado. —Es de Cody. —repuso y me sorprendí, el menor del grupo tenía una hija de tamaño considerable.

—¿Dónde está el resto? —pregunté de la nada, ya se me hacía extraño estar tanto tiempo sola en la cocina. Él rápidamente indicó la sala de estar y salió persiguiendo a su víctima de no más de tres años de edad. Y en efecto, el bullicio se acumulaba allí, con pasos tímidos me dirigí hasta allá para que mis tacones no los alertara de mi presencia; me asomé y vi a la mayoría del grupo allí. Matt estaba en uno de los sillones tocando imperceptiblemente su guitarra y Tai le hablaba de algo de pie junto a él, Yolei estaba con Kari y Sora en otro sillón mientras que la castaña jugaba con el bebé que me había saludado previamente. Me faltaba dar con Joe y Koushiro.

—¡Mimi! —me saludó Yolei, levantándose rápidamente y fue a abrazarme enseguida, ahora todos sabían de mi llegada. —Realmente te ves muy bien. —dijo de pronto, refiriéndose a la ropa y el maquillaje que traía encima, digna de una soltera independiente. Vi lo que traía puesto para devolverle el cumplido, pero su ropa se me hacía demasiado holgada para su figura y tampoco traía algo de maquillaje. Me limité a decir:

—Gracias. —sonreí y Kari fue la segunda que me abrazó, no dijo mucho, habló algo del tiempo de que no nos veíamos, tenía razón, allí me encontraba sin mucho que decir. Estaba muda, demasiado tímida para lo que yo representaba.

—Mimi, ¿viste tu habitación? —expresó Sora, estaba muy pasiva, como si ser madre la hubiese calmado de manera exagerada, ahora tenía esa mirada maternal con todas sus amigas, incluso conmigo. Asentí, había visto dónde había entrado Tk así que técnicamente la había visto. —Espero que no te moleste dormir con hija, la habitación de huéspedes está en reparación. —explicó y me sonrió. Fue entonces cuando recordé parte de la conversación que tuve con ella hace unas veinte horas, algo de una gotera gigante que pudrió las paredes de esa parte de la casa.

—Claro que no. —aseguré con infinita comprensión pero sabía que al llegar la noche pensaría en llamar a todos los hoteles cercanos. Los bebés huelen mal a esas horas por el horrible pañal que les ponen y que se los dejan hasta que sale el sol. Me senté en el sillón para descansar al fin y el bebé que estaba con Kari se percató de que estaba más cerca y se arrojó a mis rodillas con una risa de gnomo que a todas las presentes les dio por suspirar enternecidas. Yo me sobresalté, mis rodillas estaban desnudas por el vestido negro de una pieza que traía y su diminuta boca estaba abierta, dejando ver todos esos pequeños dientes que tenía y una sobresaliente gota de saliva. Me dio un escalofrío y quise darle un suave empujón para que siguiera caminando por la sala.

—Le gustas, Mimi. —me dijo Kari y aplaudió contenta. Esa criatura tenía el pelo del tono de Yolei, o incluso más claro, no sabía hablar aún y su equilibrio era pobre. —Está coqueteando contigo. —volvió a decir y miré al segundo hijo de mi amiga anteojuda, tiesa como una tabla, y le hice un par de gestos para que se volteara y me dejara tranquila, pero la belleza Ichijouji sólo reía con cada cosa que hacía.

Una marea de chiquillos salió corriendo de una habitación del segundo piso, bajó las escaleras y se dirigió al patio, atravesando toda la sala. Quedé en una pieza, petrificada, había contado al menos cuatro niños que apenas podían expresarse con fluidez; una de ellas, una rubia dispuesta a hacerle frente a cualquier niño de su edad, se resbaló y comenzó a llorar haciendo que todos se perturbaran por el acontecimiento. Matt dejó la guitarra sobre el sillón y fue junto a Sora a auxiliar a su hija quien se había hecho una herida en la frente y sangraba más de lo que pensé que podría sangrar una frente; Tai fue a reprender al patio a su copia por el poco cuidado que tenían dentro de una casa, Yolei fue a ver si algo le había pasado a su hija junto con el castaño y Kari fue a ver en qué podía ayudar a la herida.

Nadie me ayudó con el bebé que estaba babeándome entera.


Salí del cuarto de baño con una toalla de papel secándome el pecho, luego de babear, el bebé Ichijouji decidió regurgitar sobre mi después de su leche tibia, Yolei había pensado que sería buena idea que yo lo alimentara ya que no podía quitar la mirada de mí. Ella rió cuando pasó eso, y me dijo que siempre debía darle golpecitos en su espalda después de que terminara su biberón, asentí y cuando tomó a su bebé en brazos, yo corrí a limpiarme. Frente al agua saliendo del grifo, no quería tocar lo que tenía consistencia de nata blanca, por lo que tardé más de lo que hubiese querido dentro de la habitación cubierta de baldosas.

Atravesé el pasillo del segundo piso y me encontré con Koushiro en las escaleras, él me sonrió, murmuró un hola y yo escondí el pedazo de toalla en mis manos, arrugándolo lo más que pude.

—¿Cómo has estado? —pregunté de la nada, él pensó mucho en su respuesta, mirando hacia arriba como si quisiera recordar algo. Durante los años, no había crecido más de lo que me hubiese gustado, su cabello se había alisado y vestía más formal que todos allí en la casa.

—No mucho, creo que te aburriría si comenzara a contarte. —dijo él, probablemente su trabajo lo había consumido hasta el punto en que sólo eso podía comentar. Por lo menos era eso y no más bebés. Murmuró la misma pregunta para que esta vez yo la respondiera, y también me dediqué a pensar en lo que había hecho últimamente, no llegué a mucho, sólo figuraba mi separación. —Dejé a Michael.

—Lo siento. —expresó enseguida, tenía los ojos como platos y se notaba que se incomodaba con un tema como ese, pero para mí no era muy importante, seguíamos hablando a diario por teléfono y éramos más amigos que nunca.

—¿Me acompañas al patio? Necesito fumar. —dije yo, y como si el pelirrojo me hubiese dado una afirmación, bajé la escalera, cuando llegué a la planta baja, lo miré y estaba debatiéndose en bajar conmigo o ir donde sea que quería ir antes de verme con el vestido negro manchado con blanco. —¿No vendrás?

—Claro. —resolvió después de eternos segundos que conté con mi pie. Él había sido el único que preguntó por mi vida, aunque realmente nada haya cambiado desde la última vez que vine a visitarlos. Todos estaban preocupados por sus criaturas.

Al pisar el pasto que había en el patio trasero, uno de mis pies se torció porque uno de mis tacones se hundió en la tierra que posiblemente habían removido los retoños. Izzy me tomó de uno de mis brazos pero seguía caminando como si nada hubiese pasado con toda la dignidad que me quedaba después de este día tan atareado como este.

—Dime, Izzy, ¿tienes hijos? —él me dio una negativa y yo sonreí. —Genial, yo tampoco. —ante esto, él levantó ambas cejas con sorpresa, quizás no se imaginaba porqué decía eso. De uno de mis bolsillos de la chaqueta diminuta que traía sobre los hombros, saqué una cajetilla verde para buscar uno de los cigarros sabor menta que tenía dentro. No era una fumadora habitual, sólo lo hacía cuando me ponía nerviosa y sabía que pasaría eso desde que estuve esperando tontamente en el aeropuerto. Además, era la perfecta excusa para que los retoños de mis amigos no se acercaran. —¿Quieres uno?

—No, gracias. —me dijo, siempre había sido el chico bueno de todo el grupo, y ahora parecía ser el hombre bueno del grupo. Busqué en el patio un lugar donde podría tomar asiento y encontré unos pequeños juegos de niños más allá de donde estábamos y lo guié hasta allá. Tomé asiento en un columpio y lo miré hacia arriba, había algo desde ese ángulo que me parecía atrayente. Quizás era porque era el único sin hijos del grupo.

—¿Alguna novia? —expresé con cautela y solté un poco de humo de mi boca hacia su dirección. Me dio una negativa y tomó asiento a un lado de mí, se veía incómodo, tomó un juguete abandonado sobre el pasto y lo analizó por largo rato.

Una chica con un gran vendaje que le cruzaba toda la cabeza se acercó, para nada tímida, era tan rubia como el dueño de la casa. Se sentó a un lado de mí y me miró fijamente, debía tener unos seis o siete años. Era un imán para bebés, debía ser porque era la amiga de sus padres que se aparecía cada diez años y era demasiado extraña como encajar en la celebración.

—Mamá dice que fumar es malo, por eso papá dejó de hacerlo. —comenzó ella, suspiré con las cejas alzadas, impresionada. Asentí con la cabeza e inhalé más humo con sabor a meta mirando hacia otro lado, no era buena con los niños. —Envejecerás pronto.

—Tienes razón, apaguemos esto. —dije yo, extinguí el cigarro en la suela de mi bota costosa para luego tirar la colilla restante en el pasto. Ella perdió el interés en mí y miró al otro adulto.

—Tío Izzy, colúmpiame. —y así lo hizo el pelirrojo, con una sonrisa cálida en los labios, le preguntó por su herida en la frente y ella respondía como si el corte hubiese lo mejor que lo hubiese pasado en su corta vida, ya que era considerada por todos los chiquillos como una herida de guerra y que nadie más en la casa tenía una como esa. Cuando era niña, yo sufría con la mínima mancha en mis vestidos, realmente eran tiempos y niños distintos. —Gracias, ahora debo ir a abrigarme.

Y desapareció con el juguete que había tomado Izzy, era educada, tenía un cumplido para Sora.

—Te ves muy bien, Mimi. —expresó el pelirrojo después de un rato, tomando asiento en el columpio que abandonó la pequeña rubia. Supe enseguida que esa frase había complicado a mi acompañante por varios minutos y que finalmente se había dado el valor para decirlo. No me miraba, sólo observaba cómo las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo. Por mi parte, busqué algún cumplido que pudiese darle. No era tan apuesto como Matt, el rubio con cada año que pasaba se volvía peor y producía que hasta mis dientes me dolieran al verlo pasar, pero el pelirrojo era atractivo, demasiado. Imaginaba que de todos los presentes, Izzy era el más exitoso de todos.

—Tú estás muy guapo. —respondí yo, impulsando con mis pies al columpio para que se balanceara. Él soltó una sonrisa mirando al suelo, quizás no se podía creer lo que le estaba diciendo y me entró la necesidad de suspirar enternecida, tal cual las mujeres dentro de la casa con uno de los pequeños. El silencio se prolongó más de lo que hubiese querido, él miraba hacia el suelo y yo hacia el cielo, así como dos personas que se ven por primera vez en su vida y me culpé por eso. Si no me hubiese marchado del país y cortado la comunicación por tanto tiempo, tal vez, ahora estaríamos hablando de alguna cosa en ese momento. Quise remediarlo: —No te vi cuando vine al nacimiento del segundo hijo de Yolei. Me quedé dos días completos y fuiste el único que no vi.

—Estuve muy ocupado. —se excusó, se me hizo que no le acomodaban esos ambientes. Esa vez, yo estuve todo el primer día en el balcón respirando aire limpio y el segundo, fumando.

—No me gustan los niños. —sentencié acomodando mi cabeza sobre la cadena del columpio, sólo para mirarlo sin que se diera cuenta. —Soy terrible con ellos. —comenté para iniciar alguna conversación banal. Él sonrió.

—Debe ser porque no sabes tratar con ellos. —explicó, y sí, debía ser eso. Ni yo conocía la verdad y él pudo leerme enseguida. Levanté una ceja y asentí con la cabeza, realmente me había sorprendido.

—Tú eres bastante bueno.

—Claro que no. —me dijo de vuelta. —Sólo sé escucharlos.

—Con eso debe bastar. —resolví y busqué el cigarro con la mirada en el pasto, estaba oculto entre la hierba a un lado de la reja de madera que delimitaba el patio. Era una lástima por la colilla. Izzy se levantó del columpio haciendo que me sobresaltara, no, esa no puede ser toda nuestra conversación, siéntate Koushiro. —¿Te vas?

—Está helando, creo que debemos entrar. —explicó, sonriente, me gustaba esa faceta serena que conocía recientemente, después de una eternidad conociéndolo. Vi qué traía puesto, una simple camisa verde que le venía bien a su cabello rojo y supe que debía estar temblando de frío.

—Es la primera vez que hablamos así. —expresé, él era el único en toda la celebración con el que podría hablar abiertamente de mi poca afinidad con los niños; si se lo dijera a Yolei, ella no comprendería y me haría socializar con sus hijos para demostrarme lo contrario. —No me dejes con todos esos niños. —lo hice dudar.

—Si hemos hablado así. —habló con una ceja alzada, claro que era mentira y él sólo se lo había imaginado. Me reí abiertamente, nunca hablamos así porque su computador estaba en medio, ahora, en una celebración amigable no podía traerla con él. Algún niño podría tomarlo con la excusa de querer jugar y luego freír sus circuitos internos para dejarlo sin uso. Imaginé que por eso no traía su obsesión de todos los tiempos consigo. —Cuando éramos niños siempre hablábamos.

—Claro que no. —me reí ante su esfuerzo. Él se volvió a sentar en el columpio para verme reír con mayor detención, así sabría en qué momento pararía la risa y preguntarme qué era tan gracioso. —Nunca me hablaste, eras demasiado tímido para hacerlo.

—Supongo que sí. —resolvió y yo puse una mano en una de sus rodillas. Fue ahí cuando se abrió la puerta de la casa y mostró a una nueva persona en mi visita a mi país natal, Joe. Estaba más alto, demasiado, por lo que cuando me paré a saludarlo con una sonrisa tuve que mirarlo hacia arriba.

—Mimi, no esperaba verte aquí. —expresó contento y me abrazó cuando tuvo la oportunidad, y claro, muchas veces no asistí a las celebraciones del grupo por estar muy lejos. Tuve la esperanza de que podría aumentar mi pequeño grupo de amigos sin hijos y comentar abiertamente mis incomodidades, pero luego del abrazo, un pequeño Joe se apareció en la puerta, más tímido que su padre en su tiempo. —Hijo, saluda a tu tía.

—Hola…—dijo brevemente el anteojudo menor, miró a Izzy sentado en el columpio y se sonrió, extendió su pequeña mano y le hizo una seña en forma de saludo. Miré aquella situación y me sentí traicionada por el pelirrojo, él me había dicho que era malo con los niños pero al parecer no era así.

—Hola, pequeño. —dije, intentando cautivarlo, besando una de sus mejillas, parecía ser el niño con mayor edad, más limpio y sano que el resto. Pero el chico se incomodó y cuando tuvo la oportunidad, con una manga se sacó el excedente de brillo labial en su piel, parecía asqueado.

—Anda a jugar. —ordenó amablemente su padre y el niño fue hasta el pelirrojo y tomó asiento en el columpio que yo estaba ocupando. El chico le preguntó un par de cosas a Izzy que sólo respondía asintiendo con la cabeza con una sonrisa plasmada en los labios. —Se lleva muy bien con Izzy, el otro día me pidió de regalo un computador como los de él para jugar.

—Ya veo. —respondí al orgulloso comentario del padre, y miré la escena con un poco de ternura. Izzy no era padre todavía pero los sabía tratar sin sentirse lo suficientemente asqueado como para salir corriendo, no como yo. En mi mente desfilan demasiados escenarios en los que los niños vomitan, se orinan y se meten el dedo en la nariz todo el tiempo.

—Mimi, empezaremos a comer en breve. —anunció el médico.

—Traeré a Izzy. —y dicho esto, fui hasta donde mi aliado con el niño idéntico a Joe. —Vamos a comer. —ambos me miraron, el niño puso mala cara y se fue con la cabeza gacha con su padre hacia el interior de la casa. Sonreí al pelirrojo y él se levantó del columpio al fin. —Siéntate conmigo.

—Claro. —aseguró, pero Sora tenía un plan distinto de las distribuciones en la mesa. Sentó al pelirrojo junto a Tai y a mí junto a Yolei y su pequeño retoño; las demás criaturas fueron a parar a una mesa pequeña la cual era llamada la mesa de los niños. En esa decisión respaldé a la dueña de la casa, no quería que tomaran la comida con sus manos sucias para que luego una de las mamás me la extendiera diciendo lo rico que sabía.

Tomé una copa de vino blanco y dulce y comencé a beber mientras oía lo que se trataba en la mesa. Todo giraba en torno en las mensualidades colegiales de cada uno de los presentes, qué institución educativa era mejor y qué hacía cada uno para llevarlos hasta allá tan temprano en la mañana. Vi que Koushiro veía a todos en la mesa y comía en silencio, y yo sólo bebía cruzada de piernas con todo mi peso sobre mi espalda en el respaldo de la silla, era una posición digna de una reina.

—Y dime, Koushiro, ¿a qué te estás dedicando ahora? —dije para desviar un poco el tema, él me miró, tragó lo que tenía en la boca y pensó un poco en lo que debía responder.

—Investigar. —y fue la palabra tan simple que el tema se perdió rápidamente, pero fui lo suficientemente atractiva para que la atención pasara a mí. Joe alzó la voz.

—¿Por qué no vino Michael? Siempre te acompaña. —Izzy pareció atragantarse pero nadie más lo notó. Guardé silencio con la cabeza en alto, pocos sabían lo que había pasado con el rubio norteamericano, Sora y Yolei, y por supuesto sus esposos, sabían ya que yo misma se los había hecho saber.

—Michael y yo ya no estamos juntos. —dije cuando quise que los retoños encendieran fuego en la mesa en la que comían sólo para que la atención que tenía se desapareciera, pero convenientemente ellos estaban tranquilos. Joe pareció fundirse en vergüenza.

—Lo siento, Mimi, no sabía. —expresó, y con su brazo largo, atravesó toda la mesa para acariciarme la mano. Yolei se sintió mal por mi condición y también decidió hablar.

—¿Estás bien? Sabes que puedes contar conmigo por cualquier cosa. —dijo y me abrazó, asentí y bebí todo el contenido de vino de la copa.

—Eres muy linda, Mimi, ya encontrarás a alguien más. —siguió Kari, estaba a un lado del rubio menor y este envolvió su cintura con uno de sus brazos, como si estuviera de acuerdo con el comentario de su novia. Busqué en uno de los bolsillos de mi chaqueta que estaba colgada al respaldo de la silla. —Pero tienes que elegir bien. —expuso después.

—¿A qué te refieres? —me interesé en lo que estaba diciendo la hermana menor de Tai. La cajetilla de cigarros rodó de mi bolsillo y cayó a mis pies, Yolei no se dio cuenta para mi alivio y dejé caer un tenedor con un codo para buscar la caja.

—No querrás pasar de un hombre malo a uno peor. —repuso Yolei, mirándome desde su posición sentada y yo no podía alcanzar mi objetivo sin ser muy obvia. —¿Estás bien?

—¿Dices que Michael es malo? —volví a sentarme, dispuesta a alcanzar la cajetilla con la punta de mi bota.

—Claro que no, pero debes encontrar a alguien que sí valga la pena y asentar cabeza. —sonrió y de reojo vio a su esposo. No supe en qué momento mis amigos de la infancia de volvieron mis enemigos, recordándome que el reloj avanzaba sin piedad por nuestros cuerpos. Tomé la cajetilla victoriosa, me acomodé en mi asiento y saqué un cigarrillo. Sora soltó un bufido desaprobatorio y negó varias veces la cabeza.

—Eso no se hace en mi casa, debes salir afuera si lo deseas. —asentí, se parecía a mi madre. De alguna forma me sentí como la rubia vendada. Me encogí de hombros y guardé de mala forma el cigarrillo y la cajetilla dentro de la chaqueta. Volví a ver mi comida en el plato, y con un poco de sentimientos de venganza, como chef profesional desaprobaba la forma en que se habían mezclado los ingredientes.


En el patio vi como un par de adultos parecían niños persiguiendo a enanos. Suspiré y caí nuevamente en la trampa de tierra removida del patio, mi tacón se atoró ahí y amenacé en caerme de bruces al suelo. Claro que eso no sucedió, pero me tambaleé hasta que mi pie se desatascó, y la chica rubia con el vendaje en la cabeza se rió de mí; me señaló con un dedo y la pequeña anteojuda de Yolei también se detuvo a observarme.

—Vayan a jugar a otro lado. —expresé ofendida pero la hija de Matt y Sora era demasiado para mi poder de convencimiento. Era molestosa y gustosa aceptaría algún desafío de alguien mayor.

—¿Por qué eres tan extraña? —me dijo sin anestesia, la miré molesta y me dispuse a ignorarla en lo que terminaba la noche, pero me siguió por el patio hasta que se me acabaron los metros cuadrados del lugar y me topé con los tablones de madera que delimitaban el terreno. —No te pareces a ninguno de los adultos, tampoco tienes hijos.

—Querida, no todos aman los niños. —dije harta, me crucé de brazos y ella sólo soltó una risita de gnomo no muy convencida.

—A todos los adultos le gustan los niños. —expresó confiada de que yo estaba diciendo mentiras, rió y miró a la otra niña que se veía mucho más tímida que la rubia. Ichijouji se excusó y se fue a jugar con los demás niños, notablemente incómoda con la postura que yo había tomado frente a ellas; no como la de la frente vendada, ella aceptaba cualquier desafío que tenía enfrente.

—Claro que no, chiquilla. —dije con un tono de burla, le di un par de palmadas en la cabeza y con la mirada di con el juguete que había tomado Izzy hace rato. Lo tomé, ni siquiera reparé en sus detalles, y lo lancé al otro lado del patio para que la rubia jugara y fuera a buscarlo. —Anda a jugar.

—No soy un perrito. —dijo con las cejas contrariadas. No le di mucha importancia a sus palabras y me senté sobre un juego del jardín, deshice mi peinado y peiné mi cabello con los dedos.

—Tampoco pareces una niñita. —dije para mí misma, hablando de su aspecto. No sabía qué fue lo que le había dado a Sora para cortar su cabello rubio tan corto, al menos lo hubiese dejado hasta los hombros según mi opinión. Claro, ese comentario lo había susurrado para que sólo mis oídos lo escuchasen, pero la niña pronto se volvió roja de rabia y con un grito desgarrador me pateó en la rodilla. Fue el golpe más fuerte que me habían dado en la vida ya que sentí que la rodilla se me iba a salir por el lado opuesto. La chiquilla salió corriendo con Tai persiguiéndola de cerca para reprenderla y el resto de los adultos y niños fueron a observar lo que me había sucedido. —Estoy bien. —dije para aligerar el ambiente y se fueran a hacer otra cosa, pero mi voz no era muy convincente. Joe me levantó del suelo en el que había caído a causa del dolor y me sentó nuevamente sobre el juego infantil.

—Esto dejará una marca bien fea. —me habló como si fuera una de sus pacientes infantes. —Que alguien traiga un poco de hielo. —le habló a la multitud que se había formado. Yolei se sentó a mi lado para abrazarme y decirme lo extraña que se había comportado la rubia ese día, ya que era una niña admirable y jamás hacía algo terrible.

—¡Ella empezó! —gritó la pequeña demonio una vez que Tai la atrapó en la puerta que daba al exterior.

—¡No me importa quién empezó! —reprendió él como buen padre y tío. La llevó hacia dentro de la casa para que enfrentara a sus padres.


Fic abandonado en el baúl de fics sin sentido, lo leo y me encanta pero no sé cómo sigue :D... Es como una Lunática madura, y eso no me gusta mucho, escribir algo dos veces es monótono. Espero poder escribir, estoy atravesando una etapa de sequía fickera, espero que no sea mi jubilación D:!

Abrazos.