CAPITULO 1. Mañana.

Esa noche no había luna, las estrellas brillaban mágicamente; las tierras del reino de los leones parecían más tranquilas que nunca; tal vez no solamente era la magia que envuelve las tierras de África, tal vez también influía que el inquieto príncipe, el hijo del rey Mufasa estaba durmiendo tranquilamente en la Roca del Rey.

El pequeño Simba aún era un cachorro, un cachorro adorado por su padre y por su madre, que disfrutaba de la emoción de sus aventuras infantiles con su tierna amiguita Nala, una vida llena de felicidad era la del pequeño cachorro, una vida que aún distaba mucho de conocer las desgracias…

Esta historia comienza esa noche, la noche anterior a la promesa de un padre, de permitir que su pequeño cachorro le acompañara para mostrarle las tierras del reino; el rey Mufasa había prometido a su hijo una convivencia "padre e hijo" de esas que tanto odiaba Scar.

Mufasa había planeado esto durante varios días, Simba ya había subido a la parte más alta de la Roca del Rey para ver la salida del sol, ya conocía el manantial, por lo que el rey había decidido que su pequeño hijo estaba listo para otras cosas.

El sol despunto prometiendo a todos los animales de la sábana, un nuevo día. A penas su tiernos rayos tocaban la tierra cuando el pequeño Simba, ya levantado corría al encuentro de su padre…

Mufasa también sabía como es que lo levantaba su pequeño hijo, así que bostezando consiguió salir antes de que su hijo entrara y subiendo a la loza donde dormían él y Sarabi, le golpeara con su pequeña cabeza, en su mejilla.

Buenos días papá- saludo Simba con una sonrisa.

Buenos días hijo, ¿estas listo?- pregunto el rey mirando tiernamente a su hijo.

SI- grito emocionado Simba.

Shhhh- le cayo el rey, indicando silencio con su garra- No querrás que nos acompañe Zazu ¿o sí?

Simba no quería que "pico de banana" los acompañara, siempre que Zazu seguía al rey Mufasa, este terminaba reportando todo lo que sucedía en las tierras del reino, y Simba tenía que practicar sus lecciones de salto.

Eso imagine- sonrió el rey, al ver la cara de su hijo- ahora andando, las leonas están avisadas de a donde vamos, y tu madre no tendrá ningún problema en manejar el reino sola.

¿Mamá no va a venir? ¡Guau!- se emociono el pequeño, ya que sabía tendría a su padre con él todo el día.

Realmente era un premio que Simba se había ganado, ya que no se había metido en problemas durante una semana completa –el incidente de los rinocerontes, no cuenta para nada en el conteo, así que sí alguno de ustedes lo recuerda; por favor no se lo digan al rey ¿de acuerdo?-

El rey Mufasa acompañado de su hijo comenzó el descenso de la Roca del Rey, pasaron a beber un poco de agua y continuaron su camino; Simba estaba muy emocionado ¿a dónde lo llevaría su padre? Esa era la pregunta que rondaba su cabecita desde que se acostara la noche anterior, estaba muy emocionado; había imaginado mil y un lugares a donde su padre lo llevaría, cada lugar más maravilloso que el anterior.

La imaginación del joven príncipe, nunca hubiera imaginado a donde su padre lo llevaría.

¿Estas cansado Simba?- pregunto el rey, cuando ya llevaban unas horas avanzando.

No – dijo un entusiasta pero cansado Simba.

Bien, porque tu padre sí esta cansado- mintió su padre, para darle oportunidad de que descansara.

El rey eligió un frondoso árbol para echarse y dejar que su hijo hiciera lo mismo, Simba no había comido y su pancita gruño en ese momento, su padre se sonrió.

Ya casi llegamos a nuestra primera parada Simba- dijo el rey- ahí podrás comer todo lo que quieras.

¿antílope?- pregunto Simba saboreando la carne.

Oh, la probarás, como las leonas nunca te la han dado, hijo mío- dijo el rey, de tal forma que hizo que su hijo se emocionara.

Continuaron su camino, para sorpresa de Simba se acercaron un poco al límite de los desiertos, no el límite norte; el que esta prohibido por ser el límite de más allá del reino, era algo así como noroeste, o algo semejante; pero daba igual saber o no las coordenadas exactas, ya que el pequeño Simba no sabría encontrar el camino solo.

El calor se hacía cada vez mayor, y Simba estaba comenzando a sentir mucha sed y hambre; cuando su padre se detuvo; Simba se detuvo a su vez en el momento exacto ya que de otra forma hubiera chocado de frente con la pata trasera de su padre.

El lugar donde el rey se había detenido era completamente desconocido para Simba. Esta entre una abertura de un acantilado, al parecer servía de refugio para alguien, ya que lo que asemejaría la entrada estaba protegido por unas zarzas con todo y espinas pero secas.

Simba se desilusionó un poco ¿este era el lugar que quería mostrarle su padre?

¡Jwahir!- gritó el rey a la abertura.

Obviamente estaba llamando a alguien pero Simba nunca había escuchado ese nombre.

Una vez más su padre gritó el mismo nombre, que ahora retumbó más por el eco, de pronto para asombro de Simba una leona se asomo de entre la zarza.

Su majestad- dijo con una reverencia mientras se mostraba algo apenada de haber hecho esperar al rey.

Era una leona de pelaje dorado y unos ojos muy expresivos de color ámbar.

No era mi intención hacerle esperar, mi rey; es solamente que aún no tenía preparado su "encargo" estoy muy apenada- se deshacía en disculpas.

No estoy molesto, al contrario, te estoy agradecido de que tengas tiempo para mí y mi hijo- dijo el rey sonriéndole a la leona, la cual ya no estuvo tan apenada- Simba – dirigiéndose a su hijo- esta leona se llama Jwahir, es la encargada de vigilar este límite, algo así como un centinela.

¿Y porque esta sola?- se aventuro a preguntar el pequeño.

Es que soy un poquito tímida- dijo la leona- prefiero cazar sola, y estar en silencio; las demás siempre hacen mucho ruido, por eso el rey me permite estar aquí.

Pero aquí no hay nada- dijo Simba mirando a todas partes.

Así es mejor- sonrió la leona.

Jwahir, el príncipe esta hambriento y tu rey también- dijo el rey mostrando una sonrisa y sus colmillos.

Todo esta listo, mi rey- dijo la Jwahir haciendo una caravana.

Simba siguió a su padre al interior de la abertura, con cuidado de no picarse con las zarzas; en el interior era una cueva iluminada por el sol, Jwahir les explico que la luz del sol entraba por diferentes orificios que la roca tenía; la lluvia –cuando llovía- también entraba pero nunca sufría las inclemencias del clima por que el agua que se filtraba en el día se evaporaba y refrescaba el lugar; y en las noches el calor que había almacenado la roca, la mantenía caliente.

Lo que realmente quería Simba era saber a que hora iban a comer, estaba por preguntarlo cuando para su sorpresa, vio en una loza mucha carne. Y no cualquier carne, sino carne de antílope, su favorita, no espero que Jwahir se lo repitiera, comenzó a comer y simplemente estaba deliciosa. Jwahir les explico que esta carne, la había cazado como toda leona, pero que le había puesto jugo de unas calabacillas que había en otro recodo del acantilado, lo que le permitía ser dulce y durar más de lo que dura la carne –como cuando alguien prepara cecina, (carne salada)-

El agua tampoco era problema ya que Jwahir la recolectaba de lo que filtraba la roca, y Simba comprobó que era deliciosa, y con la sed que tenía no podía pedir algo mejor.

Una vez que terminaron, el rey y su hijo escucharon como Jwahir les daba reporte de que afortunadamente no había presencia de hienas en ese límite del reino, además las hienas no se aventurarían a cruzar el cercano desierto.

Gracias Jwahir, fue justamente como lo había planeado- dijo el rey cuando se despedían frente a las zarzas.

Fue un placer, oh rey; por favor dad mis saludos a la reina Sarabi, y a las demás leonas – les pidió cortésmente Jwahir.

Así será, Jwahir- se despidió el rey.

Adiós Jwahir, espero volver a verte; cuando sea rey, serás una de mis cazadoras- se despidió Simba siguiendo a su padre.

Adiós príncipe- se despidió Jwahir- cuando seas rey, seguiré vigilando este límite si me lo permites.

Simba y su padre se alejaron dejando a Jwahir disfrutar la soledad del desierto que tanto le gustaba.

¿No vamo a regresar tan pronto a casa, verdad?- pregunto Simba a su padre, ya que el pequeño quería seguir disfrutando el solo a su padre.

Oh Simba- sonrió el rey Mufasa- este día apenas comienza.

El pequeño Simba sonrió complacido a su padre, mientras lo seguía; ahora subiendo por una parte del acantilado cada vez más alejándose del desierto pero sin tomar el camino que los llevaría de regreso a la Roca del Rey.

Continuara…