Nota del autor:
Esta historia contiene slash (relación chico-chico) y mpreg (embarazo masculino).
Los personajes no me pertenecen, sólo los utilizo para divertirme un rato.
CAPÍTULO I: La delgada línea entre el deseo y la necesidad
Suena el despertador. Llevo mi mano hasta la mesilla y, a tientas, lo paro de un solo golpe. Me froto los ojos, noto que me escuecen, apenas puedo abrir los párpados, seguramente porque no he dormido mucho. Cojo mis gafas para poder divisar a mí alrededor, pues hasta ahora sólo veía borrones, luz y sombras. Pero, aunque tengo sueño, hoy me siento muy feliz. Por fin empieza el curso en Hogwarts, el único sitio que he considerado mi hogar hasta este verano, el primero que he pasado con Sirius en Grimmauld Place.
Ha sido un verano maravilloso y he podido disfrutar de la tranquilidad de las tardes de sol y de los magníficos cielos azules sin tener que rendir cuentas a nadie sobre lo que hacía. Bueno, a veces no ha sido del todo así. Mis tíos se alegraron cuando me fui de Privet Drive en junio, al regresar del colegio, pero yo me alegré mucho más. No tendré que volver a verles y eso me llena de felicidad. Presiento que este año todo cambiará, va a ser perfecto.
Cuando celebré mi cumpleaños, hace ahora un mes, deseé que este curso fuera trascendental, que experimentara situaciones nunca vividas, quería sentir y descubrir sentimientos nuevos, eso es lo que más anhelaba.
Flashback
- Venga, Harry, ahora tienes que pedir un deseo – gritaba Sirius emocionado.
- Sí, vamos, vamos – añadía Hermione a su lado.
- Venga, date prisa, sino la cera se fundirá… - exclamó Ron, seguramente ansioso por probar el delicioso pastel que tenía delante.
Me situé delante de la tarta de cumpleaños, conté las velas de nuevo… 16. "Me estoy haciendo mayor", pensé. Sí, ya tengo un deseo… Cerré los ojos, me concentré y mis pensamientos hicieron el resto. "Deseo amar y ser amado, nada más, sólo ser feliz", dije interiormente. Y soplé.
Apagué todas las velas de una sola vez y los aplausos me devolvieron a la realidad. A mí alrededor, Ginny y Ron se peleaban por el mejor trozo de tarta, Hermione les regañaba, los gemelos lanzaban cohetes dentro de la casa a pesar de las reprobaciones de su padre, Sirius me miraba con cara de felicidad por tenerme, finalmente, con él, Molly me apretujaba contra su cuerpo para felicitarme, Remus sonreía al contemplar la escena… Ahí estaban todos, a mí alrededor, apoyándome. No sabía por qué había pedido ese deseo, pero la verdad es que hacía tiempo que quería a alguien a mi lado, alguien especial, aunque sólo en ese momento mi mente fue totalmente consciente de tal deseo.
Fin del flashback
Giro la cabeza y miro la cama que hay a mi izquierda. Ron sigue durmiendo. Se me ha hecho extraño no tenerlo cada noche en la cama de al lado, como en Hogwarts, y él también me echaba de menos según me ha estado repitiendo día tras día. A Sirius no le gustó mucho la idea de quedarse solo en la casa, pero al final comprendió –eso sí, gracias en gran parte a Remus que intercedió a mí favor- que también tenía derecho a estar unos días con mis amigos, él ya me había tenido un mes entero en su casa. Por eso he pasado los últimos quince días en la Madriguera, con los Weasley.
Me levanto y me dirijo al baño para tomar una ducha rápida y bajar a desayunar. Apenas doy un par de pasos, caigo al suelo retorciéndome de dolor. La cicatriz me está quemando y llevo mi mano hacia ella para aliviar el sufrimiento. Noto también una presión en el pecho que me impide respirar con normalidad. El dolor aumenta y yo no puedo aguantar más, se vuelve insoportable.
- ¡Ahhhhhggggghhhhhh! – grito desde el suelo.
- Harry, Harry… - es Ron que intenta levantarme y tumbarme otra vez en la cama.
"Pronto, muy pronto" – dice una voz inconfundible hablando pársel dentro de mi cabeza. El dolor ha cesado, la cicatriz ya no me da punzadas y mi respiración vuelve lentamente a normalizarse. Ron está a mi lado y por la cara que pone no debo de tener muy buen aspecto.
- ¿Estás mejor? – pregunta acariciándome el pelo.
- Sí – consigo decir -, gracias…
- ¿Qué ha pasado esta vez? – y se lo cuento.
Y es que no es la primera vez este verano que me sucede algo así, pero en cada intromisión los síntomas son distintos. Hace unos días, cuando Ron vino a recogerme en Grimmauld Place, me dio un ataque similar, sólo que no sentí este dolor en el pecho, tan sólo me ardía la cicatriz, como siempre. Y, evidentemente, su voz. "Volveremos a vernos" –había dicho entonces. Y nada más hasta hoy. Consigo serenarme e intento no pensar más en lo sucedido.
- Voy a ducharme – y Ron asiente.
En unos minutos es como si volviera a renacer. El agua cae por mi cuerpo llegando a todos los rincones, purificándome, aliviándome el pequeño dolor que aún percibo en mi interior. Estoy un buen rato allí, lo necesito para estar en paz conmigo mismo. Pero vuelvo a recordar sus palabras y un escalofrío recorre entero mi cuerpo. Sé que tiene algo planeado, si no lo tuviera no se atrevería a invadir mi mente. Nuestro encuentro será pronto, lo presiento y estoy resignado, es lo que me ha deparado el destino. "Pronto", ha dicho. Sí, al final podré liberarme de esta carga, venza o no.
Bajo las escaleras hasta la cocina, están todos ya desayunando y no me extraña, porque realmente me he demorado mucho. Me miran con cara de preocupación e intuyo, sin miedo a equivocarme, que Ron les ha contado las novedades. No me gusta que se muestren tan atentos conmigo, desde el primer ataque apenas puedo respirar sin tener a alguien a mi lado. Entiendo sus motivos, pero adoro disfrutar de algunos momentos para mí solo, aunque ahora apenas pueda tenerlos.
Termino el tazón de leche, recojo los platos y salgo a tomar el aire. El jardín está precioso, lleno de flores, que resaltan con el verde del césped. Me acerco hasta un sauce y me escondo entre sus ramas que ya alcanzan el suelo. Me apoyo en el tronco y empiezo a pensar en mi vida y en el futuro, aunque no sé si tendré alguno una vez me haya enfrentado a Voldemort. Permanezco un buen rato allí y sé que están buscándome, pero no me importa. Ahora quiero estar solo y dejar volar libre la imaginación.
Me gustaría haber tenido una vida normal, pero nunca he tenido suerte en eso. Ahora tengo que enfrentarme al final de todo, al mago más poderoso y malvado que existe. Tengo miedo, sí, y no lo reconozco demasiado, pero es que me han exigido mucho en los últimos seis años y no sé si les voy a defraudar.
Ojalá tuviera a alguien a mi lado que me apoyara y me diera consejos, que me ayudara a superar estos días en los que no tengo ganas de hacer nada, sólo de quedarme en la cama y no salir de allí. Mi mente recuerda el deseo que formulé por mi cumpleaños… ¡deseo tanto que se haga realidad! Sé que Ron y Hermione conseguirán encontrar a la persona adecuada para ser su pareja, sobrevivirán a la batalla, lo sé. Y sé también que estarán siempre a mi lado, son mis amigos, pero no es lo mismo. Yo deseo algo más y no tengo a nadie. Estoy solo y no sé ni si tengo futuro.
Cuando me levanto y entro de nuevo en la casa veo a Molly encargándose de prepararnos las últimas provisiones para el viaje y de regañarnos por no tener los baúles preparados. Faltan dos horas para coger el tren y la casa es un caos. Ron recorre el salón buscando su varita, pues no recuerda dónde la dejó la última vez; Ginny no para de dar vueltas buscando una falda que quería llevarse para impresionar a no sé qué chico; Hermione, que llegó ayer con todas sus pertenencias bien guardadas, sigue a los hermanos Weasley con una mirada de desaprobación, y yo… yo tan sólo contemplo la escena tumbado cómodamente en el sofá y hablando con Fred y George de la tienda y las últimas novedades.
- ¿Qué voy a hacer sin la varita? – se oye la voz de Ron desesperada.
- Ron… - ésa es Hermione -, eres un mago, utiliza tu cabeza para pensar…
- Tengo que localizar mi varita, ya pensaré después –realmente el chico no está muy despierto hoy.
- Oh¡por favor! - se desespera finalmente Hermione -. ¡Accio varita de Ron! – y la varita aparece en sus manos -. ¿Lo ves? He utilizado mi magia… - le recrimina.
- Hermione… ¿por qué lo has hecho? – dice Fred.
- Sí, con lo que nos estábamos divirtiendo ahora – añade George.
- Además, habíamos puesto una varita de mentira en su baúl… - cuenta Fred.
- Sí, seguramente la hubiera confundido con la suya – se ríen los gemelos.
- Ya me hubiera gustado verlo en transformaciones con esa varita… - vuelve a insistir George.
- Sr. Weasley… su ineptitud nunca había sido tan remarcable hasta hoy… - dice Fred imitando a la perfección la voz de la profesora McGonagall.
- Jajajaja – nos reímos todos a carcajadas, excepto Ron claro, a él no le hace ni pizca de gracia.
- ¡Ya basta! Vosotros – dirigiéndose a los gemelos -, dejad a vuestro hermano en paz, y vosotros – nos dice a Hermione, Ron, Ginny y a mí -, os quiero a todos con los baúles en la puerta. ¡Vamos!
Llegamos con un poco de tiempo a la estación, sobre todo gracias a Molly que no deja de insistir que perderemos el tren. Aún falta media hora para que el Expreso nos lleve de regreso a Hogwarts. Fred y George han venido finalmente a despedirnos, pero creo que sus intenciones no son del todo buenas, pues no dejan de mirar a su alrededor como buscando alguna presa. Con esos dos nunca se sabe y es mejor estar un poco alejado de ellos. Así que, sabiéndolo de antemano, me sitúo a unos metros de distancia y observo a mí alrededor.
Oigo unas voces que logran captar mi atención. Las reconocería en cualquier sitio. Justo a mi izquierda, la persona que más rabia me da en el mundo: Draco Malfoy. Y acompañado de su padre, para echarle más leña al asunto. Allí están ese par de rubios engreídos, y no sé si odio más al padre o al hijo.
Sus cuatro ojos se posan sobre mí y puedo ver la rabia que transmiten sus ojos al verme, acompañada por unas muecas de desprecio cuando observan a los Weasley a mi alrededor. Para ellos, unos Malfoy de pies a la cabeza, debe de ser bastante humillante que un media sangre como yo y unos traidores a la sangre, como los Weasley, se mezclen con gente de clase como ellos, aunque mezclar no es la palabra adecuada, porque no tenemos ningún tipo de relación. Bueno sí, las relaciones que uno puede tener con alguien que te odia a muerte porque su Señor así se lo manda y con alguien que te hace la vida imposible en clase porque se lo ha ordenado su padre y ha sido educado de esa manera.
- Suerte que ya dejaron de criar, sino Hogwarts se hubiera convertido en una cueva, o peor, en una madriguera, como el sitio dónde viven – dice en voz alta Lucius Malfoy con su altivez tan característica.
- Sí, tienes razón, padre… Pero eso sucederá cuando éstos – escupe la palabra al mirarnos -, se decidan a tener sus hijos…
- Tranquilo, Draco, dentro de poco, TODO va a cambiar –añade Lucius clavando sus orbes grises en las mías y la cicatriz me da una punzada.
Me llevo la mano a la frente y veo que se ha dado cuenta. Sonríe maliciosamente y me saluda con una ligera inclinación de cabeza. Ese hombre no puede ser más desesperante. Finalmente, logramos subir al tren y situarnos en los compartimentos. Ron y Hermione son prefectos, así que iré sin ellos. Me encuentro con Neville, Dean, Seamus y Ginny y nos metemos en uno que está vacío. Me siento al lado de la ventana y le veo. Ese hombre es inquietante. En todo el rato que hemos permanecido en el andén, no me ha quitado los ojos de encima. Y por lo que veo, no va a dejar de hacerlo hasta que nos marchemos.
El tren arranca, salimos de la estación con destino a Hogwarts. Contemplo el paisaje a través de la ventana. El día transcurre sin más, y ahora el sol empieza a descender, camino de la puesta. Admiro las nubes, embobado, pensando en encontrar a alguien que me llene la vida, que me de su amor y a quién pueda entregarle el mío. Llevo muchos días pensando en todo esto, reflexionando, y creo que me volveré medio loco si sigo pensando todas estas cosas. Creo que ya empiezo a pensar como una adolescente enamorada y no me gusta demasiado. Una nube adopta una forma extraña y logra captar mi atención. Se parece a un fénix, adoro esas aves. Pero no es un fénix cualquiera, parece… no, no puede ser posible… parece que tenga los ojos grises. ¡Por Merlín, estoy peor de lo que pensaba! He vuelto a pensar en él. ¡Lo odio!
Después de la cena de bienvenida y del discurso de Dumbledore, subimos a la habitación, dónde están ya nuestras cosas, pues los elfos han hecho bien su trabajo y encuentro mi pijama rojo encima de la cama, bien plegado. Todo sigue igual como en el curso pasado y me siento feliz de encontrar esa familiaridad que sólo he conseguido en Hogwarts. Pero tengo miedo, no les cuento nada a Ron ni a Hermione para no inquietarlos aunque creo que la chica ha notado algo durante la cena. No estoy tranquilo, cada día que pasa temo más no sobrevivir a la batalla que me enfrentará a Voldemort.
Me tumbo en la cama boca abajo y hundo mi cabeza en la almohada. Dejo escapar unas lágrimas, me siento triste y débil. Estoy asustado, es demasiado el peso que han cargado sobre mis espaldas, demasiadas responsabilidades… Enfrentarme a un mago como Voldemort no es cosa fácil y lo sé, he podido comprobarlo estos últimos años. Es por eso que tengo miedo. Si tuviera a alguien a mi lado que apoyara y me diera consuelo cuando me derrumbo de esta manera todo sería distinto.
Hermione y Ron me tratan como a un niño pequeño, aunque ya les he dicho muchas veces que no me tienen que seguir a todas partes. Pero ellos, ni caso. Cada vez que me agobiaban este verano, le decía a Ron que si me controlaba tanto no encontraría nunca novio y que sería sólo culpa suya. Se sonrojaba, y sigue haciéndolo, aún no ha logrado asimilar completamente el hecho de que su mejor amigo sea un homosexual sin reparos. Cuando no se atrevía a hablar con alguna chica por vergüenza y Hermione hacía lo mismo con algún chico, les maldecía interiormente por no dejar de lado las idioteces y decidirse a estar con aquella persona. Yo les insinuaba que no perdieran el tiempo y que lo aprovecharon al máximo, pues no se sabe nunca lo que puede pasar mañana. Pero nada, seguían en sus trece.
Recuerdo perfectamente un día que me estaban agobiando y les dije claramente lo que pensaba. Se molestaron un poco por mi tono, no fue el más amistoso, pero estaba harto de pasarme los días controlado. A partir de ese momento, las cosas cambiaron un poco, se volvieron más sociables y empezaron a establecer amistades con distintas personas, eso sí, sin pasar a más.
Flashback
- No, Harry, eso es peligroso – decía Hermione a mis espaldas.
- Vamos… no me va a suceder nada para que coja la escoba y de unas cuantas piruetas…
- Se lo prometimos a Dumbledore y a Sirius – añade Ron y sabe que con la mención de mi padrino voy a desistir.
- Oh, por favor… Ese viejo chochea y Sirius se ha vuelto un aburrido con los años – veo que mis palabras les sorprenden.
- Harry… no puedes, detente – grita Ron al ver que me elevo.
- No, Harry… - insiste Hermione.
- Ron, Hermione… queridos amigos¿por qué no dejáis de fastidiarme y de meteros en mi vida y os preocupáis más de la vuestra? Que buena falta os hace, a este paso os quedaréis solteros…
Y les dejo allí y me dirijo hacia el cielo. La sensación de libertad en este momento es indescriptible. Los veo hablar y medio discutir, seguramente Hermione le regaña por no haberme convencido. Y veo que Ron sólo agacha la cabeza y asiente, creo que ese chico no se va a atrever nunca a contradecirla. Vaya pérdida de tiempo… Yo si quisiera a alguien se lo diría, pero ellos son así. Son patéticos en eso, sí, pero los quiero muchísimo y negarlo sería negar la evidencia. Pero yo sigo con lo mío y hago unas cuantas piruetas y vuelo rápido entre los árboles. Adoro sentirme libre y poder notar el aire en mi cara, me ahuyenta todos los malos pensamientos y los fantasmas. Al cabo de un rato, decido bajar, ya han sufrido demasiado. No me dicen nada, les miro y me voy a dormir.
Fin del flashback
Mis ojos han dejado de llorar y me siento un poco más tranquilo. Reflexiono sobre esos recuerdos y decido que no haré lo mismo que están haciendo ellos. Soy tímido sí, y me cuesta expresar mis sentimientos, pero no quiero arrepentirme de haber desperdiciado alguna oportunidad si se presenta. Además, no estoy seguro de cuánto tiempo me queda y quiero aprovecharlo al máximo.
El único inconveniente es que no me gusta nadie, bueno, me pueden gustar muchos, como Seamus que este año está mejor que el anterior, si eso puede ser posible, o… Draco-hijo-de-papá-futuro-mortífago-Malfoy, aunque no me agrade reconocerlo está buenísimo. Sólo tiene buen ver, vamos, que no me gustaría tener ninguna relación con él, con ningún Malfoy. Con su pelo, su ropa, su rostro… parece un perfecto dios hecho hombre. Seguramente se lo debe a su padre… Sí, Lucius es un buen partido: alto, elegante, con experiencia, guapo a pesar de su edad, con su rubia melena suelta y sus preciosos ojos grises… "Creo que tengo que dormir un poco, ya estoy empezando a desvariar" –me recrimino. Pero tengo que reconocer que ése Malfoy se ajusta perfectamente al perfil de mi hombre ideal. Lástima que yo sea Harry Potter, su mayor enemigo.
Me incorporo, aparto las sábanas y me meto en la cama dispuesto a dormir, estoy agotado. Hoy ha sido un día duro, pero finalmente ha llegado la noche. El viaje en tren se me ha hecho muy largo, seguramente porque no paraba de ver destellos grises en cualquier sitio, y gracias a esto no he dejado de pensar en él. He recordado todas las veces que nos hemos encontrado en estos seis años, especialmente la noche en el cementerio ante la tumba de los Riddle, fue la primera vez que pude confirmar su alianza con Voldemort. Llevaba la túnica negra y la máscara, pero pude reconocerlo por sus ojos. No quiero pensar más… no quiero recordarle. Es inevitable.
Volteo el cuerpo y me sitúo boca arriba y, desde ahí, puedo ver las estrellas y la luna a través de la ventana. Hace una noche preciosa, ideal para salir a pasear, pero hoy no, estoy hecho polvo, quizás mañana me escape un rato para poder estar tranquilo un rato. Hace varios días que no descanso bien. Me duermo, pero termino despertando sobresaltado por las pesadillas. Tan sólo deseo dormir unas cuantas horas seguidas, no pido mucho más. Doy un último vistazo a la luna y cierro los ojos. Se hace el silencio.
Inicio sueño
- Sabes que no puedes enfrentarte a mí…
- Sí puedo, y ganaré… Pagarás por sus muertes.
- Jajajaja – se oye su risa maquiavélica -, tus padres… los verás pronto, tranquilo, te lo prometo…
- No¡no seré yo quién pierda!
- Mi querido Potter… - empieza a decirme y, ante mi asombro veo que sus ojos cambian de color, abandonan el rojo y se tornan grises - ¡voy a por ti!
- ¡Noooooooooo…! –consigo gritar y me despierto.
Fin sueño
Y es que no puedo dejar de pensar en él. No sé por qué me he pasado el día pensando en sus ojos. Y el cruzarme con él y con Draco en la estación no ha ayudado mucho. Esos ojos… esos ojos grises escudriñándome esta mañana. He podido sentir que me traspasaban, que podía ver mi interior.
Pero este sueño… ha sido distinto. Era Voldemort pero luego… era él. Creo que tendré que aceptar que Snape tiene razón. Si cerrara mi mente… ¡Maldición, no lo consigo! Es como si tuviera un gran poder sobre mí, no puedo evitar esos pensamientos… y ahora se está convirtiendo en una obsesión. Lo que no me deja estar tranquilo ha sido el tono de voz. No era la de Voldemort, no eran los ojos de Voldemort al final…
Era Lucius, eran sus ojos y era su voz.
Tiene que ser mío¡mío! Tengo que pensar cómo hacerlo para no levantar sospechas. Ya no aguanto más, cada noche sueño con él, no sé que me pasa, sólo que se ha convertido en una obsesión. Necesito tenerlo, así podré calmar la sed que tengo de su cuerpo. No sé en qué momento empecé a pensar en él, quizá la primera vez que lo vi… Sus ojos… Fue lo que más me llamó la atención. Sí, yo quería conocer al mocoso que había derrotado al Señor Oscuro y me acerqué para ver su rostro y entonces… pude admirar sus ojos. Esos ojos verdes, cual esmeraldas resplandecientes, casi me matan de placer al cruzar nuestras miradas. Me hipnotizaron y ya no he vuelto a ser el mismo desde ese momento.
Han pasado seis años y sigo sin sacármelo de la cabeza. La primera noche que soñé con él era una escena dónde yo le conocía y empezábamos a hablar, pero terminábamos con palabras de odio, pues los dos pertenecemos a bandos enfrentados. Luego los sueños cambiaron, ya no cruzábamos sólo palabras sino miradas cargadas de erotismo y sensualidad. Y ahora… cada noche se cuela en mis sueños e imagino un tipo de acción que me provoca unas tremendas erecciones por la mañana. Fantaseo que lo tengo en mi cama, debajo de mí, que lo hago mío y finalmente lo abandono porque ya he saciado mi sed. Y yo me marcho satisfecho y él se queda ahí, desolado. Es mi venganza por todos estos años de sufrimiento en silencio, años perdidos pensando en él.
Sí, eso es lo que deseo. Y pronto, más pronto de lo que él cree, va a hacerse realidad.
