Aquí vengo con una nueva historia. Espero que os guste.


Por fin saldría de aquel lugar. Ya había pagado suficiente. Tenía muchas ganas de salir pero al mismo tiempo sentía pánico.

Su asistente social le había asegurado que aquella familia era fantástica, que con ellos estaría muy bien, pero él pese a lo dicho por Martha sentía miedo. Aquella no era la primera vez que sería acogido por una familia, si se paraba a pensarlo aquella debía ser la sexta familia en la que estaría desde que sus padres fallecieron.
Hasta la fecha se había terminado escapando de todas las casas. De la última salió llevándose el coche. Aquello le había supuesto pasar los últimos dos años internado en un centro de menores.

Martha decía que en aquellos últimos años había dejado de ser un rebelde, él no estaba del todo convencido. Lo que sí era cierto es que había aprendido que era mejor seguir la corriente a los adultos que revelarse contra ellos. El ser rebelde hasta la fecha sólo le había llevado a estar encerrado durante dos años. Ahora tenía claro que eso nunca volvería a pasar. Tan sólo tendría que esperar a alcanzar su mayoría de edad para poder ser libre.

Mientras recogía sus pertenencias recordaba los años vividos con sus padres. Nunca tuvieron lujos, sus padres eran unos simples trabajadores. El padre era taxista y su madre camarera, él era hijo único. Pero pese a todo en su casa nunca había faltado nada. Para sus padres lo más importante era su hijo, por él se desvivían y durante los nueve años que estuvieron juntos él fue un hijo maravilloso.

Todo cambio una noche, sus padres volvían de una reunión de la escuela, llovía a cantaros, era de noche y un conductor borracho embistió el taxi conducido por su padre.
De repente él se transformó en un huérfano, en un número dentro del sistema.
De aquello habían pasado hacia ya siete años, ahora con dieciséis años sólo esperaba que Martha no se hubiera equivocado con la nueva familia.
No quería más problemas.

-¿Estás listo? - La voz de la asistente social le sacó de sus pensamientos.

-Sí – el joven miraba por última vez aquella habitación- podemos irnos.

-¿Estás nervioso? – Él tan solo asintió- Tranquilo, te prometí que encontraría la familia perfecta para ti. Y ellos lo son. Les conozco desde hace años, son amigos.

Amos llegaban al despacho del director del centro, allí les esperaban para terminar con el papeleo y que ambas partes por fin se conocieran.

Martha llamó a la puerta y desde dentro una voz le indicó que podía entrar.

-Buenos días Martha, mientras llegabais se han firmado todos los documentos tan solo queda el ok de tu departamento. Chaval llegó la hora de conocer a tu nueva familia. Espero que esta vez te sepas comportar, no quiero volver a verte por aquí.

-No lo hará señor – en la voz del joven se notaba su total convencimiento.

-Eso espero muchacho, eso espero. Es tu última oportunidad. Recuérdalo antes de meterte en algún lío. Martha si quieres hacer los honores.

Al fondo de aquel despacho, sentados en el sofá se encontraba el matrimonio que se haría cargo del joven, esperaban el momento de la presentación.

-Jou, Jim, os presento a Richard – tanto ellos como el joven se acercaban hasta la mujer- Richard ellos son Johanna y James Beckett, el matrimonio con el que vivirás a partir de hoy.

El joven dio un paso adelante y tendió la mano hacia el matrimonio.

-Encantado de conocerles señores Beckett.

-Muchacho, déjate de tanto formalismo – contestaba el hombre- Llámame Jim, nada de señor.

-Y a mi preferiría que me llamases Jou – decía la mujer con una sonrisa en su rostro- Espero que seamos la familia que estás esperando.

-Bienvenido a la familia Beckett – decían ambos.

-Gracias, seguro que son más de lo que me haya imaginado – de entrada aquel matrimonio le había caído bien.

Mientras Martha había terminado de dar el ok al acogimiento.

-Bueno familia, llegó la hora de salir de aquí.

El señor Beckett pasó su mano por el hombre de Richard y ambos se pusieron a caminar, mientras las mujeres se retrasaban unos pasos.

-Estoy histérica, espero no fallar al chico.

-Tranquila Jou, estoy totalmente convencida de que sois perfectos para él. Y pese a lo que digan los informes, Rick es un gran chico. Sólo que hasta la fecha no ha tenido buena suerte. Por cierto ¿cómo se lo ha tomado Katie?

-En principio bien. Está deseando conocer al chico. Sólo preguntó si estábamos seguros de lo que íbamos a hacer. Cuando vio nuestra determinación lo aceptó. Dice que todo el mundo debe tener su oportunidad de ser feliz.

-Es una gran chica. Verás cómo se llevan bien. Ambos ganan con esto.

Unos pasos por delante Jim y Rick iban hablando.

-¿Te gusta el béisbol?

-Sí, cuando era pequeño solía ir con mis padres, bueno si se podía.

-Bien, en cuanto estés asentado iremos a un partido. A mi hija y a mí nos apasiona.

-Sí señor – viendo la mueca hecha por el hombre el joven tuvo que rectificar- Eso sería genial Jim.

-Eso está mucho mejor.

Martha se despidió de ellos en la puerta del centro, le prometió a Richard llamarle en unos días para ver como se estaba adaptando. De todas formas en un mes haría una visita a la casa para realizar una entrevista a todos los miembros.

El trayecto desde el centro hasta la vivienda de los Beckett lo realizaron en silencio, pese a los intentos del matrimonio Rick tan sólo contestaba con monosílabos. Así que el matrimonio no quiso presionar.

Jim detuvo el coche frente a un bloque de apartamentos. Todos bajaron del coche, el hombre abrió el maletero del mismo para sacar el equipaje del joven, inmediatamente el portero se acercó hasta el vehículo para ayudar con el equipaje.

-Buenos días señores, yo me encargo de esto –decía el portero tomando ya la bolsa.

-Gracias Tom, ¿sabes si mi hija está en casa?

-Sí señora Beckett llegó como hace treinta minutos. Dice que el examen le fue de maravilla. Es una suerte tener una hija tan aplicada. Ojala los míos fueran así.

-No te quejes Tom, tus hijos son maravillosos, cierto que un poco vagos a la hora de estudiar, pero cada año terminan sacando el curso.

-Ya, pero no vea las luchas que tenemos con ellos. Bueno ya está aquí el ascensor. Que tengan buen día – dejaba la bolsa dentro y regresaba a sus que aceres.

-Bueno Richard llegó la hora de entrar en tu nueva casa –sonreía mientras abría la puerta- Adelante, bienvenido a casa.

Richard se quedaba parado en la entrada, los nervios por entrar a la que ya era su casa le estaban atenazando. Tomo aire y por fin entró. Jou le invitó a acompañarla mientras le enseñaba la vivienda. Deteniendo sus pasos frente a una puerta.

-Y bueno, esta es tu habitación. No teníamos muy claro tus gustos así que serás libre de decorarla como quieras.

Su habitación, entro en ella y dejo su bolsa sobre la cama. Recorrió con su vista aquella estancia. Tenía una cama de matrimonio, una mesa de estudio en la cual se encontraba un portátil, varias estanterías casi vacías esperando a ser llenadas, un armario, una pequeña terraza.

-Es perfecta gracias, Jou. Realmente es perfecta, hacia mucho que no tenía un dormitorio como este – Rick se giraba y abrazaba a la mujer.

Por primera vez desde que le había conocido Johanna pudo ver una pequeña sonrisa dibujarse en el rostro del chico.

-Me alegra que te haya gustado, pero como ya te he dicho la puedes poner a tu gusto. Pintar, posters, todas esas cosas que hacéis los jóvenes con vuestros cuartos. Bueno y ahora vamos a conocer a Katie. Creo que hoy está de buen humor, así que será más fácil –comentaba guiñando un ojo al chaval.

La habitación de Katie era la contigua a la suya, ambas habitaciones compartían el baño. Aquello dejó pensando a Rick que cada día sería una pequeña tortura esperar que una chica terminara de usarlo.

-Katie cariño, ya estamos aquí.

La joven se encontraba de tumbada en la cama con un libro entre sus manos y los cascos del mp4 puestos.

-Katie, por dios esta chica terminará quedándose sorda – mientras se acercaba a la cama de su hija-

-Joder mamá me has asustado – protestaba la joven al sentir la mano de su madre sobre su pierna.

-Ya, si no tuvieras la música a ese volumen nos habrías escuchado. Levántate que Richard ya ha llegado. Y por cierto, cuida esa boca.

Tras escuchar aquello la joven giraba su cabeza esquivando el cuerpo de su madre para poder ver al chico.

-Hola – decía mientras levantaba su mano en señal de saludo.

-Ey –contestaba él de la misma forma.

Johanna decidió dejar solos a los jóvenes.

-Bueno, en media hora estará lista la comida. ¿Vale? – decía mientras abandonaba la habitación de su hija.

Rick se paseaba mirándolo todo, se detenía frente a una de las estanterías repleta de libros. Nunca a lo largo de su vida había visto tantos libros juntos, tomó uno de ellos al azar.

-Buena elección – decía la joven a su lado- El extranjero es uno de mis favoritos. ¿Te gusta leer?

-Supongo que como a todo el mundo – contestaba encogiéndose de hombros.

-Ya, pues siento decirte que no a todo el mundo le gusta leer. Por cierto soy Kate.

-Sí claro, vaya modales los míos. Soy Richard, Richard Castle.

Kate le abrazó dejando un beso en la mejilla.

-Castle, bienvenido a la familia. No te importa lo de Castle ¿no? – preguntaba mientras dejaba ver su hermosa sonrisa.

-Para nada, me parece perfecto Beckett – ambos jóvenes sonreían.