Eran mediados de invierno, con el viento soplando con demasiada fuerza y el frío invernal se encontraba en su cúspide, helando a todo y todos los que se encontraban por las calles o lejos del cálido cobijo del hogar.

El sol debería haber salido ya y, debería estar proyectando sus rayos solares y su calidez también, pero parecía que el lucero diurno se hubiese tomado unas merecidas vacaiones depués de pasarse todos los días alumbrando la Tierra.

¿Parecía? Perdón, quería decir que el dios del sol, el encargado de iluminar todos los días a los humanos con su astro se encontraba durmiendo plácidamente bajo las mantas de la cama de su templo en Olimpo.

Lástima que siempre hay algo o alguien dispuesto a sacarte de la cama.

-¡Apolo! -El dios se envolvió con la manta hasta las orejas y cerró los ojos con fuerza, como si asi pudiese ignorar a su hermana Artemisa, diosa de la luna- ¡Apolo!

La diosa de la caza llegó hasta la cama en la que descansaba su hermano, enmarañado con las mantas. Esperó unos segundos a ver si su gemelo reaccionaba, pero no parecía querer hacerlo. Gruñó.

-¡Apolo, despierta vago!

-Es un poco difícil dormir contigo dando gritos.

Artemisa volvió a gruñir molesta mientras su hermano se removía entre las mantas para encontrar una posición más cómoda.

-¡El sol debería haber salido hace un cuarto de hora! -gritó enfadada ante la irresponsabilidad de su gemelo- ¡Levanta y haz tu trabajo!

-Relájate, Artemisa. -Su voz sonaba amortiguada por las sábanas- Vivirás más.

La diosa de la caza no aguantó más. Estaba harta de tener que ir siempre -normalmente en invierno- detrás de su hermano para que no evitase sus responsabilidades. Se inclinó sobre la cama y aferró con fuerza las mantas, dispuesta a quitárselas de encima.

Tiró de ellas y destapó a su hermano, quien se giró sobre la cama hacia ella con expresión indignada y molesta. Artemisa le frunció el ceño a su gemelo apretando las mantas en su mano.

-Levanta.

-No.

Apolo le sostuvo la mirada a su hermana. No estaba dispuesto a perder ante ella. Pero su gemela se anotó otro tanto en cuanto él desvió la mirada hacia las mantas que aferraba Artemisa.

-Haz el favor de levantarte.

-No.

El dios del sol se movió deprisa, cogió las mantas y tiró de ellas para volver a taparse. Tiró con demasiada fuerza y su hermana cayó en la cama, sobre las mantas y sobre él. Artemisa enseguida se puso roja por la cercanía del chico, aunque fuese su hermano.

-Vaya, hermanita. -Sonrió Apolo con sorna- No sabía que eras tan lanzada.

Artemisa lo miró medio avergonzada medio enfadada.

-¡C-cállate!

Apolo estaba dispuesto a aprovechar aquella situación y vengarse de su hermana por querer levantarlo, se merecía un día para descansar y, los humanos agradecerían que no saliese el sol, si no se hacía de día no deberían levantarse.

-¿Así qué, -Apolo sonrió de la forma más sensual que pudo mientras ponía una mano sobre la cintura de su hermana- querías el calor del sol para ti solita?

Artemisa enrojecío aún más si era posible y abrió los ojos escandalizada ante las palabras de su hermano. Salió de la cama escopetada con un salto y por poco se cae de bruces contra el suelo. El dios contuvo una risotada.

-¡Como no conduzcas el sol en cinco minutos, te juro que te convertiré en un colador!

La diosa de la caza giró sobre sus talones y salió casi corriendo de allí. Apolo dejó escapar una leve risa.

-Uy, mujer. Pero que recatada eres. Así nunca encontrarás novio.

Artemisa profirió un gruñido de furia mientras salía del templo de su hermano.