Precipitada desperté, eran las 5 de la mañana, vaya forma que tiene Charlie, mi padre, de despertarme. Corrí al baño, cepillé mis dientes, me bañé y regresé a mi habitación para vestirme. Iba a ir a la fábrica de papá, así que debía ponerme algo cómodo. Elegí unos jeans negros, una camisa de cuadros y mis Converse favoritos. Sequé rápido mi cabello, me arreglé, preparé mi bolso y fui a saludar a papá que estaba viendo el fútbol en la televisión de la biblioteca.

-Buenos días -dije, intentando ser amable.

-Hola Bella, ¿Cómo amaneciste?

-Bien -respondí.

Salí y caminé directo a la cocina, abrí la nevera y tomé un poco de agua por el pico de la botella, tenía hambre, así que abrí un paquete de galletas y lo comí en segundos.

-¿Estás lista? -preguntó papá- Espero que no olvides algo, no daré la vuelta.

Sonreí -debo aclarar que soy muy olvidadiza-, y devolvió la sonrisa. Abrió la puerta, mientras yo me ponía mi chaqueta, estábamos en Junio, sin embargo a esa hora la temperatura disminuía. Salimos, corrí a llamar al ascensor, mientras él cerraba la puerta con llave. Al llegar, subimos al ascensor, marqué el sótano.

-¿Qué llevas en ese bolso tan grande? -preguntó asombrado al mirar el bolso que llevaba.

-Papá, una chica siempre debe estar equipada, en caso de una emergencia.

Lo cierto, es que llevaba cosas quizás realmente innecesarias, aunque podrían llegar a ser de gran utilidad. Galletas, un termo con agua, una linterna, un libro, una agenda, mis gafas oscuras, una navaja, mi cepillo, cremas, mi estuche de maquillaje, mi billetera, el ipod, un encendedor, cigarrillos, mi teléfono, e infinidad de cosas.

-Tengo dieciséis años, cualquier cosa puede suceder -reí entre dientes.

Las puertas se abrieron, y salimos en busca del auto.

-Tengo un dolor fuerte en la rodilla, ¿Podrías manejar hasta la fábrica?

-¡Por supuesto! -dije conmovida.

Tengo un gran pasado, quizás uno que no debería contar. Manejaba, y de vaya forma que lo hacía, no me gusta alardear, pero era genial conduciendo. Había estado en un campamento, donde me había formado como agente, podía hacer cualquier cosa, allí me enseñaron a conducir. Y obtuve mi licencia en el pasado febrero.

Tomé las llaves -sería la primera vez que conduciría la camioneta de papá-, me subí -era una hummer, negra, era hermosa- encendí el motor y me dirigí a la salida del estacionamiento, papá se apresuró en abrir la puerta con el control remoto. Salí, recorrimos la Urbina hasta llegar a la Autopista Internacional, allí tomé la ruta 59 para llegar a Mariche -donde se encontraba la fábrica.

Papá sacó un cigarrillo y lo prendió. Fue todo el camino sin emitir palabra alguna. Llegamos, pero me hizo seguir de largo para ir a la panadería que se encontraba a unos dos kilómetros.

Quizás estar con mamá en Miami era mucho más divertido que despertarme en vacaciones a las cinco de la mañana para acompañar a mi padre a la fábrica, era genial, pero agotador. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía catorce años. Quizás por eso decidieron mandarme a ese campamento. Debo admitir que fue genial, pero estar lejos de ambos por dos meses era deprimente, a pesar de que nos llamabamos cada dos o tres días. Si mis padres hubieran sabido el tipo de campamento que era, se que jamás me hubiesen enviado. Claro está que ninguno de los padres de aquellos que asistían al campamento, estaban informados. Ni deberían saberlo. En aquel campamento nos formaban como espías -si es que ese es el término que puedo utilizar, al menos el mas parecido-, nos enseñaban a usar armas, nadar, escabullirnos, armar trampas, conducir -claro está- entre otros conjuntos de cosas, que eran emocionantes, pero peligrosas. Teníamos prohibido hablar de lo que se hacía en el campamento con alguna persona que no perteneciera a éste.

En fin, estacioné frente a la panadería. Nos bajamos y caminamos hasta el mostrador.

-Un café pequeño -dijo mi padre, aún con un dolor en la rodilla- ¿Qué vas a pedir?

-Un café negro grande -noté como el mozo me oyó y fue a preparar otro café.

Era incómodo estar en esa panadería. Todas las miradas se dirigían hacia mi, de una manera agria y amarga.

-¡Carlisle! ¿Cómo estás? -oí, mientras volteaba rápidamente, para ver a quien rayos saludaba mi padre.

-Bien ¿Y tu? -era un amigo de él, tiene un taller a unos tres kilómetros, es uno de los integrantes del grupo de amigos que desayunan y almuerzan juntos diariamente, incluyendo a mi padre- ¡Bella que grande estás!

Noté que se dirigía hacia mi, asi que sonreí. Se acerco a mi y me dio un abrazo.

-¿Cómo has estado?

-Bien gracias -respondí, al tiempo que me liberaba.

Hace meses que no me veía, había estado viviendo con mamá en Miami unos dos años, quizás año y medio.

-Está grandota ¿No Charlie? -miró a papá con una sonrisa en el rostro.

-Si -dijo papá y sonrió orgulloso.

Se pusieron a conversar mientras yo tomaba mi café. Lo terminé, y pedí otro. Pronto me percaté de que habían dos sujetos sentados en una mesa al final, que no me dejaban de mirar, eran policías. Me sentí un poco incómoda, y me puse a pensar. ¿Por qué me miraban a mi?. Cuando volteé la mirada Carlisle y papá estaban mirando a aquellos dos sujetos, de una manera muy extraña. De repente vi que un chico se acercó a Carlisle, y estableció una conversación con papá. Pronto mi cabeza fue invadida por un montón de preguntas. ¿Quién era aquel chico?, ¿Qué hacía hablando con papá?, ¿Por qué esos sujetos seguían mirándome?, miré a los policías, luego a papá, y allí estaban los tres mirándome con una sonrisa. Así que me acerqué a ellos.

-Hola soy Edward -dijo el joven mirándome directamente a los ojos-. Tu debes ser Bella ¿No?

-Si -sonreí, y enfoqué mi mirada en aquellos ojos color miel-. ¿Eres hijo de Carlisle? -lo supuse, pues eran muy parecidos.

-Si, soy su hijo, estoy trabajando con él mientras no decido que estudiar

¿Estudiar? me pregunté. Pues aparentaba tener unos veintiséis o veintisiete años.

-¿Y tu? ¿Qué estudias?

-Acabo de terminar tercer año en la secundaria. Pienso graduarme y estudiar Ingeniería Mecánica. -Respondí.

-¡Vaya! -Exclamó con sorpresa-, ¿Algo fuerte para una chica no?

-No lo creo -frunció el ceño- No creo que haya algo fuerte para mi

Sonrió, y miró a Carlisle. Papá me lanzó una fuerte mirada. Le sonreí y me devolvió la sonrisa.

-Quizás para ti no -dijo Edward- Pareces ser una chica fuerte, y sin temor a algo.

-Seguro -le dije mientras le guiñaba el ojo.

Quizás fuera lindo, pero su manera de ser era terca, aunque irresistible debo acotar.

-Voy a tomar algo, ¿Quieres venir? -papá me hizo señas para que aceptara.

-Claro

Así que caminamos al mostrador, pidió una torta de chocolate y un té frío con limón -odio el té frío-, intentó ser amable:

-¿Qué deseas tomar? -dijo, luego de tomar un sorbo de su té frío.

-Un café negro -amo el café, se puede decir que soy adicta, pero papá me controla en cuanto eso, así que cuando volteé vi su mirada clavada en mi. Le sonreí y dije:

-Mejor un té de manzanilla

-¿Un té de manzanilla?. Que exquisitez -murmuró y rió entre dientes.

Se percató de que lo había escuchado. Así que se disculpó

-Lo siento, nuca había visto a una chica pedir en una panadería un té de manzanilla

Reí para evitar que notara mi desagrado ante aquel comentario.

-¿Que harás hoy? -preguntó.

Antes de responder, volteé para mirar de nuevo a Carlisle y a papá. Me sorprendí al ver que estaban mirando a los policías. Pronto Edward se dio cuenta y los miró, justo cuando Carlisle volteó y le hizo señas, cuyo significado no comprendí.

-Debemos irnos -dijo Edward con rostro serio.

Me tomó de la mano para llevarme junto a papá, el cual ya se había encargado de pagar ambas cuentas y estaba subiendo al carro. Carlisle estaba encendiendo el suyo. Me percaté de que papá ya había encendido el nuestro. Edward me subió al carro y dijo:

-Cuídate -mientras besaba mi mejilla con sus fríos labios.

-Adiós -dije, estaba atónita, no podía comprender nada de lo que sucedía.

Papá puso marcha atrás, retrocedió e hizo un par de señas a Carlisle que ya se alejaba en su camioneta, el cual iba seguido por Edward, que conducía una Toyota Merú azul. Papá salió del estacionamiento y entró a la calle 59, en dirección hacia la fábrica, Carlisle tenía el taller hacia el otro lado, así que tomó la vía en sentido opuesto.

-¿Por qué salimos así de la panadería? -pregunté-, ni siquiera había llegado mi té -reclamé.

-Se me estaba haciendo tarde -dijo papá, tranquilamente.

Por su tranquilidad supuse que era cierto, y que no era por otra razón. En menos de un minuto llegamos a la fábrica, en el trayecto no emitió palabra alguna. Aparcó la camioneta y bajamos. Sacó un llavero gigante de su bolsillo y abrió la puerta. Era lunes, por lo tanto la fábrica abría a las siete de la mañana, esos días papá era siempre el primero en llegar, pues era uno de los dueños, y debía encender todas las máquinas.

-Puedes dejar tus cosas en la oficina -dijo mientras se sacaba la chaqueta y la colocaba en una silla.

-Okey

Se marchó.Así que coloqué mis cosas en el escritorio y me senté en la silla. Lo primero que hice fue encender la computadora para chequear mi e-mail.

"Buzón de entrada vacío" decía la página. Así que me puse a dar una vuelta por Facebook. Nada nuevo.

-Vaya día que tendré si así empieza -exclamé.

Apagué la computadora, salí de la oficina, y me dirigí a donde estaba papá. No hacía más que apretar botones en una de las máquinas. Presté atención, intentando comprender para que servía cada botón. Tome curiosidad, así que me devolví a la oficina a buscar los planos e instrucciones de una de las máquinas. Los observé durante unos minutos. Hasta que el timbré sonó. Corrí a la puerta, me asomé por la abertura. Era una chica con pelo largo, atado, unos jeans rotos, una camisa de tirantes rosa -odio el rosa-, lentes, y zarcillos de plástico -sí, soy muy observadora, algún día agradeceré al campamento, o quizás no-. Abrí la puerta.

-Bueno días -dije-, ¿Trabajas aquí?

-Hola, si -respondió con timidez.

Seguramente no sabía quien era yo, y mucho menos, que hacía allí. La dejé pasar. Y regresé a la oficina. Pero antes de cruzar la puerta, sonó el timbre nuevamente, cuando regresaba, ya la empleada anterior había abierto la puerta. Así que noté que no iban a volver a necesitar de mi, ellas podrían abrir la puerta si volvía a sonar.

Estaba cansada, me eché a dormir en un sofá grande que había en la oficina sin pensarlo. Eran ya las seis y cincuenta de la mañana, los empleados empezaban a llegar, ¿Qué diversión iba a tener durante ese tiempo?, dormir sería mucho mejor.

Soñar, esa es mi debilidad, cada vez que duermo debo soñar, siempre reclamo eso, porque podrían ser sueños de princesas, de colores, de arcoiris, pero no, son sueños perturbadores, que a menudo me despiertan en las noches. Hombres intentando atraparme mientras corro por un sendero sin fin.

-Bella, despierta. Bella vamos, debes abrir los ojos.

Escuché una voz, por un momento pensé que era parte del sueño, pero se oía mucho más real.

-Bella, ya son las diez, debes despertar.

Abrí los ojos, y ahí estaba papá, en la oficina, con un... ¿cliente?. Era un señor mayor. Avergonzada, me levanté.

-Hola, Buenos Días -dije apenada.

-Buenos días -respondió el señor luego de una sonrisa- ¿Es tu hija?

-Si -dijo papá, nuevamente orgulloso.

Sonreí.

-Iré a tomar un poco de agua -dije y salí.

Estaba confundida, fui hasta el bebedero, analizando durante todo el camino el sueño que había tenido. ¿Por qué esos hombres me perseguían?, ¿Por qué tenía que soñar esas cosas?, ¿Por qué me sucedía todo esto?. Si, soy muy pensativa, siempre me interrogo a mi misma, a pesar de que la mayoría de las veces no consigo respuestas.

Tomé un vaso, y lo llené de agua. Precipitada me lo tomé de un solo trago

-Ah -estaba sedienta.

Caminé de un lado a otro. ¿Había mencionado que papá fabrica vasos y piezas de plástico?. Pues sí, eso fabrica, y me limité a observar y buscar la perfección de cada pieza. Cada vez que una pieza era inyectada y caía, la inspeccionaba perfectamente. ¿Por qué debo ser tan detallista?. Podría estar en la oficina, revisando mi correo nuevamente, pasaron una tres horas, desde la última vez que lo había revisado, quizás podría tener algún correo. En fin, no podía entrar a la oficina, mi papá seguía con el cliente.

Ring Ring -sonaba mi teléfono-, bueno al menos me había quedado dormida con el teléfono en el bolsillo.

-¿Aló?

El teléfono se oía mudo, así que colgué.

Ring Ring -volvió a sonar- ¿Quién podrá ser?

-¿Aló? -dije nuevamente.

-Hola -escuche una voz grave del otro lado del teléfono.

-¿Quién es?

-¿Quién crees?

-Vamos no estoy de humor para bromas -ya me empezaba a molestar.

-Cuídate -fue lo último que oí.

Cuídate. Cuídate. Cuídate. ¿Qué fue eso?, ¿Quién me llamo?, ¿Sería una broma?. Recordé era justo la última palabra que le había oído pronunciar a Edward. Pero no era su voz. No que yo supiera. Estaba llena de intriga, así que decidí buscar el número en las llamadas perdidas -en el campamento nos habían enseñado a rastrear llamadas-, "Número privado"

-¡Rayos! -si el número es privado no lo puedo rastrear.

Molesta introduje el teléfono en mi bolsillo. Quizás me podrían volver a llamar. Al fin la oficina fue desalojada. Así que entré y me senté enfrente de la computadora, la encendí -papá nunca la usaba, permanecía siempre apagada-, abrí el Internet, busqué la página de correo, introduje mis datos y ¡genial!, habían dos correos. ¿De qué podrán ser?. El primero era de Facebook.

"Edward Cullen te agregó como amigo(a) en Facebook..."

-¡Que velocidad! -dije sorprendida- ¿Cuál será su interés?

Ingresé al link, y lo acepté. Era cuidadosa con respecto a quienes aceptaba y a quienes no como amigos. Edward parecía un buen chico, su padre siempre fue muy respetuoso y agradable, además era lindo -vaya que si.

Segundo e-mail: "Jessica Stanley te confirmó como amigo(a) en Facebook..." Genial, al menos podré pasear por los perfiles de ambos -Jessica es una vecina en Miami-. Entré al perfil de Edward. Una sola foto, era de esperarse. Sólo los adolescentes subimos miles de fotos en nuestro perfil. Edward es tan maduro, tan grande, creo que con una sola foto le basta. Iba a revisarlo mejor, obtener sus datos, pero...

-Bella, vamos a almorzar -dijo papá mientras entraba a la oficina.

-¡Vaya! -estaba sorprendida, pensé que seguían siendo las diez de la mañana-, ¿Qué hora es?

-Son la una y un cuarto -me miró- ¿Tienes hambre?

-Si, mucha

-¿Conduces?

-Claro que si -dije, estaba sorprendida, papá me dejaba conducir.

Debe ser duro para él, yo acababa de llegar el sábado de Estados Unidos. Y no habíamos tenido contacto físico desde hace dos años, solo habíamos hablado por teléfono. Deber estar muy contento por tenerme de vuelta, pero solo estaré aquí hasta los primeros días de octubre, ya que a mediados de esa fecha comienzo las clases, otra vez.

Me lanzó las llaves, suerte que tengo buenos reflejos, la tomé antes de que cayeran al piso.

-Vamos -dijo mientras sonreía.

Tomé mi bolso, y mi chaqueta -me lo había quitado antes de dormir-, y salimos de la oficina, cerró la puerta. Caminamos hasta el carro, íbamos seguidos por otro socio de papá, el cual por suerte no había visto, hasta ahora.

-¡Bella! Tiempo sin verte -gritó, al instante que yo volteaba- ¿Cómo has estado?

-Bien -dije apenada, era el socio de papá, Billy Black, siempre le fui un dolor de cabeza, sin embargo hoy me trataba como si hubiera olvidado las travesuras que yo hacía en la fábrica cuando era pequeña, tengo recuerdos vagos, pero los tengo.

-¡Charlie no me habías dicho nada! -reclamó a papá.

-Quería darte la sorpresa -echó a reír.

-Que mala forma de fingir -murmuré entre dientes.

Subimos al auto, papá iba de copiloto, Billy, decidió sentarse en uno de los asientos traseros.

-¿Ya manejas? -preguntó asustado.

-Si -respondí, luego de sonreír-, tranquilo, todo estará bien -frunció el ceño, veía su rostro a través del retrovisor.

Retrocedí y salí del estacionamiento, conduje hasta el restaurante procurando ir lento, para así mantener la calma de Billy. El restaurante quedaba a unos dos kilómetros, si, estaba cerca del taller de Carlisle. Manejé preguntándome si Edward estaría allí. Era mucho mayor, quizás unos diez u once años mayor que yo. No tenía porque darle tanta importancia, aunque me había dejado perturbada aquella palabra que pronunció mientras me subía a la camioneta, "Cuídate". ¿Qué?, acaso... ¿Yo estaba en peligro?.

Llegamos al restaurante, debo decir que sin la ayuda de papá no hubiese llegado, no recordaba muy bien la ruta, aunque si recordaba que todos los viernes, venía con mamá a almorzar luego del colegio.

Abrí los seguros y bajé del auto, no era un restaurante muy fino, pero de la comida, no me puedo quejar. Se encontraba en un segundo piso de un diminuto Centro Comercial. Así que debíamos subir un par de escalones. Subimos y fuimos directamente a una mesa que se encontraba al fondo, junto q una ventana. Y allí estaban, Edward y su padre, con otro señor más.

-¿Quién es? -pregunté a papá, mientras apuntaba con el dedo a aquel desconocido.

-Es Emmet, el hermano de Carlisle.

Llegamos a la mesa, papá y Emmet estrecharon sus manos.

-¿Cómo estás? -preguntó a papá-. ¿Y ella es...?

-Bien. Es Brenda mi hija.

-Si, son muy parecidos -sonrió-, ¿Y qué haces aquí? -preguntó dirigiéndose a mi.

Supuse que papá se había encargado de contarle todo lo sucedido luego de su divorcio con mamá.

-Sólo estoy de paso. Estaré con mi padre hasta que inicien las clases.

-Siéntate -me ordenó Edward, apuntando a la silla que estaba frente a él.

Me senté, papá se sentó a mi lado y Billy junto a él.

-¿Qué hiciste hoy? -me preguntó.

-Acepté tu amistad en Facebook -sonrió-, ¿Y tú?

-Reparar motores y abolladuras

-Genial

-Genial es hacerlo una vez, luego de las cincuenta te empiezas a aburrir -dijo, luego sonrió.

-¿Ya comiste?

-No, acabamos de llegar, no nos han atendido -justo entonces llegó el mozo.

-¿Qué van a ordenar?

- Ñoquis al pesto -le ordenó Edward.

Papá y los demás ordenaron una Parrilla Familiar.

-¡Carne! - susurré

-¿No te gusta la carne? -creí decirlo lo suficientemente bajo como para que nadie lo escuchara, pero no fue así.

-Es buena, pero no estoy de acuerdo con eso, criar animales para matarlos y comerlos... No me gusta.

-Que dulce eres -dijo-, ¿Y... Qué vas a ordenar?

-Ñoquis al pesto -sonreí, y me devolvió la sonrisa.

Creo que papá no se había percatado de mi existencia, hablaba con Carlisle, parecía algo serio, procuré oír lo que decían, pero susurraban. Carlisle mi miraba con asombro. Papá pidió una ración de pan con ajo para calmar el hambre hasta que llegaran los platos principales. En eso noté que papá había sacado un pedazo de papel.

-Bella, ¿Tienes un bolígrafo que pueda utilizar?

Por supuesto que tenía un bolígrafo. Lo que necesitabas yo lo tenía. Saqué uno de los cinco bolígrafos que tenía en mi bolso.

-Consérvalo -dije mientras le entregaba el bolígrafo.

-Gracias -sonrió.

Comenzó a escribir algo en el papel, su letra era demasiado pequeña como para poder entenderla desde esa distancia. No le di importancia. Saqué mi Reproductor Mp3, me coloqué los audífonos, y lo encendí, ajusté el volumen a uno moderado para estar informada de lo que hablaban, pues Edward se había incorporado a la conversación de papá. Llego el pan, tomé un pedazo y me lo llevé a la boca. Ellos hablaban, pero despreocupada seguí comiendo pan.

Sonó la alarma, el sonido provenía del bolso de Edward, todos voltearon rápidamente, mientras él sacaba un aparato de su bolso, parecía una agenda electrónica, pero... ¿Lo era?, una luz roja parpadeaba.

-¿Qué pasa? -pregunté.

Edward se volteó hacia la ventana, miró sorprendido.

-Problemas -dijo-, debemos irnos.

Mirándome a los ojos, tomó el papel que estaba escribiendo mi padre, guardó el aparato en su bolso y susurró algo a papá.

-Ve con Edward, todo estará bien -dijo mi padre preocupado.

-Pero... ¡No entiendo!, ¡¿Qué es lo que pasa?!

-Haz lo que él te diga.

-Confía en Edward -dijo Carlisle.

-Todo estará bien si sigues los pasos -dijo papá mientras sonreía

Edward me tomó de la mano -estaba totalmente confusa- corriendo me jaló hasta la cocina de aquel pequeño restaurante.

-Todo saldrá bien -me besó la frente.

Pronto, noté que tres hombres vestidos de negro habían subido al restaurante, buscaban desesperadamente. ¿Qué estaban buscando?. Edward corrió rápidamente hacia el fondo de la cocina, aún sin soltarme la mano.

-¡Salta! -dijo apuntando al bajante de basura.

¿Bajante de basura?, si, era un tubo de unos dos metros de diámetro, quizás menos, por el cual eran lanzados todos lo desperdicios de aquel viejo restaurante. Sin emitir palabra alguna, me lancé por aquel tubo, seguida por él. Caímos en un cesto gigante de basura, -detrás de aquel centro comercial-, cuando abrí los ojos Edward ya había salido.

-Vamos, dame la mano, debemos salir de aquí.

Tomé su mano y me jaló con fuerza, sacándome en segundos de aquel basurero.

-¿Qué es lo que pasa? -pregunté asustada- ¿De que huimos?.

-Sólo sígueme, te explicaré en el auto -confusa lo seguí.

Corría pero sin soltarme, no se veía nervioso, pero yo estaba segura de que algo malo estaba pasando.

-Ponte las gafas oscuras y sujétate el cabello.

Saqué las gafas, me las puse, y sujeté mi cabello con uno de los veinte elásticos que tenía en mi muñeca. Dimos la vuelta y llegamos a la puerta principal, salimos al estacionamiento, corrió hacia una Merú azul -¡Vaya Merú!-, brillaba como un diamante. Sacó la llave de su bolsillo, abrió la puerta y entró.

-Sube -me ordenó.

Subí al auto mientras lo encendía. Pronto retrocedió y rápidamente salió del estacionamiento, y tomó la ruta 59, para seguidamente incorporarse a la International.

-¿A dónde vamos? -pregunté confusa

-Lejos de aquí -me miró y pasó su mano por mi mejilla-, todo va estar bien, iremos a "Mar y Brisa".

-¡¿Mar y Brisa?!

Hace dos años estuve allí, era nuestra casa de campo en una hermosa urbanización campestre. Ibamos todos los fines de semana, montábamos a caballo, paseábamos en Kayac, buceábamos, hacíamos un sin fin de actividades, era genial. Pero... ¿Por qué Edward me iba a llevar a aquel lugar?. Aún seguía sin comprender por qué habíamos huido. ¿Por qué yo estaba sentada en su auto?, ¿Qué hacíamos conduciendo por la International rumbo al este?, si, íbamos al este, lejos de la ciudad, lejos de casa, lejos de papá.

-¿Por qué vamos a "Mar y Brisa"?

-Debemos huir, sencillamente allá no te encontrarán.

-¿No me encontrarán?, ¿Quiénes me buscan?.

-De acuerdo, la Policía Secreta te busca, al parecer por mala administración de documentos -rascó su barbilla-, si, esta huida se la debes a ese maldito campamento.

-¿Cómo sabes lo del campamento?

-Se supone que no debería decir nada, pero yo también asistí a ese campamento. Investigué; descubrí que la Policía Secreta sabe algo que nosotros no sabemos sobre aquel lugar. Bella, mi misión es salvarte y eso haré.

-Y... ¿Qué es lo que pasa en ese campamento?

-¿Recuerdas cuando robaste unos dato de un ordenador privado?, fue como una especie de misión. Pensaste que el campamento había usado y eliminado los datos, pero no es así; los encontraron y saben que fuiste tu, por eso te buscan.

-¿Qué me harán si me encuentran?

-Nadie sabe exactamente que le hacen a sus prisioneros, pero lejos de aquí será difícil que te encuentren -sonrió.

-¿Por qué haces todo esto? -le pregunté, mientras lo miraba conducir.

-¿A qué te refieres?

Bajó la velocidad y se detuvo en una gasolinera -ya habíamos recorrido unos quince minutos desde el restaurante.

-Ve a comprar lo que quieras -me dijo mientras me entregaba unos billetes.

-Quiero respuestas.

-Las tendrás -me sonrió y bajó del auto.

Salí y me dirigí a la tienda, tenía hambre, habíamos salido del restaurante antes de que llegara la comida. Entré, había tan solo unas diez personas.

-Buenas tardes, ¿Le puedo ayudar en algo? -me preguntó un vendedor, muy amable.

-No se preocupe -sonreí.

Tomé dos latas de bebida energética y cuatro galletas de coco. Fui a la caja y las pagué, salí, Edward ya había llenado el tanque de gasolina y estaba estacionando justo en frente de la tienda, con el vidrió abajo. Abrió la puerta desde adentro y subí. Saqué una de las latas y la abrí.

-¿Te gusta? -pregunté mientras se la entregaba.

-Si -dijo sonriendo-, gracias.

Rápidamente prendió el auto y aceleró a toda macha.

-Qué pasará con papá?

-Él está bien -respondió-, él sabe todo, incluso fue quien me advirtió de los hombres que estaban hoy en la panadería.

Todo calzaba, si, Edward respondió todas esa preguntas que pasaron hoy por mi mente, incluso, él sabía que la Policía Secreta estaba enterada de que había llegado de Miami el sábado.

-¿Cómo sabían? -pregunté, refiriéndome a mi regreso.

-Tienen contactos.

-¿Y tu?, ¿Con quién tienes contactos? -me miró y sonrió.

Su sonrisa me dio a entender que no iba a responderme esa pregunta, en tanto, seguía conduciendo en nuestro silencio.

-Tengo miedo de lo que pueda pasar -dije mirándolo directamente a sus hermosos ojos.

-Estando lejos no pasará nada, la Policía Secreta no sabe de la existencia de "Mar y Brisa".

-Gracias.

Me miró y sonrió, sus ojos se llenaron de dulzura al oír aquel agradecimiento, pero siguió conduciendo, faltaban al menos 30 minutos para llegar.

-¿Cuánto tiempo estaremos allá?

-Te lo diré mas adelante.

-¿Y cómo vamos a hacer?, es decir, ¿Cómo vamos a vivir allá?, no hay comida, supongo que papá solo va los fines de semana, y como antes, compraba la comida exacta, sólo deben haber infusiones, sal y azúcar.

-Tendremos que vivir tomando infusiones dulces y saladas -soltó una carcajada-, pararemos en el pueblo.

-¿Por qué no paramos ahora? -justo pasábamos por una pequeña ciudad, habían Centros Comerciales, Ferreterías, Farmacias y un... ¡Supermercado!

-Cuanto más lejos paremos, será más seguro, en el pueblo hay abastos y licorerías -rió entre dientes-, es broma.

-Que tonto -sonreí.

De repente sonó su teléfono celular, me perturbó ese sonido, invadió mi mente, y surgieron nuevas preguntas. Edward detuvo el auto a un lado de la autopista, se bajó.

-Quédate aquí -dijo, mientras tomaba su teléfono que sonaba aún.

Lo colocó debajo de una de las ruedas delantera de la camioneta, se montó en el auto, avanzó, y se escucho el sonido del teléfono haciéndose pedazos, se incorporó y siguió manejando.

-¿Qué pasó?

-Era un teléfono común, podía ser rastreado, ahora desapareció de sus radares.

-¿Sus radares?, ¿Nos están siguiendo?

-Probablemente, pero ahora sin el teléfono no pasará nada.

-Que lindo -susurré.

-¿Qué?

-Nada -respondí avergonzada.

El silencio se apoderó del ambiente, recorrimos unos cuantos y kilómetros y llegamos a "Mar y Brisa". Mostré mi carnet al vigilante en la entrada, nos saludó, subió la barrera y Edward condujo por la urbanización bajo mi guía hasta llegar a nuestra parcela.

Continuará...

4,593 palabras sobre él, sobre lo que me inspira. Él me atrae, me enloquece, me hipnotiza, él es lo que yo necesito a cada hora, a cada minuto, mientras veo disney channel, paseo por facebook, leo The Host y escucho música de Demi Lovato. Catch Me, esa canción me hipnotiza tanto como él, bueno, no tanto, pero si mucho, habla de él, de mi... Amo a Demi Lovato.

Agradecimientos:

*carolinaascenzi: eres otra de esas personas que me inspira y que amo, gracias por todo.

*Aquellos que dejen reviews y opinen, les guste o no, su opinión y sugerencia es importante.

VersiónReal: .com/~2kate2 próximamente...