Disclaimer: Todo lo que reconozcan pertenece a la BBC, yo solo estoy aquí, deseando que Merlín tuviera un final feliz xD y que hubieran dado a conocer más cosas sobre Mordred.

¡Hola! Muchas gracias por haber elegido leer esta historia. Unas cuantas aclaraciones.

Esta historia es Merdred [Merlin/Mordred], es mayormente amistad y pelusa. No sé si tendrá un final como tal, ni si se llegue a revelar la magia. Lancelot está vivo, ya que otra persona se sacrificó aquella vez (ni idea de quién lol), y hay muerte de personaje, que se mencionará a lo largo de la historia y elimina las potenciales amenazas al reino, anulando así toda la trama de la S5 (que es maldad pura).

¡Espero la disfruten!


"Love can make you do things that you never thought possible."

Phil Collins.


Una petición extraña

"Lo que hagas tu hoy, lo haré también
dime cómo es y aprenderé.
Es razonable, mas no para mí."

«Emrys, ¿podrías salir al pasillo?».

Parado en el desierto corredor junto a las escaleras que llevaban a las cámaras del Físico de la Corte, Mordred se balanceo en sus pies, esperando. El castillo no era tan grande como lo eran los campos abiertos, ni tan pequeño como las cuevas en la estropeada fortaleza de Morgana en Ismere, pero había algo en sus paredes de piedra blanca que lo hacían sentir pequeño.

Quizá fuera el hecho de que la última vez que estuvo allí, él había tenido doce años.

Apenas anochecía pero ya era tarde para todos quienes se preparaban para las actividades nocturnas; cenar con sus familias, descansar, dormir. O como él, hacer una petición muy extraña. Incluso Emrys ya estaba en sus cámaras, libre de sus deberes con el rey.

No recibió respuesta, porque al parecer al hechicero no le gustaba para nada hablar en silencio. En cambio, escuchó las bisagras de la puerta crujir y el golpecito suave al cerrar. Después los pies ágiles de Merlín deslizándose por las escaleras. Lo primero que vio fue su cabello negro, luego los ojos chispeantes. Merlín levantó una única ceja en interrogación, quizá demasiado sorprendido de verle allí, apoyado contra la pared junto a la antorcha.

—¿Qué sucede? —Fue lo que dijo.

A Mordred no se le escapó la nota irritable de su voz, que siempre parecía amable para todos los demás pero no para él.

—Siento molestarte en tu tiempo libre —Respondió, intentando sonar menos cobarde de lo que se sentía—. Sé que no te agrado mucho.

La mirada que Emrys le dio, le dijo que no tenía ni idea de lo mucho que no le agradaba. Está bien, se lo tenía merecido, lo había abandonado a su suerte en esas cavernas apenas la semana pasada.

—Sí, bueno. ¿Entonces?

Aunque lo hizo porque Emrys había sido un idiota primero, después de que le salvó el pellejo.

—Quisiera ofrecer una tregua a la hostilidad —Dejó ir, como si diera el clima. Debía controlarse y dejar de ser tan presuntuoso. Actuar como un niño con Emrys no le llevaría a ningún lado—. Después de mi nombramiento, me han quedado claro dos cosas.

Levantó sus dedos solo para enfatizar, a Merlín le pareció hilarante.

—¿Y qué son estas dos cosas?

—La primera es que no confías en mí —Mordred se tragó el amargo sabor de la verdad al fin dicha en voz alta, Merlín no negó ni afirmó nada—. Y no voy a pedirte que lo hagas.

—Bien.

Reprimió la mueca desdeñosa, Emrys al menos debería intentar fingir que no era así, ¿no? Mordred lo habría hecho. No le agradaba mucho Sir Gwaine y aún así lo dejaba palmear su espalda.

—La segunda es que sabes mucho sobre los caballeros.

El hechicero parpadeó confundido; le miró como intentando ver qué clase de dobles intenciones había en esas palabras. Él tenía una sola intención.

—Me ayudaste con mi armadura, así que sabes cómo manejarla. Supongo que lo has hecho por años para el rey. Has visto los entrenamientos, los viajes de caza, los modales de la corte, las tradiciones de Camelot —Para este punto, los avispados ojos azules se habían vuelto finas rendijas, custodiados por las largas y negras pestañas. Mordred se abstuvo de sonreír, porque esto era serio—. Sabes todo lo que se supone que un caballero debería saber.

—¿Estás intentando burlarte de mí?

Mordred sacudió la cabeza.

—No, Emrys, no lo hago.

La cabeza del brujo se disparó hacia los costados, tan rápido como era posible.

—¡No me llames así!

—Es tu nombre

Bien, no era tan maduro como para no molestarle con ello. Mordred tenía sólo diecinueve años después de todo.

—No, estoy seguro de que todo el mundo sabe que mi nombre es Merlín.

—No todo el mundo.

El hechicero hizo un ruido parecido a un gruñido.

—Al menos todo Camelot lo sabe. Así que, a menos que sea en esa molesta forma que tienes de hablar en mi cabeza, no me llames así. Nunca.

Mordred le miró fijamente, intentando por todos sus medios no reír de la mortal amenaza que estaba recibiendo. Emrys bien podría matarlo, tenía el poder suficiente para eso.

—Bien.

—Bien —Repitió Merlín—. No entiendo lo que estás tratando de decirme.

El chico druida sabía que el primer instinto de Merlín sería decir que no, sin embargo, intentarlo no iba a hacer daño. Sus interacciones eran ya de por sí incómodas.

—Ayúdame a comportarme como un caballero —Dijo, midiendo las reacciones en los ojos del hechicero—. Por favor.

Merlín ladeó la cabeza, arrugando las cejas.

—¿Ayudarte a…? Espera, ¿que?

—Aprender cómo ser un caballero —Repitió—. Verás, no soy muy bueno en las cosas de la corte. Tengo problemas para para distinguir los cubiertos, también un poco para no tropezar con la capa. Es muy difícil andar con esa cosa tras de ti.

Mordred compuso una mueca, arrugando su nariz. Merlin pareció no creerle e hizo un gesto que se vio curioso en sus facciones afiladas. El chico pensó que era agradable ver algo más que desprecio en su rostro.

—Pero creí que ya te habías adaptado a la vida en Camelot.

—Em-Merlín —Musitó Mordred con lentitud—. Apenas han pasado ocho días desde que llegué aquí, Arthur me nombró caballero hace cinco días. No he tenido tiempo de aprender nada sobre vivir en un castillo, llevo toda mi vida moviéndome de lugar en lugar por el bosque. Primero viví con los druidas, quienes no tienen necesidad de ser elegantes, pues llevan una vida simple y humilde; después viví con bandidos, quienes definitivamente no quieren —ni necesitan, para el caso—, aprender modales. Tú mismo los viste de camino a Ismere.

Merlín no dijo nada, simplemente le miró como decidiendo qué debía responder a aquellas revelaciones. Mordred imaginó que pensaba que estaba bien educado, pero su forma de hablar y de ser no tenían nada que ver con la educación, al menos no del todo. Sí, sabía leer y escribir gracias a su padre, Cerdan, que se había preocupado lo suficiente como para pagar unas cuantas monedas a algún aldeano mientras pensaba que su hijo podría tener un futuro distinto y mejor.

Su forma de hablar la había tomado de los adultos que alguna vez le rodearon, como Aglain e Iseldir, quiénes fueron sus maestros durante un breve tiempo, y que tenían una manera tan calma de ser, tan estoica, que había sido un buen hábito para copiar. Claro que también estaba el hecho de que él era persuasivo, quizá un poco tétrico, y eso le había hecho inspirar respeto entre los traficantes de esclavos. Mordred tenía un don innato para parecer más fuerte de lo que se sentía, más un extra de arrogancia necesaria.

—No lo sé —Dijo Merlín.

Mordred sabía que tenía que ofrecer algo a cambio si quería que Merlín le ayudará.

—Puedo pagarte —Ofreció en un tono ligero, que sonó quizá hasta amigable.

—¿Por qué no pides ayuda a otro caballero?

—La verdad es que me da un poco de vergüenza pedirles ayuda. Soy el más joven de todos en la mesa redonda. Siento que algunos se negarán porque piensan que no pertenezco aquí —Su sinceridad era nueva, incluso para él. Acostumbrado a ocultar lo que sentía en todo momento, se vio un poco expuesto. Pero Emrys esperaba sinceridad, suponía—. Sé que soy un extraño en Camelot, una especie de intruso y aunque estoy muy agradecido con el rey por darme la oportunidad de tener un lugar al que pertenecer, también es cierto que tengo un poco de miedo a decepcionarlo —Mordred levantó la mirada con confianza—. Quiero ser un buen caballero e impresionarlo, demostrarle que aprecio lo que ha hecho por mí.

Merlín sacudió la cabeza como si no creyera lo que estaba escuchando, el joven sintió que sus mejillas se calentaban. Realmente no había querido revelar todo eso a Emrys. pero se encontró en un punto de no retorno.

—Sé que tú también lo piensas —Dijo en un tono extraño, casi triste—. Que soy extraño, que no pertenezco aquí. No tienes que darme una respuesta de inmediato, puedes pensarlo y esperaré. Dame tu precio si lo deseas; puedo compartir mi conocimiento limitado contigo también.

Mordred hizo una reverencia pequeña pero respetuosa y murmuró un «Buenas noches, Merlín», luego se alejó por el pasillo. Se sentía abochornado por haber dicho cosas muy privadas; lo más seguro era que Emrys le consideraría débil e incluso inmaduro, él era, después de todo, un hombre adulto —aunque no lucía tan viejo como Arthur y los demás caballeros—.

Si no lograba convencer al brujo, tendría que buscar a alguien más a quién acudir. Gimió penosamente. Esperaba que no fuera así, ya que no había nadie más en el castillo que pudiera entenderle como Merlín podría hacerlo.

Depositando sus esperanzas en aquella petición, se dirigió al ala de los caballeros. El entrenamiento era tan duro que le dolían todos los músculos del cuerpo, incluso los que no sabía que podían doler. Necesitaba dormir.