Saint Seiya: The Lost Canvas
- El pecado de Athenea –

Este es un fic que creo basado mayormente en los acontecimientos de la guerra relatada por Shiori Teshirogi, del siglo XVIII. Esta guerra santa ocurre decenas de siglos después que los dioses juzgaran a la humanidad luego que la última encarnación de Athena, Saori Kido, desafiara a los dioses y se enfrentara a ellos para salvarle la vida a un humano. El pecado de destruir el cuerpo de Hades y con ello desequilibrar el poder de la muerte, otorgándoles así la eternidad a los humanos; fue pagado con sangre eliminando de un solo soplido a toda la raza humana. Las lágrimas de Athena frente a Zeus no fueron capaces de detener la masacre de todos sus santos y de toda la humanidad sobre la tierra.

Sin embargo, siglos después, las lágrimas de Athena surgieron efecto en el dios, el cual volvió a darles vida a algunos humanos, para que la humanidad se restableciera y le entrego a Athena de nuevo el trono, haciéndole prometer que no levantaría sus manos frente a ningún dios por causa de los humanos. Como castigo y precio a este regalo, Zeus elimino del cielo la constelación de Pegaso, y con ello el único santo de Athena capaz de herir a los dioses. La última encarnación de Athena y por lo tanto, la última generación de Santos fue borrada de la historia de la humanidad, como parte del precio por una nueva vida. Hades, en una alma sin forma, fue designado de nuevo para gobernar el inframundo, sin permiso de levantarse frente a Athena, al menos que haya pecado sobre ella. De esa manera, la humanidad volvió a resurgir, el humano regreso a la faz de la tierra para enseñorearse de ella bajo la tutela de la diosa de la sabiduría y la guerra. Así pasaron los siglos.

Cuando Zeus permitió que el hijo del hombre renaciese en las praderas, designó un único continente para ser habitado, de forma que los humanos no tuvieran la necesidad de enseñorearse de las profundidades de las aguas, ni de los extensos cielos. Ese continente fue llamado Gea, en honor a su ascendiente madre que descansaba en las profundidades del universo. En el centro de Gea, se levanto el santuario de la diosa Athenea, erguido entre grandes y majestuosas cordilleras que servían de murallas. Allí, cada dos siglos Athenea reencarnaba para gobernar a los humanos.

En el siglo 9, Athenea reencarno apareciendo debajo de su estatua como es costumbre. El patriarca, quien era uno de los antiguos santos de la generación anterior, ya se había encargado de buscar y entrenar a los próximos santos que ejercerían la justicia junto con la diosa. Tal como lo era anteriormente, la diosa era protegida por los doce santos dorados, embestidos con una protección tan brillante como el sol, custodiando con justicia y solemnidad cada una de las casas que llevaban al templo de Athenea. Los demás santos, acumulando 75 constelaciones y embestidos con protecciones de platas, tan brillante como el color de la luna o de bronce, tan hermosas como el brillo plateado de las estrellas; vivían en el santuario resguardando sus alrededores. Todos, jóvenes entrenados desde su niñez para cumplir con su misión frente a los dioses. Aguerrimos, fuertes y sabios, humanos escogidos por las mismas constelaciones. Todos estos brillaban, con excepción de la constelación apagada de Pegaso en el firmamento.

Sin embargo, en esa generación, algo ocurrió que cambió la historia de la humanidad y provocó una nueva guerra Santa.