Eternidad

"[El amor…]

Todo lo sufre,

todo lo cree,

todo lo espera,

todo lo soporta."

1 Corintios 13:7


Tenía ganas de darle un puñetazo, pero el hecho de tenerla a ella de frente lo frenaba de descargar su frustración con el pelinegro. Habían ido a visitarlo al zoológico en una de esas ocasiones que se escapaban del colegio.

-¿Qué hacen por aquí? –preguntó con cierto recelo.

-Salimos a dar un paseo. Estábamos aburridos. Pasamos por aquí cerca y le dije a Terry que viniéramos a verte.

La mirada del pelinegro se perdía entre los risos dorados de Candy.

"En qué cosas estará pensando Terry…", pensaba y se llenaba de rabia al observarlo con disimulo.

-Y, tú, ¿cómo has estado? –trató de sacarlo de su hilo de pensamiento.

-Ah… -contestó como saliendo de un letargo- estoy bien.

La mirada de Terry volvió a perderse.

Candy puso al tanto a Albert de todas las novedades del colegio. Éste no podía dejar de pensar en lo afortunado que era de tenerla una vez más frente a él. Cada minuto junto a ella parecía una eternidad. Pero el atontamiento de Terry lo irritaba de tal modo que surgían unas enormes ganas de gritarle y pegarle. Sin embargo, no era ni el momento, ni el lugar para ello. Era apremiante sacarlo de ese marasmo en donde Candy era el motivo del mismo.

-Así que te interesa tomar una carrera actoral –le comentó Albert a Terry.

El interlocutor contestó con desgano, lo que motivó a Candy a contarle a Albert todos los detalles al respecto. Entonces, fue cuando el rubio vio ese brillo en los ojos que le hicieron saber cuán interesada estaba ella por el pelinegro. Y fue ahí que se respiró hondo y decidió soportar la ineludible verdad.

"A ella le interesa este mocoso…", pensó, mientras se resignó a creer que algún día los ojos de ella brillarían por él. Porque por el amor que sentía por ella, valía la pena esperar una eternidad.