Observadora en lo profundo

Te veo. Pero no me ves. Invisible para los ojos humanos, me deslizo a través del agua, mis formas cambiando por su propia voluntad. Estoy aquí, estoy allí, como una sombra roja en la vastedad de tu reino.

Te veo, jugando con tu pelota y tu perro en la playa. Tu inocente sonrisa calienta mi corazón. El sol brilla en tu cabello Porque vienes solo cuando hace buen tiempo. Cada vez que una tormenta golpea la costa, no puedo esperar a que termine y vuelves a la playa. Y cuando traigas a otro niño para que juegue contigo, o con varios, desearía poder mudar mis pieles y unirme a ti en tu alegría. Es un anhelo que casi me desgarra. Pero también sé que aún no es mi hora.

Tu toque se guardó y me cambió. ¿Sabes que? Es verdad. Puedo recordar ese día tan claramente como si hubiera sido ayer. El día en que me encontraste y me salvaste poniéndome de nuevo en el agua. Y me cambió para siempre

Por eso, mi corazón y lealtad siempre te pertenecerán. Tanto para el niño como para el viejo alma que está dentro. Porque no fue solo el Señor Poseidón quien salvó a un pez humilde como yo, pero el niño también. Y por ese acto de amor puro, estaré siempre a tu lado, sacrificando mi vida si es necesario. Siempre serás mi maestro, no importa lo que pueda venir. Ya sea que seas Julian o Poseidón; mi lealtad yace en ambos lados, humano y divino.

Podría escuchar tu risa todo el día. Es claro e inocente, pero también tiene un débil sonido de olas. Siempre me recuerda quién eres. Es extraño, ¿sabes? Eres como dos personas, pero al mismo tiempo una. Eres el chico Julian Solo, pero también Poseidón, pero todavía una persona. Al verte jugar, puedo imaginar cómo el Señor Poseidón pudo haber sido como tú, si hubiera tenido una infancia normal. Eres tan aficionado a los océanos y sus habitantes como el Señor Poseidón. Realmente, parece que no hay diferencia entre ustedes dos.

Por eso, soy tu guardián silencioso, mirándote desde lo más profundo de tu reino. Y no estoy solo. Hermanos, ballenas y tiburones, hermanas delfines y gaviotas, y muchos otros están a mi lado, cuidándote. Ninguno de nosotros dejará que te haga daño. Pero devolveremos la calidez de tus manos y tu corazón cien veces más. Porque me salvaste la vida en ese entonces. Apenas hay una muerte más aterradora o agonizante para un habitante del océano que la deshidratación en la tierra. Tu acción simple me ahorró esa agonía. Y nuestra eterna gratitud siempre será tuya.

Crece, pequeño Señor. Crece rápido. Conviértase en uno con nuestro maestro Poseidón, para que podamos darle la bienvenida como nuestro gobernante. Te esperamos ansiosamente

Y hasta entonces, cuidaré de ti. Tal jura la sirena.