[K] y sus personajes no me pertenecen.

Haber finalmente leído el manga y escuchar instrumentales me llevó a esto.


of lonely nights


Tatara sigue vivo. Lo mataron, pero su presencia sigue intacta.

(Mikoto lo nota en el reflejo de los lentes de Izumo, cuando lo miran al bajar las escaleras del bar; en el casi inaudible «cuídate» que se escapa sin permiso de los labios del rubio cuando decide ir a dar una vuelta a las tres de la madrugada. Lo nota en los ojos inyectados de sangre cuando, en un momento de distracción, el pelirrojo le quita los anteojos de la cara.)

Está bien, piensa. Ocho años hacen que te acostumbres a ciertas cosas, hacen que asumas que siempre van a ser de esa manera.

Esa misma noche, Izumo toma su mentón entre dos de sus finos dedos y une sus labios en el beso más trágico de sus vidas.

(Izumo siente, con pesar, que sabe a desesperación, a negación, al revoltijo de sentimientos que llenan ese lugar que quedó vacío dentro suyo luego de que Tatara se fuera. Ese vacío que se retuerce de dolor al ver el ceño fruncido de Mikoto, ahora más pronunciado que en los ochos años previos, o cuando el leve destello en su oreja izquierda le lleva a observar el aro que antes residía en Tatara. Es un dolor sordo, uno que Izumo, con el paso del tiempo, llega a esconder con una de sus lánguidas sonrisas.)

Su amigo de tantos años le mira con los ojos a media asta, e Izumo sabe que no puede ocultarle nada.

(Mikoto intenta no suspirar cuando Izumo esboza una sonrisa que rebosa de agonía, intenta no cerrar los ojos cuando a Izumo se le cae un vaso de las manos temblorosas a las cuatro de la mañana, luego de largas horas repletas de alcohol, silencio y miradas furtivas. Hace lo posible por retener las palabras que amenazan con salir a borbotones de su boca cuando Izumo sale por la puerta trasera y busca en sus bolsillos hasta sacar un paquete de cigarrillos y fumárselo entero, uno tras otro, sin parar.)

Tatara posaría una mano en su brazo y, con una de esas sonrisas que se le veían hasta en los ojos, le diría:

—Déjalo ser, Rey. Sólo necesita un poco de tiempo.

(Mikoto piensa que no importa cuánto tiempo tengan, nunca será suficiente.)