Disclaimer: Jasper y Alice pertenecen a Meyer, yo sólo escribo sobre ellos.

Momentos

Pocas cosas pueden sorprender a Alice.

La manada de lobos es una de esas cosas. Bella y su feto, esa cosa que lleva adentro, es otra. Ambas la sorprenden de mal forma. Se molesta y puede ser una persona realmente insensible.

Pero hay cosas que sí que la sorprenden de buena forma. Una de ellas es la forma en que Jasper le pidió matrimonio. Se encontraban en Ohio.

Alice está cansada de buscar a los Cullen y Jasper le propone quedarse una o dos semanas en la ciudad. Alice acepta y alquilan una habitación en una posada. Por la noche van a un bar. Jasper duda en entrar, tal vez no es el mejor lugar para Alice. Pero Alice entra y Jasper la sigue.

El lugar está destartalado y desvencijado. La camarera, una señora gorda y con cara de amargada, les pregunta qué tomarían. Jasper pidió una cerveza. Recorrían el lugar con sus ojos dorados, los de Jasper un poco más oscuros y turbios que los de Alice, y se percatan de que en una tarima había diversos instrumentos. "Hoy: Noche de Canto", leyó Jasper. Los acordes de una desconocida canción llenan el local. Jasper no les presta atención, ocupado como estaba mirando a Alice. Cuando termina la canción se levanta rápidamente y se subió a la tarima. Toma una guitarra y la afina rápidamente. Alice jadea por la sorpresa.

- Su atención, por favor. Su atención. Esta canción se la quiero dedicar a una mujer especial, la dueña de mi corazón, la mujer que me ha hecho volver a sonreír. Alice, mi amor, esta canción va dedicada solamente a ti.

Alguna vez perdí el rumbo de mi vida.

Alguna vez dejé de creer en mis sueños.

Alguna vez sentí que nada valía la pena.

Alguna vez…

Jasper había estado perdido, solo, desolado en el gran mundo. Jasper había perdido el rumbo, los sueños, las ganas de vivir. Jasper había perdido todo. No le quedaba nada.

Creí que siempre estaría solo.

Creí que nunca a nadie le importaría.

Creí que todos mis esfuerzos serían en vano.

Creí que nunca podría volver a nadar.

Él había llegado a un punto de no retorno. Él había caído en un hoyo y no sabía si podía volver a levantarse. Tal ni siquiera quería avanzar. Jasper se estaba dejando morir.

Una vez escuché una voz:

Eres un monstruo.

No sirves.

No mereces ser feliz.

Y yo… yo les creí.

Él creyó las palabras de María. Creía que no había más en esta vida que cazar y pelear. Creía que no había más allá de la sonrisa sádica de María, de sus planes egoístas, de sus hilos. Él creía que era su socio, su pareja, algo importante para ella, pero sólo fue su títere. Tarde o temprano… tarde o temprano tienes que despertar.

Pero entonces llegaste tú.

Llegaste como un vendaval.

Llegaste como una luz que inundaba todo.

Llegaste para llenar todos los espacios de mi vida.

Me diste paz. Me diste felicidad. Me diste todo lo que había perdido.

Me diste el mayor regalo: Tú.

Alice suspira. Jasper la atrapa en su mirada. En el bar sólo existen ellos dos. En el bar sólo existen sus recuerdos. La primera vez que se vieron en esa cafetería de Filadelfia, la primera vez que corrieron juntos con la lluvia empapando sus ropas, la primera vez que se vieron a la luz del sol, la primera vez que se rieron, la primera vez que se besaron. La primera vez…

No creía que había un paraíso.

No creía que habría forma de salir del infierno en el que estaba.

Llegaste tú para inundar todo.

Llegaste tú y cambiaste todo.

Llegaste tú y me diste un nuevo lugar en el mundo.

Alice cierra los ojos. Siente la música en su piel. Siente la música recorriendo su cuerpo de mármol. Siente las emociones invadiéndolas.

Y agradezco a la vida por traerte.

Y agradezco cada momento que vivimos juntos.

Y agradezco que me permitas estar contigo.

Y agradezco que me sonrías cada día.

Momentos dulces recorren la mente de Alice. Momentos que atesora en sus recuerdos. La primera vez que viajaron juntos, la primera vez que nadaron, la primera vez que contemplaron el atardecer, la primera vez que ella apoyó su cabeza en su pecho y él acarició sus cabellos. La primera vez…

Y ahora eres la única que puedes decirme.

¿Estaremos juntos siempre?

¿Puedo prometerte amarte para siempre?

¿Puedes concederme el honor de ser mi esposa?

¿Puedo soñar con un futuro junto a ti?

Alice volvía a jadear por la sorpresa. Su esposa. La esposa de Jasper Whitlock. Ella como Alice Whitlock.

¿Podemos estar para siempre juntos, mi Alice?

Alice asentía, incapaz de decir nada. Jasper bajaba de la tarima y se acercaba a ella.

- ¿Y entonces?

- Sí. Sí…

Mientras tanto sus labios se encontraban, sus lenguas se reconocías, sus ojos se cerraban y se abrían los ojos del alma. Alguien jadeaba. Jasper no estaba controlando su poder: sus sentimientos recorrían todo el bar y afectaban a los demás.

- Te amo.

- Yo también te amo, Alice.

Mientras salían del bar se decían que empezaban una nueva etapa juntos.

- Es nuestro aniversario, Jasper. Debes besar a tu esposa.

- Pero Alice…

- Nada de peros - Alice hacía un puchero - Es nuestro aniversario.

- Está bien.

Después de todo nadie le ganaba a Alice. Y él siempre la complacía. Se besaban felices, contentos de estar unidos un año más. Contentos de seguir juntos.

- Te amo, Jasper.

- Yo te amo más, Alice.

Alice sonreía. Para ellos siempre era como la primera vez.


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