¡Buenas! Les traigo un nuevo fic. Se me pasó por la cabeza esta idea, y obviamente necesité plasmarla. Es otro Elsanna, por supuesto :)

Quiero advertir que no va a ser solo una historia de romance. Va a tener bastantes momentos oscuros y quizás sangrientos. Así que, ¡Ya están advertidos! Es un fic de DarkElsa, después de todo.

Solo me queda decir que: Los personajes de Frozen no me pertenecen. Si fuera así, Elsanna ya sería canon.

Ahora sí, ¡Ojalá lo disfruten! ¡Les deseo una muy buena lectura!


La oscuridad del alma

Aceptación

-¡Monstruo!- Fue lo último que oyó.

Aquella definición penetró su pecho con la suficiente fuerza como para incitarla a escapar de su castillo. Desesperada y dolida, corrió. Corrió lo más rápido que sus pesadas piernas se lo permitieron, dejando lágrimas en el camino.

Si, lo soy... o al menos eso creía, hasta que descubrí que podía ser mucho peor.

-¡Elsa!- Se detuvo en seco al escuchar el desgarrante llamado de su hermana.

Se giró, entrecerrando los ojos con pesar. Anna corría detrás de su persona, exasperada. Tanto, que tropezó y cayó bruscamente al suelo.

Al instante estiró el brazo hacia ella, pero poco tardó en regresarlo a su lugar.

-No... esto no es correcto. Por favor, no me persigas- pensó, aferrando con rudeza la ropa en su pecho -Mis emociones... ya no puedo controlarlas.

Impotente, se dio media vuelta y retomó su huida, atravesando el fiordo, el cual congelaba con cada paso.

La pelirroja la contempló, anonadada. No podía levantarse, algo dentro suyo se había roto, quitándole la fuerza. Hans, detrás de ella, la miró con cierta pena.

-/-

Entreabrió los ojos, nostálgica. Los recuerdos de aquella fatídica noche en la que su coronación se convirtió, inundaron su alma, carcomiéndola.

Ascendió la vista y la perdió en el cristalino techo de aquel castillo de hielo que había construido para aislarse de la realidad.

Soltando un pesado suspiro, llevó la mano a su frente y cubrió sus ojos. Pensó que se liberaría al escapar, pero las imágenes de su pueblo, observándola aterrorizados, quedaron grabadas en su mente, imposibilitándole a esta descansar.

Sin embargo, ese no era el mayor problema. Para su sorpresa, resultó ser el tedioso recuerdo de su hermana, aferrada al brazo de ese hombre desconocido y pidiéndole su bendición, lo que terminó por desarmarla.

-Esa estúpida... ¿Cómo va a comprometerse con alguien que conoció ese mismo día? No tiene remedio- frotó su sien, tratando de calmarse. Acción que no parecía funcionar.

No entendía lo que pasaba por su propia cabeza, esta era un caos.

O eso quería creer. Muy dentro de ella, había un sentimiento que le daba la clara respuesta que buscaba. Una emoción que conoció esa misma noche; los celos.

-Realmente... eres una estúpida.

Una estúpida que amas con desesperación, ¿O me equivoco?

Pegó un salto en el lugar, al escuchar una voz exactamente igual a la suya. Perpleja, ladeó el rostro de izquierda a derecha, buscando a la dueña de aquella tenebrosa tonada.

-¡¿Quién eres?!- gritó, conjurando sin querer, hielo en forma de filosas puntas que emanaron de las paredes.

El miedo la paralizaba. Le hacía perder la sensatez, si es que algo quedaba de ella.

Oh...pobrecita Elsa. Tan asustada de sí misma...

-¡Muéstrate de una vez!- ordenó, frunciendo el ceño.

¿Quieres verme? Eso es muy simple, cariño. Solo acércate al espejo.

Dudosa, dirigió la mirada hacia un gran espejo de hielo que había creado, y adornaba lo que podía decirse que era un intento de sala de estar.

Caminó hacia este, y lo detalló. Allí no había nada más que su lamentable reflejo.

Chocó los dientes, impaciente -¡Deja de esconderte!

Pero si estoy aquí. ¿Acaso no me ves? ¿No puedes reconocer...a tu verdadero ser?

Agudizó la vista en el espejo. Los segundos pasaban, nada aparecía. Totalmente fastidiada, emitió un bufido y alejó sus pasos. Pero un extraño humo oscuro formándose en el espejo, detuvo su caminar.

Regresó la visión a él, y lo que encontró la dejó suspendida en el lugar. Aquel humo comenzó a disipar su imagen, solo para dar nacimiento a otra Elsa. Una muy diferente a ella.

-¿Qué...?

Esa mujer era igual que ella físicamente, pero su semblante se mostraba más seguro, por no decir malvado. Llevaba un vestido negro escotado, y sus ojos delineados del mismo color.

Sus labios tiritaron, desorbitados. En respuesta, esta le sonrió con altanería.

Por fin nos encontramos, Reina.

Pestañó varias veces, como si esa acción pudiese hacerle entender lo increíble que le resultaba aquella secuencia.

-¿Q-Quién eres?

¿Q-Q-Quién soy?- se burló -Soy Elsa, por supuesto.

-No puede ser. No puedes ser...yo...

Aquel oscuro reflejo, acomodó su cabello hacia atrás, arrogante -Oh sí, claro que lo soy. Incluso me atrevería a decir que soy tu verdadera esencia... aquella que has encarcelado por tanto tiempo.

Le mantuvo la mirada, asustada. No podía describir el terror que la recorría observarla.

Juntando valor, apretó los puños con fuerza. Las escarchas de hielo no tardaron en aparecer en ellos -No sé de que estás hablando, esto no tiene sentido.

-Tiene más sentido de lo que crees, mi Reina.

Bajó la visión, aturdida -¿Por qué... estás aquí? ¿Qué eres?

-Ya te lo dije, soy tú. La persona que encerraste por tanto tiempo en tu corazón.

La furia se estaba apoderando de su ser, sin saber bien el porqué.

-¡Si realmente eres yo, debes saber que lo hice por una buena razón!

-Ninguna razón puede justificar lo que me hiciste- sonrió de soslayo, con una tenue maldad -Lo que te hiciste.

-¡Sí! ¡Si hay una! ¡Y esa es...!

-¡Anna!

Dijeron al mismo tiempo. Sus pies retrocedieron unos pasos por puro instinto. Aquella extraña persona que decía ser ella, le generaba pesadas sensaciones en su interior.

-Si lo sabes, entonces no me cuestiones, ¡Ya herí a Anna en el pasado, no puedo volver a arriesgarme! Lo mejor es que... permanezca oculta- finalizó, descendiendo la cabeza con resignación.

Su reflejo elevó una confiada ceja -Deja de culparte por ese accidente, sabes bien que nuestra querida hermana lo hubiese entendido. En vez de estar mintiéndote, ¿Por qué no me revelas que es lo que te hizo alejarte realmente?

Sus manos temblaron a los costados de su cuerpo, frustradas. La paciencia no se estaba compadeciendo de ella.

-No entiendo que estás tratando de decir...

-¿Ah, no? Bien, te ayudaré a comprender, entonces- inclinó el rostro hacia el costado, con una fingida e inocente sonrisa - ¿Qué tal si arrancamos por el hecho de la obsesión que tienes con ella?

Abrió los ojos de par en par. Su corazón le golpeó tan fuerte ante esa verdad, que casi le quita el aire.

Ante su paralizado silencio, continuó -Aquella obsesión que descubriste al crecer, mientras la espiabas a lo lejos. Esa obsesión que hizo que te apartaras por miedo a...- soltó una traviesa risita -Ya sabes... perder el control con ella- susurró con sensualidad.

En ese preciso momento, con esas precisas palabras, su mente decidió detenerse, quedando en blanco.

-Ah... de verdad me pregunto qué hubiera pasado si hubieses perdido el control- Entrecerró los ojos placenteramente -Sentir su pequeño cuerpo entre mis manos... besar sus labios...- Se mordió el suyo propio, mientras ascendía los dedos por su vientre, rozando cada parte de su piel hasta llegar a su boca. Delineó con el pulgar sus labios, sin quitar esa arrogante mueca que la caracterizaba -mmm si, aún podemos hacerlo, Elsa.

-¿Q-Qué...?

-Aún podemos... hacerla nuestra.

Y eso fue todo. Su tolerancia se extinguió. Enfurecida, golpeó con los puños el reflejo -¡No! ¡No! ...No... ¡Mientes! ¡Yo no quiero nada de eso!

-No querida, yo jamás miento. Recuerda...soy tú. Soy tu verdadera esencia.

Golpeó con más fuerza el espejo, casi destruyéndolo -Te equivocas... ¡TE EQUIVOCAS! ¡Es mi hermana! Yo jamás podría pensar en...

-¿Poseerla? Vamos Elsa...las dos sabemos bien que te atrae. No lo ocultes más y hazla tuya.

Negó con la cabeza, perdida -Estás loca...- musitó sin fuerza alguna, reprimiendo las lágrimas -Es mi...hermana...- repitió, resbalándose por el cristal y cayendo al suelo de rodillas.

Abrazó sus propios brazos, incapaz de evitar derramar aquel lamento que venía carcomiéndola. Carcomiéndola porque aquel reflejo le estaba diciendo una verdad que no quería escuchar. Se sentía débil y pequeña. Infinitamente pequeña.

-Hermana a la cual amas con locura... ¿Qué te detiene?

Ascendió el semblante y le dedicó una mirada llena odio -¡¿Acaso no me escuchaste?! ¡Es mi HERMANA!- Exclamó, para luego ponerse de pie y estirar su brazo hacia el espejo -¡DESAPARECE!

Desesperada, emanó una gran cantidad de hielo y lo destruyó. Los pedazos restantes volaron hacia ella, rasgándola en el acto. Poco le importó la sangre que ahora recorría su cuerpo. La agonía en su ser era mucho más dolorosa que aquellos rasguños insignificantes.

-Anna...- cayó de rodillas al suelo, otra vez -Lo siento tanto...

El silencio inundó aquel castillo. Solo sus sollozos hacían eco en ese solitario sitio.

Antes de que su frente terminase estampada contra el helado suelo, debido a la impotencia, una conocida voz resonó en el aire.

Gracias por dejarme en libertad, su majestad. Esperé este momento por mucho tiempo...

Petrificada, observó de reojo las piezas del espejo roto que yacían en el suelo. La figura de aquella mujer se formó en ellos. Ahogando un grito, clavó la mirada en uno en especial. Uno en donde solo se podía vislumbrar su perversa sonrisa.

-¿Q-Qué? ¿Qué es lo que harás?- tartamudeó, inmóvil.

-¿No es obvio? Liberarme.

Una cegadora luz emanó de aquel objeto. Se dirigió con rapidez hacia ella y comenzó a tomar forma. Incapaz de devolver su labio inferior al superior, elevó el semblante y contempló su maligna figura.

-N-No...

Le sonrió con vanidad y se agachó para quedar a su altura -Aliviaré tu sufrimiento, haré tus deseos realidad...- empezó a decir, sujetando su barbilla -Te...liberaré.

Las lágrimas, atestadas de temor, incrementaron, navegando por su cristalino rostro.

No podía ser...esa no podía ser ella misma. No tenía sentido. Nada lo tenía.

-¿Quién eres...?- cuestionó de nuevo, en un hilo de voz.

Percibía como lenta y tortuosamente su fuerza se desvanecía. Era como si su energía estuviese siendo succionada por su malicia.

Le regaló una lúgubre sonrisa y acortó más la distancia. Sus ojos se abrieron, espantados, cuando sintió sus fríos labios rozar los suyos.

-Ya te lo dije, soy tú... La mismísima reina de las nieves...- musitó, atrapando su perplejo rostro y uniendo sus bocas en un leve encuentro.

Esta vez sus pupilas directamente escaparon de sus órbitas. Pero no fue por ese descarado acto, sino por lo que ocasionó. Su otro yo estaba comenzando a invadir su cuerpo, fusionándose con él.

Un doloroso escalofrió irrumpió su ser -¡AGH!- gritó, percibiendo una poderosa punzada en el pecho.

-No te resistas Elsa, únete a mí.

Un oscuro resplandor la rodeó -N-No, por favor... ¡NO!- suplicó, al borde del colapso.

Lo único racional que aparecía en su mente en ese crucial momento, era su hermana. Su temor por perderla.

Si esta persona lograba dominarla... era incapaz de saber lo que iba a pasar con ella.

-Déjate ser, Elsa. Recuerda...somos una, y a partir de ahora nunca más me encerrarás en tu corazón. Acepta tu naturaleza.

-¡N-No! ¡Detente!

-Que cruel de tu parte no aceptarme... pero no podrás resistirte mucho más. Me has encarcelado tanto tiempo, que miles de sensaciones me recorren...en especial el deseo y la ira.

-¿D-Deseo? ¿Ira?- repitió, atajando su cabeza con ímpetu. La percibía extremadamente pesada.

-No podrás controlar tales emociones, y yo no quiero que las controles tampoco. Ríndete.

Su agarre terminó sumido en sus brazos, los cuales rasguñó en un vano intento de detenerla. La sangre se resbaló por su piel, pero nada sucedía. Aquella mujer seguía invadiéndola. Podía sentirla en el fondo de su ser. Podía percibir como lentamente irrumpía su pensar, su personalidad, su voluntad... todas sus creencias.

Se sentía... desaparecer.

Para sumar a su infarto, la tenue luz que aún la rodeaba se hundió en su pecho, fusionándose con su persona.

De inmediato percibió como unas corrientes eléctricas acariciaban su interior, desenfrenándola.

Clavó las uñas en su piel y se revolvió en el lugar, tratando de luchar con aquella intrusa que la irrumpía, sin triunfo alguno.

Su cuerpo tembló al notar como sus emociones se oscurecían, se desvanecían totalmente, al igual que sus miedos. Estos se desintegraban, como si nunca hubiesen existido, dando paso a una extraña confianza que quería poseer su corazón.

Abrió de golpe los ojos y soltó sus brazos. Un inexplicable placer comenzaba a recorrerla de pies a cabeza, sin darle lugar a meditar con claridad el terrible asunto en el que estaba inmiscuida.

-¿Pero qué...?- su cabeza decayó. No la podía mantener en alto. Algo dentro de ella estaba revolucionando cada mágica partícula de su cuerpo, debilitándola de una extraña, pero placentera manera.

Un hormigueo se hacía presente en su vientre, provocando que sus ojos se entrecerrasen con goce.

-Ah...- emitió un casi insonoro jadeo, antes de darse cuenta que en sus labios se había formado una perdida sonrisa.

Con falta de aire, estrelló las manos en el suelo, en un vago intento de sostener su tembloroso ser.

-¿Lo sientes?- oyó aquella maligna voz, dentro de ella - El poder recorre cada parte de tu alma. Esta es quien eres en realidad...

Entreabrió los labios, pero nada pudo decir. La lucidez ya no formaba parte de ella. Casi nada quedaba de su esencia. Esa extraña magia la estaba poseyendo totalmente.

-Y-Ya basta...

En un último intento, ascendió su vacilante puño hacia su frente y lo impulso hacia atrás, para luego estamparlo directamente contra su piel.

La sangre empezó a navegar por ella, y el severo golpe que se adjudicó provocó que cayera bruscamente sobre el suelo.

-Ja... tan idiota. Eso no podrá evitar que te liberes, querida.

Quedó temblante en el lugar, y en ese momento entendió que nada más podía hacer. Aquellas palabras que le dedicó fueron su sentencia.

Reforzando su pensar, otra electrizante corriente la traspasó, esta vez con más fortaleza, generando que lo que quedaba de su cordura desapareciera por completo.

Lo último que llegó a contemplar con lucidez fue su propio reflejo, rendido, sobre el transparente suelo.

Ya era un hecho. La Elsa que todos conocían... se había esfumado.

-Es hora de despertar, querida.

Reaccionando, con debilidad apoyó las manos sobre el piso y se reincorporó un poco. Su rostro, ahora oscurecido, quedó cabizbajo.

-¿Qué tal te sienta el poder? ¿Lo percibes?

Entrecerró los ojos y trató de esconder, sin éxito alguno, aquel gesto malicioso que se delineó en sus labios -Si... lo siento.

-¿Y cómo se siente?

-Bien... muy bien- murmuró, esbozando una sonrisa aún más lúgubre.

-Así me gusta. Te felicito, Elsa. Por fin has aceptado a tu verdadero ser.

-Si...- respondió, con la mirada vacía.

-Ahora solo falta un paso mas...

Elevó su sombría mirada, para luego levantarse con lentitud -¿Cuál?

Su voz sonaba apagada, grave. Contraria a su dulce y característica tonada.

-Muy pronto lo sabrás...ella está llegando.

-¿Ella?

-Si... Ella.

Su pecho palpitó emocionado, al entender de quién estaba hablando.

-Anna...- emitió su nombre con una peligrosa tonalidad.

Deslizó sus ahora, oscuros y azulados ojos hacia la entrada del castillo, mientras una lúgubre sonrisa la adornaba -Ven rápido...


¡Primera capítulo entregado! Todavía no sé cuánto se va a alargar la historia. Todo depende de las ideas que se me ocurran.

¡Espero que les haya gustado, y nos leemos en el próximo!