Disclaimer: Los personajes, algunas locaciones y demás de Saint Seiya Lost Canvas no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi.
TWO OF US
Capítulo 1: Opuestos
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Grecia, pleno invierno. Las bajas temperaturas azotaban el Santuario de Athena. El rocío matutino dejaba pequeños residuos de escarcha en las escalinatas y otros alrededores del recinto.
El santo de piscis, Albafika, caminaba en dirección al Salón del Patriarca. El invierno era su parte favorita del año ya que con la excusa del frío podía recluirse en su templo sin salir de él por largos días, excepto que el Patriarca lo mandara a llamar como había ocurrido esa mañana. El rocío continuaba cayendo sobre su aguamarina cabellera y sobre su perfecto rostro, helándole la nariz. Aunque para él era una sensación agradable. Subió los últimos escalones, caminó unos pasos y empujó las enormes puertas.
— Buenos días, sumo sacerdote —saludó y se arrodilló en forma de reverencia. Todos los Caballeros de Athena debían hacer este respetuoso ritual frente al Patriarca— Me reporto ante usted —dijo de manera protocolar.
— Buenos días Albafika ¡Tu puntualidad siempre es destacable! —contestó un sonriente Sage, el patriarca. El antiguo santo de cáncer al que los años no le habían arrebatado el espíritu guerrero, pero que sí le habían premiado sabiduría— Te llamé porque tengo una misión que encomendarte, pero no te puedo dar los detalles hasta que no llegue tu compañero.
El pisciano levantó la vista confundido y algo… molesto.
¿Acaso Sage estaba pensando en enviarlo con alguien más? ¿Se estaba olvidando de lo peligroso de su existencia, del letal veneno en su sangre que lo hacía recluirse de todo?
— Gran Patriarca, estoy seguro de que sea lo que sea puedo resolverlo yo solo. No va a hacer falta…—Sage lo interrumpió.
— No, Albafika —lo miró— Sé que es difícil para ti muchacho, pero debo insistir. Esta no es misión para un solo santo dorado.
Aunque se sentía molesto, el pisciano se sintió incapaz de cuestionar la autoridad del Patriarca. Por lo que prefirió guardarse sus opiniones.
Las puertas del recinto se abrieron abruptamente, interrumpiendo la tranquila atmósfera.
— Buenos días, maestro —dijo una voz entre bostezos— ¡Qué desconsiderado el no dejarme dormir una hora más al menos!—se quejó por lo bajo.
Albafika lo contempló, sintiendo que estaba viendo entrar al desastre en persona, preguntándose cómo una persona como esa había logrado ganarse una armadura dorada.
— ¡Manigoldo, llegas tarde! —reprochó el Patriarca— ¿Cuándo será el día que dejes de darme dolores de cabeza? —dijo cerrando los ojos mientras se masajeaba ligeramente la sien.
— ¡Hey! ¡No te amargues que te arrugas, viejo! —contestó, irónico, mientras intentaba peinar con su mano su revoltosa y azul cabellera.
Lentamente y como se iba terminando de despertar, notó que había otra persona en la sala además de él y su maestro
— ¡Oh, Albafika! ¡Creí que no iba a volver a verte hasta la guerra santa! —sonrió, picaresco.
Inmediatamente piscis sintió que le nacía un instinto asesino por borrarle esa estúpida sonrisa del rostro con un golpe. Pero su autocontrol era más fuerte de lo que creía, de todos modos, no valía la pena escatimar esfuerzo alguno en Manigoldo y menos delante del patriarca, así que simplemente lo ignoró.
Al ver que Albafika no contestaba, el santo de cáncer siguió hablando.
— Bueno, ya estoy aquí ¿De qué se trata? —dijo poniéndose serio.
— ¿Han oído de los Santos Negros? —preguntó Sage, sin preámbulos.
— Según tengo entendido —empezó Albafika— son personas a las que se les ha retirado el título de caballero debido a sus ambiciones personales —Manigoldo interrumpió.
— Sí, sí… y fueron confinados a la Isla de la Reina Muerte siendo mantenidos cautivos por un carcelero de un clan de ahí —hizo una pausa— No me interesa la historia ¡Ve al grano! —El patriarca le clavó la mirada, severo, dándole a entender que se estaba pasando de la raya.
El santo de cáncer suavizó su postura, lo que Sage inmediatamente interpretó como la manera de su discípulo de disculparse y demostrarle respeto. Así se comunicaban ellos, mediante gestos, miradas. Manigoldo solía sentir que las palabras eran inútiles y se expresaba de esta forma, con acciones. Con el tiempo el patriarca había adoptado y comprendido este nuevo lenguaje para con él.
— Bien, hace unos días me llegó un reporte de unos santos de bronce. Parece ser que todo ese clan fue masacrado hace unos años y que los Santos Negros escaparon a Venecia —Informó— Se dice que conformaron un grupo llamado Nero y que están causando todo tipo de estragos en la zona ¡Necesito que partan hacia allí ahora mismo y los detengan!
— ¡¿Qué?! ¿Esa es toda la información que nos vas a dar? — protestó cáncer algo enfadado.
Esta misión no tenía ni pies ni cabeza. Misiones de este tipo en las que tenía que jugar al detective por falta de información, no le gustaban en lo absoluto.
— Esa es toda la información con la que cuento —hizo una pausa y luego los miró— La carabela del Santuario está esperándolos en el puerto ¡Vayan!
— ¡Sí! —Contestaron ambos santos en unísono y luego caminaron hacia la salida.
Mientras bajaban las escalinatas, el santo de cáncer recordó la primera vez que había visto a Albafika.
Unos días después de que Sage lo llevara al Santuario Manigoldo estaba perdido, en todo sentido de la palabra y buscaba escaparse del Santuario, escaparse de todo.
Al salir de la Cámara del Patriarca había visto las rosas del jardín de piscis, le habían parecido muy bonitas y quería verlas más de cerca.
— No toques las rosas —dijo una voz cercana. El peliazul levantó la mirada y vio a otro niño, que más que niño parecía niña por sus bellos y delicados rasgos faciales.
— ¡No molestes niña! Vete a jugar a otra parte.
— ¡No soy una niña! —contestó molesto el pequeño pisciano— Además yo vivo aquí ¡Hazme caso! No las toques porque son peligrosas.
— ¿Qué tiene de peligroso una estúpida rosa?
— Míralo por ti mismo — replicó señalando a un ave que se acercaba al Jardín. Al tomar contacto con el aroma de las rosas, cayó inerte. El pequeño santo de cáncer quedó impresionado —Ya lo viste ¿Ahora me crees?
— ¡Genial! —manifestó Manigoldo, sin salir de su asombro— Oye ¿Hace mucho que vives aquí?
— Sí, desde que nací prácticamente. Mis padres me abandonaron en un Jardín como este cuando era bebé, el Maestro Lugonis me encontró y me cuida desde entonces ¿Qué hay de ti? No te había visto antes por aquí.
— Yo soy recién llegado, un viejo me encontró y me dijo de venir aquí. Es mucho mejor que el agujero en donde estaba, pero es mucho más aburrido. Así que ya me iba, gusto en conocerte… adiós —Albafika se le puso enfrente, deteniéndolo.
— ¡No te puedes ir, está prohibido escaparse del Santuario!
— ¡Quítate, tonto! ¡Yo hago lo que quiero! —dijo empujándolo, al empujarlo notó el colgante que Albafika traía puesto y se lo arrancó— ¡Esto me dará un poco de dinero!
— ¡Devuélvemelo! ¡Es mío! —el pequeño de cabello aguamarina se le aventó para recuperar lo que era suyo. Luego de mucho forcejeo, obtuvo el colgante.
— ¡Vaya que quieres esa cosa! —exclamó, Albafika no le contestó— ¡Hey! ¡Tú eres muy fuerte! ¿Por qué no te vas conmigo? ¡Sería perfecto, seriamos los mejores malandrines! Con nuestra fuerza, mi astucia y… tu belleza ¡Seriamos imparables!
— Yo estoy bien aquí —objetó seriamente el pequeño pisciano.
— ¿Qué dices? —inquirió confundido.
— Tengo que estar aquí, no quiero dejar solo a mi maestro. Voy a convertirme en el futuro Caballero dorado de Piscis para agradecerle todo lo que hizo por mí, él me salvó la vida.
En ese momento Manigoldo recordó a Sage y se dio cuenta de que él también le debía la vida a alguien, y ese alguien era el Patriarca.
— Yo también me convertiré en un Santo de Athena.
— ¿Te vas a quedar?- Preguntó anonadado.
— Sí, creo que este lugar se va a poner divertido…
Había sido la primera y última vez. Dos días después Albafika aceptó el ritual de los lazos carmesí, renunciando a todo tipo de convivencia con las personas.
Manigoldo quería hacerse amigo de ese niño, era el único que le había caído bien en todo el santuario. Todos los chicos con quienes entrenaba y peleaba solían ser más débiles que él, el único que había logrado hacerle frente era ese niño raro de ojos azul cobalto. Pero no lo había visto más.
Al preguntarle a su maestro él le explicó que el entrenamiento de piscis era muy duro y que el chico tenía que evitar el contacto con otros, ya que debía convertir en veneno su propia sangre para poder ejecutar a la perfección sus técnicas con las rosas. Luego de eso no se le volvió a acercar, no quería convertirse en un impedimento para que consiguiera su armadura.
El tiempo pasó y ambos habían cambiado. El santo de cáncer había madurado un poco y había aprendido a notar la importancia en cosas en las que antes no reparaba.
Según los comentarios que había escuchado de otros aspirantes a caballero, Albafika también había cambiado y mucho: Se había vuelto particularmente hosco y serio. Siempre andaba con la mirada perdida, como si estuviese dudando de algo y hasta… triste. Todo el mundo parecía tenerle pena y esto último era lo que más molestaba al cangrejo ¡El chico a quién tanto había admirado, se había vuelto débil! ¡Ese niñito fuerte que sabía lo que quería parecía ya no existir y ahora era un amargado total!
El pisciano, por su parte, iba maldiciendo a Sage para sus adentros con cada paso que daba.
Si le hubiesen dado la opción de, al menos, elegir un compañero quizás no se hubiese sentido tan molesto. Hubiera preferido la compañía de Degel o El Cid, personas que eran sumamente tranquilas y con una capacidad estratega admirable, personas que no le generarían un dolor de cabeza y respetarían las distancias con él, como ya lo hacían ¡Pero no! ¡Le había tocado con el Santo más insufrible e idiota de todos!
— Supongo que vas a llevar algunas cosas ¿Verdad? —Manigoldo interrumpió sus pensamientos. El pisciano estaba tan metido en ellos que no se había dado cuenta de que habían llegado a su templo, contestó asintiendo.
— ¡Bueno charlatán, esperaré en la entrada! —remató con ironía. Al parecer el viaje con piscis iba a ser muy aburrido.
Albafika se cambió su ropa usual de entrenamiento por unos pantalones negros y una camisa blanca. Para protegerse del frio, agregó un cravat blanco que cubría su cuello y se abotonó un sobretodo negro que le llegaba hasta las rodillas no dejando ver su camisa. Por ultimo vistió sus pies con unas botas negras de media caña, útiles si había precipitaciones y de uso muy común en la época. De esta forma podía pasar como una persona más, quizás como un simple viajero, y no como un santo dorado. Tomó su pandora box, en donde estaba guardada su armadura, y un mapa.
Antes de salir miró en dirección al jardín de las rosas demoniacas, lamentando no tener tiempo para despedirse de su maestro Lugonis quien estaba enterrado allí.
— Estoy listo —dijo a su compañero al llegar a la entrada.
— ¡Oh, hablas! —bromeó— Bueno, ahora yo tengo que cambiarme ¡Me estoy helando! ¡Afff, detesto el invierno! —dijo tiritando— ¡Cómo quisiera que fuera verano!
El pisciano suspiró ante la sarcástica dicotomía entre ambos, no les iba a ser fácil llevarse bien.
Caminaron en silencio hasta la casa de cáncer y repitieron lo mismo, sólo que esta vez era Albafika quien esperaba a su compañero. Pasaron unos minutos y lo vio acercarse a la entrada.
— Bien, vamos —dijo llegando con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo la correa de su pandora box. A diferencia del pisciano, Manigoldo había decidido dejar desabotonado su sobretodo, dejando a la vista su camisa blanca. Por el resto estaban idénticos.
Luego de esto, apresuraron el paso, llegando al puerto rápidamente. Algunos guardias del santuario estaban esperándolos, listos para embarcar.
La carabela era larga y estrecha, con aparejo redondo y una arboladura de tres mástiles, una sola cubierta y un elevado castillo de popa. Diseñado específicamente para los viajes de exploración. Ambos dorados subieron por la rampa y se adentraron allí.
Albafika se acomodó en un rincón del castillo de popa cerca del mástil de mesana, alejado del resto, esperando a que zarparan. No muy lejos, Manigoldo discutía, a los gritos, sobre las coordenadas con el capitán en la cabina de éste.
— ¡Ir en dirección sur es más práctico! ¡Vamos a llegar a Italia más rápido de esta forma, por el mar Egeo, luego el Jónico y por último el Adriático, llegando así a las costas de Venecia! —decía el capitán.
— ¡Por supuesto que no! Según el mapa el mediterráneo está al norte…
— Lo tienes al revés Manigoldo, estás interpretando incorrectamente las coordenadas que nos dio el patriarca… —corrigió el pisciano que ya estaba harto de escucharlo, podía ver y oír toda la situación desde su lugar.
— ¡Oh! —contestó dando vuelta el mapa— Ya veo. Bueno… el sur entonces —dijo rascándose la cabeza algo incómodo, su compañero lo había dejado en evidencia como un tonto.
Empezaron a naufragar y a los segundos el pisciano se quedó profundamente dormido. El olor y el sonido del mar eran relajantes para él.
Ya eran varias las noches que habían pasado sin poder dormir lo suficiente a causa de las pesadillas que solían atacarlo con frecuencia, referentes a la muerte de su maestro, de la cual se sentía completamente culpable.
Estaba muy agotado, por lo que durmió más de lo que esperaba, casi un día entero. Cuando al fin se dignó a despertar, abrió lentamente los ojos y se los frotó.
— ¡Al fin despiertas, bello durmiente! —bromeó el santo de cáncer— Según el capitán, tenemos el viento a favor y es posible que para mañana en la tarde lleguemos a Venecia.
— ¿Entonces ya estamos cerca de Italia? —preguntó el pisciano sin meditar realmente lo que estaba preguntado, todavía estaba despertándose.
— No lo sé, yo sólo veo agua —contestó irónico, vengándose de lo de las coordenadas. Albafika resopló molesto como respuesta.
— Afff ¡Estoy aburrido! —bufó— ¡Mi trasero se está entumeciendo de tanto estar sentado! —se quejó, levantándose— ¡Bien! Voy a fijarme si se ve algo de tierra, quizás pueda contestar a tu pregunta, Albita —se mofó haciendo especial énfasis en "Albita" recordándole al pisciano que él era dos años mayor.
El santo de piscis ya tenía decidido hacer de cuenta que Manigoldo no existía y si él no existía, tampoco sus idioteces, por lo que ni se mosqueó.
Mientras el pisciano lo ignoraba, cáncer se dirigió al mastil mayor y se trepó por los obenques hasta llegar a la torre del vigía. Quién miró extrañado a Manigoldo.
— Señor Manigoldo, ¿Pasa algo? No debería estar aquí, es un lugar un poco peligroso como para que haya dos personas, es muy pequeño como verá…
— ¡Sereno, moreno! —lo interrumpió— Sólo quería ver si hay algo más que agua.
— Bueno, ya estamos cerca de una Isla de Italia, no recuerdo bien su nombre— hizo una pausa para pensar— ¿Cecilia? mmm… ¿Sisili?...
— Sicilia —corrigió el santo dorado.
— ¡Eso! ¡Allá se ve! —señaló en dirección norte. Manigoldo lo siguió con la vista y notó que estaban a corta distancia.
— Jum… así que ya llegamos ¿Eh? —agregó casi para sí con un misterioso tono, como si supiera algo que los demás no— ¡Eh, Albafika, ya llegamos a Italia! —gritó. El pisciano levantó la vista y lo miró desde donde estaba.
— ¿Podrías dejar de hacer tanto escándalo? —resopló— Bájate de ahí, antes de que hagas un desastre —dijo, con un tono de voz neutral.
— ¡Oh, no me subestimes tanto Albita! —dijo empezando a bajar por los obenques— ¡No soy tan estup…! —uno de sus pies resbaló y como estaba agarrado sólo con una mano a la red, dio un manotazo para intentar aferrarse a lo que fuera para no caerse del todo.
Para desgracia de todos los presentes en la carabela, Manigoldo se sujetó de una de las drizas, principal sostén de las velas. Su peso obviamente hizo efecto, desgarrando al caer la vela principal.
— ¡Ups! —dijo aterrizando de pie, gracias a sus buenos reflejos como santo dorado— Creo que lo rompí— dijo riendo, lo que a Albafika sacó de quicio. ¿Acaso nada le preocupaba al infradotado?
— ¡¿QUÉ MIERDA HICISTE, ESTÚPIDO?!
— ¡Wow! ¡No pensé que tú usaras malas palabras Albita! —dijo picaresco. No sabía que ya estaba entrando en terreno peligroso, su compañero no estaba para nada de humor como para recibir bromas.
— ¡Oh no! —exclamó el capitán, salvando al crustáceo de la terrible golpiza que se le avecinaba por parte de piscis— De esta manera no podremos seguir. Debemos arribar a tierra firme de inmediato. Además, el viento está muy fuerte, si continuamos de esta manera ¡Podríamos incluso hundirnos!
Como si Poseidón hubiese escuchado la última frase y hubiera decidido ser partícipe de aquel desastre, un temporal fuerte los azotó. El viento golpeaba con mucha fuerza, al igual que las olas, haciendo que la carabela avanzara más rápido de lo debido.
— ¡Tierra a la vista! —gritó el vigía.
— ¡Tendremos que arribar aquí! —les dijo el capitán, intentando tomar el control de la situación.
Pasaron unos minutos y, contra todo pronóstico, llegaron a tierra firme a salvo. ¡Irónicamente, Poseidón les había sido de ayuda! Como no divisaron ningún puerto cercano, los guardias lanzaron el ancla al mar, a unos metros de la orilla, deteniendo por completo el movimiento de la carabela. Poco a poco, fueron descendiendo en unos botes, con los que llegaron hasta la isla.
Reinaba un silencio sepulcral, todos se sentían muy intimidados por el notable malestar del caballero de los peces gemelos, por lo que los guardias decidieron dejar a ambos santos dorados en la isla y volver a la flotante carabela a comenzar con los trabajos de refacción.
Albafika permanecía en silencio, con el ceño fruncido. Sus penetrantes ojos destilaban furia, era como si fuese capaz de romper algo con sólo mirarlo.
— Bueno, al menos reconozco el lugar —sonrió Manigoldo, intentando romper el hielo. Ignorando que no era el momento, el lugar, ni la persona indicada para bromear con piscis— ¡Bienvenido a mi tierra natal, Albita! ¡Mi Sicilia querida! —el joven protector del último templo estalló.
— ¡¿Qué rayos te pasa, cangrejo imbécil?! ¡¿No ves lo grave de la situación?! ¡Nos tomará días arreglar la carabela y llegar a Venecia! —gritó el pisciano, completamente fuera de sí. Reacción que a Manigoldo pareció causarle gracia.
— ¡Tranquilo Albafika! —rió, irónico— ¡Podemos tomarnos estos días como vacaciones! —El pisciano nunca había estado tan molesto, pero trató de guardar la compostura y calmarse.
— Yo sabía que echarías todo a perder —bufó irguiéndose— Enviaré inmediatamente un reporte al Patriarca de esta situación ¡Hazme el favor de no estorbarme, al menos! —dijo, altanero. Actitud que al santo de cáncer sacó de las casillas.
Aprovechando que era más alto de estatura que el pisciano, lo agarró de las solapas del sobretodo, levantándolo unos centímetros del suelo.
— ¿Quién mierda te crees que eres? ¿Eh? —lo sacudió un poco— ¿Acaso piensas que a mí me gusta que el viejo me haya obligado a traer a alguien, sobre todo a un amargado como tú? —lo soltó— Te puedes ir a Venecia solo. A mí me da igu... —Albafika, enfurecido, lo interrumpió con una fuerte trompada que lo desestabilizó por completo, haciendo que Manigoldo cayera de bruces contra el suelo. Ya había tolerado suficiente estupidez como para seguir sin reaccionar.
— ¡No vuelvas a tocarme! —le gritó— ¡A mí también me importa una mierda lo que tu hagas o dejes de hacer! No hay nada que quiera más que cumplir la misión por mi cuenta y volver de inmediato al santuario —Se tomó unos segundos para calmarse— El Patriarca nos envió a ambos. No hay forma de que vuelva sin ti y soporte un castigo por tu idiotez. Pero, si no hay otra forma de hacerte entender... —Le clavó la mirada, severo— me veré obligado a seguir el protocolo y matarte por desertor.
Manigoldo, aunque lo quiso evitar, estalló en carcajadas. Sentía que había escuchado la imbecilidad más grande del universo.
— ¡No seas tarado! —dijo poniéndose serio, mientras se incorporaba y limpiaba algunos residuos de arena en su ropa— No tengo pensado abandonar el Santuario —Albafika lo miró estupefacto— Tengo algo que hacer aquí y me importa una mierda lo que tú pienses. Me tomará como mucho dos días, que es lo que van a tardar en arreglar la carabela y luego iré a Venecia para ayudarte con esa mierda de misión, si así lo quieres.
Al escuchar esto último el pisciano empezó armar un rompecabezas en su mente con todas las cosas que había hecho Manigoldo desde la salida del Santuario. El crustáceo era descuidado, pero parecía estar actuando más idiota de lo normal. Al notar como todo encajaba, se sintió estúpido ¡¿Cómo no se había dado cuenta antes?!
— ¡Maldito, lo tenías todo planeado desde el principio! —gritó furioso y se culpó a sí mismo por haber subestimado la capacidad estratega de su compañero.
Manigoldo sí que sabía leer un mapa y cuánto demorarían hasta llegar cerca de Sicilia. Lo había engañado por completo y había hecho todo a propósito ¡Él quería terminar en donde estaban!
Estaba enfadado, pero de pronto sintió curiosidad ¿Por qué su compañero se había tomado tantas molestias?
— ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer, como para dejar en segundo plano órdenes directas del Patriarca y armar todo este circo? —inquirió. El santo de cáncer le dio la espalda, no quería contestar.
— Es algo personal —bufó intentando cerrar el tema— Además ¿Qué te importa? —se dio vuelta y lo miró, enfadado— Evidentemente no te es grata mi compañía ¡Vamos, vete! —le gritó.
— No me gusta meterme en asuntos de nadie —contestó piscis, cruzándose de brazos— Pero, creo después de arrastrarme hasta aquí, merezco saber de qué se trata. Además —lo miró— ¡Te recuerdo que rompiste la carabela del Santuario y esto es una isla, no tengo manera de salir de aquí!
— ¡Bien! —resopló molesto, el aburrido de piscis tenía razón— ¡Tú ganas! —suspiró, poniéndose más serio de lo que era normal en él. Cosa que Albafika no pasó por alto— Te contaré la historia de un chico que vivía en una aldea tras esas colinas —señaló con su vista, dejándola perdida en la frondosa vegetación de ellas— Su nombre era Giuliano…
Notas de la autora:
CHAN CHAN CHAN (?) Dejo el suspenso porque soy re malota. Aunque calculo que van a poder especular quién es Giuliano (?
UFFFFF la investigación que hice para este fic es AYSH. Me puse hasta a buscar mapas de la época, vestuario, geografía de Italia, clima griego, en qué época es el carnaval Veneciano… MIL COSAS ¡Por eso tarde tanto en subir esto! Y puede que tenga algunos errores con respecto a lo de los mares, la ruta de viaje, los tiempos y lo de la carabela. De verdad, de navegación cero e intenté buscar cosas, pero seguí sin entender ni papa jajaja. Les pido perdón por eso, pero bueno… espero sepan entender la idea de todas formas.
Cravat, para los que no sepan, es la corbata que usaban en el 1700 (ósea gracias al cravat, hoy existe la corbata jaja) Es el pañuelo raro ese que tienen xD
Mesana es el mástil que está más cercano a la popa, que es la parte trasera de la carabela en dónde se encuentra el timón. Al menos eso entendí. No me golpeen si no es así ;_; (?) Supuestamente le siguen (de popa a proa, ósea de la parte trasera hacia la delantera del barco) el mástil mayor y el trinquete.
Obenques: son las redes marineras (?) jaja por ahí se trepan para llegar a algunos lugares altos.
Driza: Son los cabos (cuerdas) que sirven para izar velas.
Lo del collar de Albafika, creo que está en los extras del gaiden de Manigoldo. De todas formas, si uno presta atención en el gaiden de Albafika a los dibujos, se ve que lo tiene puesto. No entiendo nada de japonés, pero… por lo que entendí parece que Lugonis lo encontró con ese collar, por lo que sería lo único que Albafika posee de sus padres biológicos. Después como que no lo usa más. De hecho, en los extras del gaiden de Alba, al recibir la armadura se ve que lo tiene en la mano ante la tumba de Lugonis. Para mí simboliza que sólo lo reconoce a él como padre. Meh, obvio que son suposiciones mías.
Con respecto a la altanería de Albafika. Y… él es un poco así, más con personas que no le agradan (como con Niobe, por ejemplo). Siempre que me imaginé el trato de él y Mani, no pude evitar pensar que por lo diferentes que son a Albita le habrán dado ganas de darle un par de bifes… y obvio que el cangrejo no se va a quedar atrás. Tanto en el manga, animé, como en los gaiden, se ha notado el tema de "desprecio" que tiene Mani por los débiles de sentimiento (?) Yo creo que este tema es más por una proyección de sí mismo, porque él no pudo proteger a su pueblo y toda su vida se va a culpar por haber sido "débil". En fin, se podrían haber matado de no ser por Sage jajaja. Mi punto es… que hubo ALGO que pasó para que pudieran llevarse bien y eso es lo que quiero explicar en este fic. Obvio que en el capítulo siguiente voy a desarrollar más el tema y se va a entender todo.
Lo del flashback es algo que tenía escrito hace mucho y dije "¿Why not?" poniéndolo casi como un motivo por el cuál Mani decide confiar en Albafika. El agregado de "nadie le había caído bien en el santuario" va porque en su entrenamiento pelea con muchos tildándolos de "débiles" y como que Albita le había caído bien porque había logrado hacerle frente para recuperar su collar y además lo ve con una fuerte determinación. Bueno eso (?
El contraste invierno/verano, puntual/impuntual, etc va por los distintos que son jaja.
Manigoldo NO sabe lo de la muerte de Lugonis, de hecho, nadie más que el Patriarca y Albafika lo saben (y otra persona más) después voy a explicar por qué.
Esto va a ser corto, hasta ahora tengo pensado que van a ser tres capítulos. Por el momento, sólo eso. Dudo que me extienda mucho más.
Creo que no tengo nada más para decir, sólo que ¡DEJEN REVIEWS! T_T
Nos vemos en el próximo capítulo :)
