Red nunca le dijo que tuviera un primo tan menor, y de haberlo hecho, seguro había sido un tema tan carente de interés que lo olvidó con rapidez. Hasta aquella tarde que le anunció que sus tíos se estaban enfrentando a graves problemas legales por un sombrío caso de drogas, dejando a su único hijo en un orfanato. Craig maldijo, la insultó cuando propuso que lo adoptaran. Comenzaron una de sus ya tan rutinarias peleas porque era lógico que no quisiera compartir su casa con algún mocoso traumado, inútil si ni siquiera había optado por tener hijos con ella. La casa también era suya, contraatacó, y al trabajar ambos, se haría cargo de cualquier gasto que generara su primo. Red no era ni por lejos un alma caritativa y debió haber sabido que había algún motivo oculto para tanta solidaridad y que esa batalla jamás debió haberse perdido.
Catorce años brillando en la piel casi fluorescente de tan blanca. En los ojos de ala de mariposa, iridescentes. En sus labios obscenamente pequeños, apenas insinuados en su rostro, una pincelada apresurada e imprecisa. Temblaba, sujetando la mano de su prima, oculto tras ella. No era un niño. Era la síntesis del pecado. Algo así de hermoso no podía haber sido creado para otro fin que el de ser corrompido y por un breve destello en los ojos de su esposa, creyó que esa era la razón por la cual había accedido a cuidarlo.
Le ayudó a limpiar la habitación de huéspedes, cercana a la puerta trasera en el piso inferior y la única con dos ventanas de toda la casa para que el adolescente que parecía mudo, salvo por los pequeños y aparentemente involuntarios gritos que antecedían otros tics en sus ojos, acomodara sus pocas pertenencias. Le dejaron para que se acostumbrara a su nueva habitación mientras ellos preparaban la comida.
-Pobrecillo- suspiró Red mientras tapaba la cacerola- tener qué ver a sus padres ir a prisión y por algo tan... Turbio- se abrazó a su cintura y él pasó mecánico su mano por sus cabellos. Esa tarde Tweek no quiso cenar y simplemente se quedó dormido. Era comprensible, ninguno lo cuestionó, lo dejaron descansar.
En la alcoba mientras Red ,como pocas veces , tomaba la iniciativa de quitarle la ropa, no pudo evitar preguntarlo.
-¿Por qué?-
-¿ A qué te refieres?-
-¿ Por qué lo trajiste?- no sonaba a reproche, sino a miedo. Ella lo miró sin comprender, desistiendo de quitarle la camisa y recostándose a su lado.
- Creo que no merece estar pasando por tanto. No lo conozco de mucho pero recuerdo que era retraído, no hablaba en las fiestas familiares y cuando lo hacía, bueno. Era raro. Sólo es eso-
Era casi como si Tweek no estuviera ahí la mayor parte del tiempo. Craig y su esposa trabajaban hasta noche y cuando volvían ya lo encontraban dormido. Se entretenía haciendo las tareas del hogar al estar todavía de vacaciones o leyendo. Casi nunca lo veía. Salvo la presentación del primer día, no recordaba haber intercambiado palabras con el chico. Pero esa noche no podía dormir por el excesivo calor y se levantó rondando las tres de la mañana, buscando el frescor de la sala. Encendió la televisión y el aire acondicionado. Afinó el oído al escuchar ruido en la cocina y pronto la figura del rubio con un vaso de agua y cara asueñada le hizo enderezarse.
-Hace mucho calor- se excusó al sentir sus profundos ojos azules reparar en que sólo tenía puestos los boxér. Craig asintió, haciéndole un gesto para que se acercara, mostrándole que él tampoco llevaba más prenda que la ropa interior. Le sonrió brevemente, sentándose junto a él.
-¿ Tú tampoco podías dormir?-
-Hace demasiado calor y me da miedo abrir la ventana- confesó abochornado- los mosquitos son responsables de la mayor parte de infecciones contagiadas- Craig rió ante eso, haciendo que el otro se encogiera en su asiento, golpeteando el vaso con sus dedos.
-Tu habitación es la más fresca de la casa, si no puedes dormir ahí, menos lo harás aquí- comenzó a cambiar los canales, fingiendo no sentir la mirada inquieta sobre él.
-Pensé que no te agradaba. Lo comprendo, soy un intruso. Pero han sido muy amables conmigo y yo...-
-Está bien, no es tu culpa lo que pasó. Red me lo explicó, no te preocupes- el rubio comenzó a respirar con pesadez, apretando tanto el vaso que creyó lo rompería. Craig suspiró, acercándose para abrazarlo. No debió. No debió saber nunca qué tan suave era esa piel, lo húmeda que tornaba la suya con sus lágrimas al tener pegadonsu rostro a su pecho, la forma accidental en que sus labios le rozaban, sus manos apretando fuerte su espalda buscando consuelo. Su olor a café con miel. Pasó con torpeza su mano por su espalda, sin comprender las estúpidas palabras de consuelo que improvisó. No pasó mucho tiempo hasta que sintió su respiración normalizarse y su cuerpo relajarse más. Lo tomó en brazos para llevarlo a su habitación, dejándolo en la cama. Antes de salir, sintió una tímida mano en la suya.
-Si abro las ventanas¿ puedes quedarte conmigo esta noche?-
Ella debía saberlo, no había otra explicación. Había encontrado sus diarios, le había descubierto escabulléndose al patio de los vecinos, cuando no había nadie más que su pequeña hija. Debió haber visto en su historial judicial aquellos cargos que intentó borrar con dinero pero eran tan escandalosos que no había manera de ocultarlo. A Craig le gustaba mirar. Nunca había tocado a nadie, lo podía jurar por todos los dioses existentes. Sólo le gustaba mirar cuando nadie lo miraba a él.
Sin duda Red había descubierto du secreto y haber llevado a Tweek a su casa era una especie de venganza, una tortura. Con lo distraído que siempre estaba el adolescente, con la indefensa soltura con que se quedaba dormido en cualquier parte de la casa o ña facilidad con que olvidaba cerrar la puerta cuando de bañaba. Con lo infernalmente hermoso que era casi era una presa servida en bandeja de plata. Pero no podía arriesgarse a ser descubierto. No podría lidiar con Red. No podría mentir. Estaba enloqueciendo. Ya no era suficiente con salir un par de horas más temprano rumbo al trabajo, desviarse hacia el camino accidentado, llegar a las casas junto a la carretera a las que nadie prestaba atención y asomarse por la ventana. Algunas veces las encontraba vacías o a sus ocupantes todavía dormidos, haciéndole quebrar los vidrios por la frustración para después salir corriendo, insultándose por su imprudencia. Red lo estaba acorralando para que confesara. Lo estaba torturando.
Red debía salir de la ciudad unos días por el trabajo. Sólo un par de días, se excusó. Le juró que si pudiera llevarse a Tweek, lo habría hecho pero era un viaje exclusivo de negocios. Craig se mostró comprensivo, asegurándose que no tenía por qué preocuparse. Después de todo, a él sólo le gustaba mirar.
Era cauteloso hasta lo obsesivo cuando entraba al baño y veía su silueta recortarse por el vapor contra el vidrio de la puerta corrediza, cuando fingía no haber llegado del trabajo y encontrarlo comiendo frente a la televisión, echado dobre la alfombra. Tweek le daba espectáculos increíbles sobre todo por las noches. Dormía desnudo, con nada más que la fina capa de luz de luna abrigando su cuerpo. Hablaba entre sueños, daba exactamente cinco vueltas antes de quedarse boca abajo, para mostrarle las veredas de su espalda hasta sus glúteos. Por algún motivo dormía con las piernas abiertas, dejando que una colgara. Entonces fue un paso más allá, comenzando a masturbarse ahí, mirándolo, eyaculando sobre la madera de la casa, como marcando su territorio.
Quizá pronto necesitaría algo más que sólo ver.
Necesito controlar mi amor por el Tweek menor de edad y todo ese rollo pero me encanta que lo arrastren en cosas medio perversas.
