Capitulo 1: Un extraño

Atardecía en la Nación del Fuego mientras un barco mercante del reino tierra diviso el puerto de la Gran Capital, luego de varios días de viaje.

-¡legaremos antes del anochecer ¡-grito el capitán del barco.

Un hombre joven en la cubierta del barco, cubierto por completo por una capa y una capucha de color negro que no deja ver su rostro, se alegro al escuchar al capitán. Ya estaba cansado de navegar en un barco lleno de comerciantes, quienes le habían permitido viajar con ellos por un "económico" precio. Sin embargo no había tenido opción, su maestro le había encargado una misión y se aseguraría de llevarla a cabo con éxito.

Sujeto con fuerza la katana que llevaba en la cintura, un poco impaciente. Desde que comenzó su misión, o mejor dicho búsqueda, no había tenido la oportunidad de pelear o incluso acabar con la vida de alguien. Su maestro le había ordenado no llamar la atención, lo que hacia el trabajo mucho mas aburrido. Por lo menos habría dejado que alguien me acompañara, pensó.

Al alcanzar el puerto, él fue en primero en bajarse del barco, feliz de haber llegado a su destino. Se quito la capucha para dejar al descubierto su pelo negro, peinado hacia atrás, su tes blanca con ojos de color gris y miro a su alrededor.

La Nación del Fuego había cambiado mucho desde el fin de la guerra. Con relaciones amistosas entre las naciones el comercio se convirtió en una de las más importantes actividades. El puerto estaba lleno de barcos comerciantes tanto del reino tierra como de la Tribu del agua, que descargaban su mercadería y cargaban productos de la nación del fuego. El señor del fuego si que se preocupa por mantener su relación con las otras naciones.

Después de una larga caminata llego a las puertas de la capital, donde se encontraba el enorme palacio del Señor del fuego y las casas de las familias nobles. Hermoso, de verdad. Lastima que hoy este no sea mi destino, pensó mientras se dirigíaa una zona mas alejada, detrás de unas montañas.

Al fin pudo ver su destino, una torre al pie de la montaña que el Señor del Fuego utiliza como prisión para traidores o delincuentes peligrosos, que mantienen completamente aislados. Había sido un viaje insoportable y había legado un poco mas temprano delo deseado. Tendría que esperar a que anochezca por completo para poder entrar.

-¿Quién esta ahí?- Pregunto un guardia de la nación del fuego, quien se dirigía hacia la prisión y se sorprendió de encontrar a un extraño en su camino.

-No puede estar aquí. Es una zona prohibida para civiles. ¡váyase!- grito el guardia.

-Oh lo siento, no quise asustarlo- Dijo el desconocido -Pero me temo que no me puedo ir.

-como? de que estas hablan…..-

Con un rápido movimiento de manos el guardia salió despedido por el aire y choco contra una pared de rocas. El guardia se puso de pie, algo confundido y desenvaino su espada mientras se ponía en posición de combate frente al extraño, quien sonreía.

-Oh vamos!! Ni siquiera eres un maestro fuego! Que decepción- se burlo mientras dirigía su mirada al cielo.- Acaba de oscurecer. ¿que tal si lo hacemos rápido? Tengo trabajo que hacer-



El extraño desenvaino su katana, completamente blanca con varios agujeros en su hoja. El aire comenzó a arremolinarse en la espada.

Antes de que el guardia pudiera reaccionar una ráfaga de viento cortante, desprendida de la katana, lo golpeo. Acabando con su vida de manera rápida y violenta.

Satisfecho el extraño guardo su arma mientras se dirigía a la prisión listo para cumplir con su deber, sin importar cuantos guardias tuviera que matar.

Este ultimo pensamiento lo hizo sonreír