Lo que voy a hacer esta tarde es conducir más de doscientos kilómetros hasta el centro de Seattle para reunirme con el enigmático presidente de Peace Enterprises Holdings, Inc. Como empresario excepcional y principal mecenas de nuestra universidad, su tiempo es extraordinariamente valioso –mucho más que el mío-, pero ha concedido una entrevista a Luke. Un bombazo según él. Malditas sean sus actividades extraacadémicas.

Luke está acurrucado en el sofá de la sala.

- Richard, lo siento. Tarde nueve meses en conseguir esta entrevista. Si pido que me cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces ambos estaremos graduados. Soy el responsable de la revista, así que no puedo echarlo todo a perder. Por favor…-me suplica Bilbo con voz ronca por el refriado.

¿Cómo la hace? Incluso enfermo se ve genial, realmente atractivo, con su cabello rubio rojizo perfectamente peinado y sus brillantes ojos verdes, aunque ahora los tiene rojos y llorosos. Paso por alto la inoportuna punzada de lástima que me inspira.

-Claro que iré, Luke. Vuelve a la cama. ¿Quieres una aspirina o algo?

-Un paracetamol, por favor. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar aquí. Y toma notas. Luego ya lo transcribiré todo.

-No de nada de él… -murmuro intentando en vano reprimir el pánico, que es cada vez mayor.

-Te harás una idea por las preguntas. Sal ya. El viaje es largo. No quiero que llegues tarde.

-Bueno, me voy. Vuelve a la cama. Te prepare una sopa para que te la calientes después.

-Sí, lo hare. Suerte. Y gracias, Richard. Me has salvado la vida, para variar.

No puedo creer que me haya dejado convencer, pero Luke es capaz de convencer a cualquiera de lo que sea. Será un excelente periodista. Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente y atractivo. Y es mi mejor amigo.

Apenas hay trafico cuando salgo de Vancouver, Washington, en dirección a la interestatal 5. Los kilómetros pasan volando. Me dirijo a la sede principal de la multinacional del señor Peace, un enorme edificio de veinte pisos, una fantasía arquitectónica, todo el de vidrio y acero, con las palabras PEACE HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas acristaladas de la entrada.

Son cuarto para las dos cuando llego. Entro en el inmenso e intimidante vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca, muy aliviada por no haber llegado tarde.

Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe amablemente una chica rubia, atractiva y muy arreglada. Lleva el saco gris oscuro y falda blanca más elegantes que he visto jamás. Esta impecable.

-Vengo a ver al señor Peace. Richard Armitage, de parte de Luke Kavanagh.

-Disculpe un momento, señor Armitage –me dice alzando las cejas.

Espero tímidamente frente a ella. Empiezo a pensar que debería haberme puesto un saco de vestir de Luke en lugar de mi chamarra azul marino.

-Sí, tiene cita con el señor Kavanagh. Firme aquí, por favor, señor Armitage. El ultimo ascensor de la derecha, piso 20.

Me sonríe amablemente, sin duda divertida, mientras, mientras firmo.

Me tiende un pase de seguridad que tiene impresa la palabra VISITANTE. No puedo evitar sonreír. Es obvio que solo estoy de visita. Desentono completamente. No pasa nada, suspiro para mis adentros. Le doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores, más allá de los dos vigilantes, ambos mucho más elegantes que yo con su traje de corte perfecto.

El ascensor me traslada al piso 20 a una velocidad de vértigo. Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo, también de vidrio y piedra blanca. Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otra chica rubia vestida impecablemente de blanco y negro.

-Señor Armitage, ¿puede esperar aquí, por favor? –me pregunta señalándome una zona de asientos de piel de color blanco.

Detrás de los asientos hay una gran sala de reuniones con las paredes de vidrio, una mesa de madera oscura, también grande, y al menos veinte sillas haciendo juego. Más allá, un ventanal desde el suelo hasta el techo que ofrece una vista de Seattle hacia el Sound. La vista es tan impactante que me quedo momentáneamente paralizado.

Me siento, saco las preguntas de la maleta y les doy un vistazo maldiciendo por dentro a Bilbo por no haberme pasado una breve biografía. No sé nada del hombre al que voy a entrevistar. Podría tener tanto noventa años como treinta. La inseguridad me mortifica y, como estoy nervioso, no para de moverme. Nunca me he sentido cómodo en las entrevistas cara a cara. Prefiero el anonimato de una charla en grupo, en la que puedo sentarme al fondo de la sala y pasar inadvertido. Para ser sincero, lo que me gusta es estar solo, acurrucado en una silla de la biblioteca del campus universitario leyendo una bueno novele inglesa, y no removiéndome en el sillón de un enorme edificio de vidrio y piedra.

Suspiro. Contrólate, Armitage a juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que Peace tendrá unos cuarenta años. Un tipo que se mantiene en forma, bronceado y rubio, a tono con el resto del personal.

De una gran puerta a la derecha sale otra rubia elegante, impecablemente vestida. ¿De dónde sale tanta rubia inmaculada? Parece que las fabrican en serie. Respiro hondo y me levanto.

-¿Señor Armitage? – me pregunta la última rubia.

-Si –le contesto con voz ronca y carraspeo-. Si –repito, esta vez en un tono algo más seguro.

-El señor Peace lo recibirá enseguida. ¿Quiere dejarme su chamarra?

-Sí, gracias –le contesto intentando son torpeza quitarme la prenda en cuestión.

-¿Le han ofrecido algo de beber?

-Pues… no.

Vaya, ¿estaré metiendo en problemas a la rubia número uno?

La rubia numero dos frunce el ceño y lanza una mirada a la chica del mostrador.

-¿Quiere un té, un café, un poco de agua? –me pregunta volviéndose de nuevo hacia mí.

-Un vaso de agua, gracias

-Olivia, tráele al señor Armitage un vaso de agua, por favor –dice en tono serio.

Olivia sale corriendo de inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.

-Le ruego que me disculpe, señor Armitage. Olivia es nuestra nueva empleada en entrenamiento. Por favor, siéntese. El señor Peace la atenderá en cinco minutos.

Olivia vuelve con un vaso de agua muy fría.

-Aquí tiene, señor Armitage.

-Gracias.

Ambas continúan trabajando. Quizá el señor Peace insista en que todos sus empleados sean rubios. Estoy distraído, preguntándome si eso es legal, cuando la puerta del despacho se abre y sale un afroamericano alto y atractivo, con el pelo rizado y vestido con elegancia. Está claro que no podría haber elegido peor mi ropa.

Se vuelve hacia la puerta.

- Peace, ¿jugamos golf esta semana?

No oigo la respuesta. El afroamericano me ve y sonríe. Se le arrugan las comisuras de los ojos. Olivia se ha levantado de un salto para ir a llamar el ascensor. Parece que destaca en eso de pegar saltos de la silla. Esta más nerviosa que yo.

-Buenas tardes –dice el afroamericano metiéndose en el ascensor.

-El señor Peace lo recibirá ahora, señor Armitage. Puede pasar –me dice la rubia número dos.