DISCLAIMER: EL UNIVERSO PERTENECE A LA GRAN JK, LA IDEA ES MIA.
Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible Navideño 2015-2016" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black"
Esta historia está dedicada a mi AI, DarkPotterMalfoy. Espero que te guste la historia que he hecho con paciencia, sudor, sangre, sacrificios humanos y la ayuda de los betas. En especial Kristy que a estas alturas me debe odiar por la lata que le he dado y a Nalnyatrix Black.
CAPITULO 1: Todos bebemos para olvidar
Draco aún no podía creer que Blaise le hubiera convencido para ir a una discoteca muggle. Todavía le quedaba suficiente orgullo para hacerse el ofendido y negar rotundamente varias veces que un Malfoy jamás se acercaba a antros muggles, pero la guerra había dejado sus aires de grandeza tan mermados que había acabado accediendo. Sus antepasados se debían de estar revolviendo en su tumba. En el fondo ya nada le importaba, la guerra había roto tantas partes de él que ya solo podía unir esos pedazos en una burla de lo que fue, y ahogarse en alcohol. Ahí se dio cuenta de que accedió a ir a ese lugar porque deseaba lo que con una sonrisa perversa prometía Zabini: perversión y decadencia.
Llevaba más de un año emborrachándose con sus amigos en las casas, escondidos de un mundo que los odiaba, los juzgaba y los despreciaba. Casi era un alivio emborracharse alrededor de unos patéticos muggles que no sabían qué significa su marca bajo el brazo.
Cuando un segundo antes de entrar miró sus caras, se dio cuenta de que todos deseaban lo mismo. Pero cuando abrieron la puerta del local, no disimularon las caras de asco. Aparecieron con grandeza y soberbia, porque los viejos prejuicios no se olvidaban. Su cara reflejó desprecio, aunque debajo también había curiosidad y miedo. Blaise sonrió, como si conociera a todo el mundo y fueran sus mejores amigos. Su actitud prometía bromas toda la noche. En el fondo era un consuelo que la guerra no le hubiera afectado tanto. Los estaba sacando del pozo sin reproches, ni acusaciones, ni palabras de afecto. Les arrastraba a lugares así y los trataba como si siguieran siendo los adolescentes que realmente deberían ser.
Nott paseaba con su cara de aburrimiento por el local, aunque alzó ligeramente la comisura del labio cuando observó el ambiente: oscuro y con luces parpadeantes artificiales, gente borracha y la música tan alta que retumbaba en los oídos. Daphne, por el contrario, paseó su mirada por el local con los labios fruncidos y observó con rapidez a las mujeres de alrededor para constatar que era la más guapa, agarrando el brazo de Theodore con fuerza. Pansy también miró a los muggles con asco, pero su mueca pareció rota, como si le costara mantenerla. La guerra no solo había roto su relación con Draco, sino que había roto todo en lo que creía. A ella era a la que más le costaba mantener la fachada para no desmoronarse.
Mucho tiempo había pasado desde que unos niños entraron en un colegio creyéndose los mejores y con linajes tan antiguos que pensaban que todos les amarían. Ahora solo eran unas sombras de una ideología ya olvidada y desfasada para todos.
Fue Goyle el que se adelantó, como si ya nada le importara (porque de hecho es así, él perdió toda clase de identidad, prejuicio y odio cuando murió Vincent). Todos le siguieron y Blaise, como si ya hubiese estado mil veces ahí y no fuera la primera vez que pisaba un sitio así, se dirigió a lo que parecía un mostrador con un montón de botellas detrás donde una muggle, con un vestido que le hubiera sentado bien a un elfo doméstico, les preguntó con una sonrisa que apestaba a falsedad qué querían beber.
Todos se miraron y alzaron las cejas. A Theodore incluso se le escapó la risa al imaginar qué cara pondría cuando se supiera que no tenían ni puta idea, ya que no conocían ningún tipo de alcohol muggle. La noche prometía ser divertida.
Harry se sintió raro entrando en una discoteca, aunque era agradable que la gente no le mirase como si fuera lo más alucinante que hubiese visto en su vida. Empezaba a hartarse. La sugerencia de Hermione de salir a un lugar muggle entusiasmó a todos, así que no había podido negarse; aunque él hubiera preferido no salir. No por beber —estaba acostumbrándose bastante al alcohol durante este último año—, pero lo hacía solo en Grimmauld Place; y no por motivos felices, la verdad.
Era extraño, pero no se sentía feliz; aunque estaba claro que tenía motivos de sobra para serlo. Había derrotado a Voldemort y todo eso, sin embargo, ahora solo podía pensar "¿y ahora qué?". Se suponía que debía de estar con Ginny y empezar el entrenamiento de auror (porque eso era en lo que siempre soñaba durante la guerra); una vida normal y pacífica, pero ahora solo sentía una sensación de vacío muy grande. La academia le apremiaba para que se apuntara, pero no le entusiasmaba en absoluto. En cuanto a Ginny, ella seguía enamorada de él, con su mirada de "el héroe del mundo mágico está interesado en mí". Sin embargo, no le hacía sentir ni un cosquilleo cuando la miraba. Quería estar enamorado, pero no le salía. Después de la guerra, la percepción de su mundo parecía haber cambiado; Ginny no le agobiaba, aunque parecía decepcionada por su comportamiento distante.
Hermione le decía que era normal que se sintiese así. Le hablaba del estrés postraumático y de otras cosas que no entendía. Solo hacía soñar con la guerra, con que moría tanto él como sus amigos; y cuando miraba a la cara a todos solo veía los malos momentos. Era tremendamente estúpido sentirse así. Había pasado toda su vida con peligros, miedos y, en definitiva, cosas que habían sido suficientes para evitar que fuera feliz, pero lo fue. Contra todo pronóstico, sus años en Hogwarts fueron los más felices, y atesoraba cada buen momento de su vida como mago; pero ahora que tenía la felicidad al alcance de su mano, no era capaz de cogerla.
Entró en la discoteca y fue a la barra a pedir algo. Ya habían salido varias veces, y todos pensaban que allí parecía más feliz (lo que pasaba es que la música estridente y el alcohol eran la manera perfecta para olvidarse unas horas de todo), pero cuando la resaca y la realidad aparecían, era cada vez peor. Ahora mismo solo quería a alguien que pudiera entenderle, alguien que entendiera por lo que había tenido que pasar en la guerra.
George fue con él a la barra y, con una sonrisa que no llegó a los ojos (nunca lo hacía), pidió dos whiskys a la camarera. Hermione y Ron sonreían mientras bailaban torpemente al ritmo de la música estridente; Luna sujetaba una copa mientras miraba a la nada y se movía lentamente, a pesar de que la canción era marchosa; Neville miraba a dos chicas muggles como si fueran unos dragones especialmente peligrosos (parecía ser que esta noche tampoco ligaría) y Ginny, para alegría de Harry, no había salido porque, según Ron, no soportaba ver cómo Harry se emborrachaba y se comportaba tan mal. Éste no se lo reprochaba, pues cuando bebía se volvía bastante imbécil, pero era el único momento en el que parecía ser completamente feliz, así que la opinión de esa chica le daba bastante igual.
Harry dio un largo trago a su copa y suspiró. Ron le miró, forzó una sonrisa y levantó su copa hacia él.
«Por otra noche de mierda», pensó.
