Disclaimer: Los personajes aquí nombrados pertenecen a Sir Arthur Conan Doyle y todo el universo a la BBC.


Esta historia participa en el reto La ciencia del Johnlock, del foro La Ciencia de la Deducción.


Han pasado tan sólo dos días desde que casi muere. Otra vez, claro. Varias veces estuvo en peligro de muerte, Afganistán y algún anterior caso con Sherlock habían sido testigos de ello.

Pero esta vez, había sido diferente. Moriarty definitivamente no era como cualquier otro. No era como nadie que hubiera conocido antes. A John le asusta, debe admitirlo. Le asusta la sed de sangre, lo poco que le importa la vida y lo que más le asusta es que Sherlock podría hacer cualquier cosa para no dejarse vencer. Cómo morir, por ejemplo.

Eso es algo que le trae pesadillas. A Sherlock parece importarle tan poco su vida, se arriesga a cualquier cosa y nunca antes le había visto preocupado de esa manera. Hasta aquella vez.

Por que John lo notó. La cara de Sherlock en el momento que él apareció con el chaleco de bombas simplemente se había transformado. Miedo. Vio el miedo en sus ojos y por primera vez, entendió algo que Sherlock quizás no entendiera todavía. Sentimientos.

Claro, que podía ser muy probable que John lo haya querido ver así, que sólo fuera una proyección por parte del rubio. Pero estaba bastante seguro de lo que había visto.

Hacía dos días que Sherlock no le hablaba. Ni siquiera una palabra. Estuvo la mayor parte del día fuera, y cuando volvió sólo se dedicó a tocar el violín. John se había quejado.

-Me ha dicho Lestrade que has tenido un caso. ¿Por qué no me has avisado?

-No quiero que participes en otro de mis casos.- respondió Sherlock, inmutable. John no podía creerlo. ¿De donde había salido eso? Aunque no tuviera la capacidad mental del gran Sherlock Holmes, John siempre había sentido que ayudaba.

-¿Y eso por qué?- murmuró el doctor, protestando.

Sherlock lo miró. Los ojos azules del detective siempre le habían atravesado el alma. Sabía que Sherlock podía leer casi todo lo que pensaba, pero John no podía darse cuenta de lo que pasaba por la cabeza del otro. La única palabra que se le ocurrió para definir al detective justo en ese momento fue 'atormentado.'

-Debe ser muy frustrante para ti preguntar siempre lo obvio.- dijo el detective.-Pero te lo explicaré. Podría morir si tengo que verte otra vez en una situación cómo la del otro día.- cerró los ojos fuertemente, los recuerdos de esa noche no lo dejaban en paz.- Y aun más, sabiendo que todo fue mi culpa.

John tuvo deseos de hacer muchas cosas en ese momento: desde pegarle al detective por idiota, hasta besarlo por lo dulce que había sido.

Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Sólo susurró:

-¿Lo dices en serio?

Y tan sólo por si John necesitaba una confirmación, Sherlock se acercó y tomo suavemente la cara del ex-soldado entre sus manos, depositando un pequeño beso en sus labios, que fue más cómo un roce.

John se ruborizó pero una pequeña sonrisa se formó en su rostro.

-No creas que por besarme te libraras de mí, quiero seguir ayudándote con tus casos.

Sherlock sonrió hacia un lado y susurró:

-Creo que podríamos discutirlo en otro momento.