Hermione
Hermione se levantó de la cama de un salto, ocasionando que Crookshanks se despertara con un gemido lastimero. Con una enorme sonrisa, cogió al pelirrojo gato en volandas y comenzó a dar vueltas con alegría.
- ¡Por fin Crookshanks! No puedo creerme que ya hayan pasado las vacaciones, hoy por fin regresaré de nuevo a Hogwarts, ¡no puedo esperar más!-
Dejó al gato de nuevo en la cama, permitiendo que éste volviera a acurrucarse como si nada hubiera pasado, y se dispuso a cambiarse y a dejar todo su equipaje perfectamente organizado.
Cuando se encontraba ya repasando por cuarta vez la lista de todo lo que había incluido en sus maletas, tocaron a la puerta de su cuarto y acto seguido entró su madre, sin sorprenderse en absoluto de ver que su hija ya había predispuesto y organizado todo para el viaje sin su ayuda.
Sonriendo se sentó a su lado en la cama y la abrazó con cariño - No puedo creerme que ya estemos a uno de septiembre, apenas había empezado a disfrutar de estar con mi niña ¡y ya me la arrebatan otra vez!-
Hermione rió, devolviéndole el abrazo a su madre, - Vamos mamá, no seas dramática, sabes que siempre seguimos en contacto durante el año y antes de que te des cuenta ya estaré aquí otra vez con vosotros –
- Lo sé, lo sé… es solo que cada año me da la sensación de que vuelves mucho más mayor y madura que el anterior, y no puedo evitar sentirme algo triste al dejarte marchar de nuevo… ¡si al menos no tuvieras que irte por tanto tiempo! – Con un suspiro volvió a abrazar a su hija y salió del cuarto.
Hermione observó con cariño a su madre mientras esta desaparecía por el pasillo, recordando el momento en el que sus padres habían descubierto la condición mágica de su hija. Nunca podría llegar a agradecerles lo suficiente todo el apoyo que le demostraron desde el primer momento, y el hecho de que nunca consideraran que su hija era un bicho raro o algo parecido. Suponía que de alguna forma se habían sentido aliviados por encontrar una explicación a algunos sucesos extraños que le habían ocurrido cuando era una niña, y lo mismo había sentido ella.
Sonrió con ternura al recordar lo que experimentó al enterarse de que era una bruja, una sensación parecida a cuando las piezas de un puzle encajan a la perfección, encontrando un nuevo sentido a su vida mucho más increíble y maravilloso de lo que pudiera haber imaginado nunca. Desde el primer momento aceptó su condición mágica como parte de ella, y esto le fue de mucha ayuda para ir convirtiéndose poco a poco en la chica de quince años llena de confianza y de seguridad en sí misma que era ahora.
Mientras se dirigía al espejo situado en el tocador de su cuarto pensó en el asunto que había mencionado su madre de que cada año volvía distinta. Por un lado sabía que su madre tenía razón, puesto que cada año en Hogwarts suponía nuevos desafíos que la ayudaban a descubrir aspectos sobre ella misma que la sorprendían y que no sabía que existieran en ella, pero estaba segura de que lo fundamental no había cambiado. Se sentía la misma chica responsable, estudiosa y orgullosa de siempre.
Observó su reflejo mientras intentaba apreciar algún cambio respecto al año anterior, pero no consiguió ver nada diferente. Sonrió al ver sus mejillas sonrosadas debido a la emoción de volver hoy al que consideraba su segundo hogar. Decidió que podría dedicarle a su aspecto algo más de atención para variar, y comenzó a cepillarse la larga melena castaña que durante el verano le había crecido hasta casi la cintura, y que ya hacía tiempo que había dejado de tener ese aspecto esponjoso y abultado de siempre para lucir ahora unos suaves y domados rizos en la parte baja. Nunca había apostado por el maquillaje, pero decidió que la ocasión lo merecía, y tras aplicarse un poco intentando que pareciera lo más natural posible, sus ojos almendrados le devolvieron una mirada de apreciación.
Tras unos veinte minutos más que dedicó a cerciorarse de que no había dejado ningún cabo suelto, salió hacia el pasillo para informarle a sus padres de que ya se encontraba todo listo para ir hacia la estación.