Pasaban ya las 12 de la noche cuando la capitana Beckett logró levantarse de la cama de su hijo menor, y salir silenciosamente de la habitación. No sin antes arroparle de nuevo y besar la frente del pequeño. No es que fuera excesivamente tarde pero ella estaba realmente cansada. Todo el día en la playa con los niños estaba pasando factura. Además llevaba todo el día pensando en él. Su mente siempre que tenía oportunidad volaba hasta él, distrayéndola de todo lo que estuviera haciendo. Al salir del dormitorio del pequeño, no fue distinto.

Al llegar a la puerta de su dormitorio, supo que por muy cansada que estuviese no lograría dormir, no, sin él. Así que sin muchas más alternativas decidió bajar la escalera para ir al jardín y tratar de despejarse y aclarar sus pensamientos. Vio la luz de la cocina encendida, no recordaba haberla dejado encendida, pero debía haber sido así. Alexander había caído rendido justo después de cenar y él mismo se había levantado del sofá para irse a la cama. Johanna tampoco podía ser, era posible que no estuviera dormida pero estaría en cualquier caso leyendo en su habitación. Richard tampoco podía ser, no había oído el ruido de ningún motor junto a la casa y el garaje estaba justo debajo de la habitación de Michael. Así que se puso en alerta y entró en la cocina despacio tratando de sorprender al posible intruso. Se ocultó tras la puerta de la nevera tratando de ver sin ser vista. Pero no lograba ver nada. La puerta de la nevera se cerró y el grito de Johanna invadió la planta baja.

- ¡Mamá! ¿Se puede saber qué haces? Casi me matas del susto.- gritó la adolescente llevándose la mano al pecho.

- ¿Johanna? ¿Qué haces aquí?- preguntó sorprendida, recuperándose ella también del susto.

- No es tan tarde, mamá.- repuso categórica.

- ¿Qué no es tan tarde? Señorita es más de medianoche y mañana tenemos que madrugar todos.- explicó recordándole a su hija que al día siguiente debían madrugar para irse de excursión con el abuelo Jim.

- ¿Y tú, mamá?- preguntó veloz.- ¿Tampoco piensas irte a dormir?

- No tengo sueño. ¿Además desde cuando haces tú aquí las preguntas?- objetó

- Desde que llevas una semana sin apenas pegar ojo.

- Johanna.- avisó su madre indicando que no estaba para bromas.

- ¿Qué? ¿A quién pretendes engañar? Has visto las ojeras que tienes. Además ¿desde cuándo te despiertas antes que Mike, cuando estamos de vacaciones?.- la acribilló su hija a preguntas.

- Está bien, es posible que no haya dormido mucho esta semana.- confesó.

- ¿Quieres helado de chocolate?- preguntó abriendo la tarrina.

- De acuerdo. Pero luego a dormir, jovencita. Si no, no habrá quien te levante mañana y no quiero hacer esperar a tu abuelo.- advirtió, girándose para coger dos cucharas del cajón.

- Sí, mamá.- contestó con sorna.

Madre e hija decidieron salir al jardín sentarse junto a la piscina. Johanna a sus catorce años, era exactamente igual que su madre. Y aunque por ahora se había comportado como una hija modélica, Beckett sabía que guardaba en su interior toda la rebeldía que ella había tenido durante su juventud y que tarde o temprano saldría a la luz.

- Le echas de menos ¿verdad?- preguntó su hija, introduciendo de nuevo la cuchara directamente en la tarrina.

- ¿Que dices, Jo?- cuestionó haciéndose la loca.

- A papá. Que le echas de menos. - aseguró la chica.

- Si.- repuso Beckett viéndose sin escapatoria.

- ¿Y por qué no se lo dices? - preguntó como si fuera lo más sencillo del mundo.

- No es tan fácil, hija.

- ¿Cómo qué no? Podías habérselo dicho esta misma tarde, cuando ha llamado.

- Ha llamado para hablar con vosotros. No conmigo.

- De verdad que no os entiendo, mamá.

- Está muy ocupado, Jo. No puedo decirle que venga, sólo porque yo le eche de menos.

- Mamá.- dijo escéptica

- ¿Qué?

- No puedes pretender que yo me crea eso. Que se lo digas a Alex o a Mike, vale. Pero mamá ya no soy ninguna niña y sé que tenéis problemas.

- Está bien...- suspiró.- No es culpa de tu padre ¿vale? Es sólo culpa mía.

- ¿Cuánto vais a seguir así? Ahora es él, el que se supone que tiene mucho trabajo y antes eras tú. ¿Cuándo vais a dejar de evitaros? Sé que no quieres hablar conmigo de esto, pero mamá, habla con él.

- Todo esto te lo ha dicho tu padre ¿no?- preguntó clavando la mirada en el rostro de su hija.

- No sé de qué me estás hablando.- repuso Johanna sonriendo y haciendo un gesto con los ojos totalmente heredado de Richard.

- Esta bien, a la cama. Es tarde.- dijo Katherine poniéndose en pie.

- Mamá, vete mañana a buscarle. Nosotros nos quedamos con el abuelo, además ya soy mayorcita puedo quedarme con los enanos. Ve a Nueva York, habla con él.- suplicó, mientras terminaban de subir las escaleras.

- Ya veremos, Johanna.- besó la cabeza de su hija mientras sonreía.

- Hasta mañana.- dijo besando su mejilla.

- Que descanses, hija.- se despidió mientras se dirigía a su dormitorio.

Beckett cerró la puerta de su habitación, buscó su pijama, pero al abrir el armario cambio de idea al ver una camiseta de Castle. Siempre le había gustado esa camiseta.

Pensó en la última hora hablando con su hija y lo primero que vino a su cabeza, fue como era posible que hubiera crecido tanto. Su niña, Johanna. Recordaba como si hubiera sido ayer, el momento en el que le dijo a Castle que serían padres y una sonrisa enorme se instaló en su rostro. Pero de aquello hacía ya más de catorce años. Richard. Castle, otra vez había vuelto a su mente. Hacía tiempo que no estaban bien, pero su hija llevaba razón el último mes lo único que habían hecho había sido evitarse. Ella doblando todos los turnos posibles en comisaría y él inventándose una y mil reuniones y actos con la editorial. Había pensado en el divorcio, no lo podía negar. ¿Cómo era posible que hubieran llegado a aquello? Después de más de 20 años.

Beckett suspiró con frustración tumbándose en la cama. Veinte años y todavía sentía como le habían temblado las piernas cuando él estuvo sentado en la sala de interrogatorios respondiendo a sus preguntas sobre el asesinato de Ashley Tislade. Definitivamente tenía que hablar con él. No iba a permitir que, Richard Castle huyera, porque las cosas se pusieran difíciles. Era posible que el último año de matrimonio no hubiera sido el mejor, pero todavía tenían mucho en común. Decidió que no podían tirar todo aquello por la borda. La capitana se giró en la cama incapaz de dormir, dándole vueltas a todo esto. Su móvil que reposaba sobre la mesilla comenzó a vibrar. Lo cogió y vio el rostro sonriente de su marido en la pantalla. Lo dejó sonar. No quería hablar con él, mejor dicho no podía. Por fin dejo de vibrar y la pantalla dejo de parpadear.

- Mañana, Rick, mejor mañana.- murmuró como si pudiera oírla. Necesitaba una noche para pensar todo aquello y hallar la fórmula para salvar su matrimonio, su familia. Pero el escritor siempre había sido demasiado insistente y el teléfono volvió a iluminarse. Pero ella estaba realmente cansada y no quería acabar discutiendo una vez más. Dejó el teléfono de nuevo sobre la mesilla, tratando de olvidar que continuaba sonando. Por fin pareció que se había rendido y el teléfono dejo de moverse. Pero no, el dispositivo emitió dos rápidos pitidos, indicando que había recibido un mensaje. Beckett se sentó en la cama malhumorada. ¿Qué era lo que su marido no entendía? No quería hablar con él.

"Kate, sé que estas despierta. Coge el teléfono." decía el mensaje que acababa de recibir. Y antes de que pudiera decidir, el rostro de Castle volvió a ocupar la pantalla. Harta de oírlo sonar y en lugar de apagar el teléfono, Kate optó por contestar.

- ¿Qué quieres?-soltó enfadada.

- Hablar contigo.- dijo él con tono tranquilo.

- No es buen momento, Castle.- suspiró frustrada.

- Baja a la cocina.- suplicó.

- Dime que no. Dime que no.- pidió Beckett, suplicando que no hubiera ido hasta allí.

- Te espero aquí.- murmuró. Y sin más colgó.

Salió disparada del dormitorio, sin darse cuenta de que tan sólo llevaba puesta la camiseta. Y bajó hasta la cocina, dispuesta a decirle que no quería hablar con él. No esa noche.

Castle terminó de preparar el café, dejándolo sobre la encimera. Y se sentó en uno de los taburetes de la cocina. Sacó el móvil de su bolsillo y marcó el número de Kate.

Había dejado el coche cerca del puerto y se había acercado a la casa andando, no quería que ella le oyera llegar. Se había propuesto sorprenderla.

La semana se había hecho demasiado larga solo en Nueva York y la echaba de menos. A ella, a sus hijos. Incluso se echaba de menos a sí mismo. Estaba asustado y probablemente por eso por fin había reaccionado. Su matrimonio con Beckett hacía meses que iba a la deriva. Suponía que ella debía imaginar que tenía algún lío por ahí como ella misma le había insinuado varias veces. ¿Cuándo conseguiría hacerla comprender, que después de ella no podía haber otra mujer en su vida? ¿Cuándo entendería que era la única? Que desde que entro en su vida, siempre lo había sido. No podía mirar a otra mujer sin compararla con ella. No podía pensar en otra que no fuera ella. Y no le importaba lo mal que se pusieran las cosas entre ellos, nunca más habría otra. Ni siquiera si ella se decidía a dejarlo. Acabaría sólo, pero después de Kate Beckett no podría haber otra.

Sabía que aquella noche era su última oportunidad. Había hablado con su hija aquella tarde y había sido consciente por fin de la situación. Incluso el pequeño Mike a sus seis años se lo había dicho "Mamá está triste" Y si de verdad era así, todavía le quedaba esperanza.

No quería mezclar a sus hijos en aquello. Pero no quería perder todo aquello que había formado con Kate por no ser capaces de decir lo que sentían.

Escuchó las pisadas de Kate bajando las escaleras y se giró sobre sí mismo, para encontrarla al pie de la escalera descalza, con el pelo revuelto y tan solo una camiseta que cubría poco de sus largas piernas. Un momento esa camiseta era suya, ¿estaba durmiendo con su camiseta de Batman?, sonrió para sus adentros, dándose cuenta de que lo tenía mucho más fácil de lo que en un primer momento había creído. Ella también le echaba de menos, terriblemente de menos.

- Hola.- saludó sin hablar demasiado alto.

- Castle.- advirtió ella con tono serio, haciéndole entender que sabía que la estaba desnudando con la mirada. Aunque la verdad es que ella era la culpable de aquello. Pero es que aunque se lo negará a si misma se moría por verle y había bajado tan rápido que ni se había dado cuenta de la camiseta tan corta que llevaba puesta y encima era de él. Perfecto para mostrarse enfadada, vamos que él casi no iba a notar que se moría por estar con él.

- He preparado café.- dijo invitándola a sentarse.

- No hacía falta.- contestó secamente sentándose.

- Tenemos que hablar. Y creo que va para largo.- confesó.

Fue el turno de Beckett de recorrer su cuerpo con la mirada. Le encontró mucho más delgado de lo que le recordaba. Con una barba de tres días, que le hacía ver increíblemente sexy aunque ella quisiera negárselo. Y con unas ojeras que debían hacer la competencia a las suyas. Eran un par de idiotas, eso estaba claro.

- ¿Por qué has venido? ¿Por qué ahora? ¿Por qué esta noche?.-preguntó sin andarse con rodeos. Directa. Sin ocultarse. Como más le gustaba a Castle.

- Porque no quiero perderte.- pronunció él con total sinceridad.

- Es un poco tarde ¿no te parece? Creo que los dos nos perdimos hace mucho tiempo, Richard.- repuso utilizando su nombre completo lo que hizo saltar todas las alarmas del escritor.

- No creo que sea tarde, Kate. Nunca ha sido tarde para nosotros y creo que siempre hemos estado un poco perdidos.- sonrió.

- Puede ser. Pero no vas a arreglarlo con un corazón dibujado en el café.- dijo escrutándole con la mirada.

- Por algo se empieza, cariño. Por algo se empieza.- y con eso logró arrancar una sonrisa del serio rostro de la capitana. Aprovechó el momento para acercar su mano a la mejilla de su mujer y otorgarle una pequeña caricia a su rostro. Pero se arrepintió nada más tocar su piel.

- Quieto.- murmuró una seria Beckett.- Quieto.- repitió tratando de convencerse más a si misma que a él, tratando de refrenar sus ganas de besarle.- Has venido a hablar ¿no? Pues empieza.- dijo tajante, apartándose.

Continuará...


Llevaba mucho tiempo sin escribir, pero el otro día buscando entre pequeñas historias que tenia escritas encontré el principio de esta y me decidí a continuarla, esto ha sido el resultado. Tengo ya pensada la continuación y la idea es actualizar cada semana. No serán demasiados capítulos. Espero vuestros comentarios, para saber si os gusta. Muchas gracias por leer. :)