Disclaimer: El potterverso y los personajes pertenecen a Rowling. Este fic participa en el minireto de febrero para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Gran Cupido

Saludos a todos queridos lectores y feliz día de San Valentín.

Hace tan solo un par de días, y debido a mi condición de Gran Cupido, los directores de un afamado foro me pidieron una anécdota graciosa sobre este día en pocas palabras. Y cuando digo pocas son pocas, porque los avaros de ellos me han dado un máximo de 400 palabras. ¡Tacaños!

Antes de empezar quiero explicaros que yo soy el Gran Cupido, la mano derecha de la diosa Afrodita, y el coordinador de más de trescientos ángeles del amor. Así que si alguien me vuelve a representar como un niño gordito y con pañales tendrá noticias de mi abogado.

Pero vamos al grano. Hace ya unos años, tenía entre mis filas un ángel del amor bastante torpón, esto le venía de familia, había sido su abuelo quién había enamorado a Romeo y Julieta, todo un cerebro el angelillo.

Normalmente no concedía misiones a los miembros de esta familia (y después de lo de Casillas y Carbonero no volveré a darles otra oportunidad) pero era el día de San Valentín y me encontraba generoso, así que le pide a este ángel que sembrara la semilla del amor entre dos jóvenes de Hogwarts, pero eso no fue exactamente lo que hizo…

Gilderoy recorría los jardines del castillo subido en un gran corcel blanco. Se había levantado con un extraño presentimiento, él, el mago más grande de todos los tiempos, caballero de Merlín de tercera clase, debía rescatar a una damisela en apuros quién le correspondería con amor eterno.

Mientras lanzaba maldiciones a los rufianes que se interponían en su camino, llegó a una torre y gritando anunció:

— ¡Querida dama! Tu príncipe ha llegado, tírame tu melena para poder subir y rescatarte.

El pobre Lockhart estuvo más de media hora gritando y esperando pero nada pasó, pensando que su querida amada podía estar bajo un hechizo inmovilizador decidió escalar la torre

Cuando llego arriba descubrió a una dama hermosísima de pelo gris como la ceniza y rostro arrugado como las pasas que dormía plácidamente.

—Me había equivocado de cuento—susurró mientras se preparaba para darle un beso de amor eterno y sentir un gozo completo.

Pero en vez de eso, lo que recibió fue una gran torta en la cara que le hizo llorar y sentir ganas de acabar con su vida, había perdido a Minerva, el amor de su vida.