Este es mi primer long fic. Es un Hermione / Harry al que le tengo aprecio por todos los dolores de cabeza que me ha traído. Esta bajo revisión técnica en estos momentos, pero su esencia no cambiará.
Espero que les guste.
Dejen reviews. (Adelgazan :P)
Confesiones:
Hermione estaba sentada en las gradas del campo de Quidditch, con un libro en sus manos, tratando de matar el tiempo, leyendo su complicado tomo de "Pociones Curativas 5, ¿como sanar la herida hecha por una Mantícora?".
De hito en hito, miraba a Harry y se sentía en las nubes cuando se entrelazaban sus miradas. Terminó por cerrarlo cuando vio que él miraba sin disimulo para su lado.
Esos ojos verdes que le habían robado sus noches, sus tardes, sus días y ahora también su corazón, se fijaban con intensidad en ella.
Le sonrió, pero descubrió con amargura que solo estaba siguiendo con la mirada a la snitch.
-¡Vamos Harry por favor no doy más, necesito descansar y además tengo que llegar a tiempo para ver a Luna!- gritó Ron desde los postes, dirigiendo su escoba al piso. Hermione sacudió la cabeza con violencia y aferrando su libro, como si fuese un escudo protector, descendió uno a uno los escalones.
-¡esta bien!, entrenamiento acabado- el alarido de Harry sobrevoló el campo, mientras en un limpio movimiento de manos aferraba la snitch entre sus dedos.
-Hermione, ¿me esperas y vamos a estudiar?- preguntó, momentos después de haber bajado de la escoba. Se acercó como cazador a su presa y tomando por sorpresa a la castaña que se hallaba de espaldas, la rodeo con sus brazos, y deposito un beso suave en su mejilla.
-Si pero no tardes- alcanzó a decir la muchacha antes de que sus mejillas se arrebolaran, sintiéndose presa de una incomodidad terrible. Miró hacia un costado y allí parada, iracunda y aireada, Ginny la observaba con un dejo de incredulidad.
- Ginny, ¿estás bien?- inquirió la leona sin saber qué hacer.
-Prometiste que no te acercarías a él, Hermione, ¿por qué me haces esto?- los ojos verdes de Ginevra Weasley se llenaron de lágrimas de indignación. Respiró hondamente y dedicándole una mirada furibunda a Hermione, se alejó de allí, sacudiendo su melena roja.
Hermione, totalmente abstraída en su remolino de pensamientos, debió ahogar un chillido cuando, Harry que había salido de los vestuarios sin ser visto, la tomaba de la cintura.
-¡Harry!- protestó, zafándose de sus brazos.
Haciendo caso omiso, Harry se acercó a su oído y le dijo seductor: -¿vienes?
Hermione no contestó, sólo caminó en absoluto silencio, cerca de él.
-Vamos, necesitó mostrarte algo- la tomó por la mano y tratando de no pensar en la suave corriente eléctrica que pasó por su médula espinal al rozar su piel, tomó el pasillo que conectaba el vestuario con el Gran Comedor.
Caminaron un buen rato hasta que Hermione no pudo más de curiosidad y tuvo que preguntar.
-¿dónde me llevas?
- menos averigua Dios y perdona- se dio vuelta lo necesario como para guiñarle un ojo, y retomó la marcha con renovada rapidez. Los minutos para él, se estaban haciendo horas, y si quería que todo salga como lo planeado necesitaba llegar a la bendita biblioteca, que parecía esconderse en cada tramo, jugando traviesa a las escondidas, poniendo a prueba toda la paciencia del muchacho.
Por fin rodeó la última esquina y entró con ella tomada de la mano.
La dirigió con el corazón latiéndole a mil por hora, a uno de los últimos sectores donde libros viejos y polvorientos, se apretujaban en grandes estantes.
Hermione, antes de empezar a abrir la boca para investigar nuevamente qué hacían allí, divisó muy a lo lejos, una pequeña luz, que inconscientemente la tranquilizó.
Una vez dentro, la castaña quedó asombrada de la hermosura del lugar.
Era un espacio bastante reducido a decir verdad, pero siendo fiel a sus convicciones los espacios grandes le producían fobia, y por eso sonrío al sentirse cómoda, agradablemente a gusto.
El perfume que allí se respiraba la hizo acordarse a "esa" clase con el profesor Slughorn, un año atrás.
Recordó su explicación ante la pregunta del docente sobre la poción Amortentia: "mi poción tendría olor a hierba recién cortada, papiro sin usar y el perfume de...".
Sonrió débilmente.
También se acordaba de que se había puesto roja como un tomate y que gracias a Dios, paró el relato justo antes de decir: "y el perfume de...Harry".
Ahora, sus tres fragancias preferidas, coexistían en esa habitación.
Miró a Harry, que le devolvía el gesto con expectación, como un niño que se ha portado bien y quiere recibir algo a cambio. Confundida y repentinamente nerviosa, sólo se atrevió a caminar para ver un poco más de cerca qué cosas escondía ese recinto.
Encontró montones de papiros nuevos, plumas de todos los tamaños y libros y más libros.
Había dos butacas estropeadas por el paso del tiempo, una mesita ratonera entre las dos, con una rosa roja, una pequeña cajita y una lámpara.
Detuvo su vista en las paredes. Tenían un color sepia, había retratos colgados pero todos tapados con pequeños trapos blancos. Evidentemente Harry no quería que los habitantes de esos cuadros vieran lo que iba a pasar a continuación pero...¿qué diablos tenía Harry en mente?. Se dio vuelta. No podía seguir evitándolo, tenía que preguntar a qué se debía todo eso...
-Harry, ¿me explicas que es esto?-indagó mirándolo directamente a los ojos. Había algo diferente en ellos, siempre había podido desnudar los pensamientos de él con sólo mirarlo, pero en ese momento, no pudo, había algo más, un brillo de alegría y una sombra, indudablemente de miedo, pero ¿por qué no contestaba?
-Ven, siéntate, te lo explicaré todo, pero tengo que pedirte algo. No me interrumpas, luego que yo termine de contarte, sólo entonces podrás hablar, ¿está bien?-dijo el ojiverde, con una sonrisa pícara en sus labios.
-Pero Harry espera, yo hago lo que tu me dices, pero, pero…aquí no hay puerta…¿ Y si alguien logra escucharnos?-inquirió Hermione aterrada por la idea de que alguien pudiera escucharlos y delatarlos por estar ahí...pero no pudo seguir con sus cavilaciones puesto que Harry hizo un movimiento de silencio y se dispuso a hablar.
-Tan inteligente que eres y no te das cuenta que tomé todos los recaudos necesarios para poder estar solos y tranquilos. La habitación está bajo el hechizo silenciador, nadie que este cerca de aquí podrá escuchar algo de lo que hablemos. También tiene puesto un difícil hechizo del tipo Obliviate, es decir…
-Si ya sé- lo interrumpió, irguiéndose orgullosa, dándose cuenta de que, al fin, podía controlar esa situación aunque sea un poco- cualquier persona que se acerque, recordará que tiene algo por hacer. No se llama Obliviate, Harry- acotó divertida- se llama Athirthing…pero una cosa más… ¿cómo es que la señora Pince no nos siguió?
-Hay un hechizo que al pasar por la puerta lo debes de haber notado…¿sentiste algo al entrar aquí?
-¿sentir?...ah si una sensación extraña como si un liquido frío hubiera recorrido mi espalda y luego nada mas...
-Bueno eso que sentiste, es un hechizo que eché antes de salir ayer por la tarde, cuando terminaba de prepararlo todo, es un hechizo "desilusionador, lo aprendí de Moody, en quinto, cuando fue a buscarme a casa de los Dursley. Es fácil, cuando atravesamos esa pequeña abertura, minutos atrás, el hechizo cayó sobre nosotros, además, Hermione, sé sincera, la Señora Pince no se levantaría a buscarnos, sabe bien que alumnos vienen a la biblioteca no precisamente a buscar libros en la parte de atrás- levantó una ceja como diciendo "saca tus propias conclusiones", haciendo que la leona se sonrojara levemente al entender.
-Vamos Harry dime lo que tenias que decirme, me muero de...no importa sólo dilo y ya- tratando de salir de la incomodad de su sonrojo, miró sus manos, que retorcían nerviosamente la túnica de Hogwarts.
-Bueno, este-no sabia como comenzar, últimamente que ella posara sus ojos marrones en los suyos lo ponía histérico, y eso era lo que ella estaba haciendo precisamente ahora-bueno, si lo que quería decirte era que bueno, en si, megustasmuchohermione,yanotesientocomounaamiga-lo dijo tan rápido que la aludida no entendió ni jota de lo que confesó
-¿Puedes decirlo más lento Harry y mirándome a los ojos en lo posible?- pidió la Gryffindor, uniendo cabos que la hacían desesperarse.
-Hermione ¡qué difícil!, bueno, no puedo seguir siendo tu amigo.- la expresión que ella puso entre incredulidad y dolor, le produjo un fuerte cimbrón que lo hizo temblar y querer hablar rápido para evitar más confusiones- me contentaré solo con tu amistad si me dices que no, pero no puedo seguir manteniendo este secreto en silencio-
Hermione olvidó la tarea de estrujar su capa con tristeza y le miró a los ojos seriamente.
Tomó sus manos entre las suyas y decidido a cumplir con su objetivo, continuó:
-Me gustas, no puedo decirte desde cuando, pero ya no te veo simplemente como una amiga, te veo como una mujer, una mujer que me vuelve loco con su perfume, que me produce cosquilleos en la piel cuando me roza y una ráfaga eléctrica que baja por mi columna vertebral cada vez que me toca. Una mujer de la cual me enamoré perdidamente y que sus ojos aprendí a leer. Me gusta tu boca, el color que adopta cuando insisten en analizar algo y te muerdes el labio, la fragancia que desprende tu cabello…pero por sobre todas esas cosas, me enamoré de tu forma de ser; dulce, apasionada por lo que le gusta, estudiosa, bella y con un corazón tan grande y amable que conquistaría al ser más huraño de la tierra. Por eso me anime a decirte que te amo y que entenderé si ahora no me correspondes-bajó su cabeza como si ya hubiese escuchado la respuesta de Hermione, que lo miraba anonadada, con los ojos llenos de lágrimas. Apretó sus manos en señal de que, ahora ella, quería tomar la palabra.
-No sabes las veces que imaginé esta situación-le confesó mientras le sonreía dulcemente-y por fin se me dio y me quede sin palabras. No quiero que malinterpretes lo que digo, Harry, siempre te elegí, desde el día en que te vi, pero tengo miedo, miedo a perderte, miedo a que te desencantes de mi o que simplemente te canses o que...
-Jamás me podría aburrir contigo porque es a ti, a la que mi corazón eligió, no a otra…entonces si sientes lo mismo que yo…¿por qué no dejamos los miedos a un lado y lo vivimos?- preguntó con un brillo febril de felicidad.
-Pero...-intento decir la castaña.
-Basta de peros, ¿quieres ser mi novia Hermione Jane Granger?
Hermione se quedo mirando a Harry unos segundos que a él le parecieron horas, hasta que contestó:
-si- a pesar de todos los por qué que se le venían en mente, su ser racional estaba sufriendo una verdadera paliza por su parte amorosa.
-¿En serio? ¿De verdad? ¿Aceptas?- ella asintió.
Harry besó sus manos con cariño, mientras lentamente tomaba la cajita que yacía sobre la mesa.
-Ahora si quisieras abrirlo, es para ti al igual que las rosas...- expresó el ojiverde sonriendo con timidez.
-¡oh!, Harry es hermoso, gracias- señaló la castaña al ver el precioso anillo de pequeños diamantes reluciendo a la luz de la lámpara, lo dio vuelta para verlo y vio sorprendida una inscripción: "H Y HR"- es simplemente...-pero Harry no la dejó continuar. Posó su dedo índice sobre los labios de ella a modo de silencio.
Se levantó despacio de su asiento y rodeó el de ella, para quedar enfrentados. Sentía que su corazón latía rápidamente y que en cualquier momento treparía por su garganta y saldría por su boca, así que, respiró hondo y acercó lentamente su cara a la de ella.
Rozó sus labios con timidez, humedeciéndolos lentamente, como el rocío humedece la flor, al caer la noche.
Sus manos tomaron sus mejillas y la atrajo hacia él, de manera que sus narices se chocaron, haciéndolos sonreír de manera espontánea.
La caricia era lenta, iba despacio, nadie los apuraba. No había noción del tiempo.
Sus labios se encontraban y se alejaban con parsimonia, produciendo cosquilleos en serie, sensaciones que se acumulaban en sus cerebros pero que no podían ser analizadas. Todo era bruma, todo era sentir, experimentar, ver sin los ojos, poniendo a prueba los sentidos.
Cuando se separaron, la intensidad de la mirada verde, la hizo enrojecer más e inconscientemente se mordió un labio, acto que Harry no soportó y se acercó a su boca, para besar esa sonrisa a medias, para morder con sus propios dientes, esos labios que tanto le llamaban a gritos sordos que él, no desoyó.
Una campana los sacó de la bruma en la que estaban y lenta y dolorosamente la realidad se les cayó encima. Probablemente el banquete estaría por empezar, y de ser así, todos los hechizos se romperían, haciendo factible que como es habitual, antes de ir a comer, Pince inspeccione cada fila y recoveco de la biblioteca en busca de un alumno infractor y he aquí el quid de la cuestión: los encontraría.
-¿Qué hora es?-preguntó consternada Hermione.
-No lo sé- él se separó fastidiado por el ruido mientras la dejaba pasar, ya que de un salto, Hermione se había levantado de su asiento y miraba la habitación buscando un reloj.
-Ven, ven aquí-le dijo Harry dulcemente mientras le ofrecía su mano para que venga a sentarse con él- ya veremos que pasa si se acerca…
Ella accedió, se dejo llevar por el suave tirón que él le dio.
La acercó hasta que pudo tenerla encima de él, alzada como si fuera una pequeña niña.
Hermione se acomodó en su pecho, deseando no seguir escuchando el ruido que esa campana hacía, al dar comienzo a la cena de todas las noches, el punto de reunión para todos aquellos que hambrientos, se sientan a devorar sus platos, a hablar sobre lo que paso, a reírse de otros o con otros, reuniones de las que no disfrutaban porque se encontraban con esa duda de no saber si el otro sentiría lo mismo.
El cuadro era único y carismático, ella sentada, encima de él, con su cabeza recostada en su pecho, se dejaba llevar por el ritmo al que su corazón latía.
El movimiento de su pecho, al momento de respirar, se volvía ahora la danza que los dos cuerpos bailaban al compás del crepitar de las llamas, que jugaban a proyectar sombras sobre las paredes, y a la vez luchaban por salir de la lámpara.
Él la rodeaba con sus brazos, apoyando su mentón en la cabeza de ella, y dejando de vez en cuando un beso sobre su frente.
La habitación entera estaba envuelta en un silencio abrumador, ninguno de los dos decía nada, la atmósfera que habían creado era demasiado especial como para romperla. El cielo podría haberse caído en ese momento que ellos no se iban a mover de la posición en la que estaban, habitaban en su mundo, en su burbuja.
-¿Qué pasaría si alguien viene y nos ve aquí?- preguntó incorporándose y clavando los orbes marrones en los verdes de él.
-Creo que nos causaría problemas explicar como es que Pince no preguntó donde íbamos y por qué no pudo entrar aquí- dijo el ojiverde reflexionando mientras recorría con su dedo la mejilla sonrosada de Hermione. Se acercó poco a poco a esos labios rosados que lo esperaban entreabiertos y la besó.
Exploró su boca, tratando así de averiguar todos sus secretos, mordisqueó su labio inferior, causándole un suspiro a su novia; continuó besándola, marcando un camino de besos.
Vagó por su mejilla izquierda hasta que llegó a su oreja, apretó con sus dientes suavemente su lóbulo, expresando cuanto había querido hacerlo antes.
Hermione respondió ese gesto con un suspiro leve, parecido a un gemido y eso fue el indicador para que Harry volviera sobre sus labios.
Despacio, como si temiera que ella fuera de cristal y pudiera romperse, rozó sus labios, de apoco fue abriendo su boca y saboreó el gusto delicioso que ella dejaba en la de él. Harry sólo fue capaz de catalogarlo de un solo modo: adictivo.
Ladeó su cabeza, permitiéndose probar con más amplitud sus rincones. Lentamente introdujo su lengua, investigando todo a su paso.
Luego de unos segundos ella devolvió el gesto tímidamente. Una descarga eléctrica recorrió su médula en el momento en que sus lenguas chocaron.
Acariciándose, conociéndose pasaron los minutos hasta que el aire pidió urgente un renuevo y, con mucha lentitud cortando aquella conexión, dándose pequeños besos, abandonaron la boca del otro.
-Te quiero y mucho- dijo Hermione sobre los labios de él.
-Y yo a ti- murmuró Harry.
Apagaron la luz de la lámpara y tomándose de la mano salieron de la biblioteca que por suerte estaba desierta.
-¿Adónde quieres ir?- le preguntó
-Adónde tus quieras, mientras estés conmigo- le contestó Hermione con una sonrisa. Se sorprendió así misma al dejar un beso sobre los labios de él.
-¿Granger? Y ¿Cara Rajada?- una voz que arrastraba las palabras se hizo escuchar sobre el murmullo que provenía del Gran Comedor.
Harry le dirigió una gélida mirada, mientras abrazaba con fuerza a Hermione, contra su cintura.
-¿No tienes otra cosa que hacer, Malfoy?- soltó apretando los dientes y empuñando la varita con su mano libre.
-¡No Harry, no vale la pena!- pidió la castaña, con tono suplicante.
-¡No Harry no vale la pena!- remedó Malfoy en tono burlón, imitando la voz de Hermione- ¿Por qué no te callas de una vez por todas, sangre sucia?
-¿Cómo le dijiste maldito hurón?- vociferó Harry al escuchar la barrabasada que había dicho el blondo.
-¿Por qué no te metes en las mazmorras y nos dejas en paz?, ¿acaso tienes miedo que papi o peor aún Voldemort te este esperando para darte tu merecido por no cumplir con lo que te encomendaron?- Hermione sabía, por la mirada atemorizada de Draco que había dado en el clavo.
-Lo pagarás y lo sabes, primero por atreverte a hablarme y segundo por nombrar a mi padre y a… ¡ya lo veras! ¡Y tu también Potter!- dijo mientras se alejaba a grandes zancadas, en dirección a su torre.
-¿Estas bien, amor?- le pregunto Hermione a Harry al ver que él se había quedado parado, sin siquiera pestañear. Recordó segundos después que él todavía no aceptaba la muerte de Dumbledore- ¿Harry?- volvió a preguntar.
-Si, si lo siento, es que no entiendo como "ese" puede haber vuelto al colegio después de lo que hizo, bah, mejor dicho, de lo que no hizo.
Ella lo abrazó, tratando de calmarlo. Tomó su mano y le sonrió- lo que pasa es que aquí él está a salvo de Voldemort al igual que tú, al igual que todos-
El hecho de que ella dijera sin temor el nombre del mago que le destruyó la vida, era reconfortante. La miró, en sus ojos hallaba tranquilidad, ella era su hogar ahora. Apretó su mano con fuerza y le dijo al oído:- Gracias-.
Juntos se encaminaron al comedor.
Cariños!, Paulita
