Para los que leyeron anteriormente: El capítulo esta completamente actualizado al anterior. Tiene cosas extras y esta acorde con la trama mejorada.
—•—•—•—
El sonido estruendoso de las espadas chocando, el brillo de las tiendas quemándose ferozmente junto a algunos cuerpos sobre la nieve, gritos de agonía y lamentos de sus protectores. Steven estaba asustado, muy asustado. Temblaba y estaba apunto de llorar del miedo. Nunca fue alguien fuerte para nada, es más, se podría decir que era un cobarde hasta ahora y esto se debía a que había tenido la suerte de nacer en la casa Diamond. Su madre era una guerrera respetable y señora de gran parte del reino, y por ello nunca tuvo que tocar una espada en toda su corta vida.
Creyó que nunca lo necesitaría, pero se equivocó para su terrible suerte. Ahora se encontraba atrás de un árbol en el bosque donde acampaba hace apenas un rato. Todavía escuchaba los gritos y el sonido de las hojas de las espadas estampándose. Y conforme asomaba la cabeza nervioso, miraba como los salvajes hacían todo un baño de sangre, con los caballeros de su casa.
Miraba los cuchillos, hachas y espadas de los salvajes cubiertas por sangre. Las tripas sobre la nieve, las cabezas cortadas junto a los abrigos de pieles que utilizaban para el frío duro del área.
Corriendo el riesgo de ser visto por ellos, se quedó hipnotizado y horrorizado por segundos al ver toda esa masacre que se gestaba delante de sus ojos. Su expresión era de temor y preocupación absoluta, al pensar qué tal vez, el correría el mismo terrible destino que esos hombres que juraron protegerlo, habían perecido.
Pronto se dio cuenta que si seguía mirando lo descubrirían, por lo cual oculto nuevamente su cabeza en el tronco del árbol, dando suspiros ondos tratándose de calmarse para no romper a llorar de repente. Los sonidos de ira y lucha de los salvajes se escucharon, y las espadas no volvieron a chocar. Una celebración y aullidos de los asesinos se escucharon indicando que habían ganado.
Los ojos de Steven se cristalizaron y las primeras gotas de lágrimas aparecieron. "¿Qué es lo que hare?" Se preguntó el chiquillo devastado.
Todavía corría peligro, pero si fuera el caso de que aquellos barbaros se van y no lo ven. ¿Qué haría el solo en todo caso? En medio del bosque, a merced del frío y de la gélida nieve. Sin comida, sin ayuda, completamente solo. Por donde lo pensara el estaba perdido si o si. La diferencia era que en una, su muerte era rápida y en la otra era lenta, aunque según las historias que había escuchado de los ancianos, los salvajes eran unos monstruos a la hora de ejecutar.
Con eso en mente, no era como si se entregaría a esos carniceros, pero por su mente pasó que sería bueno terminar esto de una vez mientras imaginaba cómo morirá de hambre, aunque no significaba que lo iba ser. El ser humano es un ser que busca sobrevivir siempre, y Steven al checar sus caminos y encontrar muerte en todos, optaba por seguir vivo hasta donde se pudiera. Pura naturaleza humana.
Cerró sus ojos, apretó los puños y decidió esperar a que se fueran los salvajes.
La calma se puso en sus alrededores al estar esperando, y en aquel silencio, escuchó una rama crujir. Abrió los ojos con rapidez y en el instante, se encontro con uno de ellos. Un salvaje encapuchado. El no tuvo tiempo de hacer nada, ya cuando lo miro, este lo agarro y lo puso contra el árbol con fuerza, lo agarro de sus ropas finas y cálidas, lo alzó y lo restregó más contra el tronco.
—¡No espera! —gritó el pequeño aterrado, sus lágrimas escurrieron por sus mejillas en el instante.
El salvaje lo ignoro, sacó una daga de su abrigo y la puso en el cuello de Steven. El pequeño al ver aquello, no atino a más que romper en llanto.
—¡Espera, espera por favor!
Siguió diciéndolo entre sus sollozos y sus lágrimas corrían que no parecían tener fin, mientras que, el que lo sostenía la daga, la presionaba más fuerte contra el. Cerró los ojos fuertemente al ver que nada podía hacer ya, y espero lo peor, aunque nada sucedió...
Abrió sus ojos cristalizados y tristes, y miro al salvaje encapuchado guardar su daga. Aquel limpió sus lágrimas, y su llorar se detuvo ante la confusión de ello, aunque el miedo era muy latente todavía en el.
Dejo caer un poco a Steven. El salvaje se quedó quieto mirándolo hasta que llevo sus dos manos a su abrigo de pieles y quito la capucha que lo cubría. Haciendo que el... No, no el... Ella, por fin se mostrará...
Una cabellera corta castaña y una cara sucia pero fina, ojos brillosos y una expresión tranquila de una joven mujer fue lo que ocultaba el abrigo. Por la oscuridad de la noche, no había notado que se trataba de una mujer.
Ella se quedó mirándolo por un rato más, se quitó su guante y toco con su mano desnuda la mejilla del pequeño mientras que el movía su cabeza tratándose de alejarse asustado al sentir aquel tacto.
—Por favor... -murmuró Steven con sus ojos negros cristalizados, llenos de miedo.
La joven siguio observándolo, agarro su barbilla y miró las facciones de su rostro, a la vez que comenzaba a tocar su peculiar cabellera rizada. El pequeño volteo confundido a mirarla, había evitado sus ojos mirando hacia los árboles del fondo, y ella al sentir aquello, también lo miro. Steven tembló al encontrarse con esos ojos azules mirándolo, pero se extraño al ver que ella rompió el contacto visual con el y bajo sus mirada a una parte inferior del rostro del pequeño. Solo para que después lo agarrara con fuerza de nuevo, sacara su navaja y lo juntara con ella, para luego llevarlo donde se había gestado aquella masacre de hace un rato.
Steven no tardó en suplicar de nuevo, solo dejándolo de hacer, cuando ella lo llevo a donde antes se encontraba su campamento. La fogata en donde no hace mucho hablaba con sus compañeros de viaje, y escuchaba las historias de ellos con pleno interés y emoción, seguía encendida. La mayor parte de las tiendas ya habían sido consumidas por las llamas, y en pocas, ya solo salían humo de unos cuantos trozos de madera achicharrados. En la nieve blanca, había sangre, miembros amputados, brazos, piernas y cabezas sin rastro del tronco. Y los salvajes, sentados en la nieve con cuerpos de sus protectores a un lado suyo, o parados con hachas, espadas y lanzas, lo miraron sonrientes y serios, con sus rostros feos, sucios, llenos de cicatrices, hostiles e intimidantes.
Agacho la vista para no verlos y se encontró con más cadaveres, espadas y charcos de sangre, y los asesinos rieron al ver que con tan solo ver aquello, se mostró horrorizado y asustado, a tal punto de lagrimear.
—¿Qué tienes ahí Lapis? —dijo uno con tono fuerte —No me digas qué ahora no asesinas a niños.
—No es eso —hablo la castaña de los ojos azules con tranquilidad, sin siquiera soltar a Steven.
—¿Entonces? ¿Por que aún no lo has enviado con Milon? —soltó una salvaje grande, de aspecto temible que se encontraba sentada frente a la fogata.
—Por qué nos servirá.
Todos la miraron confundidos de lo que había dicho. Unos rostros de amargura se vieron entre los crueles guerreros, algunas sonrisas de parte de otros, y la simple confusión de la mayoría.
—¡¿Qué?! —gruñó una pequeña de ellos —¡¿De que mierda nos puede servir un niño?!
—Tranquila Rubí, deja que Lapis hable. Debe tener buenas razones, no la hemos escuchado aún.
—¡Deja de defenderla! —hablo de nuevo Rubí con ira —¡Le vas a pasar alguna cosa de nuevo seguramente! ¡Siempre es lo mismo!
—Cállate mocosa. Tu solo eres una niña aún —dijo Lapis con seriedad —No sabes nada todavía.
Steven miro como la tal Rubí, una chiquilla tan solo, ponía un rostro de ira absoluta. Casi pareciera que sacaría humo por las orejas al ver lo roja que se ponía, y apretaba tanto los puños, como si quisiera que sangrarán. Su cabellera tan despeinada y sus ropas llenas de pieles que la hacían lucir robusta, daban la impresión de que no era una persona fácil de hablar ni lidiar.
De hecho, ninguno de los salvajes daba confianza de ni siquiera decirle un hola. Y mientras que ellos discutían casi como los perros se ladran, el pequeño e intimidado Steven, observaba a algunos de ellos, a la chiquilla enfurecida de unos 15 años tan solo, a la mujer más grande que había visto en toda su vida, a un hombre tan feo que causaba miedo, a un flacucho que tenía aspecto de ser tan frágil como una rama, unos dos encapuchados que se hablaban, y cuando llegó a la castaña que lo trajo ahí, se dedicó su tiempo a observar y pasó por alto los demás. Una joven de unos 18 o 20 años probablemente, cabellera corta, ojos azules, y ella hablaba y discutía con tranquilidad para explicar porque el era importante y no debían matarle. Así es, mientras la platica progresaba todavía más. El hombre feo y Rubí la chiquilla enojona, ya hablaban de descuartizarlo junto a otro de cabellera negra, de ponerlo de ejemplo para los forasteros del reino que se atrevieran a meterse con ellos.
Era cierto que los salvajes odiaban tanto al reino y a todos los que lo componían como habían relatado todos los maestros y todas las mil historias que los grandes le contaban de ellos a los más menores.
Todo había parecido ficticio hasta ahora que el pequeño lo experimentaba. Eran casi como lo había escuchado, solo que con varias grandes diferencias, pues estos hablaban y se intentaban poner de acuerdo democráticamente, algo que era imposible en el reino, o que todos tenían malformaciones y tenían dentaduras gigantescas como animales. Además de que no parecían ser canibales como lo había escuchado, y no eran tan perversos a la hora de matar. Lo de Rubí y los otros dos parecía más parloteo a que se atrevieran a hacerlo en realidad, pero eso no quitaba que Lapis y los demás habían asesinado a los guardias de Steven a sangre fría.
No sabía que pensar de ellos Steven y seguía claramente asustado por la situación, se veía por su mirada aunque, se preguntaba porque Lapis lo quería vivo.
—Si lo pones así, suena bien Lapis.
Por tanto pensamiento, ya ni el pequeño había escuchado. El hilo de la conversación se fue a quien sabe dónde.
—¿Y que sucede si no encontramos a nadie? ¿Lo matamos?
—Si es así, si —constesto Lapis sin parpadear.
—Suena estupido —soltó de nuevo Rubí indignada.
—¿Tu que piensas Alice? —preguntó el flacucho del grupo con ambigüedad
Uno de los encapuchados miro al flacucho y contesto.
—Me parece bien, yo sigo a Lapis.
—No se puede perder tanto el tiempo en esto. Me largo con mi grupo —dijo dirigiéndose al que habló primero.
—¿Irás a Cascada Negra?
—Si, te veré allá o luego me alcanzarás. No seguiré escuchando esta mierda ocasionada por un niño del reino. Tengo dignidad —dijo, y después de mirar con hostilidad a Steven, el se terminó por ir junto a más de la mitad de salvajes que estaban ahí.
El flacucho también estaba a punto de irse, pero termino quedándose junto a la mujer grande, al primero que habló, a la enojona rubí, y los dos encapuchados que se hablaban, los cuales ni se habían movido.
—Bueno, supongo que irá con nosotros Lapis. Aunque nosotros iremos a Cascada Negra sin importar que.
—Si no importa, está cerca —constesto para luego agregar —Garruk dame una soga.
—Ahí te va Lapis —el flacucho se agacho junto a un bolso grande, saco una soga y se la aventó a ella. Ella la atrapó al momento y el hablo con tono burlón —No creo que la ocupes con ese chiquillo, pero ahí la tienes.
La salvaje de cabello corto prosiguió a amarrar al pequeño de cabellera rizada, no fue problema alguno, Steven seguía miedoso y a cada movimiento que ella hacía casi brincaba del susto.
Uno de los tipos aquellos, gritó que era hora de irse, que pronto los animales de la zona olerían los cadaveres y vendrían. Todos hicieron caso y se pusieron en marcha. No caminaron mucho, media hora por lo menos. Steven pensó que se encontrarían con los otros bárbaros que se fueron, pero al final, nunca los volvió a ver.
Establecieron un punto para dormir, y Lapis ató al pequeño en un viejo árbol, este sintió escalofríos al sentarse en el fria nieve y la de cabellera corta al notar eso, se acercó a él y le susurró que solo era por el momento. Steven solo se intrigó y se lleno de esperanzas ciegas. "¿Ella me dejara libre?" se preguntó mientras guardaba sus manos en sus ropas. "Ella tal vez no mata a niños como yo... Ella es buena igual... " se dijo, aunque el ya no era tan niño, pero lo seguía siendo, estaba en el trayecto de cambiar a hacer un jovencito, ya hasta su madre lo había prometido con otra jovencita para formar nuevas alianzas fuertes. El no se consideraba preparado para eso, pero tenía que hacerlo por el bien de sus apellidos. Luego sería un Lord y el esperaría traer la paz como su madre lo había hecho.
Gggggggg
Por un momento recordó a su familia. "¿Ellos se preocuparan por esto? ¿Ya sabrán lo qué pasó?" No, no lo sabían y ni lo sabrán durante un día o dos. El camino en carruaje de por si era largo, y considerando eso probablemente se enteren después de varios días al no ver que el pequeño Steven y futuro heredero de una de las secciones de familia Diamond, no se le verían ni sus luces.
No tomo mucho tiempo para que se entristeciera Steven de nuevo, para que sus ojos se cristalizaran al recordar la masacre que tan solo un rato presenció. Pero se hizo fuerte como pudo y agacho la cabeza sin animo alguno. Solo para que luego la levantara al escuchar a los asesinos comenzar a reír alrededor de la fogata que habían hecho, a la par de que bebían probablemente licor. Todos se veían felices a excepción de una, la cuál su mirada no se alejaba a donde Steven se encontraba.
Lapis volteaba por momentos a mirar al pequeño, con una mirada sería y curiosa a la vez. No hablaba mucho con sus compañeros por lo visto. Una vez todos se prepararon para dormir, la salvaje antes mencionada, se levantó de donde yacía, agarro varias pieles y acerco a un lado del árbol de donde estaba atado Steven. Puso unas pieles en la blanca nieve a un lado del árbol y desató a Steven, no sin antes advertirle que no escapará. El niño dijo que no lo haría y ella indicó que se durmiera en donde dejo las pieles y este hizo caso. Se acostó y se cubrió con ellas.
Lapis se quedó mirándolo mientras se acomodaba, y cuando terminó el pequeño, ella organizó otras pieles a un lado de él. Steven confundido volteo con ella, y después de entrar en duda durante varios minutos, hablo con voz débil preguntando.
—¿Te dormirás aquí?
—Si —contesto de inmediato —Estaremos más cálidos juntos, si te dejo aquí te congelaras solo.
—No hace mucho frío.
—¿Si? Apuesto tu vida a que tu serás el primero en morir congelado.
El chiquillo de cabellos rizados no dijo nada, miro donde se encontraban los otros alrededor del calor de la fogata, cubiertos por pieles y ya durmiendo. Regresó a donde estaba Lapis y ella ya se acomodaba junto con él. Cerró los ojos e intento dormir, no lo consiguió durante un rato largo y llego a llorar en silencio en la noche, pero en un momento dado cayó dormido.
Para el amanecer mientras caminaban de nuevo, Lapis no creyó necesario atarlo, se deshizo de la soga y lo dejo "libre". Rubí no tardó en quejarse de esto durante la mayor parte tiempo, las respuestas para quitarle las ataduras fueron que los retrasaría estando atado y está se calmó hasta la ahora de comer. Cuando la chiquilla enojona volvió a gritar y a reclamar, fue cuando Lapis compartió unos pedazos de carne con Steven. La salvaje de los ojos azules volvió a hablar y la calló mientras el pequeño ya se sentía hostigado con Rubí y con otros que hacían comentarios, donde remarcaban y juzgaban la situación de el, al venir de tal vez una noble cuna.
La noche llegó, y después de cenar algo. La mujer grande bebió de más, sacó su espada y parloteo un poco, todos pidieron que se tranquilizara. "Tranquila Jeda" su nombre no dejo de sonar, y ella termino tranquilizándose solo para que luego cayera dormida. Todos rieron y el hombre feo y una la cual anteriormente estaba encapuchada, ya había mostrado su rostro y hablado con Steven. El se sorprendió al ver la actitud de ella y su rostro, tenía un aspecto de una mujer dura y sobreviviente nata, y tan solo la escucho hablar también más después afectada por la bebida, pudo notar su carisma debajo de todo ese aspecto de guerrera fuerte. Su nombre es Alice, así dijo ella cuando soltaba tremendas carcajadas.
Lapis no converso mucho, si quiera dio unos "Si", "claro", "no" y "seguro" y Steven era como una tumba asustada y aterrada, la cuál se impresionaba al ver a los bárbaros comer sin un poco modales y con salvajismo aveces. Aunque ciertamente, en una que otra situación tomando como un ejemplo cuando Alice sacaba uno que otro chiste, no podía creer que ellos pudieran ser amigables y sociables. Además hablaban sin ningún impedimento, maldecían y decian lo que querían porque así lo querían, y se la pasaban riendo mucho en las comidas.
No era nada parecido a las convivencias que veía entre algunos Lords, Lady y nobles, aveces igual bebían y reían, pero eran pocas las veces.
Pronto el sueño le pego a todos y todos durmieron. Steven se acercó más a la fogata, pero Lapis de nuevo se acomodó cerca de donde dormiría el pequeño. El curioso solo la miro poner su pieles junto a las suyas, y ella lo miro sin problema alguno y durmió a un lado suyo.
Está misma escena se repetiría luego en la siguiente noche. Steven se acercaría un poco más a la fogata y Lapis dormiría a un lado suyo a pesar de ahora estar caliente por el fuego. El pequeño le dijo esa noche con timidez.
"—Ya no siento frío, no te molestes."
"—Quiero estar cerca de la fogata también niño —ella le contesto de inmediato con cierto tono agresivo."
Durante el siguiente día había notado que Alice y el hombre feo, hablaban con el con fluidez, los dos lo llamaban chiquillo o niño, y pronto el flacucho Garruk comenzaría a hablar al igual.
Para la cuarta noche, ya cuando todos roncaban, Steven decidió dormirse está vez lejos de la fogata, alejándose también de los otros considerablemente. No faltó mucho para escuchara unos pasos y viera como Lapis se acostaba nuevamente a un lado suyo. El volteo y hablo en toda su inocencia.
—¿N-No dormirás cerca de la fogata... ?
—Soy una mujer libre, puedo dormir donde quiera niño.
El no dijo mucho después de escuchar eso. Aveces le impresionaba escucharla hablar, no hablaba con sus compañeros mucho y parecía distanciada siempre de ellos, pero al contrario hablando de el, siempre se encontraba cerca suyo.
Durante esa misma noche, sus ideas comenzaron a gestarse en su mente y se lleno de miedo al pensar qué tal vez lo vendería a alguien del pueblo libre, o lo llevaría con una bruja y le haría un hechizo. Y su miedo se hizo aún más grande, al sentir los brazos de la joven rodeándolo y luego pasando su mano por sus rizos, cuando ella creía que él ya estaba dormido. "Checa mi físico para la brujería o mi peso para venderme. ¿Qué es lo que me hará... ?" No durmió mucho esa noche, pues la intriga seguía quitándole el sueño.
¿Por que lo deja vivo? ¿Con que fines lo hacía? ¿Lo matara? ¿Sus padres ya se enteraron de que se encontraba perdido?
Estás preguntas invadían al pequeño miedoso. "Debí aprender a luchar" pensaba arrepentido. Volvía a preguntarse como habían tomado sus padres su repentina desaparición. Mal obviamente, tal vez estarían enojados o igual más desgarrados que enojados.
"¿Ya saben que me han raptado siquiera padre y madre... ?"
Ya lo sabían, y no estaban contentos por ello. Estaban preocupados y ya habían tomados cartas en el asunto. Después de todo, sus padres aman a su hijo, y estarán dispuestos a saber que ha pasado con el y a recuperarlo a toda costa. Así eran Pink Rose Diamond y Greg Demayo después de todo.
Durante los siguientes días, Lapis durmió con Steven sin falta.
—•—•—•—
Inspirada en la saga de libros "A Song of Ice and Fire" de George R R Martin.
