Bulma se levantaba esa mañana sumamente feliz, el día anterior había ido al hospital y su doctor le había comentado que solo faltaban días para que su pequeño bebe naciera. Estaba tan feliz hacia un año estaba sometida en la rutina de un largo noviazgo donde su futuro era todo un fracaso y el día de hoy estaba allí, sentada sobre su cama, acariciando su abultado vientre mientras pensaba en la persona que le había cambiado la vida sin ninguna intención. Vegeta, su Vegeta, ese que en secreto la hacía vivir la vida que siempre había soñado. Ahí estaba él, saliendo de su ducha diaria, ella lo miro sonriente.
-Hola Vegeta. Buenos Días.- dijo alegremente.
-¿Cómo estás?-pregunto serio mientras secaba su cabello con una toalla.
-Bien. No se ha movido mucho por la noche y los dolores ya son escasos.-dijo levantándose para caminar hacia él.
-Bueno, eso está bien.- dijo mientras veía como ella lo tomaba por el cuello.
-Vegeta.-dijo mirándolo fijamente a los ojos.
-¿Qué sucede?-respondió.
-Te amo.
Vegeta tomo su rostro y comenzó a besarla tiernamente. Bulma se sentía desfallecer cuando su saiyajin la besaba así. Simplemente estaba agradecida con la vida, prácticamente tenía su familia formada y no quería nada mas, solo que las cosas marcharan tan bien como ese momento. Termino de besarse con su amado Vegeta y lo miro a los ojos mientras le acariciaba los labios.
-Ya déjame ir a entrenar.- dijo mientras medio sonreía.
-Está bien, vete. Enseguida bajo a prepararte el desayuno.-dijo dándole un rápido beso y adentrándose al baño.
Todo en la mañana había marchado perfecto, había desayunado con Vegeta y luego ella había salido de compras. Estuvo toda la tarde descansando en el jardín mientras veía a Vegeta entrenar por las ventanas de la cámara de gravedad, se levanto para ir al baño pero comenzó a sentir contracciones muy fuertes. Se estaba desvaneciendo pero antes de eso puedo gritar el nombre del saiyajin que ahora la sujetaba fuertemente en sus brazos mientras le daba aire.
-¿Qué te sucede mujer?-pregunto preocupado.
-Vegeta… llévame al hospital de inmediato... Es… la hora.- decía agitada pero con una enorme sonrisa.
El saiyajin la sujeto bien y emprendió vuelo al hospital. Sabia donde quedaba porque siempre que podía seguía a Bulma para no dejar que sucediera algo malo. Al llegar, los doctores atendieron rápidamente a la peliazul. Hacia una hora que Bulma estaba acostada en una camilla del hospital, no había nadie con ella, solo se veía por la ventanilla de la puerta como el doctor hablaba con sus padres y con Vegeta. Luego de un par de minutos, Vegeta entra a la sala, le toma las manos y la mira tristemente.
-Vegeta… ¿Qué sucede?- pregunta preocupada.
-Bulma necesito que te mantengas tranquila, lo que te voy a decir no es para nada agradable.-le dijo tristemente mientras le acariciaba la mejilla.
-Vegeta…no te reconozco. Dime que sucede de una vez.-dijo alterada.
-Bulma…el niño…está muerto.
Allí sintió como su mundo se derrumbaba sin poder pararlo. ¿Su hijo muerto? No, eso definitivamente debía ser una broma de mal gusto de Vegeta. Sin darse cuenta, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y miro al saiyajin con una cara que lo desarmo por completo.
-Vegeta esto no me está dando gracia. Ya deja de jugar conmigo.-dijo de manera penosa.
-Bulma… el doctor te reviso… No sabe como paso pero el bebe se asfixio.-dijo lo más serio que pudo.
Ella comenzó a llorar amargamente abrazada lo más fuerte posible a Vegeta mientras sentía ese molesto dolor en su corazón y se preguntaba ¿Por qué la vida ahora era injusta con ambos?.
