Disclaimer: Kagerou project y sus personajes no me pertenecen, créditos a Jin (Shinzen no Teki-P). La imagen tampoco es mía.
Este fic participa en el mini-reto "Un recuerdo lejano" del foro"Bienvenidos al interior del vientre de Kuroha".
Palabras: 580
Miró con desinterés el examen que tenía en sus manos, había vuelto a sacar un cien. A pesar de las felicitaciones y alabanzas por parte de los adultos no conseguía siquiera forzar una sonrisa. La envidia de sus compañeros era muy notable, abandonándolo en todo creyendo que eso le afectaría, pero no lo hizo.
Sufrir por cosas infantiles no me da ningún beneficio.
Esas fueron las palabras de un Shintaro de entre seis y siete años.
En todos sus años de vida nunca conoció el significado de palabras como "amistad" o "cariño", experimentar emociones como esas le parecieron una perdida de tiempo en su momento, después de todo nunca ha tenido un recuerdo grato de su infancia y adolescencia, más que nada porque su vida fue verdaderamente monótona y gris... o al menos hasta que los conoció a ellos. Un grupo de personas un tanto peculiares, sobretodo aquella chica de bufanda roja que ignoraba por completo palabras como "quiero estar solo". Fue cuestión de tiempo para que se acostumbrase a su presencia.
Por unos instantes pasó un recuerdo fugaz por su mente. Comenzó un día en la tercera hora de clase, sus párpados le pesaban demasiado por haber dormido mal anoche y, aunque tratara de estar despierto, la voz calmada del profesor no ayudaba mucho.
«Esto se está haciendo eterno» pensó desesperado mientras ponía su cabeza encima del libro.
Levantó de vuelta la cabeza... o al menos lo intentó. Estaba lo suficientemente cansado como para no poder estar con la espalda recta.
«Sólo será un poco»
Tras ese pensamiento, los ojos del chico se cerraron.
El tiempo pasó volando y cuando quiso darse cuenta la hora ya había terminado, además de que había pasado la mitad del recreo. Se puso bien sentado y miró hacia los lados, en el izquierdo estaba Ayano sonriendo y nadie más.
—¿Cuánto tiempo estuve dormido? —preguntó masajeándose la sien.
—Pues ya ha pasado la mitad del recreo —contestó con simpleza la muchacha.
Durante el tiempo que estuvo tocándose la frente notó algo pesado en su flequillo. Al intentar quitarlo de encima comprobó que era un objeto frío y de superficie suave. Cuando lo tuvo en sus manos vio que se trataban de unos pasadores exactamente iguales que los que su amiga solía llevar.
—¡Ayano! —exclamó molesto.
La risa de la joven no se hizo esperar, dejando a un Shintaro embelesado con esa imagen. Por un momento sintió algo cálido y agradable recorrer todo su cuerpo, esa fue la primera vez que se sintió tan vivo y lleno.
—Lo siento, Shintaro-kun, pero no pude evitarlo —manifestó entre risas.
Era imposible permanecer enfadado por más tiempo.
—Está bien, está bien; vayámonos ya antes de que venga alguien.
Y por su rostro surcó una pequeña sonrisa que parecía que nunca estuvo ahí.
—¡Amo!
La chillona voz de Ene lo sacó de su mente.
—¿Qué quieres ahora? —cuestionó de malhumor.
—Vera, amo lo que yo quiero es...
Mientras la virus predicaba sus egoístas caprichos, su vista fue a parar a su sinfonier, específicamente en la parte de arriba donde se encontraban esos adornos para el cabello que la chica que tanto amó le regaló en vida e, inconscientemente, sonrió.
—¿Amo? ¿Te ocurre algo?
Devolvió su cabeza a su sitio y divisó como la peliazul lo miraba con curiosidad.
—No, no es nada —respondió con una expresión de aburrimiento.
Fueron sus últimas palabras antes de que su soda cayera sobre el teclado y comenzara de nuevo estos días de verano.
