Disclaimer: Los personajes de Prince of Tennis no me pertenecen.
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.::5 Días con Tomoka::.
El favor
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Si algo de bueno tenían las lesiones eso era, sin duda, la oportunidad de poder hacer lo que quisiera con su tiempo; ya no más pesadas rutinas de ejercicios, no más entrenamientos en la madrugada ni dietas calóricas, al menos por un tiempo. Un maravilloso tiempo que Ryōma Echizen planeaba disfrutar después de casi quince años de no hacer nada más que entrenar.
No que se hubiese cansado del deporte; el tenis era su forma de vida y lo que más le gustaba en el mundo, pero después de tantos años, competencias y trofeos, era agradable un poco de descanso. Por eso la angustiante sensación de impotencia ante la lesión en su muñeca derecha había abierto paso a una de mucho más calma. La calma de la absoluta libertad.
Con eso en mente, se dejó caer sobre su cama como si cuerpo pesara horrores, cuidando de no caer sobre la muñeca entablillada. Los médicos eran optimistas respecto a su recuperación, y según ellos no faltaba mucho para volver a las canchas, pero Ryōma aprovecharía el tiempo del que le quedara de inactividad para descansar; pero no demasiado.
Aún no dejaría el tenis. Y no lo haría mientras pudiera mantenerse en la cima.
De repente, sus ojos cansados se perdieron en el balcón de su habitación, en los extensos terrenos del Central Park, y levantándose de la cama corrió la puerta de cristal y se recargó en la barandilla, respirando un poco del cálido aire nocturno de Manhattan.
Ryōma amaba Nueva York, después de todo era la ciudad que había elegido como hogar. Y amaba su lujoso piso con una de las mejores vistas del estado, su colección de raquetas y gorras de distintos patrocinadores, sus cientos de conjuntos de tenis y zapatos deportivos, sus tres coches, y todos los títulos y trofeos que había ganado con años de esfuerzo. El deporte le había dado mucho más de lo que había esperado, y su vida le agradaba como era, participando en distintos torneos y competencias, viajando casi todo el año, viviendo por y para el tenis. Sin distracciones ni ataduras. Ryōma era un hombre libre, viviendo bajo sus propias reglas y de lo que más amaba en el mundo. No necesitaba nada más para ser feliz.
Bueno, quizá ganar una Copa Davis, el único trofeo que aún no podía ostentar.
El teléfono sonando dentro de la habitación lo distrajo de su momento de reflexión, y, soltando un profundo suspiro, Ryōma regresó al interior de su casa para contestar, con voz aburrida, sin siquiera mirar el número de la pantalla.
— ¿Diga?— bufó mientras volvía a cerrar la puerta del balcón para sellar los sonidos de la ciudad fuera. Del otro lado de la línea hubo un breve momento de duda.
— ¿Ryōma?
— ¿Tezuka?— se sorprendió el aludido, frotándose el rostro para desperezarse— Hola. No sabía de ti desde Australia. ¿Qué hay?
—No mucho— suspiró su antiguo capitán— Entrenando para el próximo torneo, ya sabes... ¿Qué tal la muñeca?
Ryōma se miró inconscientemente la mano entablillada y se encogió de hombros antes de responder:
—Nada mal. Me recupero bien, pero aún no es tiempo de volver a los entrenamientos.
— ¿Y disfrutas del tiempo libre?
El joven Echizen sonrió.
—Más o menos. Hago lo que puedo.
Ahora fue Tezuka Kunimitsu quien rió.
— ¿Ah, sí? Pues yo escuché que salías con una modelo de allá.
—Nah. Solo quiso sacarse una foto conmigo y la prensa lo distorsionó todo. Voy a demandarlos.
El ex capitán de Seigaku rió, pero de forma discreta, soltando un ligero "tú no cambias", antes de volver a hablarle.
—Como sea, espero que vayas a vernos en Wimbledon, pero no es por el tenis que te llamo. Tengo algo que pedirte— dijo, y Ryōma abrió los ojos con sorpresa. Si bien Tezuka y él llevaban años siendo amigos (y rivales), nunca habían sido del tipo que intercambiaban favores estando tan lejos el uno del otro.
—Dilo.
Hubo otro breve silencio del otro lado, y cuando su amigo volvió a hablar, Ryōma pudo darse cuenta de la alegría que ahora podía distinguirse en su voz.
—Me voy a casar— le soltó Tezuka, sorprendiéndolo una vez más— ¿Echizen? ¿Estás ahí?
—Sí...— Ryōma parpadeó y se deshizo de su turbación sacudiendo la cabeza de un lado a otro, despeinándose aún más el cabello corto— Vaya... Felicidades.
—Sí, gracias— escuchó a Tezuka soltar una risilla nasal— Voy a casarme, ¿puedes creerlo?
—A decir verdad no— admitió Ryōma con total honestidad— Creí que tú y yo nos casaríamos con el tenis. Por muy raro que eso sonara. No te imagino casado con alguien.
Su compatriota soltó una breve carcajada, haciéndolo reír también, por extraño que eso fuera, pues ni él ni Tezuka habían sido nunca del tipo que compartían risas y bromas. Sin duda los años los habían cambiado a ambos.
—Espero que vengas. La boda será en un mes.
—Sí, claro que iré. Será bueno verlos a todos otra vez— admitió el joven Echizen, haciendo una pausa— Oye, dijiste que querías pedirme algo. No será que quieres que sea tu madrina o algo así, ¿verdad? Porque no voy a ponerme ningún traje ridículo.
Tezuka rió otra vez, y Ryōma apenas podía imaginárselo riendo tanto.
La prometida de Tezuka parecía haber hecho maravillas con su antiguo y frío capitán.
—No, no es nada de eso... Verás, mi prometida compró su vestido por internet a una de esas boutiques elegantes y caras de Nueva York...
—Lo siento por ti. Esos lugares no son precisamente baratos.
—Ni me lo recuerdes... En fin, ella ya envió sus medidas y eligió el modelo hace meses, pero ahora debe ir personalmente hasta el lugar para hacer los últimos arreglos y recogerlo.
— ¿Y eso qué tiene que ver conmigo?
—Pues que yo no puedo acompañarla porque no quiere que vea el vestido, y además debo entrenar; su mejor amiga tuvo algunos problemas con su pasaporte y no puede salir del país, y a su madre le horrorizan los aviones, así que decidió ir sola...
—Sigo sin entender dónde entro yo— reclamó el otro tenista, caminando hacia la cocina con el teléfono aún en la mano.
—Quiero pedirte, por tu nuestra vieja amistad, y ya que eres mi único conocido en América y no tienes nada mejor que hacer con tu tiempo, que vayas por ella al aeropuerto y la ayudes a moverse por la ciudad.
Ryōma parpadeó y se detuvo un momento, frunciendo el ceño con escepticismo.
— ¿Y cómo sabes que no tengo nada mejor que hacer?— refunfuñó.
—Sólo lo sé— contestó su viejo amigo— Eres como yo. Sin el tenis no tendrás nada más que hacer con tu vida. Claro que eso cambió cuando conocí a mi novia, pero tú no tienes a nadie, así que...
—Vaya. Gracias por esa "encantadora" apreciación de mi vida.
Tezuka soltó un pequeño bufido que podía interpretarse como una risa.
—Bueno... Lo importante es que mi prometida no conoce Nueva York, así que por eso pensé en ti, que eres un hombre de mundo.
—Eso no va a ayudarte.
— ¿Y si te lo pido por favor?— dijo Kunimitsu, en un extraño tono ligeramente suplicante que nunca se había oído en él. Y Ryōma, al escucharlo, soltó un bufido, despeinándose el cabello con una mano que luego se pasó por el rostro, en busca de una salida rápida que no halló.
—Bien. Lo haré. Pero me deberás una, y una grande, Kunimitsu— advirtió, y al instante oyó a Tezuke celebrar con una leve exclamación del otro lado.
—Si haces esto por mí haré lo que quieras. Incluso te dejaré ganar cuando volvamos a enfrentarnos.
— ¿Tú, dejarme ganar? Sigue soñando— bufó Ryōma, y después hizo una pausa reflexiva mientras reanudaba su camino hacia la cocina— ¿Y qué tengo que hacer exactamente?
—No mucho. Solo necesito que vayas a buscarla el próximo jueves a las 12 al aeropuerto; luego te envío el vuelo. Después de ahí la llevarás a su hotel y arreglarás con ella para ir a buscarla, enseñarle el camino a la boutique y darle un recorrido por la ciudad para que compre las otras cosas que necesita para la boda. De preferencia no la dejes sola; es un poco atolondrada cuando se trata de direcciones. Solo te pido que la ayudes en todo lo que necesite. No serán más de cuatro o cinco días...
— ¿Y no quieres que la aloje en el cuarto extra de mi casa también?— le espetó con ironía, pero su jugada no salió como esperaba:
— ¿De verdad? Vaya, gracias. A decir verdad de esa forma me sentiría mucho más tranquilo... Ahora mismo le diré que cancele su reservación. A ella no le gustan mucho los hoteles de todos modos, así que estará feliz de que la reciba un amigo.
— ¡¿Qué?!— Ryōma se indignó al instante por su propia estupidez— ¡Oye, esp...! Ah, da igual— se rindió, golpeándose mentalmente— El jueves iré por ella. Pero alojarla en mi casa implica otro favor. Ahora me debes dos, Tezuka.
—Está bien. Lo arreglamos cuando regreses a Japón... Gracias Ryōma, eres un buena amigo. ¡Tengo que irme! Solo tengo quince minutos de descanso.
—Sí, claro... Ah, oye... ¿Y quién es la condenada?— preguntó Ryōma con su clásica frialdad mientras inclinaba la cabeza para sostener el teléfono entre el hombro y su oreja, liberando sus manos para poner a hervir el té.
—No sé si la recuerdes de la escuela... Su nombre es Tomoka, Osakada Tomoka.
Ryōma abrió los ojos una vez más, sorprendido. Luego esa sorpresa se disipó por completo de su mirada, y su rostro volvió a ser tan indiferente como siempre.
—No. La verdad que no me acuerdo— admitió, sin darle importancia— Dile que estaré ahí cuando llegué— aceptó sin más vueltas.
Después de todo, ¿qué podía pasar en solo 5 días?
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Continuará…
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N del A:
Gracias por leer mi primer fic de El Príncipe del Tenis.
Sé que la pareja no es la favorita, pero esos dos son tan diferentes que se hace difícil no imaginarlos como el uno para el otro.
Hasta la próxima!
H.S.
