Para empezar bien el año, escribí este fic (para mi Iggy, particular, que se que le gusta sufrir mas que Fran). La idea me vino de golpe y creo que la mejor parte, es la última escena.
La historia concluirá en el siguiente cap.
~La Sombra de la Luz~
Y volvía a despertarse, cansado, sudoroso y con la respiración entrecortada. La sensación de caer al vacío aun la sentía en su mente, en su cuerpo. Miro a su alrededor, sabiendo entonces que seguía en la misma habitación, el mismo lugar donde horas antes se había acostado ha dormir... O al menos eso llevaba intentando desde que se llego a su cuarto, a las 9 de la noche y ahora eran las 5 de la mañana y seguía sin dormir tranquilo. Trago saliva, apartando el flequillo rubio pegado a su frente por el sudor frío que aun sentía... No lo entendía, aquello no tenia lógica alguna. Estaba más que claro que aquello era de todo, menos normal. Necesitaba remediarlo y pronto. Ni siquiera el té podría mantenerlo despierto eternamente, cuando pasara aquello y no quería recurrir, ni por asomo al café... Odiaba el café. Antes prefería ser hervido en aceite que aquello.
Miro entonces al techo, suspirando incorporándose en la cama para sentarse. Tenía que tranquilizarse, respirar con normalidad... Necesitaba serenarse un poco. Un caballero ingles no podía perder los nervios en ningún caso. Y una vez conseguido, respiro profundamente antes de ponerse a pensar, en las posibles soluciones que podría tener su problema. Olvidándose completamente del por que de estas.
Quizás algún hechizo de su viejo libro podría remediarlo, pero si no sabía exactamente la causa que hacia que su sueño fuera constantemente asaltado por las pesadillas, o mas concretamente por la misma pesadilla, una y otra vez, no podría encontrar el conjuro correcto y podría entonces haber fallos... Que quizás trajeran consecuencias aun mayores. Con la magia no se debía jugar.
Cansado y ojeroso, se levanto de la cama aun con la sensación de calor en el cuerpo, de sed en la garganta y de un extraño ardor en general que le recorría por completo cada vez que cerraba los ojos. Y no era calor normal, si no más bien abrasador, iba desde su interior hacia fuera, parecido a la sensación de haber bebido una botella de ron de dos litros de un solo golpe a palo seco. Posiblemente una ducha fría, con un buen té seguramente le sentaría bien. Camino entonces hacia el baño, cerrando la puerta tras de si, mojándose la cara para mirarse al espejo, siendo devuelta la mirada por su reflejo. Una mirada cansada, en la que su dueño reflejaba perfectamente todo aquel cansancio que llevaba acumulado.
Mientras el inglés se quitaba la ropa, algo o alguien lo observaba fijamente. Sus intenciones no eran inocentes, y sus propósitos para el británico aun menos... Apenas había comenzado hace un mes, pero sentía satisfacción plena ante sus resultados, era algo que sentía que quería… Necesitaba ver a aquel inglés, sufrir.
Sabia que no debía, pero su corazón o lo que una vez fue necesitaba aquello, sus oraciones hacia Dios cada día eran más largas, aquello no podía hacerlo, no era lo correcto, pero sentía la necesidad de hacerlo por él. Sus oraciones y su amor le daban la seguridad de tener el valor y la osadía de seguir con aquella tortura. Haría pagar a Arthur Kirkland por todo lo que había hecho, por todo lo que les había causado. Quizá Dios no estuviera de acuerdo con sus pensamientos, quizás tuviera que cambiar su rumbo y descender al infierno, para arder y desaparecer en la nada. Pero no importaba, después de lo que había sentido, de lo que había visto… Aunque fuera pecado, no podía consentirlo, por que aun después de la muerte tenia un deber primordial sobre todas las cosas, y si no podía cumplirlo... No podía descansar en paz.
La reunión acostumbrada para la mañana transcurría con normalidad... O eso era a los ojos de todos. Salvo quizás... Para aquellos azulados ojos, que siempre se posaban de uno en uno en los presentes para valorar sus posibles posibilidades de "pasar un buen rato" con alguno de los presentes... Sentía la necesidad de poder satisfacer aquellas necesidades tan básicas, que le pedían a gritos sus instintos y pensamientos más lujuriosos. Descarto enseguida a varios de ellos –como eran el alemán, Italia del norte, el señorito, el ruso... entre otros.-
Observo curioso como los ojos esmeraldas de Arthur estaban oscurecidos por unas muy notorias ojeras, y su brillo se opacaba por los bostezos que estaba intentando contener o disimular. Sonrío con ternura, a veces hasta los "más grandes" seguían conservando aquellos rasgos de la niñez que les caracterizaban.
Aunque ¿Quien lo diría? El perfecto caballero ingles parecía estar pasando por unas muy malas noches... Y mostrándose tal cual así en una reunión tan importante como la que estaban teniendo... Era curioso, muy curioso. Pensó para si, no quitándole después el ojo durante el resto de la reunión. Era demasiado interesante que el correcto británico no alegara o echara por los suelos, alguno de los argumentos -tan repetidos.- del americano, o en su defecto que se metiera contra su moda y/o alguna de las otras características del país al que representaba. Acabando aquella batalla verbal como no, en algo mas físico.
Al finalizar la reunión –que como no, acabo siendo gobernada por la mano dura del alemán, concluyendo finalmente que los temas tratados deberían volver a ser expuesto de manera correcta en la siguiente reunión.-, tuvo paciencia y espero a que gran parte de los demás integrantes se marcharan fuera de la sala. Viendo como algunos como Japón le preguntaban sobre sus ojeras, a lo cual el inglés respondía que no era nada que no le impidiera cumplir su trabajo. Y una vez solo, con gracia se acerco a él.
-Bonjour mon ami... ¿Es sueño aquello que reflejan tus ojos?-pregunto en tono semigalante, pero también con burla. Después de todo… seguían siendo ellos dos.
-Shut up stupig frog... –bramó, a la vez que reprimía un bostezo, apretando los labios y tapándose la boca.- No es asunto tuyo... Lárgate.-se levanto cansado, cogiendo aire para salir de allí. Y para su desgracia el francés le siguió.
-Ohh que mal amigo eres Anglaterre... Después de que me preocupo por ti... –uso su tono dramático habitual, no podía evitarlo.- Parece que llevases un mes sin dormir bien. En la otra reunión también parecías tan cansado... Quizás nuestro isleño británico, ¿Sufra de amores que le quiten el sueño?-bromeó, pese a la situación no podía dejar de hacerlo por ser quien era Arthur.
-Te he dicho que me dejes en paz frog... -le espeto de nuevo, apretando el paso. Ni siquiera aquel día podría quitárselo de encima… Cada vez tenia más ganas de volver a Londres, de pisar su tan amado suelo ingles para ir directo a su casa suplicando su cuerpo por buen descanso.
-Eres un desagradecido Arthur...- pese a su tono, no podía evitar preocuparse por el.-Tengo una idea... Ven a mi casa, Francis te hará un masaje relajante y podrás dormir cómodamente en mi cuarto de invitados~- que no era otro mas que su propio cuarto, pero dejaría por ese día de intentar "jugar" con el ingles.
-Ni lo sueñes Francia. No pienso pisar tu casa, tsk como si no te conociera...-Rechazo de inmediato. Era consciente de lo que conllevaba el pisar suelo en la propia casa de Francis. Y no estaba de humor ni tenia ganas, de pelearse o… Acabar entre sus sábanas.
-Ohh Francis será bueno y no te ara nada~ d'accord?...-se adelantó al otro un paso, y le tomó de una mano. Acercando sus labios a su odio, mirándole seriamente unos momentos.-… Necesitas descansar.- Quería hacerle ver, que no tenia por que estar siempre solo cuando estuviera mal. Que podía había siempre alguien con quien podía contar.
La mirada de Francis, le hizo temblar durante unos momentos. No le gustaba pensar en ello, pero en los momentos duros –y no tan duros.- su vecino galo, era siempre el primero en aparecer. No era capaz ni siquiera de poder asimilarlo, su terquedad y orgullo eran algo que hacia demasiado peso en el camino para ello. Le era imposible admitir que Francia… Francis Bonnefoy era el primer en acudir en su ayuda.
-...-Tragó saliva entonces sin saber que decir... Quizás un cambio de aires temporal... Podría ayudarle, se excuso.-... Si siento aunque sea una de tus sucias manos rozar mis tierras... Juro que te cortare el brazo entero.-le amenazó, para no sentir su orgullo dañado, accediendo al mismo tiempo a su propuesta. No podía dejarle pensar que él, el reino de Inglaterra, necesitaba ayuda de un franchute.
-Tré bien! Vamos púes a mi casa.-más que sonriente y complacido de que aceptara, tiró de él. Sabia leer –con el tiempo, aprendió ha hacerlo a lo largo de los siglo.-entre líneas de lo que quería expresar Arthur.
Había suerte de que aquella vez la conferencia se había realizado en Francia. No tardarían demasiado en llegar a su casa.
Mientras Arthur aún no estaba 100% seguro que fuera a funcionar. Pero tampoco pudo evitar que su vista no se aparta de la mano de Francis que tomaba la suya mientras iban hacia el coche a paso rápido... Incluso tras la barrera de los guantes de cuero que llevaba el otro, podía sentir el calor que emanaba su piel.
El sonido de la puerta cerrándose al entrar al coche le sacó de sus pensamientos, apartando la mano con visible molestia mirando después por la ventana, sin querer acomodarse demasiado notando aquel calor que comenzaba a inundar sus mejillas levemente. Arrugo la nariz, al darse cuenta de eso.
Él no podía permitirse, el dejarse vencer por el sueño, ya que por mucho que jurara y perjurara que no iba a tocarle, seguía siendo Francis. Aquel argumento estaba bien fundamentado, de otras… Tantas veces que había bajado la guardia. Sus mejillas volvieron a encenderse y suspiró. Debía ser precavido y por supuesto, correcto... Y aunque sintiera... durante solo unos microsegundos... Que hubiera otra… reacción por su parte…. Era consciente de que no llegarían a buen puerto.
Sin apenas darse cuenta fue poco a poco, perdiéndose en sus pensamientos. Casi soñando con los ojos abiertos...
En el otro lado del coche, Francis iba contemplando la ciudad mientras el chofer les llevaba hasta su residencia... Miro de reojo a Arthur en el cristal, después de que soltara la mano con molestia. Por mucho que se burlaran, insultaran o discutieran se preocupaban el uno por el otro sin poder evitarlo. E incluso después de tener sus… encuentros y momentos, le gustaba pensar que podía llegar a algo mas que eso. Aunque después de… Lo que ocurrió…
Suspiro, llevándose una mano al pecho, acariciándose el cuello... Aun podía oír el sonido cuando la encontró a punto de romperse.
-Arthur tienes unos nudos en la espalda horribles...-hizo mas fuerza.- Tardaría meses en poder quitártelos todos.-con fuerza sus pulgares oprimían sobre sus omoplatos. Notando con claridad los nudos del estrés que padecía el otro. Mon dieu ¿Cómo era posible tener aquella madeja de estrés en las espalda?
-Y tú haces mucho daño... Argh! ¡Francés ten mas cuidado!-estaba tumbado a lo largo de su sofá, boca abajo sin camisa.- ¿Decías que esto iba a relajarme? ¡Solo hace que este mas incomodo!-Cada vez que apretaba, le dolía aun mas la espalda.
-Confía en mí por una vez, y deja que quite estos nudos de tu espalda... Quizá duela un poco pero luego se te pasara ya lo veras...-le masajeo las costillas entonces, intentando hacer que se relajara.-Respira con suavidad e intenta relajarte, esto también es muy cansado para moi
-Más te vale que no note, que vas mas abajo... ni nada raro.-Hablo ahora con un tono más adormilado. Con aquel masaje, comenzó a sentirse mejor –aunque no lo reconocería, podía hinchar el ya subido ego del galo-, le dolía aun por los hombros pero estaba en cierto modo más a gusto... Más relajado.
Francis rodó los ojos al oírle, aún acariciando su espalda notándola mas suave su piel, de lo que recordaba la última vez que lo tuvo entre sus brazos. Bajó un poco mas concentrándose en las lumbares, oyendo el quejido de Arthur al presionar allí... También tenía aquella parte destrozada, intento no ser muy brusco al intentar quitarle los nudos. Pero aun así también pudo ver que comenzaba a dormirse y eso hizo que sonriera mas aliviado. Esperaba que ahora pudiera descansar, y no presentara esas ojeras al resto del mundo en una conferencia.
Pero Francis ignoraba que al momento de cerrar los ojos Arthur, aquello que evitaba que pudiera dormir, de dejarse invadir por el cansancio... No tardaría en aparecer raudo, sin poder ser visto o sentido, lo que fuera que provocaba las pesadillas de Arthur. Sin saberlo el de ojos azules, la pesadilla del inglés volvía a repetirse.
Todo volvió a ser negro, blanco y después nada, notando que su cuerpo se hacia incluso ligero y después pesado... Notando… O mas bien… Soñar que andaba. Que sus pies andaban, que su cuerpo se movía por encima de algo negro y que se rompía a cada paso que daba... Carbón, creyó que era. Miles de trozos de carbón que conformaban el suelo que pisaba. Su vista era casi nula, una cortina de humo que le cegaba por completo todo. Le engullía, le asfixiaba, podía saborear el humo y como le comenzaba a quemar por dentro.
Intento entonces taparse la boca para parar de toser, pero sus manos estaban atadas a su espalda, con fuertes y pesados grilletes de hierro. La angustia comenzaba a invadirle sin poder evitarlo. Y sus pies comenzaron a correr, notando que el carbón empezaba a quemarle, que todo a su alrededor comenzaba a arder.
Sin saber a donde ir, choco contra algo... Madera. Alzo la vista, notando sus ojos llorosos por aquel humo cada vez más negro, se trataba de una pila de troncos de madera. Bastante gruesa que parecía quemada parcialmente por las llamas que surgían de su base. Tosió, aun sintiendo que el humo lo ahogaba y le dañaba por dentro, cuando volvió a mirar hacia el frente ya no había humo. Si no una llanura infinita de carbón, en la que ahora se distinguían unas luces que parecían antorchas recién encendidas, que eran cada vez más grandes, más ardientes y más horriblemente amenazadoras.
Miro a su alrededor, siendo consciente que ahora él estaba atado a lo que parecía era un poste enorme de madera, situado en lo alto de la enorme pila de troncos. Trago saliva, sintiendo que aquello ya lo había visto antes, que una vez el vio aquel mismo escenario. Oyó un grito que no fue capaz de distinguir.
El humo seguía surgiendo de las llamas que le rodeaba, llegando a notar que la madera comenzaba a arder. Aterrorizado, intento escapar, moverse, pero estaba fuertemente atado, pareciendo incluso que aquellas cuerdas gruesas alrededor de su torso, le apretaban cada vez más. Sintiendo el fuego en sus pies cada vez mas cerca acechándole, horrorizado y sin poder hacer nada comenzó a gritar a moverse con más violencia a pesar de sus ataduras. No estaba seguro pero entre sus gritos y jadeos, podía oír otros gritos que no eran suyos. No les presto atención
Se movió con violencia, notando como el poste se tambaleaba, haciendo todo el impulso que le fue posible con los pies para intentar que volcara, y de repente... El fuego llego a sus pies le había alcanzado a sus ropas, a su piel, notando aquel penetrante dolor chillando de pura angustia rogando por que aquello acabara. Que cayera en la inconsciencia para poder morir sin sufrir, mientras el fuego terminaba de consumir su cuerpo. Cerro los ojos a la espera de la muerte, quemando el fuego su piel, ahogándole el humo sintiendo que todo aquello comenzaba a derrumbarse y caía.
Se aceptan las criticas constructivas, cuando me sea posible lo continuare al igual que mis otros fics.
Disculpen las faltas de ortografía.
