Bloodlines es propiedad de Richelle Mead este escrito es sin fines lucrativos. Por otra parte Adrian es mió.
No supo muy bien como ni cuando fue que su mente empezó cavilar en Sydney. Simplemente sucedió y no pudo dar marcha atrás. Como cuando dices algo de lo que después te arrepientes, te gustaría regresar el tiempo pero claramente eso no es posible.
Cuando intentaba dormir su cara aparecía en su mente, sus ojos que resplandecían en un tono dorado a través del sol, su hermosa melena rubia, ella era todo lo que él veía y se asustó.
Un sentimiento en su pecho se apodero de él haciéndose cada más y más fuerte.
Todo en lo que podía pensar era en ella. La alquimista. Sydney. La humana.
No estaba bien, tenía que hacer algo para impedir este sentimiento que ya conocía y que no quería volver a experimentar.
Los días eran una tortura para él, beber no le proporcionaba el alivio que se suponía debería darle, solo le daba la lucidez necesaria para pensar más y más en ella.
Lo había intentado todo pero no existía nada en este mundo que fuera capaz de distraerlo para dejar de pensar en ella. No podía sacarla de su cabeza.
Y cuando venía a su casa a supervisar las investigaciones o cuando lo llevaba a beber sangre, su mundo se encendía, los engranajes de su mente comenzaban a girar más rápidamente y su corazón era como un repiqueteo constante de tambores en un festival.
Estaba enamorado. Comprendió. Absoluta e innegablemente enamorado.
Ver sus sonrisas, admirar su belleza, ella era diferente aparte del hecho de ser alquimista, ella no era como los demás. Eso le gustaba.
Le gustaban muchas cosas de ella a decir verdad. Tantas que enumerarlas por orden de sucesión sería algo imposible.
Y ahora mientras estaba parado junto a ella, se había quedado inmóvil. Su cabeza que siempre tenia preparada algún comentario ingenioso esta vez no le ofrecía nada. El silencio le provocaba un vació en el pecho. Su silencio.
La había visto tantas veces, ¿qué es lo que era diferente ahora?.
La amaba si pero sus sentimientos eran un conflicto, besarla fue glorioso, maravilloso de echo. Simplemente es que el mundo en el que vivía no aceptaba este tipo de relaciones y ella dejo muy claro su punto de vista.
Dolía recordar sus palabras.
Y no te escojo.
Trato de no mirarla demasiado tiempo. Ya era lo suficientemente incomoda su relación como para que los demás se dieran cuenta también.
Él encontraría la manera. Estaba malditamente convencido de que no iba a tirar su amor como si fuera basura. Él haría lo que sea que tuviera que hacer para demostrarle a Sydney que estaba equivocada.
Se tragaría sus palabras porque en el fondo él estaba absolutamente convencido de que no había nadie más ahí afuera que la entendiera como lo hacia él.
Me apeteció escribir sobre este hombre que me tiene tan locamente hipnotizada, es que es tan ASHFLJSLAKLFLSKALJÑSA.
Espero que nuestra Richelle Mead no lo haga sufrir mas.
