Lo iba a matar. Lo iba a matar lenta y dolorosamente hasta que no le quedara ni un miserable litro de sangre en el cuerpo.

Con solo la escasa toalla -dejada en el cuarto exclusivamente para hacerme rabiar- abrí de un portazo el baño, dispuesta a acabar con él.

No tuve que buscarle mucho, ahí estaba el muy…EJEM, apoyado en la puerta de su habitación y riéndose descaradamente. Le tenía ganas, muchas ganas.

-Sí, ríe mientras puedas.

Y corrí en su dirección con intenciones homicidas. Él debió prever mis movimientos porque se metió dentro e hizo peso contra la puerta. Tenía fuerza, más que yo, pero la ira nos hace extraordinariamente poderosos.

Cuando conseguí entrar giré el pestillo impidiendo su huida si se daba. Lo acorralara, no tenía forma de escapar a no ser que se tirara por la ventana. Y si se tiraba mis manos quedarían limpias, me haría un favor.

-Querido macho hormonal, sé que necesitas descargar tu adolescencia, pero quitarme la ropa no es una buena forma de que caiga rendida a tus pies. -Bufé subiendo la toalla. Pero si la subía me quedaba muy corta, y si la volvía a bajar era demasiado escotada. Definitivamente ir por ahí nada más que con una toalla no era cómodo ni cool. ¿¡Pero en qué estaba pensando!? Ni que fuera a salir a la calle con una cosa de esas. Fruncí el ceño aún más.

-Pues me siento obligado a decirte que te sienta demasiado bien para tu virginidad.

Me sonrojé y corrí hacia él, sentado en el suelo. Cogí impulso con la pierna derecha y la solté hacia delante con fuerza, dándole en toda la barriga. ¡Maldición, mis pobres deditos! este chico estaba duro... Pero no se esperaba que realmente lo fuera a golpear, y menos con tanta fuerza. Para algo iba yo al entrenamiento.

Eché mi pierna hacia atrás con intención de darle de nuevo, pero cuando estaba cerca de asestarle el golpe que contenía toda mi ira me agarró por el tobillo. Intenté deshacerme de él pero entonces se levantó poco a poco y mi pierna con él... y me sonrojé aún más, ¡ahora lo entendía!

-¡Maldito pervertido sin escrúpulos! Vas a morir, Inuyasha. - Crují mis nudillos y le propiné un golpe en el brazo. Afortunadamente me soltó, y mientras yo preparaba mi siguiente ataque él se quejaba por su muñeca.

Pero no sé cómo diantres hizo para sujetar la mano que iba dirigida a su mejilla y alzarla por encima de mi cabeza. Se me acercó terriblemente mucho. Yo lo quería condenadamente lejos. Por eso nos llevábamos tan mal. Dos personalidades completamente opuestas. Él, escandaloso y pervertido. Yo... discreta, pacífica e inocente. Aunque eso no se lo tragaba ni servidora.

¿¡A qué venían esos pensamientos!? ¡Estaba a punto de destrozarle!

Traté por todos los medios de soltar mi muñeca, pero el muy hombre de piedra no me lo permitiría.

-¡Suéltame, mastodonte! -grité moviéndome bruscamente, golpeando a ciegas con mi mano libre y piernas.

Se subió a mis pies descalzos y de allí ya no hubo quien lo sacase. Pero aún tenía la otra mano, ¡no estaba entre mis planes que se saliera con la suya!

-Kagome, esto sería más fácil si te estuvieses quietecita.

-Pues fíjate que quedarme quieta no es precisamente lo que tengo en mente.

Finalmente cogió mi mano y entrelazó nuestros dedos por mucho que yo traté de cerrarlos con mi recién descubierta fuerza de la ira.

Volvió a acercarse y retrocedí, o al menos esa fue mi intención hasta que conseguí darme cuenta que sería inútil, y me dejé caer al más puro estilo peso muerto.

Sus músculos se tensaron al tener que soportarme y no sé cómo demonios consiguió abrazarme de una forma que no pude mover los brazos. Aún hoy me pregunto cómo carajo hizo eso.

Se aproximó aún más y comencé a hacer fuerza hacia abajo, entonces por fin dejó mis pies en libertad para acercarse con una pierna a cada lado de mi cuerpo con el pretexto de mantenerse estable, supongo. Yo estaba tan inclinada que si me movía caería con él encima y eso sería muchísimo peor... ¿A ver, quién me mandaba meterme en su habitación? ¡Ah! Venganza era la única culpable.

-Inuyasha uno, Kagome cero. -Susurró muy cerca de mis labios. Oh, no, no, no, no, no, ¡no! No había que ser muy listos para saber qué vendría ahora.

¿Y cuándo había comenzado a contar las batallas? Si consistían en las veces que me besaba y yo le esquivaba entonces debería ser Kagome quince, como poco.

-¿Inuyasha? Es hora de cenar, cielo. - ¡Era mi madre! Estaba salvada, con el poco sentido de la privacidad que tenía entraría a narices, y el estúpido me tendría que soltar, entonces yo ganaría una vez más. Escuché el picaporte bajarse y a mi madre suspirar frustrada, ¿por qué no entraba? El color abandonó mi rostro. Yo y mis inútiles estupideces de fechar puertas, quería matarme y de paso matarlo a él. -¿Inu-kun?

-¡Solo un minuto más! -Gritó él para no preocuparla. ¿Qué confianzas eran esas? Levanté una ceja al tiempo que una bombilla se encendía. Si mi madre me escuchaba entraría aunque tuviera que tirar la puerta abajo.

-Inuyasha cero, Kagome dieciséis. -Le susurré antes de coger aire.- ¡Ma...!

Tarde. Muy tarde. Demasiado tarde. ¿Para qué le digo nada? Si me hubiese limitado a llamar a mi madre...

El muy traidor se aprovechó de que tenía la boca abierta para capturar mis labios sin ningún tipo de inconveniente. Yo la cerré y mordí, pero ninguno de mis ataques le amedrentaron. Probé a separarme, pero a esas alturas ya sabía que sería inútil y bufé, analizando soluciones.

Mi aliento le hizo cosquillas, creo, por lo que se separó unos nanomilíetros para musitar contra mis labios.

-Vamos, Kagome, lo estás deseando y lo sabes. -Bufé de nuevo. Niño creído.

-Está bien, pero no tardes demasiado. -Suspiró mi madre desde fuera. ¿Aún seguía ahí? ¡Entonces todavía podía...!

No, no podía. ¿Acaso me leía los pensamientos? ¡Sal de mi cabeza! Me besó de nuevo y esta vez con lengua y todo. Yo, aunque colorada hasta las orejas, continuaba impasible, no le seguiría el juego, no lo haría aunque mi corazón siguiera latiendo de esa forma.

-Ahora voy, Higurashi-san. - Murmuró aprovechando que me había perdido en sus hechizantes orbes doradas, comenzando a caer en la tentación que él suponía para mí. ¡Ya me había pillado de nuevo!

Esta vez cuando se volvió a acercar cerré mis ojos y le seguí el ritmo, ¿para qué negarlo? Me encantaba que fuera así, supongo que en eso consiste querer a alguien.

Me pareció escuchar de lejos a mi madre diciendo:

-¿Cuántas veces te he dicho que me llames mamá?


A.N.: Tengo ya algo planeado para continuar esto, porque NO ES UN ONE-SHOT, o lo que penséis que es, y prometo que es algo dramático... aunque ahora no lo parezca, ya veréis... Yo no digo nada, que tampoco me gusta que me spoileen. u3u

Aléh, esta autora se despide de la bola de paja que esté atravesando el desierto que es este fandom.