Disclaimer: Twilight ni sus personajes me pertenecen, solamente los utilizo para entretenerme. La historia es producto de mi imaginación, por lo que necesitan de mi autorización para su uso.

Summary: Un engaño, una decepción y un accidente. Bella Swan nunca pensó que serían los ingredientes necesarios para encontrar al hombre de sus sueños. One-Shot. ExB. Todos humanos. Lemmon.


Cura Médica para el Engaño

No sabía hacia donde ir. Luego de adelantar un poco de trabajo en la oficina, decidí volver a casa y darle una sorpresa a mi novio. Pero como todo en esta vida se presenta al revés, terminé siendo yo la sorprendida. Después de haber pasado años juntos, de estar comprometidos hace un par de meses y con un matrimonio a la vuelta de la esquina, no encontraba compartiendo la cama con quien era mi mejor amiga.

Ahora, conducía de noche por las oscuras calles de la cuidad, con una tormenta cayendo de cielo y una cascada de lágrimas descendiendo por mis mejillas. Apenas podía ver lo que estaba sucediendo, por lo que no pude reaccionar a tiempo cuando una camioneta se pasó una luz en rojo y chocó de frente conmigo. Por suerte, llevaba cinturón de seguridad y estaba conduciendo con mucho cuidado. Me quedé quieta, esperando a la ambulancia que alguien había gritado que esperara.

A pesar de no tener ninguna herida visible, los paramédicos insistieron en llevarme a Urgencias, alegando que podía tener alguna lesión interna de la que no sabíamos. Para dejarlos más tranquilos, accedí a regañadientes.

-Isabella Swan, 24 años – exponía un paramédico mientras me ingresaban en una camilla a la sección de urgencias – tuvo un accidente en la Av. Dashwood.

Me ví rodeada de enfermeras que colocaban extrañas cosas sobre mí. Traté de ignorar todo, cerrando los ojos y deseando que todo acabara de una vez por todas. No tenía ninguna herida y nada me dolía, excepto el corazón, pero no había ninguna cura médica para el engaño.

Continúe ignorando todo a mí alrededor, hasta que una voz me sacó de mis pensamientos.

-Llevemos a la señorita Swan a una habitación más privada – abro los ojos y me encuentro a una estrella de cine con bata médica – no es necesario que le hagamos estudios en Trauma.

Mi mente no lograba creer lo que mis ojos veían. Aquel alto y pálido hombre, de facciones fuertes y cobrizo cabello, era MI doctor. Por su aspecto, no aparentaba más de unos 30 años y por su manera de hablar, de moverse y andar, debería estar caminando en una pasarela en Paris o en el plató de la última película de Cameron James.

-Bueno, señorita Swan – comienza a decir – soy el Doctor Edward Cullen y la entenderé esta noche.

Antes de responder, me dí cuenta que me habían transportado a una blanca e inmaculada habitación, y que, por sobre todo, estábamos el doctor y yo, solos.

-Por favor, llámeme Bella y tráteme de tú.

-Solamente si tú me tratas de tú también – me respondió dándome una sonrisa que me dejó en blanco por varios segundos.

Lentamente se acercó a mí con la misma sonrisa matadora, mientas colocaba un estetoscopio en mi pecho, sin dejar de mirarme. Luego, con una voz cargada de sensualidad volvió a hablarme.

-Dime si te duele – me miro directo a los ojos y comenzó, tocando mi rostro, mi cuello y mis hombros. Negué el dolor en todo, porque, a decir verdad, estaba disfrutando el suave toque sobre mi piel.

-Ahora, dime si te duele – casi sin darme cuenta, sus manos estaban sobre mis pechos, aún con la blusa puesta. No pude decir nada, sólo me limité a cerrar los ojos y arquear la espalda, presionando aún más mis pechos contra sus manos. Lentamente comenzó a descender, mientras yo volvía a respirar.

Su boca se acercó a la mía, al mismo tiempo en que sus manos recorrían mis costados. La recibí gustosa, sin pensar en nada que no fueran sus caricias y el dulce sabor de su boca. Al separarnos, tomé una gran bocanada de aire, llenando mis pulmones de su esencia. El continuó haciendo un camino de besos por mi mandíbula hasta mi oído, mientras sus manos no dejaban de deslizarse por mi cuerpo.

-¿Te duele aquí? – susurró en mi oído, mientras una de sus manos se metía bajo mi falda y comenzaba a acariciarme sobre mis bragas.

En ese mismo instante, mi garganta se cerró y no pude respirar con normalidad. Simples jadeos salían de mi boca, mientras me agarraba fuertemente de los bordes de la camilla, tratando de buscar algún punto de equilibrio.

No sé de donde saqué la personalidad, olvidándome de todos mis prejuicios, pero de la nada tomé las solapas de su bata y lo atraje hacía mi, obligándolo a colocar casi todo su peso sobre mi cuerpo. Busque sus labios desesperadamente, siendo recibida de la misma manera. Nuestras lenguas batallaban arduamente, sin dar tregua.

Pero rápidamente los recuerdos comenzaron a golpear mi cabeza. Mi mente no podía procesar el que Mike, mi novio, y mi mejor amiga, Jessica, me hubieran engañado. Los tres habíamos abandonado Forks para poder tener mejores posibilidades de estudios. Mientras Mike y yo vivíamos juntos, Jessica vivía con su familia, la cual al poco tiempo de comenzar habían decidido mudarse a Seattle para acompañarla. Lamentablemente, yo no tenía la misma suerte, pero me conformaba con tenerla a ella y a Mike apoyándome. Ahora que repasaba todo, me daba cuenta lo tonta e ingenua que había sido. No era normal que disfrutaran tanto estar juntos, que se comportaran, muchas veces, con más confianza que la de simples amigos.

Dejé de responder el beso cuando las lágrimas se aglomeraron en mis ojos. Edward se dio cuenta de inmediato, alejando rápidamente, mirándome con miedo.

-Yo… lo siento – susurró desviando la mirada – lamento haberte hecho pasar por esto. Probablemente tengas un novio esperándote en casa...

Con sus palabras, comencé a llorar desesperadamente, impidiendo que continuara con su discurso. Los sollozos escapaban de mis labios sin que yo pudiera hacer mucho para detenerlos. Mi respiración cada vez era más errática; me costaba hacer llegar el oxigeno a mis pulmones, y eso comenzó a alarmarlo.

-Bella, respira – me dijo obligándome a sentarme y colocando es estetoscopio en mi espalda – no te preocupes. Fui poco profesional y no volverá a repetirse.

-No es eso – dije respirando con dificultad – no tiene nada que ver contigo. Es sólo que… – no pude seguir hablando. Las palabras simplemente no querían salir de mi boca, por lo que me limité a recargar mi cabeza en el hombro de Edward y seguir llorando.

Él me acerco a su cuerpo y comenzó a acariciar suavemente mi espalda con una mano, mientras que con la otra lo hacía con mi pelo, en un intento de tranquilizarme. Yo simplemente me dejé abrazar, mientras me desahogaba.

-Hoy decidí llegar a casa más temprano, para darle una sorpresa a mi prometido – comencé a contar, luego de alejarme un poco de él. Edward simplemente me miro, alentándome a continuar – pero la sorprendida terminé siendo yo. Lo encontré engañándome con mi mejor amiga. Sé que no soy alguien estupenda o algo por el estilo, pero no es algo para lo que estaba preparada – dije antes de que las lágrimas comenzaran a descender nuevamente.

-Mírame – me ordeno tomando mi rostro entre sus manos – no vuelvas a repetir eso. Sólo toma echar un vistazo a tus ojos para darse cuenta de lo maravillosa que eres – añadió limpiando los restos de lágrimas de mis mejillas.

No pude decir nada antes sus palabras, la hermosa forma en que me hablaba, como si fuera una pequeña niña a la que temía dañar.

-Sólo dices eso para consolarme – murmuré apartando la mirada de la suya.

-Mírame de nuevo a los ojos y te darás cuenta que no estoy mintiéndote – susurro colocando un dedo bajo mi mentón y conectando nuestras miradas – es fácil ver en tus ojos todas las cualidades que te hacen hermosa.

Una estúpida sonrisa se colocó en mis labios. Al mirar a sus ojos me dí cuenta que no me mentía, que la calidez de su propia sonrisa era verdadera. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí verdaderamente querida.

Lentamente nuestros rostros comenzaron a acercarse, como si fuesen imanes que no podían permanecer separados mucho más tiempo. Nuestros labios comenzaron a rozarse, sin que nosotros dejásemos de mirarnos. Cuando por fin nos unimos en ese tan anhelado beso, sentí que todo lo que había pasado era por algo. Si no hubiera encontrado a Mike y Jessica engañándome, nunca habría salido de mi casa en una noche de tormenta, y probablemente no habría conocido al perfecto Edward Cullen. Una sonrisa se estampó en mí al darme cuenta de eso, mientras le daba más acceso a sus labios sobre mi cuello.

Rápidamente fui empujándolo, pero sin dejar que sus labios abandonaran mi cuello. Cuando pude sentarme en el borde de la camilla, lo obligué a incorporarse para quitarle la bata y la camisa, descubriendo la perfección de su pecho y abdomen. Sin esperar más, comencé a besarlo, mientras mis manos recorrían los músculos de su espalda. Extrañando sus labios, me puse de pie para alcanzarlos.

Edward, sin separar sus labios de los míos, comenzó a desabotonar lentamente mi blusa, acariciando mi abdomen sutilmente. Al quedar sólo con mi falda y mi sujetador, una abrumadora sensación de vergüenza me atacó, haciéndome girar la cabeza, mientras me mordía el labio inferior y me sujetaba con fuerza de la camilla.

Él suavemente tomó mi rostro, clavando su mirada en la mía. Esos ojos dorados me hacían sentir que la vergüenza estaba de más. Su lujuria que veía casi igualaba a la que yo sentía.

No sé cual de los dos reaccionó primero, tal vez los dos lo hicimos al mismo tiempo, pero nuestras bocas nuevamente estaban juntas, nuestras lenguas entrelazadas casi agresivamente, mientras jadeos y gemidos iban de una boca a la otra.

Con una sonrisa en los labios, aún sin separar de los de Edward, hice girar nuestros cuerpos para que su espalda diera con la camilla. Él se alejó unos centímetros de mi rostro, levantando una ceja, interrogándome con la mirada. Yo simplemente me limité a mostrarla la sonrisa más grande que tenía como respuesta, mientras lo empujaba suavemente para que se recostara sobre la camilla que estaba detrás de él. Una vez recostado, comencé a gatear por su cuerpo. Besé sus caderas y comencé una hilera de besos por sus bien definidos abdominales, para llegar a su pecho y dejar besos donde latía su corazón. Subí por su cuello, hasta llegar a sus labios, mientras mis manos desabrochaban su pantalón.

Una sonrisa atravesó mi rostro cuando me alejé un poco de él para contemplar su miembro, erguido ante mí, como una invitación para el pecado. Volví a atacar sus labios, sintiendo como sus manos recorrían toda mi espalda, y su erección me rozaba el interior de los muslos, haciendo que mi instinto de abrirlos se intensificara.

-¿Estás segura? – me preguntó en un tono tenue y sensual que me provocó una intensa oleada de humedad entre los piernas.

El placer que sentía me impedía hablar, por lo que sólo pude asentir con mi cabeza como única respuesta. Con una enorme y arrogante sonrisa, rompió y se deshizo de mis bragas. Pensé en protestar, pero sus caricias me nublaron la mente y me obligaron a dejar caer mi cabeza hacia atrás, en señal de placer.

Cuando recuperé el aliento, me posicioné sobre él y lentamente comencé a descender sobre su miembro, sujetándome fuertemente de sus hombros, con miedo a que el placer que estaba sintiendo me hiciera perder el equilibrio por completo. Edward me sostenía por las caderas, ayudándome en mi descenso. Una vez que me penetró a fondo, los dos soltamos roncos gemidos, quedándonos completamente quietos por algunos segundos. Una vez que comencé a moverme sobre él, levantó sus caderas para introducirse en mí aún más, si era posible. Desabrochó mi sujetador y me encontré vistiendo solamente mi falda, aunque ya no había espacio para la vergüenza en mí. La mirada de Edward sobre mi cuerpo me hacía sentir especial.

Nuestros jadeos y gemidos inundaban la habitación, y la parte racional de mi cerebro, que se había reducido considerablemente, no evitaba preguntarse como es que nadie se había dado cuenta de lo que estábamos haciendo, pero el placer que sentía desechaba las preguntas velozmente.

No sé como lo hizo, ni en qué momento, pero de repente terminé con la camilla bajo mi espalda y con Edward sobre mi cuerpo, aún conectados. Mis manos no podían dejar de recorrer sus musculosos brazos y espalda, y él no dejaba de besar mi cuello y, cada cierto tiempo, susurrar mi nombre junto a mi oído. Nunca había sentido tanto placer en toda mi vida.

Cuando Edward tomó una de mis piernas, colocándola sobre su hombro, un espasmo me recorrió por completo, antes de que una magnífica marea de éxtasis me invadiera. Nunca pensé que fuera posible sentir tanto placer en las manos de un hombre. Mis gemidos comenzaron a subir de tono, mientras gritaba su nombre y él el mío. De repente la marea del placer recorrió todo mi cuerpo, doblando los dedos de mis pies, arqueando mi espalda y haciéndome gritar como nunca lo había hecho. Miles de puntitos de colores estallaron frente a mis ojos y pude rozar el cielo con los dedos.

Edward gruñó por lo bajo y se corrió, susurrando mi nombre. Me penetró unas cuantas veces más y se descargó en mi interior, mientras gemía por lo bajo. Luego, apoyó su cabeza sobre mi pecho, mientras yo acariciaba sus cobrizos cabellos una y otra vez, probablemente con la más estúpida y radiante sonrisa en el rostro.

-Creo que deberíamos vestirnos. Moriría de vergüenza si alguien entra y nos encuentra en este estado – susurré mirando sus ojos y sonriendo.

-Tienes razón – dijo besándome. Enseguida se incorporó y me ayudó a hacerlo.

Me acerqué a su ropa, que estaba esparcida por el suelo, y tomé sus boxers. Edward levantó una ceja cuando me vio ponerme su ropa interior. Yo le devolví una sonrisa petulante y coloqué mis manos sobre mis caderas.

-No me mires con esa cara. Tú fuiste quien rompió mi ropa interior – dije apuntándolo – así que asume las consecuencias.

-Asumo las consecuencias en su totalidad – susurró abrazándome por la espalda – pero déjame decirte algo: es muy sexy verte usar mi ropa.

Rápidamente el color subió a mi cara, provocándole risas que apagaba sobre mi cuello. Enseguida nos terminamos de vestir y salimos de la habitación, aparentando una estricta relación paciente-doctor.

-Está en perfecta condiciones, Srta. Swan – dijo entregándome algunos documentos y mis pertenencias – pero me gustaría verla mañana. Tengo que asegurarme que su recuperación se realice en óptimas condiciones – agrega susurrándome en el oído, asegurándose que nadie más escuchara.

Asentí solemnemente, mientras discretamente intercambiábamos los números de nuestros móviles. Nuestras miradas parecían no querer despegarse, pero eventualmente él tuvo que volver a trabajar, por lo que nos despedimos y lo deje ir.

De pronto, caí en cuenta que mi coche había sido chocado y no estaba en condiciones de ser conducido, además del hecho de que probablemente estuviera en el mismo lugar del incidente. Tenía suficiente dinero como para tomar un taxi y dirigirme a casa, pero me di cuenta que no quería volver. Desde de lo ocurrido en las últimas horas, ese lugar se había convertido, para mí, en un lugar frío con cuatro paredes, un techo y alguien con quien ya no quería convivir ni relacionarme. El único lugar al que habría concurrido en una situación así habría sido la casa de Jessica, pero ese lugar ya no era una opción. Ni su casa ni ella. Sin saber a donde dirigirme ni qué hacer, me dejé caer en una de las incomodas sillas de la sala de espera de emergencias.

No sabía cuanto tiempo había concurrido, ni cuando había pasado en esa posición, pero una melodiosa voz me sacó de mi ensoñación, atrayéndome a una mejor realidad.

-Bella, ¿Qué haces aquí? ¿Te sientes bien? – levanté la mirada y frente a mí se encontraba el glorioso Dr. Edward Cullen, frunciéndome el ceño en señal de preocupación.

-Estoy bien, simplemente me di cuenta que no tengo a donde ir – me encogí de hombros ante mi respuesta, hasta que caí en cuenta de algo - ¿Tú no deberías estar trabajando? Me dijiste que tenías turno hasta las 6 am.

-Bueno – tomó aire, como si no se atreviera a decir algo – tenía turno hasta las 6 am, pero le pedí a un colega que me cubriera porque tenía algo muy importante que hacer.

-¿Y qué es eso tan importante que tienes que hacer? – pregunté acercándome a él.

-Ayudar y estar junto a cierta sexy paciente que atendí hoy – susurró en mi oído, antes de besarme tiernamente.

Sonreí tontamente luego del beso, apoyando mi frente sobre la suya, suspirando sin ninguna razón aparente. Ahora que Edward estaba en mi vida, sentía que no había necesidad de preocuparme por nada más que no fuera él.

Fin


¡Hola! Primero que todo, espero que les haya gustado esta historia. Inicialmente fue un regalo para una amiga que se fue de intercambio de USA, pero hice algunas adaptaciones, principalmente con los personajes, y decidí publicarla.

Espero sus opiniones, felicitaciones (hoy es mi cumpleaños ^^) , críticas, tortazos, etc etc. Comentar el gratis y nos hace a todos felices =)

Espero que estes bien. Si hay algún interesado en leer algo más de mí, en mi perfil pueden ver mis demás publicaciones. Hay un fic que recién está comenzando, y probablemente, entre hoy y mañana, suba el segundo capítulo.

~Merlina.