Tu estado de ánimo va de mal en peor. Apenas sientes las piernas y las ganas de salir corriendo de allí son insoportables, pero cada vez que piensas en escapar, la severa mirada de Reiji se clava en tu rostro, consiguiendo que un sudor frío se agolpe en tu frente. ¿Acaso ese idiota puede leer los pensamientos ajenos? Con esa pregunta en mente, continúas en la misma posición, maldiciendo absolutamente todo lo que te rodea, incluidos esos altos tacones negros y ese ceñido corsette que el vampiro exigió que vistieras para la ocasión. La pedrería de dicha prenda es sencillamente fascinante, pero hace más de una hora y media que te mantienes en pie y el acto de respirar comienza a volverse dificultoso. Cuando sientes el sonido de sus pasos acercándose a ti, un halo de esperanza despierta en tu interior. Sin embargo, en lugar de ser liberada de aquella tortura, un nuevo libro es colocado sobre tu cabeza, haciéndote perder el equilibrio. Debido al peso caes de rodillas, utilizando ambas palmas a modo de amortiguador, por lo que algunas heridas comienzan a hacerse visibles. Simplemente no puedes seguir soportándolo. Te importa poco y nada lo que ese loco pueda pensar o hacer ante tu rebeldía.

Desde tu posición te deshaces de esos incómodos zapatos, haciéndolos volar por el cuarto ante su incrédula mirada. A esas alturas el pudor pasa a ser algo secundario por lo que también quitas el corsette, tomando una extensa bocanada de aire. «Me marcho»,sueltas en un tono bastante firme al tiempo que caminas hacia la puerta, pero antes de que puedas cantar victoria un puño colisiona contra la pared, delante de tus ojos. Es una clara señal de amenaza.

—A dónde se supone que vas sin mi permiso…—, suelta tu interlocutor casi en un susurro.

Tragas dificultosamente y en menos de un segundo todo ese valor que reuniste se desvanece. ¿Deberías escapar? Voces provenientes del corredor llegan a tus oídos, lo que te lleva a recapacitar acerca de tus intenciones. En caso de salir precipitadamente de allí lo único que conseguirás será llamar la atención de Ayato o Laito, quienes aprovecharán la ocasión para mortificarte a su modo. ¿Salir de una tortura para meterse en otra, quizá peor? No, gracias. Prefieres desistir, relajando la tensión de tus hombros. Reiji deja escapar una suave risita mientras te toma del brazo, arrastrándote nuevamente hacia el centro de la habitación.

—Vas a ser castigada por desobedecerme, pero como recapacitaste a último momento tal vez no sea tan rudo—, expresa el vampiro, algo jocoso.

Tu no hayas diversión en absoluto y simplemente optas por apartar la mirada mientras te cruzas de brazos, gesto que también le resulta molesto, como todo lo que haces.

—Esa no es la postura de una señorita; creo habértelo dicho más de una vez, pero parece que no prestas la debida atención—, alega mientras busca algo entre su extensa biblioteca.

«¡Oh, no más libros, por favor!»,ruegas para tus adentros y mágicamente tus plegarias parecen ser escuchadas ya que lo que pende de sus largos dedos es algo mucho más interesante.

—Pertenecía a mi difunta madre—,comenta, acercándose a tu cuello, por detrás.

Cierras los ojos con fuerza, esperando el inminente ataque de sus afilados colmillos pero nada de eso sucede. Por el contrario, sus gentiles manos abrochan el precioso collar de zafiros mientras tu cabello es apartado de la zona. Incapaz de reaccionar, sigues escuchando el relato.

—No lo merecía, como nada de lo que le fue dado. Lo arranqué de su cuello…antes de acabar con su vida—.

Tu corazón se encojé al punto de doler ya que no dudas ni por un instante que el muchacho haya sido capaz de semejante acto pero no es eso lo que te angustia, sino el odio que tiene que haber sentido para llevar a cabo un suceso de tal magnitud.

—Por qué…me das el collar…— preguntas en un hilo de voz, apenas audible.

No estoy dándotelo, solamente quería apreciar como lucía sobre tu piel y, tal como lo esperaba, el contraste es fascinante—, responde extasiado.

Un intenso calor comienza a agolparse a la altura de tus mejillas y te sientes terriblemente tonta por ello. Desde el primer momento que pisaste aquella mansión, Reiji te ha parecido el más interesante de todos los Sakamaki, aunque el más difícil de conquistar, también. ¿Conquistar? ¡¿Quién está hablando de conquistas?! Ese tipo de pensamientos inútiles sólo consigue que el rubor se intensifique, viajando hacia tus orejas. «Que no lo note…que no lo note…»,ruegas para tus adentros, pero es demasiado tarde. El vampiro no sólo sonríe con evidente satisfacción sino que toma tu barbilla suavemente, obligándote a mirarlo. Esos ojos escarlata lucen más brillantes que de costumbre, dando la impresión de dos rubíes, rojos como la sangre que emana de la herida que te ocasionaste por morderte con demasiada fuerza. Rápidamente llevas tu mano a la zona de la lesión pero el recorrido es interceptado por aquel que te hace perder la razón. Sin previo aviso, su boca encuentra la tuya, capturándola con un súbito movimiento. Tu labio inferior es succionado urgentemente, lo que te hace soltar una serie de quejidos. Su lengua viaja sobre el pequeño corte. La sensación se asemeja a un exquisito cosquilleo que te hace separar los labios ávidamente, invitándolo a intensificar el contacto. Dudas por un instante pero finalmente entrelazas los nudillos detrás de su nuca, jugando con la sedosidad de su cabello.

Sus manos sujetan tus caderas con fuerza, pegándolas a las suyas. El contacto no se interrumpe, no obstante, tu cuerpo se paraliza completamente. Algo rígido y caliente choca contra la parte baja de tu abdomen y no necesitas ser un genio para percatarte de qué se trata.«¿Reiji está…excitado? ¡¿Realmente va a suceder?!»Las preguntas viajan en el interior de tu cabeza a la velocidad de la luz pero los sinuosos movimientos de su lengua te hacen perder nuevamente la noción de lo que ocurre a tu alrededor. Simplemente te dejas llevar, experimentado todo tipo de nuevas sensaciones. Tu cuerpo choca violentamente contra una de las estanterías, consiguiendo que varios tomos caigan al suelo.

Con una facilidad increíble, Reiji eleva tu cuerpo, tal si se tratara de una almohada de plumas. En consecuencia, rodeas su cadera con ambas piernas, pegándote por completo a su anatomía. Sus dedos comienzan a hurgar en el interior de lo que queda del vestido, hallando la delgada cremallera. La delicada tela se amontona en el suelo a medida que cae mientras te sientes completamente desnuda, a pesar de contar aún con tu ropa interior. El resto sucede tan rápido que la secuencia te es casi imperceptible. Unos cuantos segundos más tarde clavas tus uñas en la fuerte espalda de tu amante ocasional, dejando escapar un agudo alarido de placer. Tu interior cede ante su tamaño, más grande de lo que alguna vez imaginaste. El dolor es intenso pero poco a poco te vas sintiendo más a gusto, acostumbrándote a sus proporciones. Ante cada envestida, la biblioteca golpea contra la pared mientras más y más libros vuelan en todas direcciones.

Con cierta dificultad separas los párpados y lo que ves sólo te provoca aún más placer. La expresión de su rostro es sencillamente fascinante. Sus ojos se encuentran a medio cerrar mientras su boca entreabierta deja al descubierto el extremo de sus inmaculados colmillos. Es la primera vez en tu vida que aprecias algo tan exquisito como eso, no obstante, tu visión se vuelve borrosa cuando sus caderas comienzan a moverse a un ritmo más vigoroso, consiguiendo que te amarres a él con mayor fuerza. Te sientes bastante avergonzada por estar a punto de alcanzar tu límite, pero el encuentro resulta tan placentero que cualquier mujer estaría en una situación similar. Cuando tratas de pensar en cualquier otra cosa con el objetivo de retrasar el inminente desenlace, sus agudos caninos rasgan la piel de tu cuello, enterrándose en la zona profundamente.

El lado salvaje de Reiji parece haber salido a la superficie, al fin y al cabo se trata de un vampiro auténtico. Toda clase de gruñidos escapan de su garganta. Los sonidos que llegan a tus oídos son todo un deleite. Verlo de esa manera, totalmente descontrolado, te hace perder la poca cordura que aún conservas. En consecuencia comienzas a acompañar el impetuoso vaivén mientras tu propia sangre desciende por encima de tus pechos. El fluido apenas alcanza a rozar dicha zona ya que inmediatamente es lamido por el libidinoso joven. La estimulación es extrema y finalmente dejas de contenerte. Tu cuerpo se sincroniza a la perfección con el suyo y ambos alcanzan el clímax al mismo tiempo.

Podrías jugar que el gutural gemido que liberó en el momento indicado fue escuchado por el resto de los Sakamaki, lo que te valdrá un montón de explicaciones más tarde. Esos idiotas piensan que eres de su propiedad. Cuán equivocados están. El único dueño de tu cuerpo y alma es quien te observa en ese momento, con una pacífica sonrisa en su rostro. Delicadamente peina un mechón de tu desordenado cabello, ubicándolo detrás de la oreja. Sientes que tu corazón va a estallar y sin siquiera detenerte a pensarlo, sueltas un «Te amo, Reiji Sakamaki».Sabes que te arrepentirás de ello más tarde, de hecho ya comienzas a hacerlo, pero el sentimiento es más fuerte. No esperas una respuesta a cambio, por supuesto, como también sabes que estás sola en cuanto a afecto pero nada de eso importa. Eres feliz por primera vez en años. Súbitamente, su autoritario tono de voz te saca de tus pensamientos.

—Debo decir que una dama no se comporta de la manera en que tú lo hiciste, entregándose de primera mano sin siquiera cuestionar.

Una vez más la angustia se abre paso a través de tu garganta, haciéndote carraspear, mientras tus pies vuelven a tocar tierra firme. Sin embargo, te sientes tan débil que terminas sujetándote torpemente de sus prendas, arrugando la tela a la altura de su pecho. Las palabras vuelven a elevarse mientras cierras los ojos, con fuerza.

—No obstante, un caballero tampoco tomaría así a una mujer, sin miramientos y en las presentes condiciones por lo que podría decirse que por esta vez…estamos a mano.

No sabes si fue la sonrisa que te dirigió antes de dar media vuelta, el significado oculto detrás del mensaje o, quizá, la situación en su totalidad, pero tus palpitaciones se incrementan en un cien por ciento. Incapaz de comenzar a buscar tus prendas sigues su recorrido con ojos risueños. Su ancha espalda se detiene a mitad de camino y un suspiro bastante audible escapa de tus labios al ser confrontada por ese hombre una vez más. Su rostro vira unos cuantos centímetros, dirigiéndose a tu persona por encima del hombro.

—Me molesta sobremanera que las cosas no se hagan como corresponde. En consecuencia exijo que la próxima vez repitamos el acto con la respectiva preparación previa… ¿una cena a la luz de las velas, tal vez? Y una mullida cama con sábanas de satén…Si, eso estaría bien.

La puerta se cierra a sus espaldas mientras contienes el grito de alegría que lucha por escapar de tu garganta. Cuando te agachas en busca del maltratado vestido, sientes un peso considerable depositándose en el centro de la clavícula. El collar de zafiros. Alguien tan meticuloso como Reiji jamás dejaría pasar un detalle de tal magnitud, lo que significaba que…Aprietas la hermosa pieza con ambas manos al tiempo que lágrimas de gratitud empañan tu visión. Tal vez llegar a esa mansión no haya sido una maldición, después de todo. Las primeras luces de la mañana comienzan a colarse por los enormes ventanales mientras tu alma rebosa de pleno regocijo.