Buenas! he aquí un nuevo fic, esta vez de una pareja que me tomó tiempo descubrir, pero que me fascinó desde el principio. Xena y Gabrielle.
Esta historia como bien dice la reseña, esta basada en el capítulo 18 de la sexta temporada, denominado: When Fate Collide. En donde César cambia el destino de Xena.
Me pareció uno de los pocos capítulos en el que se dejaba bien en claro los sentimientos de nuestra protagonista por la bardo y viceversa. Y muy hermoso y artístico a todo esto, es uno de mis episodios favoritos :)
No va a ser muy largo, a lo sumo, 3 capítulos. Ya que solo quiero resaltar bien lo que sentían en ese momento -y meter un poco de ficción, claro-.
En fin, espero que lo disfruten.
Los personajes de Xena: Warrior Princess, no me pertenecen. Esto es solo una idea que se cruzó por mi mente, y tenía que escribirla! haha!
Les deseo una muy buena lectura!
Destino
Inevitable
Escuché unos leves sonidos de un galopeo, acercándose directo hacia mí. Insegura por los acontecimientos pasados, me giré casi a la defensiva, hasta que visualicé una silueta que conocía bien, muy bien diría yo.
-Hey...
-Hola...
Aquello fue todo lo que pude decir. Me encontraba paralizaba internamente. Todo lo que había vivido en esa vida que creí real - y quizás lo fue- apareció en mi memoria como arte de magia. Realmente no sabía que decir. La vergüenza me invadía, y las imágenes, rememorando lo acontecido, que se formaban en mi mente no ayudaban.
Por suerte, a pesar de su asfixiante silencio que me dedicó por unos segundos, con esa mirada que derretía el poco valor que me quedaba, Xena fue la primera en hablar.
-Nos devolviste el mundo...
-Me alegro- respondí al instante, tal vez demasiado rápido -este me gusta más.
Observé sus ojos deslizarse un poco sobre mí. Esta escondía arrepentimiento y pavor. ¿Pavor de perderme...quizás?
-¿Aunque no seas una famosa escritora?
Solté una leve risa, debido a su pregunta.
-Fama... ¿Quién la necesita?
Con un coraje que no creí tener, me acerqué hacia ella, que al instante estiró su brazo, ayudándome a subir sobre Argo, su fiel yegua.
Su voz emitía una extraña seriedad...claramente falsa. Era consciente de que trataba de evitar el inevitable tema, al igual que yo, ya que no se dignaba a mirarme a la cara, inquietándome.
Tratando de aligerar el ambiente, retomé mi habla.
-¿Realmente te gustó mi obra?
-Estuvo bien...
Sonreí de medio lado, burlándome por dentro de su dura expresión, totalmente falsa.
-Tal vez podría haber tenido más escenas de pelea...
-Todos son críticos ahora...
No obtuve respuesta alguna, lo cual entendí. Las imágenes de todo lo que vivimos en ese distinto mundo, en ese destino alternado, nos inquietaba. No era fácil de digerir lo que sucedió en él. Después de todo, nuestro vínculo en ese lugar, se tornó un poco más...sentimental que de costumbre.
Apresé su cintura con mis manos, al pensar en aquello. Como consecuencia, mi corazón recibió un apretón, que casi me dejo sin aire.
-¿Sentimental...ha?- reí por dentro -nuestra relación siempre fue... demasiado sentimental...
En un acto de valentía, a pesar de tal situación, deje descansar mi cabeza en su espalda. Perdida en la calidez que irradiaba, cerré mis ojos, sin poder evitar el efecto que me provocaba esa cercanía. Su dulce respirar...su tibia piel...me tranquilizaba tanto...
Una cariñosa caricia sobre mi dorso, me hizo abrirlos de nuevo. Posé mi vista en sus manos, que ahora se encontraban cubriendo las mías de forma protectora.
Si...lo sabía. Con Xena no hacían falta las palabras, solo pequeñas acciones eran suficientes Seguimos galopeando, sin un camino fijo. Porque así era nuestra vívida existencia, y la disfrutábamos...ella me había enseñado a disfrutar cada momento, cada aventura, y cada demostración de afecto, por más escasas que sean, como si siempre fuese el último instante de nuestras existencias.
Ante la relajación que sentí contra su cálido cuerpo, comencé a quedarme dormida. Mis sueños derivaron al instante, a los recuerdos de aquel fatídico destino que nos toco vivir.
-/-
Los aplausos hacían eco en aquel precioso teatro, iluminado por tenues luces. Mi obra les había llegado...no podía ocultar mi conmoción.
Las rosas comenzaron a caer como si fuesen una lluvia inesperada. Recogí un gran ramo de flores que se encontraba en el suelo y elevé mi rostro, con una gratificante sonrisa. Al instante me alerté, al notar al mismísimo Cesar en un palco. Él penetró su vista en mí de una forma un tanto sospechosa.
Me ladeé hacia él, con mi mejor sonrisa, haciendo una reverencia, sin perder mi altanera postura. Al ascender mi cabeza, observé a la mujer que se encontraba a su lado...una hermosa...mujer.
Mis ojos se perdieron en ella. No sé por qué, pero me generó algo...que no podría describir con palabras. Quiero creer que ella sintió lo mismo, ya que se quedó perpleja observándome, tanto, que sus aplausos comenzaron a detenerse paulatinamente.
En ese momento, en mi mente, el tiempo se detuvo. No era capaz de quitar mis ojos de su transparente mirada.
Por unos segundos...quizás minutos, continuamos mirándonos, casi hipnotizadas la una con la otra. Sin embargo, el gesto que hizo su esposo, me hizo desviar la atención, sintiendo el temor y la emoción al mismo tiempo recorrerme sin piedad.
Los invitados se acercaban a hablarme, y yo, agradecida por sus presencias, les correspondí con un amable saludo.
Soy una bardo, y siempre lo he sido desde que tengo consciencia. He basado mis historias en experiencias que he presenciado...pero esta última, esta amorosa historia que conté hoy a través de mis dedicados actores, sinceramente no sé de dónde provino. La inspiración me invadió al crearla. Pero de verdad...tal amor incondicional...expresado de tal forma... ¿De dónde pudo surgir? Solo me venía una respuesta, que justamente tuve que brindársela a la mujer que había cautivado mi atención.
Se acercó a mí con tal lentitud, que me hizo desear que acelerase sus pasos.
Conté sus pisadas, hasta que finalmente llegó hasta mí, con una sonrisa indescifrable.
-Encontré tu obra muy conmovedora...
-Muchas gracias- me digné a contestar, sintiéndome un poco irrumpida por sus celestes ojos y su grata voz.
-¿Cuál es tu nombre?
-Gabrielle...- dije, casi en un susurro.
-Y dime, Gabrielle... ¿Qué te inspira?
Me lo preguntó como si esa fuese la cuestión más importante del universo. No pude evitar sonreír ante su devoción.
Pensé mis futuras frases unos instantes. Es que de verdad, necesitaba pensarlas.
-Es como si las palabras vinieran de algún otro lado...yo solo las escribo.
Su sonrisa se transformó en un gesto confuso, por lo cual, continué.
-Pero usted, emperatriz...toda Roma habla de su persona. El país prospera, la gente la adora...
Pude notar un leve sonrojo en sus pálidas mejillas, al oír mi voz.
-Dicen que el ejército la seguiría hasta las mismas puertas del Hades...
-bueno...todo tiene un precio, Gabrielle.
No entendí bien a lo que se refería, ya que la noté un poco distraída luego de su comentario. Como para no estarlo. El Rey, observaba cada uno de sus movimientos. Pero obviándolo, de inmediato volvió su vista en mí, como si fuera la principal atracción.
-En el tercer acto, el héroe se arroja por un precipicio, sin miedo a morir...todo por ella...
Hizo una pausa, en la cual yo tragué saliva con esfuerzo, ya que su acercamiento aumentaba, y sus ojos cada vez me miraban con más intensidad.
-¿De verdad crees que esa clase de amor existe?
Otra vez, tuve que meditar un poco mi respuesta. Nunca me habían cuestionado tales preguntas.
-Eso es lo que todos soñamos... ¿No es así?- me digné a decir, entrecerrando un poco mis párpados -Alguien que se adentre tan profundamente en nuestra alma...que pueda encontrar allí algo por lo que valga la pena morir...
Su silencio fue absoluto, al igual que el mío.
Mi corazón latió con rudeza al percibir sus ojos descender y clavarse en mis labios, para luego elevarlos con la misma rapidez, nuevamente.
Me tenía por completo hipnotizada. Nunca había conocido a alguien como ella.
Lamentablemente, nuestra agradable conversación fue interrumpida por su marido...por el César, que hizo hincapié también en lo hermosa que fue mi obra. Sin embargo, había algo que encubría sus palabras, provocándome cierta inseguridad.
Expresó que debían irse, y en ese mismo momento, mi corazón se encogió casi con dolor, sin entender bien el por qué.
La emperatriz me regaló una última mirada, que decidí atesorar.
-Gracias Gabrielle, por honrar a Roma con tu obra...buenas noches.
Solo eso dijo, de una forma tan cortante, sin darme tiempo a contestar, que me pareció que fuese otra persona.
Observé su ida, percibiendo una extraña sensación en mí ser...una que no dejaba de atormentarme.
Emprendí mi caminar por unos extensos pasillos, realmente deseando llegar a mi habitació agotada, psicológicamente...agotada.
Me custodiaban dos soldados, a pedido del Monarca. Los miré de reojo, sintiéndome más que protegida, vigilada.
Cuando por fin llegué, les hice una seña para que se fueran. No tenía intenciones de dormir con dos hombres patrullando a las afueras de mi recámara.
Largué un extenso suspiro, observando su ida, para luego cerrar la puerta y empezar a quitarme la ropa con desgano. Me encontraba notablemente agotada. Hacia bastante tiempo que no sentía este tipo de cansancio.
Para mi suerte, el palacio real me había invitado a quedarme en unas de sus tantas añoradas habitaciones, debido a mi reputación como bardo.
Me dirigí al espejo, dejando caer la ropa al piso, sin darle importancia. Me sentía extraña...como si hubiesen robado una parte de mí.
Negué levemente con la cabeza, cubriendo mí desnudes con una sábana de color amatista, dejando mis hombros al descubierto. Por alguna extraña razón, una gran angustia me invadía.
Bufé, comenzando a percibir como el aire se me hacia escaso, así que caminé hasta el majestuoso balcón, en busca de él, admirando la vista.
Toqué el mármol de aquel lugar como si fuese sagrado. No podía creer que mi fama se hubiese extendido tanto como para estar en ese glamuroso sitio.
-¿Cuántos años he deseado ser reconocida...y sin embargo...ahora que lo logré, por qué siento este vacío?
Una poderosa presencia, me hizo elevar la vista. Abrí los ojos de par en par, al mismo tiempo que un estremecimiento me recorría de pies a cabeza.
En el balcón de enfrente, se encontraba mirándome con profundidad, la emperatriz.
Me quedé perpleja, admirándola y sorprendida por su actitud, que no disimulaba para nada el hecho de observarme de arriba abajo, con una intrépida mirada.
Mi mente se ensimismó en ella de nuevo, sin poder evitarlo. Sus ojos...me traspasaban...sin siquiera hacer esfuerzo en ello.
Tomándome por sorpresa, mi propia mente, acoplada de pecaminosos sentimientos, cayó la realidad, como un gran balde agua fría.
-Es la esposa del César...
Al caer en aquel poderoso hecho, desvié un poco mis tímidos ojos, posándolos en la nada misma, para luego volver a los suyos al instante, como si no pudiese despegarme de ellos. Con los nervios apropiándose de mí, hice una reverencia y me alejé, perdiéndola de vista.
Me escondí detrás de las cortinas, intentando calmar mis crecientes palpitaciones, sin éxito alguno.
¿Qué me estaba sucediendo? ¿Acaso era lo que yo creía? No podría saberlo...ya que yo nunca...me enamoré de nadie. Yo era una farsa, una gran farsa...y todo lo que escribía provenía de mis más íntimos deseos de conocer a mi alma gemela...
¿Cómo podía siquiera entender por qué mi pecho dolía tanto, si no conocía lo que era el amor?
Luego de unos minutos, casi llevada por el instinto, asomé la cabeza por el balcón, pero ella ya no estaba. En su lugar, me encontré con su majestuoso marido...que me observaba casi con repulsión. No entendía por qué desde que me vio por primera vez...ha estado a la defensiva.
Afiné un poco la vista, detallándolo. Ahí la vi...él la estaba abrazando. Me aparté de inmediato, intimidada por su acto.
Resignada por aquella amorosa imagen, solté un suspiro, entrecerrando mis ojos con un poco de decepción.
-¿Decepción? ¿Por qué...?
En mi afligido rostro, se delineó una triste sonrisa, que escondía sentimientos que no deseaba reconocer.
Las horas pasaron y no era capaz de conciliar el sueño. Siempre que trataba, me venía a la mente aquella misteriosa mujer...
-Deja de soñar...- me dije, desesperanzada, sin saber con claridad lo que estaba anhelando.
-¿Y con qué sueñas?
Escuché una voz apagada, tan amable y firme al mismo tiempo, que me hizo saltar de la cama.
Al instante, dirigí la vista a través de la puerta de mi habitación, quedando inmóvil en mi lugar.
-¿Podrá ser...?
-¿Vas a abrirme o quedarte ahí embelesada?
Su tono bromista me hizo reaccionar y casi corriendo, fui a abrir aquel mural que nos separaba.
Era ella...estaba segura.
Abrí la puerta con sigilo, para encontrarme a una morena de ojos color zafiro, observándome con una leve sonrisa.
Mi mandíbula casi cayó, al detallar su elegante bata de color bordo, que delineaba a perfección todas sus curvas.
Tragué saliva con rudeza. Debía salir de mi consternación, con urgencia.
-¡Di algo inteligente...vamos!- pensé, desquiciándome por dentro.
-Tienes que decirle al César que construya mejores puertas...
Me miró, confundida.
De acuerdo, esa no fue mi mejor idea, a pesar de ser una bardo.
-Unas que...no permitan escapar el sonido...- continué, con timidez.
Largó una carcajada al caer en mi mal chiste.
Al menos no se lo tomó a mal. De verdad no quería decir algo tan estúpido...es solo que...no sé de dónde provino mi valentía para decir tal cosa. Sentía que la conocía de hacía tiempo, como si me estuviese reencontrando con una vieja amiga. Por ende, mi torpe confianza afloró.
Pasó, sin pedir permiso, dejándome parada en mi sitio. Claramente no tenía que hacerlo, era la emperatriz después de todo.
Al verla caminar, juré notar ciertas marcas en su cuello...como si hubiese sido golpeada o...ahorcada...
-Emperatriz...
-Dime Xena...no hace falta tanta cordialidad, Gabrielle.
Me giré hacia ella, que ahora se encontraba sentada en mi cama. Toda la situación me extrañaba y al mismo tiempo hacia latir mi pecho con rudeza, sin conocer bien la razón.
Emprendí mis pasos hacia ella, deteniéndome frente a si -¿Y eso?- atiné a decir, casi rozando mis dedos con su cuello.
Sorprendida por mi acercamiento, entrecerró los ojos, al sentir mi calidez -No es nada...
Arqueé una ceja, de forma desconfiada -mmhh...
Como respuesta, recibí una dulce sonrisa de su parte -¿Qué sucede?
-Xena...- reafirmé mi tono, haciéndole caso respecto a la no cordialidad.
Sonrió con gratitud, al escucharme -Veo que aprendes rápido...- atinó a decir, dándole palmaditas al colchón, incitándome a sentarme a su lado.
Obviamente obedecí, sentándome y quedando a corta distancia.
Mis ojos analizaron su herida. Definitivamente había sido ahorcada.
Mi pecho se encogió con solo pensar en que la lastimaron de tal forma.
-¿Gabrielle?- inquirió, ante mi silencio.
Sin permiso de mi mente, reposé por completo mi mano en su cuello, acariciándola con lentitud.
La sentí tensa por mi contacto, pero a pesar de todo, no me detuve. No porque no quisiera, sino porque no podía. Algo me decía que no me detuviese.
-¿Qué pasó?- susurré, posando mi mirada en ella.
Observé cómo sus ojos se abrían un poco ante mi cuestión. Parecía sorprendida.
-¿Te intriga mas saber que me sucedió...al hecho de que haya aparecido por sorpresa en tu recámara? yo...una desconocida...
Su sensual voz me hizo temblar.
-Por supuesto que sí, su seguridad es lo primero. Y además, no es una desconocida para mi...
Deteniendo mi reacción, deslizó sus dedos por mis labios, callando mis palabras -Te dije que me tutearas...- musitó, derivando su vista también en ellos, agitándome por dentro.
Tosí un poco, intentando mantener la compostura. Pero dioses...si que costaba.
-No evites el tema...no me interesa por qué estás aquí, solo tu seguridad...
-¿Por qué?- continuó, entrecortadamente.
Mi silencio fue absoluto. Realmente no sabía el por qué...mi preocupación por ella era notablemente obvia. No quería que sufriese...pero de verdad... ¿Por qué me sentía de esta forma con esta mujer?
-¿No lo sabes, verdad?
Ascendí mis ojos, debido a la seguridad en su cuestión. Parecía como si leyese mi mente...tal vez lo hacia...
-Quizás yo si se el por qué...
-¿Y por qué...crees que es?
-mmm...- desvió la vista, alejándose un poco -no estoy segura de contártelo...sería reafirmar mi teoría y creo que es muy pronto para eso.
Descendí un poco la cabeza, con una leve decepción.
-Tus palabras me confunden...
-Lo sé...lo siento...
El silenció no se apiadó de nosotras, incomodándonos. Sus celestes ojos no dejaban de verme, como si tratasen de descifrarme, traspasando mi confundida alma.
-¿Va a decirme qué...
-Gabrielle...- me cortó, alzando una ceja.
Suspiré, intentando mantener la compostura. Los nervios me poseían
-¿Vas a decirme que sucedió y por qué estás aquí?
Me miró unos segundos, que se me hicieron interminables. Pareciera que de verdad le costaba contar su historia.
-Alguien irrumpió en mi habitación, pero no te preocupes, ya ha sido encarcelada...solo...- dudó, ladeando un poco su cabeza, evitándome -me agarró desprevenida.
Busqué con mis ojos los suyos, tratando de penetrar mi mirada en ella, que hacia tremendos esfuerzos por esquivarme -¿Y por qué...te agarró desprevenida? He escuchado que eres una magnífica guerrera a pesar de tu posición.
Finalmente se dignó a mirarme. Me desarmé al instante de verla...parecía tan transparente...tan honesta...todo lo contrario de lo que decían los rumores sobre su persona.
-Porque estaba observándote...
-¿q-qué?
No pude contener mi sorpresa. Sabía que me había visto, pero pensé que fue pura casualidad...o eso quise creer.
-Sé que me viste...en el balcón...- susurró como una niña pequeña, encogiéndose de hombros, lo cual solo generó que me derritiese, despertando un juguetón lado mío que no sabía que existía.
-Lamento haber desviado tu atención- bromeé, todavía mimando con el pulgar su herida.
Se quedó muda, apreciando mis caricias. Sus ojos delataban la profundidad de sus pensamientos, provocando un mar de incertidumbre en mi alma. No sabía qué hacer...ni cómo reaccionar.
De lo único que era consciente...es de que empezaba a desearla, quizás...lo había hecho desde el primer momento en que la vi.
-Perdona por aparecer tan de repente...- se animó a hablar, despertándome de mi letargo.
-t-tranquila...me alegra verte...
-¿De verdad?
-Claro que si, de todas las personas, tú eres la que mas apreció mi obra...lo pude ver en tus ojos.
-¿En mis...ojos?
Asentí, con una pacífica sonrisa, derivando mis caricias a su nuca -Si...tu mirada era como si...anhelaras conocer a alguien así...o como si...
-¿Cómo si?- inquirió, expectante.
-Como si...desearas reencontrarte con la persona que te generó tal amor...
Se paralizó, estupefacta por mi respuesta.
-Gabrielle...yo...
-Pero aún no me has dicho por qué viniste...- me atreví a preguntar de nuevo, interrumpiéndola, claramente curiosa.
Vaciló un momento, antes de poder responderme. Juré notar como sus mejillas se tornaban de un color carmesí, intensificando mis ocultos deseos.
-Yo...quería verte...
-¿Eh?- pronuncié, desconcertada.
-Lo sé...sé que es extraño- habló, cabizbaja -Te conocí hoy, sin embargo...sentí una conexión inmediata contigo...no sabría cómo explicarlo...
-¿Ella...se sintió igual que yo?
-Perdona si te estoy incomodando...me iré ahora mismo si te molesto- dijo, levantándose y dibujando una nostálgica sonrisa que atravesó mi corazón, partiéndolo en dos -Adiós...Gabrielle.
Mis pupilas se ampliaron, al temer perderla. Sin poder controlar mis movimientos, mi mano se alzó, atrapando su brazo.
Se volvió hacia mí, pasmada, sin decir palabra alguna.
-¡No te vayas!
Sus ojos se abrieron de par en par, intimidándome.
¡¿Qué demonios estaba haciendo?!
La solté de inmediato, percatándome de mi estúpido actuar.
-¿Gabrielle?
Bajé mi cabeza en señal de derrota, mientras mis manos se apretujaban con fuerza en mis piernas. La vergüenza me irrumpía con una ola de arrepentimiento.
¿Por qué estaba reteniéndola? No era correcto... ¡No es correcto!
-Gabrielle...
-P-Perdona...no quise...yo...no sé que me pasó, discúlpeme Emperatriz...- apenas pude modular, incapaz de levantar mi ruborizado rostro.
Antes de poder disculparme de nuevo, sentí un suave tacto en mi mano, que me hizo ascender la vista. Al instante me paralicé, al observar su cercanía y su firme mirada sobre la mía.
-¿e-emperatriz...?
-¿Quieres que me quede esta noche?
Aquella pregunta realmente me sacó de mis cabales, brindándome escalofríos por todo mi cuerpo.
-¿Quieres?- insistió, llevando mi mano hacia sus labios y depositando un dulce beso en el dorso, sin quitar sus ojos de mí.
No era tan idiota como para no darme cuenta que eso era una proposición...una tentadora proposición. Una que no podía negar. La anhelaba...tanto...que mis emociones se descontrolaban con solo oírla.
-Si no me respondes...me iré ahora mismo...- susurró con sensualidad, destruyendo mis defensas.
-Quiero...- musité finalmente, hipnotizada por su mirada.
Me dedicó una grata sonrisa, tomando mis hombros en el acto -¿Estás segura?
-Si...
-¿De verdad...?- murmuró en mi oído, besando mi lóbulo, para luego empujarme hacia atrás, provocando que cayese de espaldas en la cama, junto con ella encima mío.
-Deja de preguntarlo...ya sabes la respuesta...Xena...- .Su nombré emanó de mis labios con un dejo de placer que no pude ocultar, lo cual solo resaltó su satisfacción.
-Gabrielle...
Sus manos tomaron las mías, estampándolas sobre mi cabeza. Estaba por completo a su merced.
-Xena...
Aquellas gentiles pero firmes manos que me sujetaron, comenzaron a recorrerme, rozando mi torso, llegando hasta mi pecho. Mi ritmo se aceleró al percibirla.
Abrió con tal lentitud mi bata, acción que hizo detener mi respirar en ese mismo instante, que me dejó absolutamente expuesta.
Sus ojos se perdieron en mis atributos, dejando caer un poco su labio inferior -Eres hermosa...
No pude modular frase alguna. Mi vientre se revolvía deseando que me acariciase con sus finos dedos. Nunca había anhelado tanto a alguien.
Como si leyese mis pensamientos, deslizó sus manos por mis pechos, haciendo notar mi excitación inminente, reposándose en ellos.
-Ah...- escapó de mis labios, en forma de suspiro, al sentir su suave tacto.
Volvió su vista a mí, penetrándola de una manera en la cual, solo pude sentirme invadida.
-¿Por qué...por qué me mira de esa forma...?
-¿Puedo...besarte?
Pestañeé varias veces, confundida. ¿Su tacto se encontraba en mis debilidades...y me preguntaba tal cosa?
-¿Puedo?- repitió, en un murmullo, aproximando su rostro al mío.
-Por supuesto...- solté, con un alumbrado gesto, que aún no sé de donde provino.
Su sonrisa, ante mi contestación, fue lo más hermoso que vi en mi corta vida.
-Mi bardo...- susurró, acortando la distancia y tomando mi rostro, acercándolo hacia ella -te deseo...
Sus labios rozaron los míos, provocando que una entusiasmada electricidad recorriese mi cuerpo.
-Xena...
Junté mis labios con los suyos, entregándome por completo.
Era extraño...a pesar de que su primer movimiento, para una visión común, fue más atrevido que el apasionado beso que me estaba proporcionando, no se comparaba con la ternura de sus labios chocando con los míos, descubriéndome, irrumpiéndome de un placer que jamás experimenté.
Aquel beso...fue el inicio de una flama que se encendió en mí, una que no tenía intenciones de apagarse. La quería, a penas la conocía...pero la quería.
Descendí mis parpados con lentitud, dejándome llevar por sus caricias, que me proporcionaba cada vez mas, enredándose en mi cabello e incitándome a invadirla aun más.
Sin oponerme, entreabrí mi boca, dejándole el paso libre. Gustosa, entendió mi mensaje, adentrándose en mi, jugando con su lengua y encontrando la mía, entrelazándolas.
-Gabrielle...
Su voz me confirmó que lo que estábamos teniendo...no era solo sexo...era amor...si, un impensable e inesperado amor. Como si Cupido estuviese jugando con nuestros corazones.
Volvió a llamarme, con los ojos oscurecidos debido a la estimulante situación, abriendo su boca, llevándose consigo la mía. Me cubrió por completo, intercambiando jadeos en el acto.
Ante la falta de aire, nos separamos con lentitud, quedando solo nuestras fervientes miradas en el espacio, que deseaban conocerse más.
-¿Me creerías si te dijera... que me has gustado desde el primer momento que te vi...?
Sus palabras hicieron eco en mi mente, creyendo imposible esa confesión.
-¿e-en serio?
Sonrió con una leve decepción, observando mi ruborizado semblante -Esperaba otro tipo de respuesta...
Mis cuerdos sentidos se apagaron, debido a sus palabras. Me sentía tan vulnerable y tan entusiasmada al mismo tiempo.
Con mucha fuerza de voluntad, me reincorporé, quedando ella sentada sobre mis piernas -Lo siento...no soy muy experta en esto de expresar mis sentimientos...
Soltó una risita, sin creer en mis pesares -¿Qué clase de bardo eres, si no puedes expresar lo que sientes?
-Una muy mala- respondí, aproximando mi rostro al suyo -pero...por primera vez...quiero intentar decir lo que siento...
-Si...inténtalo, por favor...necesito saber...
Su mirada suplicaba una contestación, una que equivalga al acto que iba a procesar. Estaba respetándome, lo cual agradecía. Nadie me había tratado con tal ternura y devoción. Todo era nuevo para mí.
Reuniendo coraje, lo cual costaba al tenerla tan entregada a mí, decidí hablar.
-Sentí lo mismo...- atiné a decir, reposando mi mano en su mejilla, recorriéndola hasta rozar su nuca.
Mis ojos descendieron, al igual que mi mano, que se dejó descansar cerca de su torso.
Allí lo sentí, sus palpitaciones, su emoción, su...atracción hacia mí.
-Apenas te vi- continué, perdida en sus honestos ojos -no pude despegar mi vista de ti...no sé por qué sucedió, nunca me pasó algo parecido con alguien...
Pude percibir como su respiración se agitó, con solo escucharme. Paralizándome, sujetó mi mano y la descendió más, casi reposándola sobre su pecho -Sé a lo que te refieres...me sucede lo mismo...
-Xena...
-Tócame...Gabrielle...- sentenció, desmoronando lo poco que quedaba de mi cordura.
-Yo...
-Por favor...
Tenía a la gran emperatriz a mi merced, no cabía duda.
Mi aliento se escapó al percibir como su mano formaba círculos, junto con la mía, haciéndome resaltar su excitación, en sus voluptuosas partes. Pero parecía que no era la única que perdía su aire, ya que mi acompañante, soltó un gran suspiró, amenazando encontrarse con mis labios.
-Xena...- la nombré de nuevo, con un dejo de lujuria que no pensé tener.
Me estaba impacientando. Sus hermosos ojos, su cuerpo, su aroma, su calor...todo me enloquecía.
Deseaba poseerla, como si lo hubiese ansiado toda una vida y ahora llegase al límite...era exactamente esa sensación. Casi como un deja vu.
Perdiendo el control, mis manos se alteraron, aferrando el agarre en sus pechos.
-Ah...g-gabrielle...
Su notable placer, me despojó de todas mis dudas, incitándome a continuar.
Me deshice de su bata, quitándosela por los hombros y desplazándola con cuidado. La tela le acariciaba la piel, estimulándola.
-Gabrielle...
-Deja de decir mi nombre...- solté, sin percatarme de las consecuencias.
Regresó su anhelada vista a mi, sin entender mis palabras.
-Me estas enloqueciendo...
-Esa era la idea...- afirmó con debilidad, esbozando una segura sonrisa.
Sin ser capaz de aguantar un segundo mas, junté mis labios con los suyos de nuevo. La anhelaba...no soportaba un minuto más estar separada de su cuerpo.
-¡A-Ah!- gimió ahogadamente, al sentir mis dedos brindándole placer en sus pechos, mientras mi lengua la recorría.
En un impulso, estiró su cuello hacia atrás, tentándome. De inmediato descansé mis labios en él, degustándola con libertad. Deslicé mi lengua por este, tratando de curar sus pasadas heridas.
Adivinando mis movimientos, giró un poco el rostro, para darme más espacio.
-Márcame...
Mi saliva se atoró en mi garganta, debido su petición -Pero...César...
-P-Por favor...
Ante su apasionada petición, no pude hacer más que obedecer.
Lamí la zona, anestesiándola y clavé con suavidad mis dientes en ella, arrastrándolos con cautela, hasta juntar mis propios labios.
-A-Ahh...
-Xena...
Hasta ese momento, no sabía lo que era el amor...pero nuestra entrega, que duró toda la noche, me lo hizo entender. Ya no podía olvidarla...sería inútil en si intentarlo, ni quería.
Sentía una conexión más allá de lo físico con ella...
Estaba acorralada en estos nuevos sentimientos que me invadían. Y me gustaba...eso era lo más peligroso.
Una cosa era segura...y era que ahora, jamás podría separarme de su adorable persona.
Primer capítulo entregado!
A ver que sale de todo esto...jaja!
Besos y gracias por leer!
