Título: Cuatro almas
Sumary: Harta de InuYasha y su eterna obsesión con Kikyou, Kagome decide viajar por su cuenta buscando los fragmentos, marchándose con quién jamás creyó, la mismísima Kikyou, creando caos y conflictos en InuYasha.
Naraku intentará aprovecharse de eso para hacer cumplir una vieja leyenda que habla de la tercera sacerdotisa de la perla y su decisión.
¿Quién terminará usando a quién?
Advertencias: Universo manga/Posible OoC/Menciones a otras parejas.
Pareja: InuxKag. Menciones del KikyouxInuYasha. KagomexNaraku.
Cantidad de palabras: 1,352/Cortesía de Magic Word en complot con Microsoft para hacernos creer que de verdad hay esa cantidad de palabras en el capítulo.
Disclaimer: InuYasha no me pertenece, todo registro legal y de derechos son de su autora Rumiko.
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Un día normal
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En la época antigua el grupo que buscaba los fragmentos emprende rumbo a la aldea de la anciana Kaede, después de un largo viaje para encontrar algún rastro de Naraku sin éxito. El mal humor del medio demonio era evidente, y como era su pésima costumbre últimamente al estar frustrado, se había pasado el viaje completo discutiendo con Kagome.
—Kagome, ¡vamos más rápido! Cada día te vuelves más lenta y torpe de lo que eres… —masculló molesto, mirándola de reojo, esperando la respuesta que le hiciera continuar con sus reclamos.
Ella se limitó a mirarlo, fastidiada y anhelando por su llegada al pozo para volver a su tiempo. Sango y Miroku decidieron ignorarlos, conscientes de que su intervención traería más problemas al grupo, por suerte el más pequeño ya había caído dormido desde hace un rato.
—¡Oye idiota! —reclamó ofuscada la pelinegra. —No tengo por qué aguantar tus berrinches sólo porque esta noche es luna nueva.
La indirecta pareció fastidiarlo más. No era ningún secreto cuánto detestaba el ambarino esa noche, el hecho de volverse un humano frágil y débil solía poner a todos en aprietos por el desagradable carácter que tenía en esas pocas horas, sumado a que estaba molesto por la repentina desaparición de su enemigo.
—Feh, mejor cállate porque eres peor —ordenó arrogante, Kagome estuvo a punto de lanzársele encima si no fuera porque Sango la contuvo. —Si fueras más como Kikyou no serías tan mal acompañante.
Muy tarde se dio cuenta InuYasha de que lo dijo en voz alta, incluso él sabía que se había pasado con su comentario, y tras sentir un escalofrío en la espalda volteó de inmediato, encontrando a la chica furiosa
—InuYasha…—exclamó furiosa.
—¡O-Oye, no…!
—¡Abajo!
En menos de un segundo el conjuro se activó provocando que el medio demonio se fuera con tal fuerza contra el suelo que quedo varios metros bajo tierra. El monje y la exterminadora le miraron con lástima más no hicieron nada, pensando en que se lo había ganado, luego todos continuaron finalmente tranquilos directo a la aldea de la anciana Kaede.
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Kagome resopló rabiosa, había pensado en invitar a InuYasha a su casa por su estado pero con lo que le había dicho ni siquiera le habían quedado ganas de verle la cara. Apenas llegó a la cabaña y saludó a la hermana mayor de su vida anterior empezó a preparar sus cosas para largarse cuanto antes.
—Señora Kaede —llamó la chica con un rostro que podría dar miedo. —¿Podría ir con usted a recolectar hierbas medicinales? —preguntó. La anciana le miró nerviosa.
—Por supuesto querida Kagome, pero… ¿qué te pasa? —cuestionó, respondiéndose a sí misma con rapidez. —De seguro fue InuYasha.
Para nadie era sorpresa que si la joven sacerdotisa estuviera de mal humor fuera culpa del semi demonio. La pelinegra sólo le sonrió incómodamente y le tomó de la mano con cuidado, llevándola consigo camino a la puerta.
—No se preocupe por eso, y vamos ya que luego se nos hace tarde. Sólo quiero recolectar algo y luego tengo que irme.
La mujer mayor le siguió en silencio, pensando vagamente en la razón por la que el resto de sus amigos no la habían acompañado como siempre, pero notando su prisa desistió de hablar sobre el tema. No tardaron más que unos minutos buscando lo que la chica necesitaba para irse, algún pedido de su abuelo por lo que le había comentado, y emprendieron juntas el camino de regreso, con la suerte de que ninguno de los otros buscadores de la perla habían llegado todavía.
Kagome se despidió aliviada de ella y emprendió rumbo al pozo, dejando el encargo de despedirla de todos y dejar sin cenar a InuYasha.
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Los dos responsables de cuidar a los inmaduros del grupo, como se habían denominado la castaña y el pelinegro, se encargaron de sacar al albino de su entierro toda la tarde, realmente no habían demorado tanto, pero era preciso que sufriera un poco las consecuencias, y sumado a que estaba debilitado por la disminución de sus poderes conforme avanzaba el día, se dispusieron a dejarlo un par de horas con el pequeño problema para que reflexionara, además de aprovechar el tiempo para probar el nuevo juego de cartas que la joven del futuro les había traído para esa clase de situaciones sin nada que hacer.
Cuando lo consideraron apropiado Sango le ordenó a Kirara que tirara de sus pantalones hacia arriba y jalarlo de regreso al camino, consiguiendo los insultos como agradecimiento por haberlo dejado tanto tiempo. Emprendieron el camino de regreso pero un pequeño monstruo se les atravesó en el camino y demoraron un poco más de lo que habían previsto.
Al final terminaron llegando a los alrededores de la aldea casi al anochecer.
—InuYasha cálmate, debes estar cansado, mira que te golpeaste muy fuerte, además nos costó mucho trabajo sacarte del pozo —parloteó el pelinegro al verlo de mal humor.
—Si InuYasha —declamó el más pequeño, ya despierto. —¡Deberías agradecernos por sacarte del pozo! —y como respuesta Shippou recibió un golpe por parte del hanyou.
—Guarda silencio enano —masculló. —Tú no hiciste nada.
—InuYasha, no te desquites con él. Mejor deberías buscar a Kagome y pedirle perdón—le regañó Sango, él sólo se cruzó de brazos. —Además, tú fuiste el que empezó todo.
—¿¡Qué!? ¡Pero si yo no hice nada! —exclamó irritado. —Ella tuvo la culpa, ustedes no se metan en lo que no les importa.
InuYasha les gruñó molesto, aunque jamás lo admitiría si sentía un poco de culpa por lo que el había dicho. Él sabía mejor que nadie lo sensible que era la sacerdotisa al tema de Kikyou, quizás tanto como él mismo, y haberlas comparado por mero impulso fue lo peor que s ele pudo ocurrir, mucho más en una noche en al que lo menos que deseaba era tener problemas.
Aunque había aceptado a regañadientes la verdad es que ir a la aldea le había parecido la mejor opción, sin sus poderes para defender los fragmentos los monstruos vendrían tras de ellos, y aunque los humanos que el acompañaban fueran fuertes nunca estaba seguro si no lo hacía por sí mismo. Odiaba sentirse tan indefenso siendo humano.
—Vaya, por fin llegaron.
La voz de la anciana Kaede lo sacó de sus pensamientos. Parecía que ya los esperaba desde hace rato con la comida hecha y algunos aldeanos ansiosos con los que solían platicar los otros de su arduo trayecto y que solían alejarse de él por temor.
De inmediato se echó para atrás, si apenas soportaba que su grupo supiera de su estado mucho menos quería que gente del pueblo llegara a saberlo. Kaede pareció entender quién era y lo que quería pro lo que los despidió rápidamente y fue ella la que se acercó. No lo iba a agradecer pero suponía que ella lo sabía. Mientras pensaba se dedicó a observar el lugar y se percató de que loa chica no estaba con ellos.
—¿Y Kagome?
La vio dudar.
—Bueno, se marchó hace unas horas.
Lo único que le faltaba, que la humana se le hubiera escapado.
No tardó ni un segundo en salir corriendo directo al pozo devora huesos, dispuesto a esperarla el tiempo que fuera necesario. En su estado casi humano sería imposible permitir que le viera la familia de ella, además de que no quería parecer demasiado desesperado, ella había sido cruel primero, él sólo se había defendido de su ataque. Al menos, eso quería creer.
—Cuando regrese me tendrá que pedir disculpas —murmuró a la nada, recostándose en el suelo al mismo tiempo que apoyaba la espalda contra el pozo.
Quizás debería ir por ella, pero era demasiado orgulloso para pedirle perdón todavía, mucho menos cuando estaba entercado en la idea de ser la víctima. Pasó largas horas enfurruñado en su sitio, pensando en las muchas cosas que tenía para decirle a al joven del futuro sin notar el momento exacto en que las serpientes cazadoras de almas empezaron a rodearlo.
Sabía que significaba. Kikyou estaba cerca.
Lo que no esperaba era que apareciera justo frente a él por su propia cuenta.
—Hola InuYasha.
OoOoO
Notas de Kou: Debo decir que este es el primer fanfic que creé en la vida. Literalmente. Claro, como en aquél entonces era una completa novata sin sentido común tuve que editarlo, traté de que la esencia fuera la misma y hasta pensé en sólo corregirlo y subirlo así, pero de verdad que hay un montón de cosas que me faltaron explicar por inexperiencia y le tengo un chingo de amor a esta historia. Conocí mucha gente hermosa que me apoyó y me aconsejó, crecí con él tanto en estilo como narración y siento que debo tenerlo sí o sí en mis cuentas principales ya que hasta ahora sólo está en un pequeño foro que nació de otro en el que yo comencé.
Ah, extraño esos tiempos dónde todavía quedaban los fanfics del mundo original, ahora casi todos son universos alternos. Ya sé que debo otros y hablo mucho, pero dejen a esta pobre viejecita con sus recuerdos xD
