Para Alice y todos aquellos que me han olvidado y a los que he dejado de recordar…

Hola, nuevo fic…hum, temas escabrosos, nada realmente explicito, pero hay referencias a abuso sexual infantil, la autolesión y demás cositas no tan agradables, nada extremo, pero las adevertencias estan hechas, XD.

CAPITULO 1. — NEGACIÓN

1

Ciel se introdujo dentro de la habitación, a primera vista podría considerarse acogedora: el Sol iluminaba dócilmente el interior de la misma en donde un grupo de sillas se encontraban apiladas en forma de un círculo, algunos niños conversaban entre si y un grupo de adultos coreaba alrededor de quién supuso era el… ¿moderador, líder, maestro?

La calefacción mantenía a la habitación cálidamente agradable y el chocolate caliente junto a galletas recién horneadas en una mesa apartada a una esquina invitaban a sentarse en una de esas sillas duras y relajarse mientras la nieve azotaba el exterior.

Se acomodó su bufanda y tosió un poco…

Toda esa ropa le incomodaba, sobretodo aquel estúpido gorro que cubría más de la mitad de su cabeza, sin mencionar los guantes, orejeras y al menos tres abrigos que llevaba por debajo de su camisa.

Pero su madre insistió en que saliera con todas esas prendas y el accedió a sus deseos con tal de evitar otra pelea innecesaria.

¿Acaso ella no podía entender que él no era más "su" niño?

Su Padre puso una de sus manos sobre su hombro y le sonrió, Ciel quiso responder de la misma forma, pero sabía que el resultado sería en el mejor de los casos una mueca torcida, así que se limitó a asentir con la cabeza.

Iba a morir. ¿Qué más daba cuan bien o mal aceptará?

Al fin de cuentas todos los humanos estaban condenados a enfrentar el mismo destino, algunas más tardes, otros cuando apenas empezaban a vivir.

—¡Te he dicho un millón de veces que no quiero venir! ¡Aquí todos son unos estúpidos! ¡Van a morir! ¡Todos vamos a morir!

Los gritos de un niño llamaron la atención de los presentes, incluyéndolo; quién ante la ominosa verdad que acababa de declarar esbozó una sonrisa burlona, la primera en mucho tiempo y ladeo la cabeza, curioso.

Los adultos y algunos niños intercambiaron miradas entre si y le dedicaron una piadosa sonrisa al menor, como si estuvieran visualizado una vieja y familiar escena.

Una mujer de facciones bellas, cabellera larga y hermosa, tomó de la mano al menor y lo llevó fuera de la habitación, su rostro irradiaba dulzura y una extraordinaria paciencia, pero también dolor.

Sufría, le dolía verlo de aquella manera.

El muchacho que minutos atrás se había mostrado airado y agresivo se dejo conducir por esta, aun continuaba molesto, pero lo disimulaba.

Su padre se dirigió hasta el adulto encargado del grupo y él se desplazó hasta la ventana más cercana, observando a la nieve caer. Blanca y pura…

Su mirada ascendió hasta el cielo, en los días claros de primavera se tornaba radiante y extraordinario, ahora lucía opaco, sin vida…tal como él.

Porque después de todo…

¿Qué esperanzas le quedaban a un niño de doce años portador de un virus incurable?

¿Qué perspectivas podían tener todos aquellos niños que por una u otra razón estaban condenados a morir tempranamente?

Su padre sonrió encantadoramente a todo el mundo y como siempre les agradó casi al instante.

Tras unos minutos regresó a su lado, lo convenció de despojarse de las orejeras y los dos primeros abrigos, respiró aliviado. Le gustaba su Padre, siempre parecía ir en una misma dirección, derecho, recto, sin puntos medios…con él no había sorpresas a diferencia de su Madre quién en un momento se mostraba extraordinariamente alegre y comprensiva y al siguiente se tornaba en una niñita caprichosa que no admitiría un "No" como respuesta a riesgo de provocar su llanto.

—Está todo listo—le dijo sonriéndole—. Estaré aquí afuera, esperando. Sólo será una hora. La Doctora Stephanie dijo que te ayudaría, yo lo creo también.

—Pues yo no…—objetó con el tono propio de las personas a las que por mucho que se les insiste, es imposible hacerles cambiar de opinión.

Vincent lanzó un suspiro ahogado, deseó tomar en sus brazos a su niñito y abrazarlo hasta asfixiarlo o se convenciera de que en esta vida había cosas por las que realmente valía le pena luchar, respirar; pero sabría que si se acercaba demasiado a Ciel, entraría en un ataque de pánico, podría hasta hiperventilarse, poner una mano sobre su hombro o cabeza sin que profiriera en gritos ya era considerado un logro, un éxito sobresaliente. No estaba en condiciones de exigir nada más.

—Empezaremos en dos minutos—hablo el adulto encargado de dirigir la sesión, Ciel aun desconocía su nombre.

—¿Puedo?

Su Padre le preguntó y Ciel ardía en deseos de gritar "No, no puedes; porque eres igual a ellos, me obligas a hacer cosas que no quiero. ¿Acaso no lo entiendes tú y esos imbéciles? Yo sólo quiero que me dejen morir en paz". Pero su padreparecía quererle decir con los ojos que no había nada en este u otro mundo que lo hiciera más feliz, así que el accedió con un escueto y casi insonoro:

—Si…

Entonces su Padre se arrodilló, el apretó los puños y lucho por mantener los ojos abiertos mientras su progenitor depositaba un cálido y dulce beso rozando apenas su mejilla derecha.

—Todo estará bien Ciel. ¡Ánimos, Campeón!—le susurró al oído y salió de la habitación al igual que la mayoría de los adultos.

El niño rubio que antes había entrado, regresó a la habitación con un gesto de fastidio que evidenciaba lo poco que deseaba estar allí, tomo asiento en la silla junto a él y sin reparos ni esforzarse en disimularlo se colocó unos enormes audífonos y encendió su reproductor de música, el sonido era tan potente que incluso podía escucharse levemente y como un molesto estribillo el rock pesado que se reproducía.

Al igual que en la ocasión anterior, todos fingieron no darse cuenta.

Y con un estilo acogedor, que por momento se tornaba asfixiante…la sesión dio inicio.

—Me llamo Fred Abberline, para los que no me conozcan—les dijo dando a conocer su nombre el adulto encargado de dirigir la sesión, dirigiéndose a Ciel—. Sean bienvenidos…—y entonces sonrió como cualquier profesor ante una clase, Ciel resistió el impulso de soltar una carcajada sarcástica…el único gran detalle en la ecuación era que todos aquellos niños era portadores del Virus de Inmunodeficiencia Humana.

2

Ya era suficiente, ya había tenido demasiado…lo había tolerado durante más de treinta minutos en espera de que alguien hablará antes que él, pero ya que nadie lo haría, ni parecía atener intenciones reales de actuar, él mismo se encargaría.

Se puso de pie y acercó hasta aquel otro niño quién le dedico una sonrisa pretenciosa antes de lanzar un gran bostezo. Molesto, le quitó los audífonos y reprendió:

—Es de mala educación escuchar música cuando otros hablan.

Por supuesto omitió el hecho de que no importaba que tan inútil o estúpido considerara lo que otros dijeran.

El bostezo terminó…Ciel esperaba una sonrisa burlona, un grito furioso, una reacción violenta, cualquier cosa, menos lo que a continuación paso.

Sin que su rostro o lenguaje corporal lo delatará, el otro chico se lanzó sobre él y le asestó un fuerte puñetazo en el ojo, el resto de los niños se levantaron, algunas sillas fueron arrojadas rompiendo con el círculo o como fuera que lo llamarán…y aunque no recordaba nunca haberse involucrado en una pelea o nada parecido, un instinto primario que durante mucho tiempo lo mantuvo con vida lo obligo a responder y lanzar golpes al azar. Rodaron por el piso, igual a animales enzarzados en una pelea por el territorio…

No se dejaría pisotear por nadie jamás, ni ahora, ni nunca y mucho menos por aquel chiquillo de ojos azules que parecía creerse el Rey del Universo.

Y la furia acumulada de semanas, quizás meses atrás afloró…no sentía dolor, ni miedo…

Estaba cansado de las miradas compasivas, de las madres que intentaban sonreír cuando en realidad deseaban llorar, de los padres que decían que todo estaría bien, cuando todo estaba jodidamente mal y lo estaría por siempre, de las primas latosas que insistían en que sonriera y jugara ajedrez, de las Tías fastidiosas que lo reprendían cariñosamente cuando no se reía de sus chistes malos, de los medicamentos que tragaba a diario para retrasar una muerte que sería inminente, de los cuchicheos, de los secretos, de las frases vagas, de si mismo…de TODO, estaba cansado de absolutamente todo.

Y aquel niño se las tendría que pagar.

Los adultos no tardaron en llegar, uno tras otro…la mayoría tomó a sus hijos disimuladamente y se alejaron de la escena, unas manos adultas lo sujetaron del pecho, escuchó al otro muchacho maldecir, al parecer estaba tan furioso como él…la sangre chorreaba de su nariz y él mismo tenía gotas escurriéndole por sus muñecas, a causa de la excitación del momento no podía asegurar si era suya o de aquel otro chico o una mezcla de ambos…

Su Padre lo tomó del brazo y los gritos aterrados se dejaron escuchar; el otro muchacho se debatió e incluso intentó golpear a la mujer que lo acompañaba, dudaba mucho que se tratará de su madre, ni su color de pelos, ojos o facciones coincidían en lo más mínimo…una vez se encontraron separados, el caos comenzó y un desfile de vendas, desinfectantes y curitas dio inició frente a sus ojos…

Con cuidado, podía infectar a otros…había que usar guantes al momento de la curación y desinfectar correctamente la herida, la idea de una infección era simple y sencillamente inaceptable.

La sesión concluyo frenéticamente, entre murmullos ahogados y miradas compasivas. Los niños juntos a sus padres se retiraron en silencio, sin reclamos…aunque el enfado y la ofensa eran evidentes en su rostro.

Pero no. Imposible gritarle a niños como ellos. Eran especiales. Estaban condenados a muerte.

Su Padre no le dijo nada, ni siquiera le sujetó del brazo con fuerza…se limitó a tratar sus heridas que a excepción de su nariz eran superficiales, su inmaculada piel de porcelana se vería más adelante decorada con horribles cardenales morados, pero ahora sólo lucía manchas verdes, perdidas. Eso no era nada comparado con el dolor y sufrimiento que había experimentado en otros tiempos.

Su Padre procedía de manera rutinaria, sentía a las lágrimas escocerle tras los ojos, luchando por liberarse…apretó los puños y las mantuvo dentro.

Nada dolía más que la indiferencia y Vincent lo sabía.

Ciel permaneció en la silla igual a un muñeco roto al que no necesitan, su Padre ofrecía disculpas galantemente y sonreía como todo un caballero…no lo reprendía frente a otros, pero tampoco justificaba su mal comportamiento. Cuando hubo terminado regresó por él y le indicó con un gesto que era hora de irse, afuera, una enorme y elegante limosina negra esperaba.

Él subió primero, el ambiente opresivo dentro del reducido espacio le oprimió el pecho…deseó encontrarse dentro de su habitación, donde nadie lo molestaría, solo.

—¿Sabes quién era aquel niño?—le preguntó Vincent.

Ciel negó con la cabeza, de alguna manera estaba avergonzado de haber perdido el control.

—Fue rescatado de las manos de un importante hombre de negocios que dirigía un club de pedófilos.

Ni los gestos, tono o manera de expresarse de Vincent reflejaban temor o indiferencia ante el tema, hablaba como un experto en la materia que conocía el problema a fondo, pero jamás en su vida había tratado con algo tan terrible como aquello. Falso.

Ciel fingió desinterés, sin embargo las piezas empezaron a encajar dentro de su cabeza.

Aquel otro niño venía desde los confines del infierno. Era igual a él.

Después de todo, ¿en que otra situación, por muy enfermo que estuviera, se le habría permitido comportarse así?

Quizás sus historias tuvieran ligeras desviaciones, pero en esencia eran lo mismo.

Mentiría si dijera que experimentaba alguna especie de empatía o conexión, su parecido terminaba en ese punto y en que el otro chico parecía hacer y decir todo lo que él no se atrevía.

Gritar, golpearlo, rebelarse…

Negó con la cabeza suavemente y se apretujo dentro del asiento pensando en lo mucho que se enfadaría su Madre cuando notará aquellos horribles moretones. Cerró los ojos con la intención de descansar unos minutos, algunos instantes…pero víctima del cansancio cayó en los brazos de Morfeo.

"Quiero permanecer despierto" se decía muchas veces al día, pero siempre caía rendido…y tenía pesadillas.

3

Claude no pensaba antes de disparar, se limitaba a hacerlo…

¡Bang, bang, bang!

De esta manera nunca fallaba, jamás se equivocaba y recibía las ovaciones que dentro de aquel tórrido mundo se podían considerar como tales.

Sebastián le observaba desde una distancia prudente mientras jugaba con su celular, pasaba la mayor parte del día con el dichoso aparatejo, mandando mensajes a medio mundo…muchos de aquellos sabían de su profesión, otros lo consideraban un estudiante universitario más, uno con sentido del humor, una jugosa billetera y lo más importante, un rostro por el que muchos matarían…siempre sonreía, pero no aquellas sonrisas vulgares donde los dientes sucios y torcidos salían a traslucir— y los suyos por cierto eran perfectos— sino esas sonrisas a media luna, encantadoras, que parecían decir…"Quieres diversión, yo la tengo. Ven conmigo y no te arrepentirás" Y no lo hacían.

Sebastián no era su hermano de sangre, aunque no compartieran el mismo ADN, sino también su mejor amigo.

No por decisión propia, era un hecho. Sus gustos no coincidían en ningún punto, sino porque el destino, la vida misma así lo había querido.

Se conocían tan bien el uno al otro como la palma de sus manos.

El sonido del arma siendo disparada nuevamente rompió con la monotonía del callejón. No necesitaba pensar, tampoco sentir.

Y los hombres que segundos atrás habían suplicado por sus vidas se encontraron muertos, no recordaba que habían dicho, quizás si los hubiera escuchado. Por supuesto que no, ni siquiera valía la pena prestar atención. Había hecho su trabajo. Era todo.

Claude sintió la presencia de Sebastián tras de si, apenas lo vio venir, sus movimientos eran precisos, casi inaudibles.

Tenía una mano en su cadera y miraba a los cuerpos con expresión fastidiada, no tenía que decírselo, aquella era la parte que más le molestaba.

—Ahora debemos deshacernos de los cadáveres—exclamó con molestia.

Él asintió en silencio, dejándole el resto a Sebastián, era una de sus especialidades.

Prepararía y expondría los cadáveres de tal manera que nadie más se atreviera a desafiarlos o traicionarlos durante un largo tiempo.

Las manos de su amigo se ensuciarían en un sentido más estricto, se teñirían de rojo.

Una ligera mueca de repugnancia cruzo el rostro de Sebastián mientras tomaba a uno de los cadáveres por el hombro y pidiéndole ayuda a Claude lo levantaban del suelo para meterlo dentro de la cajuela. Particularmente no le gustaban los cadáveres, apestaban, sangraban y en definitiva no se podía mantener una conversación con ellos. Pero las obligaciones familiares estaban por encima de todo. Claude lo comprendía, más no terminaba por aceptarlo. Eso explicaba porque iba por la vida con aquel gesto adusto que no expresaba más que indiferencia y aburrimiento, estaba demasiado preocupado por mostrar su faceta de "monstro" duro e insensible que terminaba por amargarse a si mismo, debía simple y sencillamente relajarse y aceptar las cosas cual eran.

Uno de ellos heredaría el Imperio criminal más poderoso del país, y si a él le preguntarán, ya estaban hasta las narices de mierda, no había nada que perder y mucho que ganar; así que mejor relajarse y disfrutar de los boletos en primera fila que les reservaba el expreso hacia el Infierno.

Subieron juntos hasta el automóvil, Claude condujo, lo dejaría con su "regalo" en un almacén y se iría a casa. Lo envidiaba.

El celular de Sebastián comenzó a timbrar y él contesto de inmediato, en cuestión de segundos se encontraba en medio de una conversación sobre tareas escolares y proporcionando consejos sobre como hacer galletas de mantequillas sin que supieran empalagosas.

Claude lo envidiaba de cierta forma, esa versatilidad para adaptarse a cualquier situación sin importar el ritmo.

Se concentró en conducir. Sólo deseaba meterse a la cama y mandar a todos al demonio.

Sebastián le lanzó una mirada curiosa a su amigo, fue cuestión de segundos…lo sabía, Claude no intentaba ocultar lo mucho que sufría al matar a alguien, sino cuanto lo disfrutaba, no escondía una expresión de asco, sino un gesto de diversión puro y sacro, único…mismo que él también experimentaba en ocasiones, más no lo ocultaba.

Nacieron para eso, fueron criados con este objetivo.

Eran asesinos por naturaleza.

¡Bang!

"Hora de aceptar la verdad" pensó mientras agregaba en voz alta.

—Una vez que has mezclado los huevos y la harina…

4

Alois observó su mano vendada, Hannah conducía dentro del automóvil, en silencio…no le reprendía o gritaba; se limitaba a mostrarle una sonrisa cariñosa, casi maternal.

"Yo siempre estaré ahí para ti" Parecía querer decirle y él fingía ignorarla.

Si tan sólo "ellos" hubieran llegado antes quizás Lucas se habría salvado, si le hubieran permitido verlo, sostener su mano y asegurarle que todo estaría bien, si nunca los hubieran separado…

Centró su mirada en el exterior, en las luces de los automóviles, en las personas que tenían una vida y no un reloj cuyo tic—tac no dejaba de sonar cada segundo, recordándole que su tiempo se agotaba cada día, un poco más…un grano de arena cayendo constantemente, pero llegaría un punto en ya no quedarían granos y la parte superior de aquel enorme reloj de arena quedaría vacío.

Negó con la cabeza repetidas veces, sólo quería dormir…

Dormir y despertar en el infierno…

Unas gentiles manos colocaron una frazada sobre su cuerpo, Hannah sonreía… " ¿Por qué le obligaba a morir lentamente?" Se pregunto "Era realmente cruel"

5

Ciel bajo del automóvil, su Madre ajustó su corbata por última vez y sonrió.

—Mi Pequeño Príncipe se ve tan guapo—le dijo sujetándolo de las manos.

Su frente tenía algunas arrugas que hace un año habría considerado inaceptables, sus ojos lucían grandes y oscuras ojeras negras y su piel se veía marchita, casi traslucida. Tenía poco más de treinta años, pero parecía de más de cuarenta, como si hubiera envejecido diez de golpe, de un día para otro. Ciel sabía que era su culpa.

—Sé un buen niño, vendré por ti después de clases. ¿De acuerdo?

Él asintió y por un momento fue como si hubieran regresado a los viejos y buenos tiempos, donde él le daba un gran y sonoro beso en las mejillas y ella se comportaba como una jovencita en su decimo quinto cumpleaños, radiante y esplendorosa. Pero sabía que no era así, por mucho que lo intentará no podrían volver a aquellos tiempos, fingir tal vez…

—Te veré en la tarde—concluyó y echando su mochila sobre su espalda se dirigió hasta la imponente edificación conocida "Como la Escuela de San Jerónimo".

El edificio de influencias barrocas y góticas, pero remodelado y adaptado a los cánones actuales se alzaba sobre la ciudad, férreo y preciso, tal como la educación de la que tanto se enorgullecía.

Era la escuela particular con más prestigio no sólo dentro de la ciudad, sino quizás del país. A ella sólo asistían los hijos de las mejores familias: médicos cuyos artículos eran publicados en revistas especialidades, abogados que comulgaban nuevas leyes y redactaban reformas para la Constitución, políticos que ocupaban un puesto en el Parlamento, comerciantes que movían la economía del país.

Sólo la crema y nata de la Sociedad. El simple hecho de terminar la educación básica en "San Jerónimo" garantizaba un lugar en cualquier universidad.

Piso el primer escalón, nervioso…pero su rostro no denotaba otra expresión que no fuera el aburrimiento.

Estaba acostumbrado a moverse dentro de aquellos círculos, él había nacido y sido criado en una "cuna de oro", dominaba la etiqueta y los buenos modales, pero ahora era diferente.

Estaba seguro de que la noticia se había esparcido como pólvora y en aquel momento todos lo sabrían.

Apareció en todos los periódicos del país y encabezo los estelares de los noticieros, jamás mostraron su rostro, pero pronunciaron su nombre a diestra y siniestra.

"Ciel Phanthomhive, único heredero de la Corporación Phanthom quién había desaparecido hace diecisiete meses en el parque Central mientras daba un paseo con su madre, fue rescatado de las manos de una red de Trata de Personas"

Y así fue como su nombre se mostró ante no sólo el país, sino el mundo entero.

Y muchos detalles se filtraron a través de la Policía.

No sólo había sido abusado física, mental y sexualmente; sino también era portador del VIH.

Todo mundo lo sabía y aún así, sus padres y terapeuta insistían en que debía retomar su vida. Iría a la escuela y tendría amigos, incluso una novia y el Grupo de Apoyo para niños con VIH le ayudaría en el proceso. Toda su familia estaba consigo. No estaba solo.

Pero él no recordaba haberse sentido más abandonado en toda su vida.

Tan sólo quería morir en paz.

¿Por qué nadie lo escuchaba?

Se introdujo dentro del pasillo y revisó su horario, tenía clase de Historia Universal a la primera hora, vaya manera de iniciar el curso.

Hasta el momento había pasado inadvertido y estaba terriblemente agradecido por ello; aunque si había de ser sincero, su físico nunca había sido de aquellos que se olvidan con facilidad. A donde quiera que fuera las personas expresaban cuan hermoso, encantador y adorable les parecía.

Se dirigió hasta su salón, los preparativos con el Director, maestros y demás figuras ya habían sido arreglados previamente.

Tras una corta búsqueda lo encontró, todas las puertas parecían iguales y agradecía profundamente el hecho de que estuviera en la primera planta y no tuviera que internarse en los otros pisos por el momento.

Abrió la puerta y se introdujo dentro del salón, las miradas se centraron en su persona y los cuchicheos también.

Ignorándolos por completo se dirigió hasta una de las mesas junto a la ventana, solitariamente se dedico a hojear un libro mientras esperaba a que las clases dieran inicio.

La invisibilidad sólo duro un par de segundos, casi de inmediato un grupo de chicas lo rodearon por completo, rostros sonrientes y rizos espesos, risas ruidosas y fragancias dulces.

¿Cómo te llamas?

¿De donde eres?

¿Te gusta el chocolate?

¿Cuántos años tienes?

¿Es tu color de cabellos natural?

¿Te han dicho que eres muy lindo?

Y las preguntas se desprendieron una tras otra sin darle tiempo de responder o siquiera gritar.

—¿Acaso no saben quién es él?—gritó una voz infantil al margen de la puerta, era un muchacho al que todos conocían por las miradas de fraternidad que le dirigieron, de cabellos castaños y piel apiñonada…sus ojos cafés le escrutaban con una ferocidad y odio inexplicable—. Él es el heredero de la Compañía Phanthom…es el chico nuevo. ¿Saben?—preguntó en voz alta alargando las palabras y consiguiendo que incluso aquellos que se mantenían apartados le prestarán su atención—. Ese pequeño niño fue rescatado de unos bastardos que le jodían día y noche, cuéntanos… ¿Cuántas camas calentaste?

Ciel no contestó, pero reconoció de inmediato las miradas entre asqueadas y confundidas de los otros chicos, incluso las niñas que minutos atrás le rodeaban y hablaban con pasión se habían apartado con la misma velocidad que si fuera radioactivo.

—¿A cuantos tipos le chupaste la polla?

Quiso responder, pero no se le ocurrió nada que decir. Era la primera vez que se enfrentaba al mundo solo desde su rescate; estaba tan acostumbrado a que alguien lo acompañara siempre…

Una carcajada confusa y altanera resonó desde el pasillo, aquel otro chico rubio con el que recordaba haberse peleado le observaba con una expresión de verdadera diversión en su rostro, pero no sólo eso…sino también perversidad y confianza.

Lucía el mismo uniforme que el resto de los muchachos, pero había algo que lo hacía diferente…probablemente fueran sus cabellos rubios o esa curiosa manera de curvear los labios, déspota y arrogante…una vez salió del shock inicial, lo imitó y se puso de pie, haciéndole frente al chico que buscaba amedrentarlo.

—Seguramente lo ha hecho con mejores tipos que tú—afirmó el chico de ojos azules dirigiéndose hasta el muchacho, los otros estudiantes se apartaron, observando la escena con cierta fascinación mórbida—. Pero bueno, después de todo que sabe un niño como tu, Peter…

El chico se apartó lentamente, retrocediendo cada vez más…un paso a la vez, mientras el otro avanzaba, contoneándose con la misma gracia que un modelo en una pasarela que disfruta siendo observado.

—Hoy es un mal día para ser Peter—añadió con un tono picaresco y su risa anterior fue reemplazada por un sonido dulce, cantarín…que invitaba a unírsele, tal como un imam la clase sonrió…hipnotizados por el muchacho.

Finalmente llegó hasta donde Peter, quién yacía agazapado contra la pared, asustado…Ciel le observaba en silencio, sintiéndose extrañamente satisfecho con el lugar y los hechos.

—¿Qué…qu…e…pien…sas…hacer, Alois?—preguntó el chico pestañeando repetidas veces y con fuerza, tal y como si deseará despertar de un mal sueño.

—Hace tiempo yo mate a alguien, y podría volver a hacerlo. Yo ya estoy muerto, así que no importa… ¿Podría poner veneno en tu leche o apuñalarte en los baños? Podría hacerlo o tal vez…hacerme un pequeño corte en la muñeca y luego, uno en la tuya y que nuestra sangre se mezclara. ¿Lo imaginas?

Peter sudaba copiosamente, las gotas le escurrían por el rostro y las manchas húmedas.

—Entonces tú estarías enfermo y morirías, una muerte lenta, dolorosa y larga…

Sonrió maliciosamente y sus ojos brillaron con una demencia que demostraba que no sólo fanfarroneaba, sino que era tan capaz de hacerlo como de cortarse el cabello a ras.

Ciel sintió el deseo de intervenir, vago y disperso…pero constante, estaba llegando demasiado lejos. Lo sabía.

El muchacho rubio tomó del cuello a Peter y lo beso, no un gesto superficial o tímido, sino profundo, dominante, abrasivo…propio de los amantes celosos. Como si quisiera decirle, "El que realmente tiene el control aquí soy yo. No me quieres desafiar"

El beso termino con un frágil hilillo de saliva escurriéndoles por la barbilla a ambos muchachos.

Uno de ellos temblaba como si acabarán de comunicarle la muerte de sus padres y el otro sonreía, igual que si hubiera ganado un trofeo que por derecho le pertenecía.

—Si se meten con él, lo hacen conmigo—declaró el rubio ante el resto de la clase. El maestro irrumpió segundos después en la catártica escena, encontrándose con una clase temerosa y asustada.

Peter terminó en la enfermería al bordo de un ataque de pánico y el otro chico cuyo nombre era Alois fue expulsado durante tres días.

Un simple beso evolucionó a través de rumores y cotilleos durante los siguientes días en poco menos que una violación de un estudiante a otro.

Ciel memorizó el nombre de ese chico a partir de ese día…

Alois Trancy…

Y nunca nadie más se atrevió a molestarlo…

6

Alois rió mientras rodaba por el pasto, su cabello se humedeció con la leve brisa de la mañana y él aspiro la dulce fragancia de la tierra húmeda.

Se sentía bien, vivo.

Ciel le observaba desde la silla de jardín sosteniendo un libro entre sus manos, ajeno a todo que no fuera su lectura. Se incorporó y fue a sentarse a los pies del que consideraba su mejor amigo, probablemente porque era el único.

Tomó el cigarrillo de marihuana entre sus manos y le dio un pitido, aspiro el humo y se lo paso a Ciel quién lo observó durante un segundo de duda, demasiado breve para que cualquier otro lo notará, pero no para él…su necesidad de satisfacción superaron a sus remilgos iníciales y lo imitó. El jardín se lleno de aquel inconfundible olor, infesto las plantas y los objetos…y también sus ropas; pero no importaba…más tarde se encargarían. Lo importante, preciso…es que en ese momento se sentían casi felices.

Se recostó sobre el pasto y observó las nubes, le gustaba la forma que adoptaban…esa parecía un caballo, aquella un oso, esa otra una araña; odiaba a esos bichos en particular.

Ciel continuaba sumido en su lectura, ajeno a cualquier otra cosa que no fuera el mundo dentro del libro.

Leyó el titulo.

"Nunca me abandones de Ishiguro Kazuo"

—¿Es bueno?—preguntó para romper el silencio.

—Entretenido—respondió su amigo encogiéndose de hombros.

Quiso preguntar otra cosa, pero su mente demasiado aturdida por la droga prefirió perderse en los recovecos que habían derivado en la extraña y retorcida amistad que ahora mantenía con Ciel Phanthomhive.

No recordaba el extraño impulso que en aquel primer encuentro lo condujo a golpearlo, tampoco a defenderlo cuando el idiota de Peter intento molestarlo…sólo lo había hecho, sin intención de ayudar, sólo de discutir y desquitarse con alguien, quién fuera…buena suerte que en la segunda ocasión lo hubiera hecho con la intención de protegerlo. Tras ese día los acontecimientos se dieron con una naturalidad digna de cualquier serie de comedia barata…

Comenzaron a sentarse juntos en clase, conversar si es que de esta forma se le podía llamar a las constantes críticas que Ciel hacía de su comportamiento y a la explosiva forma en que el respondía.

Tenían muchas cosas en común, aunque no quisieran admitirlo.

Si eran iguales o diferentes, no importaba, porque más que entenderse entre ellos, se comprendían a ellos mismos y esto era suficiente para congeniar.

Nunca se revelaron secretos, las veces que les habían golpeado, la forma o circunstancias que lo s arrastraron hasta aquel infierno, lo mucho que habían perdido, el terror que sentían hacia la muerte…se limitaban a sentarse y ver películas durante horas o mantener debates sobre la condición humana y su manera de desplegarse.

Ambos tenían una inteligencia superior a la normal, no creían en Dios, el cielo o el infierno. No tenían esperanzas, ni sueños o planes para el futuro.

Tomó un cuchillo para frutas que yacía sobre la mesa con aperitivos y se lo llevó hasta su muñeca, un corte…sólo un poco de dolor y se liberaría.

—¡No lo hagas, Alois!—le gritó Ciel arrebatándole de las manos el cuchillo y lanzándolo lejos, fue a dar junto a los rosales.

Él lo observó y la sangre que manaba de la pequeña herida que alcanzó a abrirse, soltó una risita nerviosa y se recostó la cabeza sobre las piernas de Ciel, su amigo no lo apartó como hacía con todos los demás, se limitó a cerrar su libro y preguntar a la nada.

—¿Acaso no hemos tenido ya suficiente dolor?

No contestó, si…era cierto, ya había soportado más de lo que se creía capaz.

Hundió el rostro en las piernas de Ciel y lloró…

Ciel escuchó los gemidos ahogados de Alois, aborrecía esa faceta de su amigo, débil y destructiva. Era una hermosa mañana de primavera en sábado, hacía unas horas, poco después de meterse a la cama, Alois le envió un mensaje de texto con las siguientes palabras.

"No puedo más, te necesito. Ven aquí"

Su madre adoptiva, Hannah quién era medico cirujano se encontraba en un seminario a muchos kilómetros de distancia; Alois estaba en una Mansión demasiado grande y fría para cualquier persona, rodeado de sirvientes y empleados…solo.

No lo pensó siquiera un momento, despertó a su Padre y a su Madre y les obligó a que le llevaran junto a él; les comunico – más que pedirle permiso – que planeaba quedarse durante el fin de semana completo.

No se lo negaron, al igual que cualquier cosa que pidiera.

Y en menos de treinta minutos se encontró cómodamente instalado en la Mansión con la promesa de sus padres de que regresarían al verlo mañana al mediodía.

Alois lo recibió extasiado, del muchacho desesperado que el mensaje quedo entrever no se podían percibir ni sombras.

Jugaron videojuegos hasta la madrugada, comieron postres hasta saciarse e incluso tocaron el piano. Su amigo brincaba, danzaba, reía por todas las habitaciones.

Al siguiente día desayunaron mientras jugaban cartas y al terminar salieron al jardín a tomar limonada.

No era la primera vez que fumaban marihuana y seguramente no sería la última, estaban lejos de ser adictos; lo hacían eventualmente…sólo cuando Alois aparecía con una nueva dotación y debían asegurarse de que ningún adulto los descubriera, cambiar sus ropas y ocultar hasta la más pequeña evidencia, desplegar un dulce y empalagoso perfume que ocultará el hedor de la habitación, de preferencia hacerlo al aire libre y en un lugar donde las posibilidades de que sus padres entraran fueran ínfimas.

Alois casi nunca lloraba después de fumar, no se trataba de que la hierba liberara sus emociones o le produjera melancolía. Simple y sencillamente debía desahogarse de vez en cuando, Ciel lo comprendía, porque él también lo hacía a veces en su habitación, en la oscuridad…con la música a todo volumen y todas las luces apagadas, donde ni siquiera él pudiera escuchar sus lamentos o ver su rostro surcado en lágrimas. Pero Alois era diferente, estaba necesitado de cariño y afecto, de tal manera que rayaba en lo enfermizo, no tenía padres ni algún otro familiar vivo…y quería ser consolado.

Ciel sabía cuan terrible era haciéndolo, así que se limitaba a permanecer junto a él, escuchándolo y observándolo en silencio. Jamás le reclamaba o se burlaba, tampoco daba ánimos o mostraba el aspecto positivo de la vida, se limitaba a permanecer ahí, junto a él…firme.

Alois podía ser caprichoso, rebelde, manipulador, débil, bipolar…conocía todos y cada uno de sus defectos y los aceptaba. Pero había una cosa que jamás le perdonaría ni admitiría.

Alois se lesionaba a si mismo, su piel blanca e impoluta lucía horribles arañazos que ocultaba debajo de camisas de mangas largas.

Conocía toda esa basura psicológica sobre liberación y control propio de las personas que adoptaban aquella horrible costumbre, más no lo comprendía.

¿Por qué ocasionarse un dolor innecesario?

Era una lástima que no siempre estuviera para evitarlo…

7

Sebastián prácticamente había arrastrado a Claude hasta la fiesta, donde el alcohol, las drogas y el tabaco fluían en grandes cantidades…

Su amigo no era exactamente el tipo sociable que se apareciera con frecuencia por esas zonas, tampoco era un estudioso que pasará todos los días encerrado en su recamara estudiando, simple y sencillamente este tipo de lugares ruidosos y con luces de colores no eran lo suyo.

Él en cambio disfrutaba a lo grande, siempre encontraba carne fresca…

Una peculiar escena llamó su atención. Una situación que desentonaba terriblemente con el lugar.

Un grupo de muchachos rodeaban a un niño de ojos azules y cabellos negros, el menor estaba asustado, sus ojos lo dejaban ver…pero estos también escondían un brillo perverso.

El propio de alguien a quién no le importa invertir mucho en un riesgoso negocio porque no le caben dudas de que de alguna u otra manera ganará.

Se suponía que era una fiesta de estudiantes universitarios, él había venido desde muy lejos para asistir…y bueno, cualquiera podría ver que aquel niño no sobrepasaba los doce años, su belleza deslumbraba, hipnotizaba por completo…Deseó ser tan sólo unos pocos años más joven, cinco tal vez o seis... ¡Diablos!, con dos años se conformaría, ser menor de edad y entonces…

De acuerdo, era el momento de comportarse como todo un caballero e ir al rescate de Su Príncipe…

Lo habría hecho sin dudarlo sino fuera porque el potente ruido de las balas rompió con el ambiente sugestivo y depravado de la fiesta…

—¡Tenemos compañía!—le gritó Claude corriendo hasta él mientras sujetaba de la muñeca a otro niño de cabellos rubios…

Creía haberlo visto todo en su trabajo y se creía incapaz de sorprenderse, esa noche le demostraría lo equivocado que estaba…

CONTINUARÁ…

Publicaré un capitulo cada viernes por la noche, así que los espero aquí la próxima semana, ¿?.

Cualquier queja, crítica, sugerencia (destructivas incluidas) será bien recibida.

Gracias por leer.