N.A: Hola! Esta historia quería incluirla en "noches convertidas en historias", pero tiene la suficiente extensión y autonomía para no incluirla. La historia no está acabada, iré escribiendo según el interés. No sé si la historia tendrá final feliz o triste, creo que eso lo dejo a vuestra elección.

Situación:

*La vida de Jack cae en picado. El alcohol, las drogas y el sexo ocupan su tiempo. Kate es una prófuga que ha matado a su padrastro. Ambos necesitan ayuda y por suerte sus caminos se unen, aunque no será fácil seguir adelante.

Por supuesto, Lost ni ninguno de sus personajes no me pertenece.

Rated M: sexo explícito y posible violencia.

(El primer capítulo es bastante más largo que los demás, para introducir la historia.)

Capítulo 1. Cayendo en la noche

La noche era oscura y cerrada. Los garitos de mala muerte cerraban sus puertas, dejando sin techo a las miles de nauseabundas y ebrias almas en pena que los regentaban. Entre ellos, destacaba una mirada oscura, casi hipnotizante, perdida en cualquier punto de la calle sin mostrar el más mínimo de atención. No le importaba. No le importaba ser atropellado, "¿Qué más da?" se repetía. "Mírate, eras un respetado médico en un hospital privado de Los Ángeles y ahora eres menos que nada. Incluso las ratas mantienen mejor su dignidad" se escupió a sí mismo. Estaba harto, su vida caía en picado y no podía hacer nada, nada. Su padre había muerto, su mujer le había sido infiel, su madre no le hablaba y lo peor, se odiaba así mismo, sentía asco por cada parte de su cuerpo. "¿Cómo hemos llegado aquí, amigo?" se preguntaba así mismo, pero estaba demasiado borracho para recordarlo.

Llegó a su apartamento vacío, como siempre, sucio como nunca. Miró a su alrededor, la muerte ya no le parecía tan mala salida.

"Total, ya estoy en el infierno" sonrió amargamente.

No soportaba más aquel silencio, aquella soledad, se volvería loco. El reloj marcaba las 4:05 am. Sólo habían pasado cinco minutos desde que llegó y ya quería marcharse de nuevo a beber a cualquier parte.

Últimamente la situación se había hecho insostenible, su vida era un auténtico desastre. Se levantaba por la mañana, gastaba tanto como podía en alcohol, por la tarde lo bebía y por la noche llegaba borracho dispuesto a más a los bares más oscuros de la ciudad. Después llegaba a su apartamento vacío y solitario, cuya calma solo era rota cuando llevaba a casa a cualquier prostituta de esquina. Pero estaba harto, si seguía así acabaría con todo su dinero y con su vida. Estaba cansado de la soledad, no quería más sexo con prostitutas, quería afecto, ni siquiera pedía amor, sólo cariño, aunque fuera fingido, lo soportaría.

El teléfono sonó a las seis de la mañana, se había quedado dormido. Levantó la vista un momento y luego se hundió en la almohada. La habitación daba vueltas, la cabeza le iba a explotar de un momento a otro y no recordaba absolutamente nada.

El teléfono cesó en su intento por ser cogido.

Volvió a cerrar los ojos dejando que sus pensamientos flotaran alrededor de qué muerte sería la menos dolorosa, quizá era mejor dejar que la vida corriera, al fin y al cabo, a este ritmo, el alcohol y las pastillas harían su trabajo.

El teléfono volvió a sonar.

-Jack Sheppard al habla. –contestó en voz grave y amarga.

-Soy tu madre, Jack. ¿Estás borracho? –él se quedó en silencio un momento y respondió.

-¿Ahora te importa?

-¡No me hables así, Jack!

-Al menos te hablo. –le respondió en un sarcasmo.

-Jack podemos estar todo el día echándonos en cara absurdos conflictos pasados y después puedes coger tantas botellas de alcohol como quieras o lo que sea que te metes, pero tengo que pedirte un favor y necesito que estés sobrio. Te esperaré en el Café de enfrente de mi casa durante veinte minutos, si no vienes…

-¿Me retirarás la palabra? –se burló sarcásticamente.

-Tú sabrás lo que te haces, Jack. Te espero y por cierto, hijo, te quiero.

Jack colgó bruscamente sin despedirse. ¿Te quiero? ¿Por qué esas palabras que tanto anhelaba sonaban tan amargas ahora? No estaba para pensar en ese momento. Cogió un bote de pastillas para el dolor de cabeza y se apoderó de algunas. Se vistió sin prisa, como si poco le importaran los veinte minutos de plazo.

Llegó al café y vio a su madre sentada, leyendo un periódico. Se acercó a ella que se dispuso a levantarse, pero él le hizo un gesto para que no lo hiciera.

-Te ves horrible, Jack. –le dijo en tono lastimero.

-Suele pasar cuando a uno no le habla ni su madre.

-No empecemos por favor. Jack tengo que pedirte un favor y sé que eres la persona menos indicada a la que pedírselo…

-Empiezas bien.

-Jack, el favor que te quiero pedir requiere de mucha responsabilidad y sé que tu no estás en condiciones, pero eres mi hijo y confío en ti, además creo que puede ayudarte. –un atisbo de curiosidad salpicó los ojos de Jack. –Una amiga mía, tiene una prima que tiene una hija…

-¿Es un puto trabalenguas? –volvió a interrumpir.

-Está bien, se acabó. –hizo un amago por levantarse. –Está claro que no debí llamarte, siento haberte hecho perder el tiempo. –la mujer ya estaba de pie y dispuesta a marcharse, pero un brazo se lo impidió.

-No, mamá, por favor, lo siento. –se disculpó. –No estoy bien, mamá, necesito ayuda, no quiero seguir así. –Una lágrima acompañó sus palabras.

-Está bien, hijo. –y se abrazó a él que le devolvió el abrazo. –Te quiero. ¿Puedo continuar con lo que estaba diciendo? –Jack asintió y ella continuó. –Bien, pues la chica de la que te hablaba, la que hija de la prima de mi amiga, la busca la policía y quiero que la ocultes en tu casa.

-¿Qué?

-Deja que te lo explique. Mató a su padrastro. Él le pegaba a su madre y a ella, pero su madre estaba muy enamorada y no quiso denunciarlo, es más fue ella quien entregó a su hija a la policía. Mi amiga está desesperada, dice que es muy buena chica, pero que ella no puede esconderla porque la policía vigila su casa.

-Mamá, ¿quieres que esconda a una asesina en mi casa?

-No, quiero que refugies a una chica cuyo único delito es salvar a su madre y a ella misma de un hombre horrible.

-¿Hay algo más que deba saber?

-Sí, digamos que la chica no es muy sociable. –Jack frunció el ceño. –Entiéndelo hijo, la vida nunca le ha sonreído y las personas que formaban parte de ella menos aún, mi amiga cree que odia a la gente porque la gente nunca la amó.

-Lo siento, no puedo.

-Está bien, gracias por escucharme.

-¿Qué? ¿Ya está?

-Si no quieres no puedo hacer nada, más que rezar por esa chica.

-¿Por qué yo? ¿Por qué no tú?

-Jack, yo tengo una vida, ¿no crees que los vecinos sospecharían algo? O al menos se interesarían. Además suelo recibir visitas. En cambio, ¿quién se extrañará de que dos chicos jóvenes y solteros vivan juntos?

-Vale.

-¿Sí?

-Sí, supongo que sí.

-Gracias, cariño, ven mañana a mi casa, te la presentaré.

Jack no bebió nada ese día, estuvo demasiado ocupado limpiando la casa y preparándola para que fuera lo más agradable posible. Le gustaba, por primera vez en mucho tiempo, su casa le gustaba. Se acostó en la cama y aunque estaba inquieto por no haber tomado sus pastillas se durmió rápidamente por el esfuerzo realizado.

A la mañana siguiente, despertó sin el odioso dolor de cabeza que lo acompañaba últimamente. Se vistió de prisa y se dirigió a casa de su madre. Estaba nervioso, asustado, quizás incluso arrepentido, pero había dado su palabra e iría. Llamó al timbre y le abrió Claudia, la mujer que su madre empleaba en el hogar.

-Cuánto tiempo Sr. Sheppard.

-Mucho, Claudia, ¿está mi madre?

-Sí, la señora lo espera en el salón.

Atravesó la casa, despacio, con miedo, como si quisiera que el pasillo fuera eterno para no llegar al salón, pero ya había llegado.

-¡Hola, Jack! –su madre se levantó a saludarlo.

-Hola, mamá.

-Jack, esta es Kate. Kate, mi hijo Jack.

Jack no había reparado en la chica hasta ese momento. Se acercó a saludarla, pero ella apenas levantó la vista. Él se sentó a su lado intentando ver a través de sus rizos y la gorra que los sujetaba.

-Está bien, quisiera que te quedaras, Jack, pero creo que es mejor que os vayáis ya. –él asintió y se levantó del sofá, esperando que ella lo siguiera.

Durante el camino a casa, ella no habló, ni siquiera lo miró, simplemente se limitó a mirar por la ventanilla del coche. Se podría decir que no estaba allí. Jack la miraba de vez en cuando, todo era demasiado extraño. ¿En serio tendría que vivir con una chica de la que solo sabía su nombre?

-Eh…esto…Kate, tú… -intentó sin éxito romper el hielo. –Quiero decir, no sé, ¿a qué te dedicas? –Ella lo miró durante un segundo y volvió la vista al cristal.

-Era dependienta… en una gasolinera. –dijo lanzando un suspiro aburrido a la ventana.

-Yo era médico hasta que… -hizo una pausa como midiendo sus palabras. –Hasta que murió mi padre y bueno y me dejó mi esposa y me lancé a la bebida y las drogas. –ella lo miró por primera vez con interés.

-Yo maté a mi padrastro, ahora huyo.

-Ya me dijo mi madre lo que había ocurrido, siento que…

-¡No quiero dar pena, Jack, no quiero que me mantengas ni cuides de mí!, ¡no quiero esconderme en tu casa! –escupió con rabia y no volvió a hablar.

Por suerte llegaron pronto a casa porque el ambiente en el vehículo no podía ser más tenso. "Así se empieza, Jack" se increpó a sí mismo.

-Siento haberte gritado, es solo que no te conozco, no sé por qué haces esto y me da igual, yo solo quiero irme del país, pero no puedo, no hasta que las cosas se calmen. No quiero nada de ti, más que un techo donde esconderme. No puedo pagarte demasiado, por no decir que nada, puesto que no puedo trabajar, pero mantendré la casa limpia y cocinaré para ti lo poco que sé –Jack notó la angustia creciendo en su voz.

-No tienes que hacer nada de eso, Kate. No quiero nada a cambio.

-Pero yo si quiero.

-Mi madre me lo pidió… que te acogiera. Por eso lo hago.

-No quiero compasión, Jack.

-Por eso… –continuó ignorándola. – y porque soy un borracho drogadicto que cada noche en su delirio piensa en suicidarse, pero por suerte por la mañana le duele demasiado la cabeza como para recordarlo, Kate. Lo hago porque temo que si me quedo solo mi vida se destruirá, yo la destruiré.

Ella lo miró, no quería sentir compasión por él, no quería sentir nada, ni que lo sintieran por ella, pero no podía evitar sentir cierto alivio al ver que su vida no era la de un niño pijo y rico al que sus padres malcriaron y que la usa a ella como un capricho más, como un juguete. Ella le sonrió con amargura y él volvió la cabeza al pasillo.

-Te enseñaré el dormitorio. No me ha dado tiempo a prepararte la habitación, así que esta noche te puedes quedar en la mía.

-¿Y tú?

-Creo que estaré bien en el sofá.

-¡No!

-Solo será esta noche, mañana tendré lista tu habitación.

-No, Jack. Yo dormiré en el sofá. –él iba a protestar, pero ella continuó. –No soy tu invitada, soy una fugitiva que se esconde en tu casa.

Jack no discutió, se fue a la cocina y cogió su bote de pastillas antidepresivas, empezaba a sentir la necesidad de tomarlas.

Kate se acomodó en el sofá. Pensaba en lo patética que debía de verse allí, en casa de un desconocido mendigando caridad. Agitó la cabeza intentando sacar aquel pensamiento de su cabeza. Estaba enfadada, enfadada con ella misma, con su madre, con su padrastro asesinado, con la prima de su madre, con la madre de Jack y con el propio Jack, con el cartero que la saludó al cruzarse y con el portero del edificio, estaba enfadada con el mundo. Se sentía atrapada y quería huir, otra vez.

-¿Tienes hambre? –Jack la arrancó de sus pensamientos.

-No, gracias.

-¿Estás segura? –ella asintió.

Jack volvió a la cocina algo decepcionado, comió en unos quince minutos y se despidió de Kate, tenía que hacer algunos recados.

Kate se vio sola en el apartamento. Era extraño, por primera vez no quería estar sola. Tenía miedo, ¿y si Jack se había arrepentido e iba a denunciarla? Notó una lágrima en su mejilla y luchó por secarla. Se levantó hacia la cocina y comió algo de lo que Jack le había preparado.

Jack no volvió hasta la noche. Entró con cuidado en el apartamento, pero Kate estaba despierta.

-Hey, ¿has cenado? –ella negó con la cabeza.

-¿Dónde has estado?

-He ido al hospital, me han permitido volver. Por suerte aún conservaba algunos amigos allí.

-No tengo hambre, Jack, me voy a dormir.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, sólo que ha sido un día largo y estoy cansada.

-Buenas noches, Kate.

-Buenas noches.