Disclaimer: ¡Merlin desgraciadamente no me pertenece!
N/A: Esto es algo que he querido intentar desde hace mucho tiempo, pero no me atrevía. Son... ¿Drabbles? No sé, capítulos cortos y sin hilo, basados en una palabra. Aquí todos aman a Merlín y podremos ver vistazos de la vida de Merlín en Camelot como una joya. (¡Enseguida explico ya que son!). Multiship, ¡acepto peticiones! Tú dame una palabra y el personaje de quien desees el pov, yo escribo. Puede ser Merthur, Merwaine (no sé realmente como se escribe), Freylin, etc, etc. Mi ship es el Merdred, ¡así que habrá de ello también!. Espero les guste la idea.
"Tesoro escondido,
joya de gran pureza,
el diamante más grande
que hace cualquier amante.
Cuanto más te miro
más aprecio tu valor,
precio incalculable
tiene tu forma, talla y color.
Estructura cristalina
que dura tanto como tú ,
que te mide y toca,
que la tasa tu interior
se hace avaro y celoso,
te guarda en sus manos
y también en su corazón.
Pieza de coleccionista
tan buscada en años cerrados,
al final te acaricio,
por qué estás cerca,
¡puedes hacerrte el amor! "
—Daniel Planes Dimanuel.
Las joyas de Camelot
"Diamantes y gemas;
verdes esmeraldas,
espinelas, topacios y un zafiro;
azabaches de noche pura,
turquesas, ópalos y rubíes.
¡No hay rey que posea!
más cuantioso tesoro!"
Las joyas de la corona eran jóvenes de inmensa belleza, puros e intocables. Poseían grandes virtudes y una inocencia avasalladora. A veces fueron almas hermanas, a veces almas gemelas. Amigos, confidentes y consejeros. Una compañía invaluable. Algunas habían sido reinas, otras consortes, muy pocas concubinas. Cada rey las apreciaba diferente, pero todos las respetaban.
La última reina, Ygraine, había sido el diamante del sol, la joya más preciosa y la preciada del rey, Uther Pendragon, quien dio luz a un príncipe perfecto, que ocupó el trono con orgullo al morir su padre.
Las joyas eran un tesoro que solo Camelot poseía, a pesar de que muchos reyes las codiciaban; la única comadrona existente era la sacerdotisa Nimueh, el diamante rojo, cuyos labios llenos habían cautivado al rey Constantine hacía mucho tiempo. Nadie sabía realmente su edad, pero ella parecía nunca envejecer.
Nimueh poseía el don del vidente, con el que podía predecir el nacimiento de las próximas joyas. Así, una vez ubicadas, eran reclutadas a una temprana edad para crecer en el Templo de las Joyas, dónde vivirían en armonía con la naturaleza.
Los benditos, como les llamaban en los pueblos bajos a las niñas y niños recién reclutados, salían de sus casas cubiertos con una gruesa capa roja, con el emblema de Camelot bordado en hilos de oro, y un ramillete de flores blancas en cuyo centro siempre se podía apreciar la joya que les daría nombre.
Muchas familias anhelaban la comodidad y el prestigio que poseen una joya en su familia, la tradición, el pecado, la mayoría de los casos en el mundo más de siete joyas por generación.
Las joyas fueron veneradas como parte de la realidad. Pero nunca tuvo una joya tan esperada, como la que pertenecía a Arthur Pendragon, el único y futuro rey de Albion.
Nimueh vio su nacimiento una noche de primavera y se asombró ante el futuro incierto que tener por delante.
