Renuncia: todo de Stephen King, maestre.
No espero reviews, verdad. Pero me gustó tanto la novela y el final abierto fue como una orden indirecta para hacer esta viñeta... y, bueno, algo así.
Había una razón por la cual «Cell» rimaba con «Hell».
Aunque a Jordan no pudo interesarle mucho en esos instantes al seguir a Tom y los demás bajo el cobijo de las estrellas. A sus alrededores, en un radio de varios kilómetros, los restantes telefónicos cuyas conversiones habían sido más recientes vagaron desorientados, alejándose de los restos de Kashwak. La mayoría ya había muerto, en un ataque de locura rápido, y eso le alegró.
Jordan miró los cadáveres y pensó en el director Ardai —con el bolígrafo enterrado en su ojo, tras haber escrito «insano» en diversos idiomas, como un verdadero demente—, revolviéndole el estómago.
Cerró los ojos cada que le era posible, apretando los puños y resistiendo el impulso de aplastar sus cabezas como una calabaza, o un celular. Así de fácil resultaría. No obstante, él intuyó que no, que debía aguantar, por Ardai y Alice y Clay. Sobre todo por Clay.
La humanidad había dado un enorme paso contra los telefónicos. Ellos lo propiciaron.
«Al menos nosotros hicimos algo», chilló Alice, en antaño. Y Jordan le otorgó la razón, por completo.
Manteniendo un paso constante, al procurar no separarse mucho de Dan, Denise y Tom.
Aunque ahora ella no estaba, y ellos debían buscar sobrevivientes y seguir avanzando a la próxima ciudad. Igual que una resistencia que se negó a perder la esperanza, que se enfrentó al Hombre Andrajoso y su imperio y que de ser necesario lo haría otra vez, buscando un futuro por el simple y llano deseo de vivir.
«T-J-D».
Sí. Viviría. Viviría para reencontrarse con Clay, porque lo prometieron, y pese al titubeo de su voz y el brillo desalentador en sus ojos Jordan iba a creerle hasta que comprobase que era imposible. Más si el mundo se sumió en la muerte y devastación en un par de semanas, ¿por qué no aferrarse a una premisa así?
«T-J-D».
Volvió a sacar una lata de pintura, una súplica que marcó en otro cartel, como ya era costumbre.
«T-J-D».
Miró en derredor, caminando más aprisa.
Tom lo vio preocupado, con ademán de añadir algo más. "Resígnate Jordan. No te encapriches con esa Nike de bebé, por favor". Y Jordan lo ignoró, como había venido ignorando a Denise y Dan, apretando fuertemente el aerosol hasta que los dedos se le tornaron morados y sintió un dolor sordo.
Casi era capaz de distinguir el portafolio con dibujos que llevaba. Su férrea determinación por encontrar a hijo y esposa.
— T-J-D, Clay. ¿Me oyes? Yo me escucho.
Casi lo veía en la distancia, un perfil enmarcado con los primeros rayos del sol, acompañado por una sombra más diminuta. La de un niño, quizá.
Casi una especie susurro le llegó a través del aire «Jordan, Jordan» y creyó distinguir también los aullidos de alegría de Tom, aunque no supo el origen de estos ni por qué le escocieron los párpados y le temblaron las piernas.
«T-J-D».
Un día, una semana, un mes. El tiempo era irrelevante.
T-J…
Jordán sintió la garganta seca al encontrarse frente a frente con un chico que aproximaba su edad, sonriéndole con curiosidad. Y él. Él a su lado, siendo bombardeado por las preguntas de Tom y el llanto de Denise y la conmoción de Dan. Parpadeó, una mano se posó en su cabello.
— Ey Jordan.
El aerosol cayó al suelo terroso. Y con la sonrisa vacilante que le mostró, los telefónicos y la locura se desvanecieron, por un minuto, junto con la ausencia de Ardai y Alice.
Las lágrimas escurrieron por las mejillas de Jordan. Le abrazó tembloroso, asintiendo, disfrutando de su calidez en medio de las cenizas y el polvo y el hedor a sangre seca.
— ¿Pa-pa ti-ti? —Musitó él, tan bromista como siempre. Con una risa brotando de sus labios, un sonido agudo, casi histérico.
Clay le estrechó contra sí.
— Pa-pa ti-ti.
