Título: Un Ravenclaw en tu vida
Autora: FanFiker_FanFinal
Pareja: Rose/Lorcan
Rating: NC-13
Género: Romance
Universo: Next-Generation
Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling. Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia ni se infringen deliberadamente derechos de autor.
Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".
Resumen: Rose Weasley y Lorcan Scamander han estado esperando su momento para decirse lo que significan el uno para el otro y cuando finalmente lo hacen, cierto acontecimiento pone a prueba su confianza.
1. Un Loco
Pon un Ravenclaw en tu vida
Un Ravenclaw apoyará las locuras de un Gryffindor porque le gusta probar cosas nuevas.
Un Ravenclaw reirá las gracias de un Slytherin porque admira la agudeza y el humor inteligente.
Un Ravenclaw aplaudirá el trabajo duro de un Hufflepuff porque lo perfecto siempre es lo mejor.
Rose sonrió ligeramente y dobló de nuevo el papel escondido en su libro de Transformaciones. Su mirada se perdió en el infinito, llenándose de recuerdos de un portador de túnica azul tan afín a sus ojos. Desde hacía más de tres años ese muchacho ocupaba sus pensamientos y emociones, pero Rose era disciplinada y anteponía todos sus deberes de bruja a todo lo demás, relajándose y divirtiéndose, eso sí, cuando la ocasión lo ameritaba.
Alzó la vista y volvió a atender en clase de McGonagall: la profesora era muy exigente en cuanto a notas de su grupo se refería, y ese año ella quería ganar a Lea Corner, de Hufflepuff, la siguiente mejor estudiante de su promoción.
Por otro lado estaba la liga de quidditch. Ese año habían perdido varios partidos contra algunas casas y necesitaban remontar lo que quedaba de curso, y la primavera se abría paso, lenta pero segura. El capitán, Malcom Thomas, estaba proponiendo duros entrenamientos para los jugadores y ella llegaba agotada cada miércoles y viernes a su sala común.
Al final de la jornada tocaba Herbología con Slytherin, pero uno de ellos llegó tarde y susurró algo al oído de Pomona Sprout, quien frunció el ceño, dijo algo más, e invitó al muchacho a tomar sitio en su clase.
—¿Qué pasa, Albus? —susurró la joven cuando el chico tomó el sitio a su lado izquierdo, aún con el resuello en su garganta.
—Lily, se ha vuelto a caer —informó el muchacho desabrochándose su túnica verde, y cogió una maceta para comenzar a llenarla con tierra.
Rose sonrió. Lily Potter era bastante torpe. La explicación de Lorcan es que la adolescente estaba creciendo tan rápido que su cuerpo no se acostumbraba a la longitud de sus miembros. Cuando alargaba el brazo para coger una botella, su mente pensaba que aún no había llegado a ella y sus dedos la tocaban, tirándola en el proceso.
Lily pasaba más tiempo en la enfermería que en clase, algo que no parecía desagradarla profundamente porque gracias a sus visitas aprendía sobre alguna poción, o algún hechizo para colocar los huesos, tal vez unos toques de varita para acelerar cicatrizaciones. Le llamaba la atención el campo de la sanación; quizá fuera una señal para elegir algo relacionado con esa profesión en un futuro.
La chica les sonrió cuando Rose y Albus subieron a verla. Pomfrey susurró algo así como que los Potter tenían el récord de acudir a la enfermería en toda su carrera y aconsejó a Lily que anduviera con cuidado por enésima vez pero sin ninguna esperanza. Así, los cuatro se dirigieron al Gran Comedor: Albus voló hacia la mesa de Slytherin y Rose se sentó junto a Lily y otra compañera suya, Orleans Boot, con quien compartía quidditch y ambas hablaron del último acontecimiento en el que Orleans había recibido un vociferador por verse con un chico tras el toque de queda del castillo.
Lily suspiró al saberse ignorada y paseó la vista por la mesa de Slytherin, donde vio a su hermano Albus charlando animadamente con un chico de color. Scorpius Malfoy, un poco más allá, le lanzó una pajarita, pero Albus la ignoró.
Ese fue el momento que eligió Lorcan para, junto a su hermano, entrar en la sala común. Ambos iban cargados con una bandolera llena de libros. Sonaron algunas risas en la mesa de los Gryffindor y Lily puso mala cara: Lorcan era conocido en Gryffindor como "el loco" por las impropias reacciones que tenía cuando alguien discutía o decía algo fuera de lugar. Si había una discusión y él estaba cerca, reía o tiraba algo al suelo para desviar la atención del foco negativo para, según él, romper la mala energía. Tanto ella como Rose encontraban eso exquisitamente divertido, pero no todo el mundo opinaba igual, sobre todo si el foco de atención eras tú y tenías nula intolerancia a quedar en ridículo. Los Lovegood habían sido en su momento bastante extravagantes y los hijos habían heredado este grado, siendo Lorcan el más extraño de los dos hermanos. Lily suspiró y bebió zumo de calabaza. Ella sería Lily Scamander si no fuera porque sabía la predilección de Lorcan por Rose Weasley. Y su prima era tonta. ¿Qué esperaba para salir con él?
Un golpe en su costado la devolvió a la realidad.
—Hermanita, ¿cuándo vas a dejar de ser tan torpe? ¿Crees que alguien se fijará en ti si sigues así?
James la sonreía con suficiencia. Su hermano seguía con ese aire chulesco desde la infancia, agravado por el hecho de ser uno de los chicos más deseados de su casa y creérselo demasiado. Era muy protector con ella, pero gozaba haciéndola rabiar.
Lily frunció el ceño y apretó el vaso de calabaza, reprimiéndose para tirárselo. Después recordó el método Scamander e imaginó a James desnudo y atado a uno de los tres aros de la portería de quidditch. Se le escapó una risa ahogada.
—Estás loca. Cuida esas compañías —le susurró su hermano, y se levantó y se fue. A su lado, Rose, que había visto todo, la sonrió, cómplice.
Entre murmullos, cotilleos sobre profesores y algunas risas finalizó la hora de comer y los estudiantes se retiraron a sus respectivas salas comunes o a sus clases extracurriculares.
Rose acudía a Estudios Antiguos y la clase se impartía en un aula del sexto piso; el profesor, un mago de edad avanzada llamado Rubens, estaba allí cuando llegó, peleando con unas diapositivas. Todo su pelo y barba eran canosos y tenía cierta aura de dejadez, lo que hacía la clase bastante soporífera. Para Rose, sin embargo, era el único momento que coincidía con Lorcan, aparte de las clases habituales diarias, y siempre se sentaban juntos. Aquel día no fue diferente.
—Princesa —saludó él al llegar y dejarse caer en el pupitre.
—Cuellito mío —respondió Rose, y Lorcan esbozó una sonrisa ligera: el mote hacía referencia a una famosa canción cantada por Lorcan D'eath, un medio vampiro que hizo furor en su día interpretándola, siendo el número uno durante nueve semanas. Rose no era la primera persona que le dirigía ese mote. Ya lo habían hecho muchas chicas y compañeros, pero el tono no era el mismo: mientras los primeros lo hacían en pos de burlarse de él, Rose lo pronunciaba con cariño y de forma juguetona. Seguramente quería borrar su trauma de alguna forma, y él lo agradecía. Se quitó su túnica y la dejó sobre la silla. Subir todas aquellas escaleras le había hecho sudar. Miró a Rose, quien apartó la vista y se preguntó si no había estado mirándolo furtivamente. Nah, normalmente era él quien lo hacía. Rose era mucho más interesante de mirar. Sus ojos marrones tenían mucha fuerza y seguridad, y las pecas le daban un aspecto inocente y dulce, a juego con su cabello rizado, heredado probablemente de su madre.
Mientras Rubens les explicaba un avance de la intrincada magia de los antiguos trasladores, los jóvenes se pasaban un pergamino con notitas.
"¿Te has decidido ya? ¿Vas a poner un Ravenclaw en tu vida?"
Rose miró varias veces la frase, negó con la cabeza mientras escribía:
"No sé. Sigo sin convencerme. Además, no es como si desearas un gryffindor más que cualquier otra casa".
"Bueno, la nota quiere decir que tú me gustas seas como seas. Que no importa el uniforme que lleves ni qué sangre tengas".
Rose ahogó una risita.
"Ugh. Eso ha sonado fatal, como si no te importara que fuéramos primos o algo así. Qué enfermo estás, Lorcan".
"Vaya, esa frase siempre me funcionaba con cualquier chica".
Rose miró por encima del hombro y al ver aquella frase frunció el ceño, pero Lorcan sonrió levemente y plasmó:
"Claro que tú no eres cualquiera, así que tendré que ser más imaginativo".
Lorcan le pasó el pergamino con cuidado. Rubens estaba pasando diapositivas y explicando las formas y medidas necesarias para cualquier traslador con el fin de que funcionara. El resto de estudiantes parecía tomar apuntes como posesos, pero ambos sabían que hacían lo mismo que ellos.
"Yo, sin embargo, sería vilipendiada si llevo a casa a un mago de sangre pura. Mis padres esperan que traicione a la sangre, ya sabes, por mantener la tradición", escribió Rose.
"Estoy seguro de que no reaccionarían de igual forma si me llevaras a mí que si lo hicieras con Scorpius Malfoy".
Rose hizo un gesto de desagrado al leer el nombre de otro de sus "enemigos". Scorpius era también muy buen estudiante y en ocasiones ambos se lanzaban miradas retadoras cuando uno sacaba mejor nota que otro. La sangre no llegaba al río, porque Scorpius no era un peligro potencial. A pesar de su altivez e irritación (heredadas de su padre, según decía Ron), era un chico tranquilo que tenía una relación cordial con su primo Albus, aunque se echasen pullitas de vez en cuando.
"Mi padre me mataría y mi abuelo me remataría"
Ambos dejaron de rasgar sus plumas y atendieron la clase para disimular, aunque ambos preferían un enfoque del tema desde otra perspectiva. El conocimiento de Rubens era notable, pero la forma de transmitirla a los estudiantes no era la adecuada. La clase sería mil veces mejor con alguien más dinámico. Prestaron atención durante un rato más porque el profesor podía pedirles sus apuntes, y ya habían tenido un susto siendo descubiertos. Desde entonces, Rose utilizaba el pergamino secreto, una de las maravillas de la tienda Weasley que regentaba su tío. Un toque de varita, y todo lo anotado, desaparecía. Además, eran inmunes al Revelio. Cuando el resto de los alumnos de clase se enteraron, mandaron una lechuza a Sortilegios Weasley solicitando numerosos pedidos del producto.
Al finalizar la clase y faltando dos horas para la cena, Lorcan sugirió pasear por los invernaderos, esperando que Rose declinara la invitación como había hecho otras veces, aludiendo su responsabilidad de hacer las tareas de la escuela. Para ella era importante no solo estudiar, sino sacar buenas notas. Sin embargo, ese día, accedió, así que ambos salieron cubiertos por sus túnicas a tomar la brisa fresca de primavera. Quedaba apenas una hora para que anocheciera. Era la hora perfecta para encontrarse algunas parejas por la zona, y Rose temía hallar allí a su primo James, que salía con una chica de su misma casa. Después pensó fríamente: su romanticismo era nulo. Era más probable que se hubieran encerrado en alguna mazmorra y estuvieran teniendo sexo.
—¿Qué te preocupa? —susurró la voz dulce de Lorcan a su lado. Ella interrumpió el paso y lo miró, mientras cierto rubor se extendía por su rostro pecoso.
—Mm. Nada, realmente —los ojos azules del chico se clavaron en los suyos. Ese era otro gesto intimidante y a la vez poderoso por el que Rose había caído: Lorcan podía leerla como un libro abierto y lo mejor de todo era su paciencia. Si ella no quería contar nada, el chico guardaba silencio y esperaba.
La espera. Debía ser duro aquello.
Ella misma había estado esperando porque quería tener las cosas claras. No quería que Lorcan se convirtiera en alguien con quien experimentar, valoraba demasiado su amistad. Tampoco quería empezar algo con él y que saliera mal y como consecuencia, dañara su relación. Las dudas de Rose no podían ser más claras: no quería una vida sin Lorcan. A diferencia de su prima Lily, que flirteaba con él en cuanto tenía oportunidad, ella se conformaba con mirarlo. Naturalmente, esto no podía ser sano para ella ni para él. "Y menos para un chico, recuerda", le había dicho en una ocasión su primo James.
Sus pies volvieron a caminar por sí solos mientras su mente pensaba, enardecida. Las suaves manos de Lorcan entraron en contacto con las suyas. Apenas fue un roce, pues el chico conocía la incomodidad de que a Rose la vieran otras personas. Sabía ser sutil, no era un problema.
Paseando por los invernaderos se olvidaron de sus deseos y frustraciones contemplando las maravillosas plantas y flores del lugar: hortensias, lilas, gerberas, lirios… todo un lujo para los sentidos.
El invernadero cinco era el último de los invernaderos y el más alejado de la puerta que conducía al castillo. Rose acarició un helecho y cerró los ojos. Las rugosidades de la hoja eran agradables. Quizá podría elegir el helecho como protagonista para su redacción de Herbología.
Entonces, un gemido escapó de su garganta al sentir el cuerpo de Lorcan tras ella, abrazándola. El suyo se movió tan solo como reflejo cuando escuchó un susurro en su oreja:
—Por favor. Solo un rato.
Rose pestañeó, y su cuerpo quedó estático. Desde su posición, Lorcan no podía mirarla a la cara, así que sus ojos volvieron a cerrarse, tal vez para sentir también el calor de él o quizá para esconder su vergüenza. Porque Rose llevaba muchos años ignorando sus sentidos, las alarmantes señales que su cuerpo le mandaba. Como adolescente, a veces ardía y se contenía para no abrazar a Lorcan cada vez que éste la sonreía. Y llegó a una obvia conclusión.
"También es duro para una chica, James".
Sus manos sudaban; su pecho saltaba, emocionado sus pulsaciones demasiado aceleradas; el estómago ejecutaba saltos como si estuviera volando en un partido de quidditch. Su mente dejó de pensar por un segundo, y su cuerpo se giró. Ahí estaba el mayor de los Scamander, mirándola con ternura y deseo. Hasta la espera tenía un límite. ¿Por qué sufrir sin sentido?
Rose sonrió levemente y lo miró con intensidad. A través de sus ojos azules se perdió en la inmensidad de su deseo.
Y allí, entre olor a rosas y esporas, Rose Weasley besó a Lorcan Scamander.
