Capítulo beteado por: Xarito Herondale, Beta FFAD
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1. Descubiertas

Forks. Un día lluvioso; se podían oír los siniestros y escandalosos truenos que caían en el exterior; la habitación se iluminaba a causa de los relámpagos, creando así un ambiente siniestro.

Estaba tumbada en posición fetal, abrazándome yo misma, buscando refugio en algún lugar de mi pequeña habitación. Opté por introducirme dentro de la cama, con las sábanas tapándome incluso la cabeza. Visto desde fuera parecería una oruga.

¡Por diooos!, ¿es que nunca acabaría la tormenta? Estaba empezando a entrar en pánico. Odiaba estos oscuros días, odiaba la lluvia, pero por encima de todo odiaba este pequeño pueblo conocido con el nombre de Forks, situado en el estado de Washington, dentro de la península de Olympic.

Habíamos alquilado un pequeño apartamento donde tuviéramos todas las zonas de la casa a la vista para no obtener ningún tipo de sorpresa poco agradable. El pequeño apartamento está completamente vacío, ya que no nos íbamos a quedar mucho tiempo.

Este pequeño pueblo había resultado ser demasiado incómodo, un lugar pequeño solo nos puede traer problemas, esas habían sido las palabras de Rosalie; ni yo ni Alice le quisimos prestar mucha atención, ya que el pueblo parecía perfecto, pero nos habíamos equivocado, Rosalie tenía razón: demasiados problemas…

Éramos el blanco perfecto para los cotilleos, la gente de este pueblo tenía una gran imaginación. Habíamos pasado a ser de esposas de unos mafiosos, agentes de la CIA, niñas ricas malcriadas de papá, familia de sangre azul (ese rumor se lo debíamos a Alice), a prostitutas de lujo. Un sin fin de posibilidades, opiniones muy distintas y bastante divertidas. En lo único que todo el sexo femenino de este pueblo se ponía de acuerdo es que éramos personas no bienvenidas, todo lo contrario a la opinión del sexo masculino… En fin, Rosalie levanta grandes pasiones.

Rosalie, a sus 22 años, es una mujer impresionante, de las que te deja sin aliento. Por su espalda se desliza una larga melena rubia que cae en forma de bucles hasta su espalda. Sus ojos color miel te hipnotizan y hacen que su mirada sea fría y distante. La pequeña nariz es completamente simétrica y sus labios carnosos invitan al pecado.

Su cuerpo es modélico, sus largas piernas te hacen llegar hasta sus pronunciadas y bonitas caderas. Una bronceada piel envuelve toda su belleza.

Sencillamente estar cerca de Rosalie es inducirte a la locura.

La tormenta ya había terminado, por fin, para mí era un alivio, las tormentas me daban pánico.

Tenía que hacer algo, ya había guardado mis libros así que leer no era una opción. Al final decidí avanzar un poco en la mudanza, de esta manera avanzaría un poco el tiempo y las chicas no deberían tardar en llegar.

— ¿Dónde habrán ido? —me pregunté.

Estaba terminando de empaquetar mis últimas cosas cuando una eufórica Alice se plantó delante de mí.

Alice, 22 años. No alcanzaba a medir 1,60; no obstante, su energía podría derivar a un gigante. La mejor definición para describir a Alice sería alegría, tenía el alma más pura que conozco. Una mujer valiente y divertida, esa era Alice, siempre preocupada por los demás.

Alice físicamente era todo lo opuesto a Rosalie, pero no por eso era menos atractiva. Su belleza era muy diferente, mi pequeña amiga tenía cara de duende, unos ojos penetrantes del mismo color del mar, su corto cabello de un impresionante negro azabache hacía el contraste perfecto con su pálida piel.

— ¡Bella, Bella! —gritó Alice con todas sus fuerzas.

— ¿Qué pasa, Alice? —le respondí, con una voz tan débil que no parecía la mía. Alcé la vista para poder ver la reacción de Alice, no pretendía que mi voz sonara tan débil, pero era imposible, tenía pánico a las tormentas. Pero la sorpresa me la llevé yo, en cuanto alcé la vista y pude ver la cara de mi amiga, mi hermana, mi Alice.

Alice estaba con el rostro desencajado, sus ojos expresaban miedo, pánico, terror. ¿Le habría pasado algo a Rosalie? No entendía nada.

—Alice, ¿qué pasa? —le pregunté no muy segura—. Alice, tranquila, respira, estoy aquí. ¿Me oyes? Estoy aquí —le dije al ver que no reaccionaba.

Estaba temblando. ¿Pero qué era lo que sucedía? ¿Y dónde se había metido Rosalie? Me estaba empezando a morder el labio… Ups, mala señal, me estaba poniendo de los nervios.

—Bella, ¡nos han encontrado! —dijo, de repente, Alice.

Mi cerebro no era capaz de procesar las palabras que había oído pronunciar a Alice. ¿Había entendido bien? No, no podía ser, era imposible, ¿encontrarnos aquí en Forks? No, imposible.

Mi cerebro trabajaba al máximo de su capacidad. Al final no habría entendido bien, tenía que ser eso. Cuando mis ojos se clavaron en los de Alice me quedé en shock. ¿Cómo? ¿Por qué? Tenía tantas preguntas que hacerle. Estaba en medio del salón, parecía un espectro, me quede pálida, más de lo que ya soy, y eso es mucho decir, incapaz de moverme y sin poder articular ni una sola palabra.

—Vamos, Bella, muévete. Hay que irse de aquí, esos hijos de puta no se van a salir con la suya. Rosalie está de camino. —La voz de Alice me llegaba en un susurro.

Pasaron varios minutos hasta que mi cuerpo comenzó a reaccionar, mis movimientos eran poco coordinados, mi mente estaba totalmente desconectada de mi cuerpo. Joder, solo quería una vida tranquila, ¿era mucho pedir?

—Al… Alice —articulé en un susurro.

No me había dado cuenta, estaba temblando y mi voz salía entrecortada en un débil susurro. Obligué a mi cerebro a volver a funcionar, tragué saliva antes de volver a hablar para recuperar la voz que había perdido, no pude detener mis labios, ni mi voz, cuando empezaron a formular preguntas.

— ¿Tienes algo pensado?, ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo nos han podido localizar? —grité histérica, no le di tiempo a contestar una pregunta que ya le estaba formulando otra. Tenía que tranquilizarme.

Respira, Bella, respira me dije. Vamos, Bella, cuenta hasta tres, tienes que relajarte, el miedo y los nervios no son buenos compañeros en estos casos.

Alice me miró directamente, me dedicó una sonrisa y puso sus ojos en blanco.

—Tienes que relajarte, Bella —me dijo—. Al principio me asusté un poco; bueno, me asusté bastante —reconoció con toda la humildad que le fue posible—, pero después de pensarlo detenidamente, no es tan malo, ¿no crees? —me preguntó.

¡¿Quééé...?! ¿Había escuchado bien?, ¿que no estaba asustada, que después de todo no era tan malo, que podía ser peor? Antes de que mi mente empezara a hacer sus conclusiones, me vi interrumpida por la voz de Alice.

—Yo lo veo así. Nos queríamos mudar, estábamos empezando a tener algunos problemas, tú ni siquiera salías de este maldito apartamento, parece tu cárcel personal. Pues bien, en Nueva York ya lo tenemos todo listo y preparado —me dijo con una gran sonrisa. (Seguro que estaba pensando en decorar la casa, pensé)—. Así que lo único que ha provocado que nos hayan localizado es que tenemos que adelantar la mudanza; bueno, y que nos ha pillado sin dinero —me dijo haciendo un puchero.

Me quedé sorprendida. ¿Cómo se podía cambiar de humor tan rápidamente? Yo hubiera jurado que hace menos de 10 minutos estaba en estado de pánico, y ahora estaba tan serena… ¿Estaría intentando tranquilizarme? Seguramente estaba ocultándome su estado de ánimo. Busqué en sus ojos alguna señal de que no estaba tan tranquila como quería aparentar, pero Alice fijó sus ojos en los míos y, tras varios segundos mirándonos las dos a los ojos, no vi ni un poquito de miedo en su mirada, así que eso me tranquilizó. No podía ser tan malo, además, no era la primera vez que nos descubrían. Sí, esto es un buen cambio, me obligué a creer.

Alice estaba terminando de guardar nuestras últimas pertenencias en una maleta monstruosamente grande. La maleta era "marca Alice", era blanca y con topos de colores. Según Alice la moda debía ser una obligación. Para ella llevar ropa de la temporada pasado, o no ir conjuntado, tendría que estar prohibido.

Aunque se acabara el mundo Alice seguía moviéndose con un estilo único, tenía una gracia natural. Sus movimientos parecían de una bailarina profesional a la misma vez que eran muy seductores.

Ja, era todo lo contrario a mí. No sé cuántas veces llegué a tropezarme; en alguna ocasión tuve que agarrarme a la barra de la cocina para no caerme. Mis movimientos eran torpes y poco sincronizados.

Después de un largo rato, donde Alice y yo intercambiamos algún que otro comentario sobre las cosas que estábamos guardando y cómo sería nuestra nueva vida en la gran ciudad, los pocos amigos que dejábamos aquí en Forks, sin opción a despedirnos, gracias a nuestra precipitada mudanza, escuché cómo la puerta se abría. Los tacones resonando en el sueldo del recibidor me dieron una pista de quién podía ser. Cuando mis ojos se encontraron con los de Rosalie a través del espejo del recibidor solté todo el aire de golpe, no me había dada cuenta de que lo estaba reteniendo. Rosalie me miró con una gran sonrisa mientras hablaba por su teléfono móvil. El recibidor no era muy grande, así que pude visualizar como Rosalie daba vueltas en círculos, mientras su sonrisa cada vez se hacía más grande. ¿Con quién estaría hablando?, me pregunté.

Seguí metida en mis pensamientos, cuando de repente escuché una gran carcajada de Alice. Las dos me miraban, con esos ojos de "no hemos hecho nada malo", pero las enormes sonrisas pícaras que reflejaban sus rostros hablaban por sí solas. Oh dios mío, ¿qué se les había ocurrido ahora? Por favor, que no sea una sesión de compras de última hora, por favor, por favor.

— ¡Por fin nos largamos de este maldito pueblo! —gritó Rosalie, mientras yo terminaba de cerrar una de las últimas cajas que quedaban en el comedor.

Bueno, Rosalie era Rosalie, su mente funcionaba de una manera demasiado extraña para mi comprensión.

—Vamos, chicas, nos espera un largo trayecto y nuestro vehículo es bastante mayor, no le hagamos esperar. —Rosalie lo estaba diciendo con una pequeña sonrisa que la delataba. ¿Qué estaba tramando? O, mejor dicho, ¿qué estaba ocultando? ¿Qué parecía tan divertido, incluso en nuestras circunstancias? Alice también parecía divertida.

Algo no encajaba, nuestro vehículo bastante mayor... Bah, seguro que no habría podido conseguir el Mercedes Guardian que tanto quería. Seguro se debe tratar de un BMW o alguna gama anterior de Mercedes; Rosalie podía ser bastante exagerada cuando de vehículos estábamos hablando. De repente mis inseguridades me asaltaron, sabía que Rosalie lo habría arreglado todo para poder hacer un viaje tan precipitado. Por dios, estaba hablando de Rosalie Hale, jamás se le escapa ni un detalle, pero aun así tuve que preguntar:

—Rosalie, ¿has conseguido que nos entreguen todo el dinero en efectivo?

—Claro que sí, Bella, no te preocupes por el dinero, lo tengo todo en efectivo, así que no hay ningún tipo de problema para que no nos marchemos ahora mismo. Además, acabo de hablar con el chucho y él se encargará de traernos todas las cosas a Nueva York, así que solamente nos llevaremos lo más necesario, no tenemos mucho tiempo, los Vulturi ya están en camino —me respondió.

No pude evitar el escalofrío que recorrió mi cuerpo al escuchar ese nombre. ¿Cuándo se olvidarían de nosotras?, ¿lo harían alguna vez? Obligué a mi mente a detener esos pensamientos, sino volvería a entrar en pánico y esa era una opción que no me podía permitir, al menos durante las próximas horas de carretera que tenía por delante. Necesitaba mis capacidades al máximo y el miedo no me iba a ayudar.

—Vamos, chicas, coger lo más esencial y larguémonos antes de que esos hijos de puta ganen más tiempo, es lo único que tenemos en nuestra contra —dijo Rosalie.

Ahí en medio del comedor, con una belleza que dolía a la vista, estaba Rosalie. Sus ojos tenían un brillo divertido y lucía una gran sonrisa, una sonrisa maliciosa que no albergaba nada bueno. ¿Qué estaba ocultando? Sabía que algo tramaba, lo podía leer en sus ojos, que no paraban de dirigirse de mi rostro al de Alice, del de Alice al mío. ¿Qué era lo que ocultaba? Por más que forzaba a mi mente a encontrar algo divertido en esta situación, no conseguía obtener ningún resultado, todo me parecía demasiado precipitado.

¿Qué le resultaba tan divertido a Rosalie?, ¿qué era? Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte ruido proveniente de la habitación donde se encontraba Alice. El sonido que hizo su maleta al caer al suelo fue absurdo, demasiado fuerte, pero claro, el apartamento estaba vació así que los ruidos se amplificaban y el eco que seguía el ruido no ayuda a suavizar el gran golpe que acabábamos de escuchar, parecía que se hubiera caído todo el armario y, teniendo en cuenta que estábamos hablando de el armario del dormitorio de Alice, era un ruido muy fuerte. Antes de poder reaccionar apareció Alice en el comedor, donde nos encontrábamos Rosalie y yo cogiendo nuestras cosas más básicas hasta que Jake nos trajera el resto de nuestras cosas a Nueva York... Se suponía que en un par de días ya lo tendríamos todo, incluido al propio Jake.

Ufsss, eso sí que iba a resultar complicado. Jake y Rosalie bajo el mismo techo, ¡por dios! La palabra más bonita que Rosalie le dedicaba a Jake era "chucho", por no hablar de los chistes que Jake le dedicaba a mi amiga. La convivencia con esos dos iba a ser una lucha entre titanes, de algo que estaba totalmente segura es que ninguno de los dos haría el más mínimo esfuerzo por facilitar la vida del otro, mientras tanto Alice y yo nos dedicaríamos a observar la lucha desde las gradas, sin entrar al terreno de juego.

— ¿Os vais a quedar ahí quietas o me vais a ayudar? —escuché cómo decía Alice. ¿Ayudar? Rosalie había dicho que solo teníamos que coger el equipaje de mano. Aunque en apariencia Alice era una chica frágil y pequeña, nada de eso tenía que ver con la realidad. Era una mujer fuerte físicamente y no tenía nada de frágil.

La línea de mis pensamientos se detuvo al ver el equipaje de mano de mi pequeña amiga, no lo puede evitar, de verdad que no, mis carcajadas empezaron a sonar por toda la estancia provocando la risa de Rosalie, que miraba a Alice divertida.

— ¿A ese monstruo le llamas tu maleta de mano? —preguntó una muy divertida Rosalie—. Por favor, Alice, el chucho solo tardará 2 días en traer nuestras cosas —continuó Rosalie—, y sus malditas pulgas —dijo en un susurro y con cara de pocos amigos—. Además, eso que tú llamas equipaje de mano no cabrá en el vehículo que he conseguido, es imposible —finalizó con una leve sonrisa que rápidamente intentó ocultar, pero que a mí no me pasó desapercibida.

Alice estaba a punto de protestar cuando Rosalie se le adelantó.

—Mira las posibilidades, Alice, podríamos conseguir el equipaje por el camino, eso haría de este viaje algo divertido e inolvidable, en el cual lo pasaremos genial. Hay un montón de centros comerciales desde Forks hasta Nueva York, y podríamos jugar a Barbie Bella —finalizó Rosalie sabiendo que acababa de mover los hilos correctos en su discurso.

En lo que dura una fracción de segundo pude procesar varias imágenes, Rosalie con una sonrisa satisfecha y diabólica, mientras que a mi otra amiga se le iluminó la cara; por el contrario, a mí me recorrió un sudor frío, anticipándome lo que me esperaba. Odiaba ir de compras, y la cara de mis dos amigas me decía muy claramente que no había forma de hacerlas cambiar de opinión. De repente mi mente se iluminó.

—Rosalie, ¿no decías que íbamos muy mal de tiempo, que nos apresuráramos o tendríamos problemas, puesto a que el tiempo no corre a nuestro favor? —le dije muy segura de que con mis palabras obtendría un resultado favorable para mí.

—Bella, los centros comerciales están siempre abarrotados de gente y más en estas fechas que se organizan las cenas de empresa, la gente normal busca que ropa le favorece más, con cual se ve más sexy, así poder llamar la atención de sus jefes y pasarse el resto del año siguiente refregándoselo a sus otros compañeros por la cara, y eso a nosotras nos da una gran ventaja ya que para los Vulturi encontrar a tres chicas en un centro comercial sería como buscar una aguja en un pajar, por no hablar que así también podríamos ir cambiando de vehículo, y así lograr despistarlos con mucha más facilidad si consiguen encontrarnos por carretera —finalizó Rosalie.

—Además, Bella, Jake se encargará de todo. Rosalie tiene razón, es mejor ir comprando lo que necesitamos por el camino y no perder más tiempo —dijo Alice, dando saltitos a mi alrededor.

Genial, podría intentar ganar la batalla contra una, pero contra las dos sería una misión demasiado difícil como para ni siquiera intentarlo. Me resigné maldiciendo en voz tan baja que ninguna de las dos pudo escucharme. De verdad que odiaba ir de compras, además, estaba muy preocupada a nivel económico; había muchas cosas que no encajaban, ir cambiando de vehículo… Rosalie se había vuelto loca, ¿de dónde íbamos nosotras a poder costearnos semejante idea? Cuando llegáramos a Nueva York tendríamos que encontrar un trabajo rápidamente o las cosas se pondrían muy feas para nosotras. Rosalie nos había dicho que conoció algunos locales donde nos les importaría darnos trabajo.

—Tráelo ya, Rose, ya quiero ver esa preciosidad, que me has mostrado, en su cuerpo —dijo Alice, sacándome de mis pensamientos. Alcé la vista para ver a qué se refería mi pequeña amiga. Me quedé pálida, no podía ser verdad. Rose traía en sus manos un vestido negro con un impresionante escote en forma de V, el vestido no llegaba más abajo de la mitad del muslo.

—Oh, no, no, no. —Fue lo único que se me ocurrió decir al darme cuenta de sus intenciones, mi mente voló al momento cuando llegó Rose hablando por el móvil. Ahora todo encajaba, le había mostrado el vestido que me había comprado, ahora entendía sus carcajadas, esperaban esta reacción por mi parte. Al fijarme en mis dos amigas me di cuenta de que las dos estaban perfectamente vestidas.

Rose llevaba un vestido rojo, con un escote que no dejaba nada para la imaginación. El vestido se ceñía a su cuerpo como si fuera una segunda piel, se le veían unas curvas increíbles, y los zapatos que acompañaban su modelo no tendrían que estar permitidos, eran de un dorado precioso, con una pequeña florecilla en el lateral, y el tacón debería medir 20 centímetros como mínimo. Rosalie simplemente era perfecta, se le veía sexy, segura de sí misma; esa era mi Rose.

Alice, por el contrario, llevaba un vestido color crema de palabra de honor. El vestido de Alice era mucho menos atrevido que el de Rosalie, ya que llegaba por debajo de su rodilla, tenía una cinta negra justo debajo de su pecho, la cual lucía atada a su espalda con un enorme y bonito lazo negro. Tan bonita, tan pequeña, parecía una muñequita capaz de romperse en cualquier momento… nada que ver con la realidad, por supuesto. Sus zapatos eran del mismo color que el vestido, a diferencia de los de Rose, los de Alice eran de una bonita plataforma que parecía cristal, eran magníficos.

— ¿"Oh, no, no", Bella? ¡Sí, sí, sí, Bella! Tenemos que hacer algunas paradas en algún centro comercial, tenemos que llegar a Nueva York, no pienso dejarte que luzcas esos vaqueros desgastados y una camiseta que te llega hasta el cuello, de eso nada Isabella
—dijo Alice acercándose a mí, con el ceño fruncido.

Diez minutos más tarde estaba perfectamente vestida y maquillada. Me acerqué al espejo no muy segura de querer verme en él, puesto que la ropa que llevaba la consideraba demasiado atrevida para mí. Me quedé sorprendida con la imagen que tenía delante de mí, esa no podía ser yo. Se veía una mujer hermosa, con unos ojos muy expresivos, en ellos podías leer inseguridad y angustia, mientras que su cuerpo era pequeño con un pecho grande pero sin llegar a ser exagerado, un vientre plano y unas piernas bonitas, sin ser demasiado largas, una mujer que no llamaría demasiado la atención a simple vista.

—Nueva York nos espera —dijo una contentísima Rosalie.

Al salir del apartamento me apoderó una extraña sensación de paz, por fin nos íbamos de este maldito pueblo. Que sin saber cómo habíamos llegado hasta aquí, donde sin saber todo había empezado.

Nos despedimos del portero, un hombre que siempre me había parecido un señor mayor encantador con unos ojos que reflejaban mucho más su edad que su aspecto físico, advirtiéndole que mañana vendría Jake a sacar nuestras pertenencias.

Un grito proveniente de Alice me hizo ponerme en alerta.

Alice estaba completamente pálida, muy pálida. Me fijé en la sonrisa diabólica de Rose. ¿Qué ocurría? Al mirar al frente me quedé en shock.