Emma miró al hombre con quien compartía la cama desde hacía diez años, Dylan Masset, el padre de sus hijos y amor de su vida. Él estaba desnudo con sólo una sábana cubriendo su cuerpo, al igual que el de ella, y de repente recordó como todo había comenzado…

Cuando Dylan decidió ir a Seattle fue uno de los mejores momentos de su vida, por fin los dos estarían juntos lejos de la locura del motel Bates, lejos de Norma y Norman, lejos de invitados indeseados y sobretodo lejos del dolor.

Aunque pareciera increíble para ambos tuvieron un noviazgo normal con citas donde el novio de verdad quería estar con ella y con aniversarios que se convirtieron en días de felicidad garantizada.

Su padre, William Defoe, había estado de acuerdo con Dylan en que se casaran después de un año saliendo juntos. La boda fue sencilla, sólo su padre y los pocos amigos que habían hecho en esa nueva ciudad, muchos de ellos conocidos en el hospital durante sus revisiones.

Sus pulmones funcionaban ahora de la mejor manera que podían hacerlo a pesar de su preocupación cuando se enteró que estaba embarazada la primera vez, justo después de su tercer año de matrimonio. Caleb Masset era el nombre de su primogénito, un pequeñín de ahora siete años que no paraba de preguntar el por qué de las cosas. Danielle vino dos años después, con sus pies pequeñitos dando saltos en los charcos junto a su aventurero padre.

Las cosas pasaban con una normalidad inusual, en las mañanas Dylan se iba a trabajar a una oficina lejos de aquellos invernaderos de marihuana y regresaba en las tardes para ser recibido por las risas de un par de niños traviesos justo como él.

Nada habían vuelto a saber de los Bates y aunque sabía que eso le dolía a Dylan, ambos sabían que era lo mejor. Nunca se enteraron qué había sucedido con Norma, asesinada por su propio hijo ni de Norman quien estaba peor que nunca.

El abuelo de los niños vivía ahora en una residencia en la cual lo visitaban cada fin de semana y de la cual William solo decía maravillas ya que ahora descansaba de la enfermedad de Emma y se dedicaba a malcriar a sus nietos y jugar con sus compañeros.

Con Caleb Masset las cosas eran diferentes, a él le gustaba la aventura y cada vez que estaba cerca de la ciudad pasaba a visitar a la familia de su hijo y decía no saber nada de su hermana y sobrino ya que jamás regresó a White Pines.

La vida en Seattle les había sentado bien a todos y por fin era feliz.