Cuando el sol se ocultaba, ellas salían. Era casi una regla. Lo hacían desde hace un tiempo. Ir al bosque, contemplar las estrellas. Esa noche no fue la excepción. Silenciosas y ágiles como felinos, abandonaron el palacio y se internaron en el bosque. Caminaron tranquilamente hasta el claro y se echaron boca arriba en el pasto, a contemplar las estrellas. Las hacía sentir en paz. Y no es como si su vida n fuera pacífica. Se levantaban todas las mañanas, leían, charlaban y repetían el proceso, una y otra vez, todos los días. Pero esto se sentía diferente. Las hacía sentir pequeñas, les hacía creer que el mundo estaba lleno de maravillas más allá de su comprensión. Tal vez lo estaba.
Se encontraban presas de estos fantásticos pensamientos, hipnotizadas por las estrellas y la sensación del viento sobre sus narices, cuando un sonido entre los árboles las sobresaltó, rompiendo el hechizo. Ambas se pusieron de pie inmediatamente, y caminaron en direcciones opuestas. Sun hee, la más sensata de las dos, caminó en dirección opuesta al sonido. Mi-Young, la más curiosa, se dirigió hacia él. Su hermana mayor vio su intención y, con una severa mirada de sus ojos negros, la tomó del brazo. "Shh" casi dijo, mientras se llevaba su dedo índice a los labios, más el miedo no la dejó emitir sonido alguno. Con esa misma mano, la que no estaba sosteniendo el brazo de Mi Young, hizo un gesto hacia el camino que conducía hacia su hermosa y segura casa. Mi Young, aunque estaba deseosa de saber qué se escondía entre la vegetación del bosque, asintió y dejó que Sun Hee la condujera devuelta a casa. Ese misterio podía esperar hasta mañana.
