Fuera de la Cúpula
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Si alguna vez había sentido la más intensa ira mezclada con el más profundo miedo… había sido en esa ocasión. La había golpeado con su fuerte aleta trasera y fue desplazada un par de metros pero lo que la hizo temblar hasta lo profundo de sus huesos fue sentir el filo de sus dientes rozar sus escamas.
La bestia era un poco más grande que ella, sus terribles dientes se veían por sobre la larga trompa amorfa que sobresalía por su cabeza, en verdad se había quedado paralizada por la impresión… ahí en la nada azul había algo y ese algo era realmente tenebroso.
Reconocía al tiburón pues en el gran libro por el que regían sus vidas los ergmen, se encontraba perfectamente plasmado como uno de los tantos peligros del océano, motivo más para jamás abandonar la capital, enorme cúpula de cristal que los protegía del mundo azul sin fin.
Sin embargo ahí estaba Helga, con su largo cabello rubio flotando en el agua, con la oscuridad comiéndola y al tiburón duende persiguiéndola sin cesar, preparado para crujir con sus dientes su hermosa coleta color jade. Nadaba con todas sus fuerzas, pero sabía que no tenía idea de a dónde la llevaban sus aletas porque delante de ella solo había la nada, un mar oscuro que no le dejaba ver más allá de su nariz.
Apretó su trinchete, en este momento le parecía tan delgado como inservible. ¿Su fuerza lograría hacerle frente a tantos dientes? ¿Su coraje le permitiría darle cara a tremendo depredador? El color nácar de su única arma resplandeció con cariño y la armó de valor, giró con rapidez y apuntó las 3 pequeñas pero filosas puntas a la boca del tiburón, cuando sus ojos encontraron de frente a los de la bestia no pudo sino más que cerrarlos.
Está segura que gritó para darse valor, está segura que gritó cuando su trinchete fue apresado por las mandíbulas del enorme escualo y éste tiró de ella con severidad, seguro causado por el dolor de aquél artefacto hundido en sus fauces, Helga no soltó su arma pero esto le costó que su cabeza fuera golpeada contra una pared de roca porosa volcánica que se extendía hasta lo alto y se veía sin fin.
Aturdida por el golpe soltó su trinchete, apenas podía ver a la cercanía como el tiburón duende volvía a nadar vertiginoso contra ella, sin embargo estaba confundida y no podía reaccionar con la precisión que hubiera querido, lo esquivó por milagro pero esta vez el roce fue más certero, sintió como una parte de su abdomen era desgarrado por los afilados dientes laterales del maldito animal.
Lo vio chocar contra la roca, se sonrío triunfante aunque su vista se nublaba y ella se desvanecía con su cuerpo cayendo por su propio peso hasta la fría arena, no quería perder el conocimiento porque sabía que si lo hacía el tiburón atraído por la sangre la perseguiría hasta comerla toda. ¿Ahí terminaría su épica aventura a solo 2 días de haber dejado su hogar?
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— Helga, hermanita ¡Es hora de levantarse!
La sirena de ojos azules parpadeó con fuerza, la luz del día que se reflectaba en la gran esfera de cristal que cubría su ciudad le causaba dolor de cabeza, pero más impaciencia le producía Olga, la princesa.
— Gracias por despertarme para vivir un día más haciendo lo mismo.
— Debes estar agradecida que tu destino sea un trabajo tan genial como ser la artista de Capital. Helga no te imaginas lo feliz que soy por tu felicidad.
La rubia torció la boca y se acomodó con el labio superior su anillo nasal, símbolo de realeza. Tenía que ser feliz, era parte de las obligaciones de todo buen ergmen, pero no sabía cómo se sentía ser feliz, todos coincidían en que era lo mejor que se podía ser, pero ella aún no encontraba el verdadero significado de aquellas obligaciones.
— Tú eres la ergmen más feliz de Capital, todos te adoran y es tu deber velar por la felicidad de todos los demás.
Helga se desenroscó de su letargo, la concha donde dormía cada vez le parecía más pequeña, era normal pues los años avanzaban en ella y se estaba convirtiendo en una ergmen madura.
— Me sentiré muy sola cuando dejes nuestra casa y te emparejes con alguien.
— No tengo interés en eso Olga, viviré mi vida haciendo ornamentos y tengo la fortaleza suficiente para estar sola.
Su hermana meneó su coleta en negativa, aquella hermosa aleta color coral cargaba consigo muchos adornos, todos ellos de la más alta calidad, hechos por la antigua artesana de Capital, una vieja sirena cuyas manos temblaban lo suficiente para no conseguir enhebrar una aguja en un ojal.
— Vivir protegidas es parte de nuestras obligaciones Hel, tu y yo somos hembras por tanto no podemos decidir ese tipo de cosas por nuestra cuenta como los hermas.
— Pero ellos son más libres que nosotras ¿Te das cuenta? Vivimos solo para buscar un protector a cambio de…
— Deja el tema ya Hel, hoy es un día especial.
— ¿Qué tiene de especial? — Recitó mientras buscaba en su concha la llave de su taller — Será otro día donde tú eres la princesa perfecta y yo la aburrida artesana desprotegida.
— La amargura que desbordas por tu larga lengua podría convertirte en criminal hermana, si te escucha el comité moral de Capital ni yo ni papá podremos salvarte. Sé feliz Helga, es todo lo que pido.
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Cuando despierta de su sueño se encuentra en la nada oscura, el mar profundo donde todo lo que rodea es más oscuro de lo normal. Siente el dolor punzante de su abdomen y se sorprende de seguir viva, gira un poco el rostro y se encuentra con una medusa, su sorpresa es grande pues está a su lado como si esperase su despertar.
— ¡Criminal! ¿Qué ha pasado con el tiburón?
Mira a la medusa y se reprende mentalmente. Las medusas se dice que son ciegas y no tienen la capacidad de nadar hacia los lados, es imposible que ésta le esté esperando.
— ¡Mi trinchete!
Exclama golpeando su frente, en esa inmensidad que no le permite ver será imposible hallarlo, más aun, mirando a su derredor sin encontrar nada con sus ojos comienza a sospechar que salir de ahí será casi imposible. ¿Hacia dónde ir cuando ni siquiera existe camino?
Y fue en ese momento que hubo una luz, a la lejanía, muy a la lejanía.
Era la silueta de un cuerpo, lo sabía pero no podía explicárselo su mente racional, los ergmen no tenían en sus cuerpos la capacidad de ser luminiscentes ¿Entonces qué era eso? Recordó de golpe que en los textos ancestrales de Capital había un capítulo dedicado a las bestias luminiscentes de las profundidades… esas que brillan para atraer a sus presas y mientras las aturden con su belleza las devoran presa de los más bajos instintos.
Se estremeció, porque en esa aniquilante oscuridad no había más lugar a donde dirigirse, si nadaba sin rumbo acabaría perdida en esas aguas oscuras sin la posibilidad no solo de rescatar a la princesa sino siquiera de volver con vida.
La medusa a su lado nadó en dirección a la luz, Helga se sorprendió pues sabía de antemano que ellas solo se mueven en la dirección de las corrientes del mar… ¿Seguirla o hacer caso a su lado racional y nadar en dirección contraria a la belleza llena de peligro que la acecha?
Si era otro depredador podría darse por muerta…
Si era algo más podía darse por muerta también… porque según sus antepasados no había en el mundo otra criatura parecida a ellos, fuera de la Capital solo reinaba el instinto y las bestias salvajes.
Por un momento recordó a su hermana y en un reflejo por vez primera lo pensó ¿Quién pudo secuestrar a su princesa si fuera de la cúpula no hay nada con la capacidad de razonar?
Lo que sea que pudiese ser lo que brilla a la lejanía, podía tratarse del verdadero peligro del mar.
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Decidí convertir este en el capítulo 1 y después explicar más del mundo en el capítulo 2 y bueno ya. El 3 lo traeré pronto. Gracias por sus reviews los agradezco de corazón. Pd. El tiburón duende es horrible, neta no quisiera estar en el mismo lugar que ese animal por nada.
