Hola amigos, les traigo una nueva historia. espero que la disfruten y sepan disculpar cualquier incoherencia que pueda tener. Gracias por los comentarios, por seguir mis historias y tenerlas entre sus favoritas. un abrazo enorme.
Tsuyu-san
DBZ y sus personajes no me pertenecen. son obra de akira toriyama.
La Visita del Rey
Prefacio
Era un día soleado de primavera en el cual Vegeta y Trunks decidieron una cumplir la promesa pendiente:
Desde el nacimiento de Bulla, y los torneos de fuerza en donde la Tierra había sido parte, padre e hijo habían ido pospuesto mucho sus tardes de entrenamiento.
- Papá, me gustaría que me acompañaras hoy con los videojuegos- le confesó Trunks a su padre mientras apagaba la cámara de gravedad.
- Ya sabes lo que pienso de esas cosas, Trunks- le respondió
- Si, lo sé. Es solo que siempre entrenamos, quisiera variar de vez en cuando.
Vegeta suspiró, lo pensó unos instantes, y terminó accediendo a la petición de su hijo. Trunks pocas veces faltaba a sus entrenamientos, siempre estaba muy presto a aprender y seguir sus enseñanzas, y era cierto que no solían pasar mucho tiempo juntos de otra forma.
Trunks voló de felicidad, se fue a duchar rápidamente y apareció en la sala donde estaba el televisor más grande, con la remera puesta al revés y los abrojos de las zapatillas desprendidos. Se apresuró a preparar todos los artefactos y el juego para cuando llegara su padre.
Vegeta no demoró más de quince minutos, sin embargo, el pequeño Saiyayin sintió que había transcurrido una eternidad.
No era la primera vez que su padre jugaba con él, pero cada vez que lo hacía, Trunks tenía nuevos juegos y debía explicarle nuevamente cuáles eran los objetivos, el reglamento y los controles adecuados.
A Vegeta le parecían una pérdida de tiempo. Si bien se podía aprender algunas cosas con esos juegos, entrenando y peleando podías aprender aún más.
Trunks sabía lo que su padre pensaba, y trataba de elegir temáticas relacionadas a viajes espaciales, peleas, estrategias, y cualquier cosa que desafiara el ingenio de su padre.
Al cabo de un rato ambos estaban bastante concentrados con las misiones que el juego les ofrecía. Sin embargo, Bulma los llamó para disfrutar de unos pasteles y ninguno de los dos puso resistencia a la invitación.
- Eso estuvo muy bien – señaló Trunks
- La próxima vez deberíamos practicar algún juego de mi planeta – propuso Vegeta.
- ¡Eso sería aún mejor!- gritó emocionado su hijo.
- Hoy ya no hay tiempo, pero lo haremos pronto.
Capítulo 1
En un planeta lejano, las autoridades de toda una especie se reunían para debatir cómo evitar su propia extinción.
- El núcleo está muy inestable, podría explotar en cualquier momento- explicó un ser delgado de ojos grandes que frotaba sus manos con nerviosismo.
- ¿Acaso la ciencia no puede darlos una solución? ¡No puede ser algo único!
- Sin embargo, lo es. No se conocen casos similares a este. En los libros y registros de investigación no hay antecedentes de esta magnitud.- señaló un científico con extrema seriedad y preocupación.
Las voces se pisaban unas a otras intentando llegar a algún punto positivo, pero el tiempo se agotaba y la solución parecía imposible.
- Se equivoca.- agregó el único ser de ciencia que no se había exacerbado. Estaba sentado con los brazos cruzados y los ojos cerrados, solo pensando- Hubo un planeta una vez. Estaba en la Galaxia del Norte y mi abuelo fue testigo de lo que le estaba por ocurrir. Él me habló una vez de ello, pero pensé que podía ser un delirio de su edad, me parecía que no era el científico brillante de su juventud.
- ¡Ya dinos cuál era ese planeta!- gritó el político de bigote y gran barriga.
- El Planeta Plant- respondió
- ¿Te refieres al planeta de saiyayines? ¿El planeta Vegeta?
- Fue antes de que la raza guerrera dominara. La guerra aún no había terminado.
- ¿Y que se supone que haremos con esta información? – preguntó el hombre delgado- El planeta dejó de existir y la raza está casi extinta. Ya no debe haber ningún registro.
- El Príncipe de los Saiyayines aún está vivo. Podemos localizarlo. – propuso un personaje de cabello largo y rojo como la sangre.
- Eso no servirá de nada – agregó el calmado científico- el Príncipe aún no había nacido y el planeta fue destruido antes de que pudiera llegar a ser educado como heredero. Ni siquiera el Rey Vegeta había llegado a gobernante cuando ello ocurrió.
- Pero el Rey Vegeta está muerto. ¿No hay nadie a quien podamos acudir?- indagó otro científico.
El silencio reinó durante unos minutos. Habían visto durante un instante un leve rayo de esperanza que se apagó con rapidez. Todos se miraban y murmuraban, sin saber qué podían hacer, hasta que un joven se atrevió a presentar su idea.
- Escuché que existen unos objetos que nos permiten hablar con personas que estén muertas.
- ¿Te refieres a las esferas del dragón? No hay tiempo para reunirlas. Si fuese así podríamos pedirle que salve al planeta.- agregó el hombre delgado.
- No. Son cosas diferentes. Son similares a esas creaciones del planeta Namek, pero no tienen tanto poder. Estas están creadas para comunicarse con quienes ya no están en este mundo.
- ¿Y qué tienes en mente?- indagó el científico más serio.
- Hablar con el Rey Vegeta.
- ¿Cuánto tiempo demoraría acceder a esas esferas?- preguntó uno de los políticos en medio de un gran silencio.
- No más de 24 horas.- dijo tímidamente el joven
- Bien. Hazlo- le ordenó.
Un pequeño grupo se marchó rápidamente junto al responsable de la misión mientras otros se quedaban para pensar en un plan de respaldo.
Las 24 horas no se cumplían cuando todo ya estaba dispuesto para iniciar la comunicación.
El nerviosismo y la ansiedad los hacía transpirar. No podían fallarle a su pueblo.
Nadie había usado nunca esas esferas antes. Sin embargo, al verlas iluminadas supieron que era el instante para llamar al Rey Vegeta.
El joven encargado de la tarea temblaba. Su falta de información sobre esos objetos lo hacían dudar. ¿Y si faltaba algo para llevar a cabo esa ceremonia?, ¿Cómo sabría si algo no andaba bien?. Sin embargo, de repente, un vapor denso y asfixiante se generó espontánea sobre las esferas. Todos los presentes comenzaron a toser, pero cuando se disipó esa nube y levantaron la vista, un ser con traje de guerrero, abundante cabello y mirada hostil estaba ante ellos.
- Es el Rey Vegeta- Dijo en un suspiro uno de los hombres más viejos.
Todos estaban atónitos. No sabían que se les presentaría en carne y hueso. Pensaron que solo sería una voz o algo más espectral.
El Rey miraba a su alrededor un tanto desconcertado. Miró sus manos y su cuerpo restaurado.
- Su alteza. No era nuestra intención molestarlo, pero lo necesitamos- dijo en jovencito.
El Saiyayin los miró, no dijo nada, pero parecía esperar que continuaran hablando.
- Nuestro planeta está por explotar, de la misma manera que el suyo hace ya mucho tiempo. Necesitamos saber cómo revertirlo.
El Rey parecía muy tranquilo. Tal vez se estaba acostumbrando nuevamente a estar vivo. Era difícil saberlo. No había pronunciado palabra alguna, hasta que de repente miró al joven y comenzó a explicar algo sobre magnetización e inversión del vector del eje central y los anillos. El jovencito estaba desconcertado, pero a sus espaldas, los científicos tomaban notas y hacían cálculos con una risa nerviosa y desesperada.
El Saiyayin se acercó más a ellos y todos hicieron una pequeña reverencia.
- Debemos pedirle perdón. No sabíamos que nuestro deseo lo traería a la vida nuevamente- se disculpó uno.- ¿Hay algo que podamos hacer para recompensarlo por su ayuda y por nuestra intromisión?
- No voy a permanecer vivo mucho tiempo.- comenzó a explicar el Rey Vegeta con una fuerte voz ronca. – Pero lo suficiente como para cumplir mi deseo. Hay algo que pueden hacer por mi: llévenme a ver al Príncipe de los saiyayines.
Capítulo 2
- Papá, ¿no es un tanto peligroso para ser un deporte?
- Supongo. Algunas personas murieron jugando, pero tú eres lo suficientemente fuerte como para no morir.
Trunks palideció y empezó a dudar si era una buena idea seguir adelante.
- Entonces…- dijo el niño- tengo q escapar de ti.
- Si. Puedes correr o volar. Lo que tú quieras.
- ¿Cuándo se termina? ¿Cómo sabré si he ganado?
- Es por tiempo. Pondré el cronómetro en 5 minutos.- explicó Vegeta mientras apretaba los botones de un reloj de muñeca.
- Me parece poco tiempo – se quejó Trunks.
- Créeme, cuando estes jugando te parecerá una eternidad.
El sonido que daba comiendo al juego sonó y Trunks voló rápidamente lejos de su padre, quien esperó unos segundos y salió tras él. Sus cuerpos rompían con la resistencia del viento sin dificultad. Se elevaban hacia arriba, luego bajaban nuevamente, hasta que Vegeta empezó a disparar.
Los rayos de energía rodeaban a Trunks, quien comenzó a pensar cómo evadirlos y ganar el juego. Mientras estuviese en el cielo se encontraba expuesto, por lo que decidió escabullirse por entre los edificios del predio de la corporación. Vegeta no fue cuidadoso al disparar y varios edificios y árboles sufrieron daños. El niño tambien producía sus destrozos al chocar con diferentes edificaciones.
Como había predicho Vegeta, el tiempo pasaba lento, sin embargo, repentinamente ambos saiyayines sintieron una presencia extraña en el cielo.
En solo unos segundos, una pequeña y vieja nave aterrizó, llamando la atención y preocupación de ambos.
Vegeta no tardó en acercarse y prepararse para cualquier enfrentamiento. Pero de aquella puerta metálica saldría algo para lo que realmente no estaba listo.
Trunks se había colocado atrás de su padre, inconscientemente buscando su protección.
La gran compuerta se abrió y una figura familiar apareció ante Vegeta. No era posible que fuese real. Tal vez estaba soñando, o confundiéndose.
- No es posible- murmuró el Saiyayin.
Trunks miró el pálido rostro de su padre y se preocupó. Era como si estuviese viendo un fantasma.
El singular personaje camino lento pero decidido y una vez que se encontró a solo dos pasos de Vegeta, se detuvo.
- Ha pasado mucho tiempo. ¿Verdad, hijo?- preguntó con cierta ironía.
Vegeta estaba congelado, pero cuando cayó en la cuenta de que su padre estaba parado frente a él, hizo una leve reverencia y se aclaró la garganta.
La nave se preparó para el despegue y en solo unos minutos había desaparecido.
- ¿Cómo es posible que estés aquí? – dijo finalmente el príncipe.
- No eres muy cálido recibiendo a tu padre. Estaré vivo solo por un tiempo y quería saber cuál fue el destino de mi raza.
- ¿Padre?- exclamó el sorprendido Trunks. El parecido con Vegeta había llamado su atención, pero no esperaba que fuese familia.
Vegeta se volteó a ver a su hijo y con su mano le indicó que se acercara. El pequeño lo hizo, pero muy tímidamente. La confusión inundaba la escena para todos.
- Te presento a mi hijo Trunks.- dijo primeramente al Saiyayin, antes de dirigirse al pequeño.- Él es el Rey Vegeta, mi padre.
El soberano miró al niño con curiosidad. No tenía ningún rasgo Saiyayin.
- ¿Dónde está su cabello y ojos oscuros? ¿Dónde está su cola?- preguntó un tanto molesto.
Vegeta estaba nervioso. Ver a su padre vivo revivía muchas cosas de su propio pasado. No estaba seguro de cómo tratarlo, ni qué estaba haciendo ahí. Se sentía sumamente ajeno. No le tenía miedo, pero su visita lo había desestabilizado emocionalmente. Necesitaba unos minutos para tomar consciencia de esa nueva realidad.
- Trunks es mitad Saiyayin. – le explicó- Heredó los rasgos de su madre.
- Una mujer distinta de nuestra especie… - agregó el Rey con cierto grado de repulsión que enojó a Vegeta.
- ¿Acaso no tienes nada más que decir?¿Qué haces aquí? Algún comentario sobre la aniquilación de nuestra raza. ¿Nada?.
- ¡Más respeto, soy tu padre, y tu rey!- le gritó.
- ¡Ya no eres un Rey!- Trunks se sorprendió ante el enojo de su padre y su agarró con fuerza de él- ¡Ya no hay planeta, ni súbditos!. ¡¿Qué quieres?!
De repente, un fuerte grito se oyó de unos de los edificios de la Corporación Cápsula.
- ¡VEGETA! ¡TRUNKS!
La voz de Bulma resonó por todo el predio. Todos se giraron para observar cómo se acercaba rápidamente en un transporte aerodeslizable.
Vegeta miró a su hijo y le dijo que se marchara.
- ¿A dónde se supone que vaya?
- No se, no importa. Vete con él hijo de Kakarotto.
Trunks voló disimuladamente y cuando su madre llegó, él ya se había perdido.
- ¡¿Qué se supone que estaban haciendo?!- dijo la peliazul mirando a los ojos a Vegeta, e ignorando la extraña presencia. - ¿acaso querían destruir todo el lugar? Bulla se asustó mucho.
- Bulma – respondió Vegeta con seriedad y suavemente- No es un buen momento.
En ese momento la mujer se percató de que el Saiyayin no estaba solo y al notar quién lo acompañaba, no lo se llevó una gran sorpresa, si no que tuvo que suspender el regaño.
- Veo que no- señaló- Hola. Soy Bulma, la esposa de Vegeta.
La mujer saludó amablemente, sin estar muy segura cómo dirigirse a su suegro. Se sentía incómoda de llevar musculosa, ropa engrasada y guantes de trabajo. Ella amagó a darle la mano, pero luego pensó qué tal vez no sería buena idea.
El Rey la miró de la cabeza a los pies mientras sostenía una expresión de desaprobación claramente evidente.
- Tal vez deberíamos entrar- dijo Bulma con paciencia e intentando enfriar un poco el ambiente.
Caminaron hasta su casa y el Rey Vegeta los siguió en silencio y con un paso casi militar. Ni siquiera la muerte había borrado su dedicación a la política y la guerra.
Vegeta iba al mismo paso que Bulma, soltando pequeños suspiros imperceptibles para su padre, pero preocupantes para su mujer.
- ¿Bulla está bien? – preguntó finalmente en voz baja.
- Si. Estaba durmiendo y se sorprendió mucho con los estruendos.- explicó Bulma con calma. – Ahora tiene el ciclo de sueño cambiado. Va a ser difícil tratar con ella esta noche.
La entrada al hogar se encontraba a solo unos pasos y Vegeta sentía como si su mundo estuviese a punto de ser invadido por enemigos. Había pasado tantos años inmerso en esa burbuja protectora, dejando atrás todas aquellas cosas que le habían producido dolor y enojo, que tener que rememorar recuerdos, sentimientos, sensaciones lo fastidiaba grandemente.
Bulma se estaba por dirigir a la habitación de Bulla, pero Vegeta la detuvo.
- Yo iré.- le dijo
La mujer se encontró sola con su suegro, pero no dejaría que el ambiente volviera a ponerse incómodo. Ella ya había lidiado con un Saiyayin malhumorado, vengativo, orgullo y de mal carácter. Ya tenía experiencia en ese terreno.
- Ponte cómodo. Iré a buscar algo a la cocina.
El Rey Vegeta observó el lugar. Era muy distinto a lo que estaba acostumbrado, pero era bastante cálido y los asientos parecían cómodos. Sin embargo, no se puso cómodo como le señaló Bulma, si no que fue tras Vegeta.
El Saiyayin estaba en la habitación de su hija inquieta. La pequeña se reía y jugaba con sus manitas.
- No es momento de jugar, vete a dormir- le ordenó su padre que estaba junto a la cuna.
Ella lo miraba y le regalaba las más divertidas sonrisas.
El Rey observaba a su hijo desde el umbral de la puerta sin decir una palabra.
Vegeta apoyó su mano en los ojos de la bebé y le repitió " no más risas, tienes que dormir". De a poco, ella se calmó y cayó dormida nuevamente.
Vegeta aún miraba a su hija cuando le dirigió la palabra a su padre.
- ¿No vas a decirme nada sobre por qué estás vivo y qué haces aquí? Sin ironías ni preguntas retóricas, por favor.
El Rey se tomó unos instantes, pero respondió al pedido del príncipe.
- Me deben quedar unas semanas. Fui revivido para hablar sobre un antiguo problema de nuestro planeta. Antes de volver a morir quería conocer el estado de mi legado.
- No hay mucho para observar.- respondió Vegeta mientras volvía a la sala donde Bulma había llevado unas tazas.
"Mandare a preparar una habitación" había dicho. Dando por hecho que el Rey se quedaría.
- No sé que tienes planeado hacer, pero puedes quedarte aquí. Más tarde se sirve la cena, si quieres puedes ir a darte un baño o descansar- explicó Vegeta.
Hacia tanto tiempo que no se dirigía a su padre que no sabía cómo tratar con él. Ya no era Rey. No necesitaba protocolos, ni nada parecido. No había realeza, ni planeta. No había nada más que él y su familia. Lo trató con cordialidad, sin ceremonias, como si se tratase de otro invitado, aunque eso lo hacía sentir incómodo. Era como si le faltase algo. Como si estuviese haciendo algo mal. Pero al mirar con detenimiento, lo único fuera de lugar era la presencia de su padre allí.
El Rey no dijo nada y siguió obedientemente al personal de la casa que iba a mostrarle su habitación.
Vegeta suspiró y Bulma no tardó en acercarse. Ella sentía que las cosas no iban a ser fáciles, pero había que tener la mejor actitud, o todo se volvería más difícil de sobrellevar.
- ¿Trunks está en casa de Goten?- le interrogó.
El Saiyayin no supo que responder. Estaba perdido en sus propios pensamientos y al mismo tiempo no quería delatar a su hijo.
- No podrás protegerlo de mi, Vegeta- dijo Bulma con gracia.
Al llamar a la casa de Goku, supo inmediatamente que estaba allí.
- Dile que venga a cenar- le pidió la peliazul a Milk.
Cuando oscureció, el niño llegó tímidamente, bañado y cambiado, con sus ropas sucias en un pequeño bolso prestado.
- Ve a la mesa.- le dijo su madre sin aires de reprimenda.
En el salón estaba su padre y su abuelo. Un incómodo silencio inundaba el cuarto y ninguno se miraba a la cara. Por fortuna Bulma no tardó en unirse, y junto con ella, la comida. Había pedido que mandaran a preparar una mayor variedad de platos, por si al Rey no llegaba a agradarle alguno. Sin embargo, él no comió demasiado, y al cabo de un rato de observarlos se marchó sin mediar palabra.
Vegeta fluctuaba entre la molestia y la impaciencia. La cena fue más relajada cuando se marchó, pero no lo suficiente como para disfrutarla.
- Mañana hablaremos un poco de las travesuras de hoy – le dijo a su hijo seriamente, antes de marcharse rápidamente al dormitorio.
Vegeta se había lanzado sobre la cama y se tapaba el rostro con ambas manos.
Bulma se acurrucó a su lado y esperó a que él dijera algo. Se limitó a acariciar su pecho fuerte y observar su marcada respiración.
- ¿Hay algo que pueda hacer por ti? – preguntó finalmente la mujer.
- No, realmente- respondió con resignación el Saiyayin.
- Creo que no le caí bien- agregó Bulma
- Creo que yo tampoco
- Tal vez debería haberme presentado como la "Princesa de la Tierra"
A Vegeta le dio gracia el comentario y soltó una pequeña sonrisa.
- No creo que hubiese funcionado- confesó.
- ¿Estás menospreciando mi supremacía en la tierra, Vegeta, príncipe de los saiyayines?- dijo irónicamente Bulma mientras se acomodaba sobre el cuerpo de su esposo.
- No, pero debes reconocer que no es fácil lidiar con un hombre orgulloso, de mal carácter y potencial asesino
- Ja! Créeme que tengo más experiencia de lo que crees.
- ¿Te refieres a mi? – preguntó el príncipe con suspicacia- Es distinto. Tú me gustabas.
Bulma se sorprendió de la confesión de Vegeta y se posicionó más cómodamente sobre su cuerpo.
- ¿Sabes que es la primera vez que lo dices tan abiertamente?- susurró ella.
- Estábamos hablando de mi padre, no cambies el tema- le ordenó él intentando escapar de su propio tropiezo.
- Olvidemos de él por un rato. Has estado todo el día preocupado y molesto. Déjame ayudarte a relajarte.
Bulma comenzó a besar a Vegeta. Sus labios húmedos insistían en que dejará atrás ese horrible día. El Saiyayin acarició la sensual curva de la espalda de la peliazul. El roce comenzaba a tomar un ritmo excitante cuando de repente alguien golpeó la puerta de su habitación.
Ambos se sorprendieron y sobresaltaron.
- No tengo opción – bufó Vegeta, volviendo al estado de preocupación y ahora también decepción.
Bulma se hizo a un lado, pero rápidamente le tomó la mano, indicando que aguardara un segundo.
- Todo va a estar bien. Aquí te espero.
- Gracias.- susurró Vegeta antes de dirigirse a la puerta.
Al Saiyayin no le sorprendió su visita.
- Tenemos que hablar – le dijo su padre mientras se alejaba.
Fueron al balcón que estaba al otro lado de la casa, donde nadie podía oírlos. Vegeta sentía como si estuviese yendo a su propia destrucción, y sin poder nacer nada para evitarlo.
Al llegar, el Rey lo miró con recelo y comenzó a hablar.
- Dime a qué estás jugando, Vegeta.
- No sé de qué hablar – respondió, aunque en realidad si lo sabía.
- ¡No te burles de mi! ¿Qué es toda esta… historia de niños? ¿De verdad esta es tu vida? Te la pasas entre almohadones, jugando a no sé qué, mientras nuestra raza perece.
- ¿Qué querías que hiciera?- respondió con molestia.
- Deberías haber tomado un planeta y comenzado a reconstruir nuestro imperio. Pensé qué tal vez este planeta te pertenecía, pero me equivoqué. En vez de buscar una buena hembra para recuperar nuestra raza, estás perdiendo el tiempo con esa ramera humana, débil e irrespetuosa; creando mestizos inútiles que solo te significan una carga.
- ¡No voy a dejar que hables así de mi esposa y mis hijos?- gritó Vegeta con indignación.
- ¿Esposa e hijos?- respondió con ironía- No puedes llamar esposa e hijos a eso. ¿Qué sucedió contigo, Vegeta? Eres débil y cobarde, igual que esos mestizos que llamas tu descendencia.
- Mi hijo mestizo y debil puede patearte el culo cuando quiera. – lo desafió.
- Eso quisiera verlo- se burló el Rey.
- Lo hará. No tengas dudas.- dijo Vegeta, ansioso porque Trunks le pierda una paliza a ese desgraciado.
- ¿Dónde está el guerrero de sangre fría que aspirabas a ser? ¿Acaso olvidaste que eres nuestro príncipe? Eres el último descendiente de la familia real. Y sin embargo, estas aquí, perdido detrás de los ojos bonitos de una zorra.
- ¿Cuándo te vas? – preguntó con molestia, aguantando las ganar de golpear a su padre. "Paciencia, Vegeta, paciencia. Todo a su tiempo" se decía.
- Voy a usar todo el tiempo que me quede para mostrarte que estás equivocado. Voy a hacer que cambies de opinión y redirecciones tu patética vida. Créeme, lo harás. - amenazó con firmeza el rey, dejando al principe con sus preocupaciones en la mano.
